Dinero y moneda en Karl Marx

Imagen: Elyeser Szturm
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Por Francisco Texeira & Fabián Santos*

Un comentario sobre la exposición de Marx de la forma de dinero en tres obras maduras: Para la crítica de la economía política, El capital y planos.

El propósito de este texto es investigar la categoría del dinero y sus diversas formas de existencia. La novedad de este análisis, con toda la audacia propia de quienes se aventuran a “hacer ciencia”, consiste en el esfuerzo de los autores por acentuar la diferencia entre el dinero y la forma del dinero, no siempre tenida en cuenta por aquellos. que estudian el dinero en Marx. Con eso en mente, decidimos examinar cómo Marx expone la categoría de dinero a lo largo de los tres trabajos principales que tratan sobre esta categoría: Para la Crítica de la Economía Política, El Capital y su libro de estudio, que generalmente se reconoce como la fuente de ambas obras, el planos.

En el camino, el lector tendrá la oportunidad de comprender cómo expone Marx las determinaciones de la categoría dinero. Sin mucho esfuerzo intelectual, comprenderá por qué sólo en Revisar… y La capital finalmente pudo presentar de manera definitiva tales determinaciones.

Además, se llama la atención sobre el hecho de que esta investigación no va más allá del ámbito de la simple circulación. Pero es en este ámbito donde el lector descubrirá las formas embrionarias del dinero crédito y cómo las formas del dinero como tesoro y del dinero como medio de pago ya anticipan cómo el capital supera los límites a su expansión, en tanto tales límites se colocan como barreras. es decir, como necesidades que constantemente busca dominar y superar.

Esta es la clave inicial que prepara al lector para adentrarse en la esfera del dinero de crédito, objeto de investigación en el Libro III, por La capital, que estos autores pretenden luego explorar cómo se sitúan las formas actualizadas de este tipo de dinero en el capitalismo contemporáneo.

Marx y la inversión de la dialéctica hegeliana                                                

Os Manuscritos económicos de 1857-1858 (Grundrisse) se componen esencialmente de dos grandes partes: la primera sobre el dinero y la segunda sobre el capital. Este último se subdivide en tres grandes apartados: el primero presenta las determinaciones de la producción; el segundo los de la circulación del capital y el tercero los de la transformación de la plusvalía en ganancia. Una comparación con los textos. Por la crítica de la economía política y la capital muestra que el método de exposición en planos está fuertemente anclado en ciencia de la logica de Hegel, lo que hace que este texto sea extremadamente denso y difícil de entender.

Parecer La capital Marx confiesa que ha estado “fechando aquí y allá sus peculiares modos de expresión [de Hegel]”; a nosotros planos,este noviazgo no fue un mero coqueteo. Es verdad. Tanto es así que él, en el capítulo sobre la presentación del dinero, en un momento determinado de su presentación, se da cuenta de que “habrá que corregir más adelante, antes de abandonar este tema, el método idealista de presentación que da la apariencia de que se ocupa de las determinaciones conceptuales y de la dialéctica de estos conceptos.

Sobre todo, por tanto, el cliché: el producto (actividad) se convierte en mercancía; el valor de cambio de la mercancía**; el valor de cambio, el dinero”. (G. 2011., pág. 100)

Esta promesa sólo se cumpliría con la redacción y publicación de Para la Crítica de la Economía Política. Para producir este texto, Marx modificó profundamente el planos de donde se originó. Si en este último parte de la categoría del dinero, en el Crítica…, también compuesto por dos capítulos, comienza con las mercancías y sólo después, el capítulo II, presenta la categoría del dinero. Estos son los dos primeros capítulos de la sección I de La capital. Tanto en este trabajo como en Crítica…, el método de presentar su objeto ya no produce la apariencia de tratar sólo con una “exposición dialéctica de conceptos”.

notablemente en La capital, donde Marx se esmera en llamar la atención del lector para que tenga presente que exponer las determinaciones del capital presupone una larga y laboriosa actividad de investigación, cuyo objetivo es “apropiarse de la materia [Sustancia] en sus detalles, analizar sus diferentes formas de desarrollo y trazar su nexo interno”. Sin este trabajo de investigación, impide que la exposición de las determinaciones de capital pueda ser tomada como una mera construcción”a priori”. (C. 2017, p. 90) Luego, vuelve a advertir sobre la necesidad de desmitificar la dialéctica de Hegel, “darle la vuelta, para descubrir el núcleo racional dentro de la envoltura mística”. (ídem, ibíb., pág. 91) 

Pero, ¿en qué consiste esta inversión? ¿Sería suficiente asumir el método de investigación como base de la exposición para desmitificar la dialéctica hegeliana? Parece que no. Sería lo mismo que invertir la relación entre base material y pensamiento, destruir la idea de que este último es el creador de la realidad. Este simple intercambio sólo invertiría “el orden de lo real, pero la forma dialéctica sería la misma: sería el método de descubrir las contradicciones y su presentación categórica”. (Grespan, 2002, pp. 30-31).

En este caso, contenido y forma estarían separados “y concebidos en una dicotomía no dialéctica, en la que la 'inversión' del contenido no implica la de la forma, como si ambos fueran aspectos diferentes y sin relación entre sí”. (Id, Ibid., p. 31) Así, la dialéctica hegeliana se convertiría, en manos de Marx, en una mera aplicación de un sistema de lógica a la comprensión de la economía, cuya implicación no es difícil de inferir: “la materialista la dialéctica no podría llamarse precisamente dialéctica, y Marx habría construido su materialismo sacrificándolo. (Ibíd., Ibíd., p. 31)

¿Qué hacer entonces para desmitificar la dialéctica hegeliana? Aparentemente, la respuesta es simple: repensar el concepto de negatividad en Hegel. Pero, ¿en qué consiste la negatividad? Para responder a esta pregunta, la forma más directa es partir del problema al que se enfrenta de la escisión entre el ser y el pensar, que tiene su culminación en Kant.

De manera simplificada, se puede decir que Hegel toma como tema central de su crítica el dualismo kantiano, expresado en el cosa en sí, que tiene en la realidad externa el límite del conocimiento. Para ese filósofo, esto no sería sólo la expresión de la confesión de una cierta incapacidad de la razón frente al mundo, sino como consecuencia la imposibilidad misma del proyecto moderno, es decir, la negación de la construcción de un mundo racional. a la imagen del hombre idealizado por el Renacimiento.

El absoluto hegeliano, unidad de su sistema filosófico y del mundo mismo, según él, sería entonces, desde el punto de vista de Lógica, superando la separación establecida por la modernidad entre ser y pensar, barrera no superada por Kant ni por el idealismo subjetivo de Fichte y Schelling. Desde el punto de vista de la realidad histórica, sería la propia modernidad en su nacimiento, como hito en el desarrollo de la humanidad. Pero como para Hegel la realidad histórica (y su fundamento lógico) sólo podía ser pensada como movimiento, como desarrollo, es a partir de ahí que, para este filósofo, se puede aprehender la importancia de la dialéctica.

Según Stein, para Hegel, “Es a través de la contradicción que evoluciona el pensamiento y, con él, la realidad: el pensamiento es objetivo”. (Stein, 2002). Después de todo, para el filósofo alemán, en todo hay sentimiento, ciencia, conocimiento, voluntad, instinto; en todo esto hay pensamiento. El hombre es un ser pensante. Como tal, para conocer el mundo, lo único que utiliza es la razón.

Esta es “sustancia como fuerza infinita, es ella misma la materia infinita de toda vida natural y espiritual, y también la forma infinita [cuya] realización [es] su propio contenido (…). Es contenido infinito, toda esencia y verdad, la misma materia que proporciona para la elaboración de su propia actividad, pues no le faltan, como el acto finito, materiales externos y medios dados para proveerle de alimentos y objetos. Así, ella misma realiza su propósito y hace un pasaje de adentro hacia afuera, no sólo en el universo natural, sino también en el universo espiritual, en la historia universal”. (Hegel, 2008, p. 17).

Si la razón, como dice Hegel más arriba, es la materia misma que ofrece para elaborar su propia actividad, en el fenomenología del espíritu esto ya está establecido en la medida en que, en esta obra, el filósofo alemán demuestra que la única aproximación posible al conocimiento elaborado por la conciencia es un examen de sí misma como materia de su conocimiento. De hecho, aquí es donde Hegel expone el viaje del espíritu en busca de sí mismo. Para emprenderla, el espíritu asume las diferentes figuras de la conciencia, partiendo del conocimiento sensible más inmediato y abstracto, hasta culminar en el conocimiento absoluto mediado.

A lo largo de este camino, en cada etapa, la conciencia cuestiona lo que antes tenía por cierto, y así avanza hasta que ya no hay más incertidumbre. Es entonces cuando se superan, es decir, se eliminan todas las contradicciones en que se ha visto enredada la conciencia, para dar paso a la unidad absoluta del espíritu, que al final de su camino se sabe como conciencia que se produce a sí misma.

Sin el trabajo de lo negativo, pues, el espíritu no habría emprendido el largo viaje en busca de sí mismo. En cada etapa alcanzada en su curso, la conciencia avanza a través de su abnegación, “en la que lo que aún no es verdadero, lo inesencial es negado en su verdad”, hasta que sólo queda la identidad absoluta del espíritu consigo mismo; hasta que todas las contradicciones en que se ha enredado la conciencia sean eliminadas, o reconciliadas bajo la unidad del conocimiento absoluto. “La negatividad es así la mediación productiva de la conciencia misma. Tal movimiento de autoproducción es lo que Hegel llama potencia negativa y trabajo”. (Barbosa, 2010, p. 71).

En Marx, en cambio, el trabajo de lo negativo es al revés de lo que es en Hegel. Este último encuentra el presente positivo en todo negativo, ya que en cada etapa de la evolución del espíritu se superan las contradicciones de la etapa anterior para dar paso a otras contradicciones que, a su vez, se vuelven a superar hasta reconciliarse todas bajo el mismo paraguas unidad del espíritu absoluto. En Marx, el trabajo de lo negativo no elimina las contradicciones. En efecto, la exposición de las determinaciones del capital revela que tales determinaciones son formas sociales preñadas de relaciones “contradictorias”. Que lo diga él mismo: refiriéndose al proceso de metamorfosis de las mercancías, afirma que “el desarrollo de las mercancías no elimina estas contradicciones, sino que crea la forma en que pueden moverse”. (C., Liv. I., 2017., p. 178)

Así es como el autor de La capital expone las determinaciones de capital. Comienza con la categoría de mercancía, unidad de opuestos (valor de uso y valor) que se incluyen y excluyen mutuamente. Esta contradicción interna genera una forma social dentro de la cual puede moverse: el dinero. Este último, al exteriorizar esta contradicción interna de la mercancía en el cambio, rompe su unidad interna en dos actos espacial y temporalmente separados. En efecto, el acto de vender para comprar (MD) puede interrumpirse en la medida en que la primera metamorfosis de la mercancía no implica necesariamente que el dinero adquirido por la venta de M se gaste inmediatamente en la compra de otras mercancías (DM).

Es por ello que la intercambiabilidad del dinero por otros bienes dependerá de una serie de circunstancias, que decidirán cuándo y dónde su poseedor podrá y podrá adquirir otros bienes. Esta interrupción del proceso de circulación, argumenta Marx, es el germen “de las crisis comerciales, pero sólo porque la oposición entre la mercancía y el dinero es la forma general y abstracta de todas las oposiciones contenidas en el trabajo burgués. La circulación monetaria puede tener lugar sin crisis; pero sin circulación monetaria no hay crisis”. (Crítica, 1982, p. 75)

Además de ser un vehículo que exterioriza la contradicción interna de la mercancía, el dinero es una unidad de contrarios: cuantitativamente es siempre una suma limitada; cualitativamente, no tiene límites, ya que se puede cambiar por cualquier bien.

¿Cómo se resuelve y desarrolla esta contradicción?  

Con la transformación del dinero en capital. Además de ser una relación histórico-social, el capital es movimiento, un proceso con diferentes fases que engloba tres formas particulares de existencia, como diferentes momentos de un mismo proceso: capital dinerario, capital productivo y capital mercantil. Si no se ejerce bajo la forma de capital dinerario, el capital se congela y se transforma en tesorería; no podrá convertirse en medio de producción y fuerza de trabajo y, por tanto, ejercer la función de capital productivo. A su vez, si no realiza la función propia del capital mercantil, las mercancías se vuelven invendibles y su acumulación no permitirá a los capitalistas reembolsar el capital adelantado más la ganancia.

Esta sucesión de metamorfosis del capital en movimiento lleva a cada capitalista, considerado aisladamente, a comparar el valor primitivo adelantado con su magnitud al final de cada ciclo. Es una comparación que surge de la naturaleza misma de la producción capitalista. En efecto, como el objetivo que mueve las acciones de cada capitalista es la ganancia, cuanto mayor sea la diferencia de valor entre lo que adelantó y lo que recibió a cambio, mayores serán sus ganancias. En consecuencia, todos se ven empujados a revolucionar constantemente las condiciones de producción, lo que termina transformándolos en prisioneros de la necesidad de acumular por acumular. Sin embargo, cuanto más se rinden a esta carrera por la valorización, más se impone el movimiento del capital como entidad autónoma frente a las predicciones y cálculos del capitalista individual. Y así el capital adquiere tanto más una existencia independiente, hasta el punto de transformarse en algo idéntico a sí mismo, que se compara consigo mismo en las diferentes fases de su movimiento cíclico.

El capital no es sólo este proceso de autovalorización que lo transforma en sujeto automático; es, al mismo tiempo, sujeto usurpador del proceso de su producción y valorización. Sin la compra de la fuerza de trabajo, única mercancía capaz de generar un valor superior a su propio valor, el capital no se valora, no se valoriza. De ahí su avidez de trabajo, ya que el capital “es trabajo muerto, que, como un vampiro, no vive más que chupando trabajo vivo, y vive tanto más cuanto más trabajo vivo chupa”. (C., Liv. I., 2017, p. 307). Como resultado, el capital tiene hambre de trabajo.

Este “hambre de vampiros” del capital lo lleva a romper con todas las barreras impuestas a su proceso de autovalorización. Su avidez de trabajo desarrolla al máximo su condición de sujeto usurpador, hasta el punto de agotar la fuente de la que se alimenta: el trabajo vivo. Por ello, el proceso de autovalorización del capital es en sí mismo una contradicción en proceso, en la medida en que “busca reducir al mínimo el tiempo de trabajo, mientras que, por otro lado, plantea el tiempo de trabajo como única medida y fuente de poder".

Por tanto, “las fuerzas productivas y las relaciones sociales (…) aparecen sólo como medios para el capital, y para éste son exclusivamente medios para poder producir desde su estrecho fundamento. De hecho, sin embargo, constituyen las condiciones materiales para hacerlo volar por los aires”. (G., 2011, págs. 588-8). Una vez rendido, pues, a su propia lógica interna, este es el resultado final al que llega el capital en su movimiento de autovalorización. La exposición de este movimiento revela que el capital se desarrolla hasta el punto de crear las condiciones materiales que podrían hacerlo “volar por los aires”; no como una imposición de una necesidad ciega y absoluta, ya que Marx, en varios lugares, se confiesa radicalmente en contra de la idea de tomar La capital, por ejemplo, “como teoría histórico-filosófica general, cuya virtud suprema consiste en ser suprahistórica”. (Crítica, 1982, pág. 168)

Puede verse, por tanto, cómo su concepción de la dialéctica es muy diferente de la de Hegel, en la que el trabajo de lo negativo comienza con la conciencia inmediata y lo lleva a pasar por un número innumerable de mediaciones hasta llegar al conocimiento absoluto, que es la unidad conciliadora de todas las contradicciones negadas a lo largo del camino del espíritu en busca de sí mismo. En Marx, el trabajo de lo negativo no conduce, por tanto, a la superación de las contradicciones, tal como la concibe Hegel. Para ese autor, lo negativo intensifica las contradicciones que impulsan al capital, su objeto de investigación, en la medida en que su desarrollo se basa en el antagonismo irreconciliable de sus opuestos.

Para hablar con Cressoni, Marx “construye una arquitectura que disuelve la apariencia de una unidad de lo real para mostrar una negatividad que subyace a toda realidad social”. Así es exactamente como Marx emprende la inversión de la dialéctica hegeliana, “para descubrir”, dice, “el núcleo racional dentro de la envoltura mística”. De ahí la razón de afirmar que, “en su forma mistificada, la dialéctica estaba a la moda alemana porque parecía sublimar lo existente”, precisamente al reconciliar las contradicciones en una síntesis superior, que es el saber absoluto.

Ahora bien, el trabajo de lo negativo destruye este carácter sublime de la dialéctica, en cuanto ella, “en su configuración racional” (…) constituye un escándalo y un horror para la burguesía y sus voceros doctrinales, ya que, en la intelección de lo existente , incluye, al mismo tiempo, la intelección de su negación, de su necesario perecer. Además, aprehende toda forma desarrollada en el fluir del movimiento, incluyendo por tanto su lado transitorio; porque no se deja amedrentar por nada y es, en su esencia, crítica y revolucionaria”. (C., 2017., pág. 91)

Si en su forma mistificada, la dialéctica encuentra el presente positivo en todo negativo, en su configuración racional, Marx encuentra el presente negativo en la positividad de lo existente. Por lo tanto, no basta con profanar la dialéctica hegeliana subiendo de la tierra al cielo en lugar de que el cielo descienda a la tierra. Más que eso, para Marx, era “necesario disolver la unidad ontológica de lo real, encontrar allí lo negativo dentro de su identidad – de ahí el sentido de “dar la vuelta”. Así, Marx disponía de los instrumentos que le abrirían las puertas para encontrar en el concepto de negatividad la superación definitiva de la dialéctica hegeliana. (Cressoni, Op. Cit.)

dinero y moneda

Nuestros planos

Em Por la Crítica de la Economía Política (CEP) y La capital, la presentación de la categoría dinero sigue a la exposición de las determinaciones de la categoría mercancía. Este es el punto de partida para exponer las determinaciones del capital. Y no podía ser de otra manera, ya que el dinero es más complejo que las mercancías. Al fin y al cabo, en una exposición dialéctica, como insiste en subrayar el propio Marx, las categorías deben ser expuestas según la “relación que tienen entre sí en la sociedad burguesa (…). Es su jerarquía dentro de la sociedad burguesa moderna”. (Crítica, 1982, p. 19).

En consecuencia, la categoría del dinero se deduce de la dialéctica interna del proceso de cambio, ya que cada poseedor de mercancías considera todas las demás mercancías como un equivalente particular de su propia mercancía. “Pero dado que todos los propietarios de mercancías hacen lo mismo”, dice Marx, “ninguna mercancía es un equivalente general y, por lo tanto, tampoco las mercancías tienen una medida relativa general de valor en la que puedan equipararse como valores y compararse entre sí. .otros como magnitudes de valor”. (C., Liv. I., 2017, p. 161).

¿Cómo se supera entonces esta contradicción? De la misma manera que se resuelven las contradicciones reales. Marx cita de pasada que “es una contradicción, por ejemplo, que un cuerpo caiga constantemente en otro y huya constantemente de él. La elipse es una de las formas de movimiento en las que esta contradicción se realiza y se resuelve”. (Id., Ibíd., pág. 178). En el mundo social, a su vez, se desentraña la contradicción que crea el proceso de intercambio, generando una forma dentro de la cual comienza a moverse y desarrollarse, como ya se explicó en la sección I de este texto.

Así, cada poseedor de mercancías no puede querer que el intercambio de su mercancía por otras sea, al mismo tiempo, un proceso individual y generalmente social. Y así esta contradicción sólo se resuelve con la creación de la forma social del dinero. Esta forma surge del mundo de las mercancías como representante universal de todos los valores de cambio. Como dice Marx en otra parte, el dinero “es una mercancía como las demás y al mismo tiempo no una mercancía como las demás”.

Aquí, es importante observar el rigor de la exposición de Marx sobre la Crítica y El Capital. En cuanto a esto, se sabe que no sin razón se niega al Sr. Maurice La Châtre, para publicar el Libro I de La capital en fascículos. En primer lugar, reconoce que esta propuesta tiene un lado bueno: hacer esta obra “más accesible a la clase trabajadora”. Sin embargo, dice, es necesario considerar el reverso de la medalla. Temía que el “público francés, siempre impaciente por llegar a una conclusión, ávido de conocer la relación entre los principios generales y las cuestiones inmediatas que despiertan sus pasiones, se desanime por el hecho de no poder avanzar de inmediato”. (C., 2017, p. 93).

El Marx de 1857-1858, en cambio, estuvo movido por presiones políticas que, en la mayoría de los casos, le impidieron seguir rigurosamente las exigencias dialécticas de una presentación de acuerdo con el precepto de la “paciencia del concepto”. Su espíritu revolucionario hablaba más fuerte y la pasión por las cuestiones inmediatas que lo aquejaban le exigían tomar una posición política urgente, de modo que no pudiera dejar sin respuesta las concepciones sobre el dinero defendidas por los socialistas utópicos, en particular las de los señores Darimon y Proudhon.

Es a partir de esta crítica de los proudhonianos que Marx emprende su investigación de las determinaciones del dinero tal como se encuentran en el Grundrisse.Esto no deja de tener la fuerte influencia de Hegel y la falta de rigor propia de un libro de estudio.

Las tesis de Darimon se centran en una crítica del papel del dinero en circulación, más específicamente su “privilegio” en relación con las mercancías. En su propuesta de reconfiguración del uso del crédito sugiere que el oro y la plata sean destronados de su condición de dinero. Imagina que al hacerlo podrá acabar con los males del capitalismo. Nada podría ser más absurdo, protesta Marx.

Después de todo, es una tontería imaginar, como lo hace ese autor, que “el oro y la plata son mercancías como cualquier otra. El oro y la plata no son mercancías como las demás mercancías: como instrumentos de intercambio universal, son mercancías privilegiadas y degradan otras mercancías precisamente por este privilegio. Este es el último análisis al que Darimon reduce el antagonismo. Suprimir el privilegio del oro y la plata, degradarlos al estado de todas las demás mercancías, finalmente decide Darimon. En tal caso, no retendrá los males específicos de la moneda de oro o de plata, ni de los billetes convertibles en oro y plata. Habrás suprimido todos los males. O, más bien, elevar todas las mercancías al monopolio exclusivo que hasta ahora han disfrutado el oro y la plata”. (G., 2011, p. 78).

Ahora bien, argumenta Marx, “la verdadera pregunta es: ¿el mismo sistema burgués de intercambio no hace necesario un instrumento específico de intercambio? ¿No crea necesariamente un equivalente particular para todos los valores? ¿Puede una forma de este instrumento de intercambio o equivalente ser más práctica, más apropiada e implicar menos inconvenientes que otras (…)?

Naturalmente, Darimon pasa por alto este tema con entusiasmo. Suprima el dinero y no suprima el dinero. Suprimo el privilegio que tienen el oro y la plata en virtud de su exclusividad como dinero, pero hace dinero de todas las mercancías, es decir,, confiere a todos, en conjunto, una propiedad que, aparte de la exclusividad, ya no existe”. (Id., Ibíd.)

Aun así, Marx aún decide seguir la línea de razonamiento de Darimon para investigar la posibilidad de destronar al dinero de su posición como mercancía especial. Una alternativa sería mantener el oro y la plata como materiales monetarios, pero de tal forma que representen directamente el tiempo de trabajo incorporado en ellos.

Pero esto no resiste un escrutinio más crítico, porque, dice Marx, “el determinante del valor no es el tiempo de trabajo incorporado en los productos, sino el tiempo de trabajo requerido en un momento dado. Considere la libra de oro misma: ya sea el producto de 20 horas de tiempo de trabajo. Supongamos, más adelante, bajo cualquier circunstancia, se necesitan 10 horas para producir una libra de oro. La onza de oro, cuyo título indica que es = 20 horas de trabajo, ahora sería solamente = las 10 horas de trabajo, dado que 20 horas de trabajo = 2 onzas de oro (…); por lo que 1 onza de oro ya no se puede cambiar por 20 horas de trabajo.

Moneda de oro con título plebeyo: x horas de trabajo, estaría sujeta a mayores fluctuaciones que cualquier otra moneda corriente; porque el oro no puede aumentar ni disminuir en relación con el oro (es igual a sí mismo), pero el tiempo pasado de trabajo contenido en un determinado cuántico de oro debe aumentar o disminuir continuamente en relación con el trabajo vivo presente. Para mantener el convertible cuántico de oro, la productividad horaria del trabajo debe mantenerse estacionaria”. (Id., págs. 85-86)

Para evitar este inconveniente, provocado por la creciente productividad del trabajo, ¿qué tal sustituir este metal, que debería aceptarse como título de las horas de trabajo, por el papel moneda, como simple signo de valor? Esto es lo que Marx supuso después, concluyendo que esto no serviría de nada. De hecho, dice Marx, "si la hora de trabajo se hiciera más productiva, el trozo de papel que lo representa aumentaría su poder adquisitivo, y viceversa, al igual que un billete de £ 5 tiene hoy un poder adquisitivo más o menos igual al valor relativo de el oro sube o baja en comparación con otras materias primas.

De acuerdo con la misma ley, donde el trabajo-dinero de oro sufriera una depreciación constante, el trabajo-dinero de papel gozaría de una apreciación constante” (Id., p. 86). Bueno, esto es todo lo que habrían querido los prodhonianos, precisamente porque entendieron que los trabajadores podían apropiarse de la productividad creciente del trabajo. Pero si esto fuera realmente posible, surgirían ciertas dificultades que impedirían a los trabajadores apropiarse de esta mayor productividad. En primer lugar, dice Marx, “si asumimos dinero, aunque provenga de aguinaldos, también debemos asumir la acumulación de ese dinero y los contratos, obligaciones, cargos fijos, etc., que se contratarían en forma de tal dinero. . Los bonos acumulados aumentarían constantemente su valor tanto como los de nueva emisión, de modo que, por un lado, la creciente productividad del trabajo beneficiaría a los no trabajadores y, por otro lado, los cargos contratados seguirían el mismo ritmo que el aumento de renta del trabajo.” (Id., Ibid.).

La implementación del bono de papel por hora, por lo tanto, no resolvería el problema de aumentar la productividad laboral, ya que la apreciación del papel moneda solo sería un problema, dice Marx, “si el mundo pudiera reiniciarse en cada momento” (Id., Ibíd.), es decir, si las obligaciones contraídas antes de cada aumento de productividad se mantuvieran invariables. En otras palabras, si el valor nominal y real de los bonos no cambiara con la apreciación del dinero.

Puesto que no se puede empezar de nuevo en ningún momento, y Proudhon y sus socios lo sabían ciertamente, ¿cuál es, pues, la causa del fracaso de la prima horaria? ¿Por qué Marx consideró una utopía esta propuesta proudhoniana? Porque sólo se sustentaría si se fundara en un supuesto falso: la igualdad entre precio y valor. Eso es lo que aclara a continuación. Aunque todavía no distingue claramente entre valor y valor de cambio, Marx logró demoler la utopía proudhoniana porque considera que la diferencia entre el valor de las mercancías y sus precios es sólo una diferencia nominal.

Ahora, argumenta, “el valor (el valor de cambio real) de todas las mercancías (incluido el trabajo) está determinado por su costo de producción, en otras palabras, por el tiempo de trabajo requerido para su producción. Su precio es su valor de cambio expresado en dinero.(Id., p. 87). De ahí la ilusión fundamental de los simpatizantes de bonificación por hora. Éstos, dice Marx, no se dan cuenta de que "la tiempo medio de trabajo, nunca correspondería a tiempo de trabajo efectivo y nunca sería convertible en él; es decir,, el tiempo de trabajo objetivado en una mercancía nunca exigiría una cantidad de trabajo igual a sí mismo y viceversa, sino una cantidad mayor o menor, de la misma manera que hoy toda oscilación de los valores de mercado se expresa en una subida o bajada de sus valores. valores precios en oro o plata.” (Ídem, pág. 89)

La utopía proudhoniana de las primas horarias sólo se sustentaría si se elidiera, como hacen los adeptos de la teoría del trabajo-dinero, la diferencia nominal entre el valor real y el valor de mercado, entre el valor de cambio y su precio expresado en dinero. Sólo así podrían (los proudhonianos) sostener que la introducción de primas horarias eliminaría todas las crisis, todas las anomalías de la producción burguesa. El precio monetario de las mercancías = su valor real; la demanda = la oferta; producción = consumo; el dinero es simultáneamente suprimido y conservado; el tiempo de trabajo, del que la mercancía es producto, que se materializa en la mercancía, sólo necesita ser verificado para generar una contraimagen correspondiente en signo de valor, en dinero, en gratificaciones horarias.

Toda mercancía se transformaría así directamente en dinero, y el oro y la plata, a su vez, serían relegados al rango de todas las demás mercancías.” (Id., págs. 88-89). Así, los proudhonianos realizaron una hazaña sin igual en el mundo: “guillotinaron al Papa para acabar con la religión”. Eliminaron el dinero para desterrar los males del capitalismo. Sólo se olvidaron de una cosa: dejaron subsistir la mercancía, la matriz del dinero. Después de todo, es el doble carácter de la mercancía, valor de uso (su naturaleza particular) y valor (algo diferente de esa determinación particular) lo que hace del dinero una necesidad, ya que el valor (tiempo de trabajo objetivado) necesita asumir una forma monetaria para realizarse. la intercambiabilidad de los bienes.

La génesis y formas de existencia del dinero

En el pasaje dedicado a la génesis y esencia del dinero, la influencia de Hegel en el razonamiento de Marx está más presente que en otros textos. Aquí nosotros Grundrisse, refuérzate, la dialéctica de los conceptos es precisamente la forma en que se mueve tu pensamiento. El resultado de esto, a su vez, y por la propia naturaleza del texto, es una exposición problemática, pues deja sin desarrollar una serie de determinaciones del dinero, que serán mejor exploradas en la siguiente sección. Crítica y La capital – cuando no especifica con precisión la diferencia entre valor y valor de cambio, como ya se mencionó.

Respecto a este último punto, parece que el Marx de estos escritos aún no había llegado a la noción de trabajo abstracto, por lo que su definición más insistente de la categoría de dinero es precisamente la de “valor de cambio externo y junto a la mercancía”. ”. Del mismo modo, las determinaciones del dinero están pensadas en referencia a esta limitación. Así, partiendo del enunciado de que “como valores, todas las mercancías son cualitativamente idénticas y cuantitativamente diferentes, por tanto, todas se miden recíprocamente y se reemplazan (si se intercambian, son mutuamente convertibles) en determinadas relaciones cuantitativas” (G ., p. 91). ), concluye que “el valor es su relación social, su cualidad económica” (ibíd.).

Pero la referida cualidad económica, en esta etapa de su investigación, siendo identificada sólo con el valor de cambio, lo lleva al punto decisivo de afirmar que “todas las propiedades enumeradas como propiedades particulares del dinero son propiedades de la mercancía como valor de cambio”. (Ibid. – énfasis añadido) Estas propiedades, Marx las identifica como “1) la medida del intercambio de mercancías; 2) medio de cambio; 3) representante de los bienes (y, por tanto, como objeto de los contratos); 4) mercancía universal junto con mercancías particulares, todas las cuales resultan simplemente de su determinación como valor de cambio objetivado y separadas de las mercancías mismas” (Id., p. 95).

Por lo tanto, aquí no se considera necesario profundizar en este punto. Lo que es realmente importante es prestar atención a la etapa aún inmadura de la comprensión del dinero por parte de Marx, sin por ello desatender hasta qué punto el planos puede ser esclarecedor con respecto a este tema, si se lee a la luz de trabajos posteriores. En estos, es donde, en efecto, se encuentra el dinero, como categoría, plena de determinaciones –que, a su vez, sólo podría ser presentada a la luz de la su método dialéctico de exposición.

Em Para la crítica de la economía política y La capital***

a) Génesis de la forma dinero

Está en el capítulo I, inciso 3, del Libro I, de La capital, en el que Marx expone la génesis de la forma dinero. Se inicia con la presentación de las determinaciones de la forma de valor simple, INSTRUMENTO individual ou ocasionales, expresado en la ecuación de intercambio de dos bienes xun = yB. En esta relación, los dos bienes igualados juegan papeles diferentes: el bien “A” expresa su valor en el bien “B”; por lo tanto, en esta relación juega un papel activo al hacer del cuerpo de la mercancía “B” el espejo de su valor.

Pero, ¿cómo pueden igualarse el lino y la túnica, que son mercancías de naturaleza tan diferente? - Simple. Ambos son “masas amorfas de trabajo humano” cristalizadas. Al comparar la mercancía “B” (abrigo) con la mercancía “A” (lino) como cosas de valor, dice Marx, “el trabajo contenido en ella se equipara al trabajo sobre el lienzo” (C., Liv. I, 2017, pp. . 127-128). En esta relación de valor, “A” asume la forma relativa de valor y la mercancía “B”, la forma equivalente. Estas dos formas de valor (relativa y equivalente) son polos de una relación en la que se implican y se excluyen mutuamente. De hecho, la mercancía "A" no puede expresar su valor en sí misma, ya que xA = xA no es una expresión de valor: xA no vale más que xA. Para expresar su valor, por lo tanto, “A” tiene que entrar en relación con “B” (abrigo), que es la mercancía que le sirve de equivalente. Fuera de esta relación, ni “A” ni “B” pueden expresar una relación de valor. "A" necesita "B" para reflejar su valor; “B”, como “A”, es también producto del trabajo humano en general. “A pesar de su apariencia”, dice Marx, “abotonado, el lino reconoce en él el alma hermosa del valor que les es originalmente común” (Id., p. 128). Por lo tanto, “en la relación de valor en la que la chaqueta equivale al lienzo, la forma chaqueta cuenta como una forma de valor”. (Ibíd., Ibíd.)

A forma simple de valor, xA = yB, de hecho, es el germen de la forma precio. En esta etapa de la presentación, esta forma se muestra insuficiente, en la medida en que las determinaciones realizadas por A y B son accidentales. Esta forma simple de valor debe, pues, pasar por una serie de mediaciones hasta llegar a la forma universal de valor y de ahí a la forma dinero. Para hacerlo, el primer paso es desplegar la forma simple de valor. Esta forma presupone que la expresión de la mercancía "A" en cualquier mercancía "B" distingue el valor de "A" de su propio valor de uso y, por lo tanto, lo coloca en una relación de intercambio con cualquier mercancía de otro tipo. Por lo tanto, la mercancía "A" puede intercambiarse por "B", "C", "N", etc. "A" puede por lo tanto expresar su valor en una serie infinita de otras formas simples de valor, como, por ejemplo, xA = yB; xA = zC. La mercancía "A" ahora puede reflejar su valor en cualquier otra mercancía y no solo en "B" y, por lo tanto, entra en una relación social con todas las demás mercancías; con el mundo de las mercancías. Es entonces cuando la forma simple del valor se convierte en la forma de valor total ou desplegado. En esta última forma, un número infinito de expresiones simples de valor puede convertirse en una serie cada vez mayor de sus diferentes expresiones.

Esta serie de simples expresiones de valor no tiene fin, es decir, nunca concluye. Esta es la primera insuficiencia de la forma total o desplegada del valor. Por otro lado, su segundo defecto salta a la vista cuando se observa que “si el valor relativo de cada mercancía”, dice Marx, “se expresa adecuadamente en esta forma desdoblada, la forma relativa del valor de cada mercancía será un serie infinita de expresiones de valor, diferente de la forma relativa de valor de cualquier otra mercancía.” (Id., p. 140) Más que eso, la mercancía “A” ahora tiene una serie de equivalentes. Como estos son productos de diferentes tipos de trabajos particulares, tenemos aquí un mosaico matizado de innumerables formas de equivalentes que, por lo tanto, son mutuamente excluyentes. O, como dice Marx, “dado que la forma natural de cada tipo de mercancía individual es aquí una forma equivalente particular junto con otras innumerables formas de equivalentes particulares, se sigue que solo hay formas limitadas y mutuamente excluyentes de equivalentes”. (Ibíd., Ibíd.)

Pero esta insuficiencia de forma desplegada del valor trae en sí mismo su superación. En efecto, si el poseedor de la mercancía “A” (lino) puede cambiarla por cualquier otra mercancía y, por tanto, expresar su valor en una serie de otras mercancías, los demás poseedores de mercancías hacen lo mismo: expresan el valor de sus mercancías. en la mercancía “A” que ahora sirve como equivalente de las demás mercancías que se intercambian por ella. Esta mercancía se transforma así en la forma equivalente general. No hace falta ningún esfuerzo para darse cuenta de que esta transformación ya está contenida en la forma desplegada del valor mismo.

Y así la forma desplegada se convierte en el formar valor universal.

Ahora bien, dice Marx, “las mercancías expresan sus valores 1) simplemente, porque en una sola mercancía, y 2) de manera unitaria, porque en la misma mercancía. Su forma de valor es simple y común a todos, y por lo tanto universal” (Id., p. 141). Esta forma universal de valor presupone varias mediaciones. De hecho, la “forma simple o aislada del valor relativo de una mercancía transforma otra mercancía en un equivalente individual. La forma desplegada del valor relativo, esa expresión del valor de una mercancía en todas las demás, imprime en estas últimas la forma de equivalentes particulares de diferentes tipos. Finalmente, un tipo particular de mercancía toma la forma de un equivalente universal porque todas las demás mercancías la convierten en el material de su forma unitaria universal de valor”. (Ídem, pág. 143)

La forma de valor universal se transforma así en la forma formulario-dinero. Y los metales, en particular el oro, son las mercancías que asumieron, a través de la hábito social, esa forma de intercambiabilidad directa y general o la forma de equivalente universal. Como equivalente general, la mercancía oro, en un principio, toma la forma de valores de medida, de tal forma que una tonelada de soja = 2 kilogramos de oro, podría expresarse como 1 tonelada de soja = 2 libras.

La designación monetaria de la forma-dinero se transforma así en la forma-precio de las mercancías. 

Habiendo deducido la génesis de la forma equivalente general, o forma-dinero, Marx, en el Capítulo III, del Libro I, de La capital, se enfrenta a la tarea de presentar las diferentes formas o funciones del dinero como un equivalente general. Para ello, comienza exponiendo la mercancía oro como medida de valores, y luego analiza cómo se convierte en patrón de precios. Sólo entonces, el autor de La capital puede sostener que la forma-dinero es la forma-precio de las mercancías, a pesar de la incongruencia cuantitativa entre valor y precio.

Formas de existencia (o determinaciones) del dinero

I. Medición de Valores y Precios Estándares

Asumiendo la determinación monetaria que da a los valores de cambio su forma de precio, las mercancías están entonces listas para circular en el mercado para ser vendidas, cambiadas por dinero, el cual, a su vez, se gasta en la compra de otras mercancías. Pero en ese ámbito donde todo el mundo vende para comprar, para luego volver a vender para comprar de nuevo, en un móvil perpetuo - se asoma a un mundo lleno de obstáculos e incertidumbres. En efecto, el circuito MDM se escinde en dos actos separados temporal y espacialmente, y como resultado surge la posibilidad general de crisis comerciales; “pero sólo porque”, dice Marx, “la oposición entre mercancía y dinero es la forma general y abstracta de todas las oposiciones contenidas en el trabajo burgués”. (Id., p. 75) Tal posibilidad surge siempre que “el estómago del mercado” no logra absorber el cuántico del trabajo representado por el precio de las mercancías. Y luego, ellos y sus dueños caen en desgracia. La incertidumbre que les acompaña, desde el nacimiento de la mercancía hasta su llegada al mercado, les pasa factura. El proverbio popular se aplica a ambos: “agarrados juntos, colgados juntos [mitgefangen, mitgehangen]'.” (C., Liv. I, 2017, p. 181)

¡La especulación es, por lo tanto, constitutiva del modo de producción de mercancías!

Pero hay que ir despacio...

El equivalente general sólo puede ejercer su función de medir valores porque el oro asume la forma de patrón de precios, que es la forma propia en que las mercancías pueden expresar sus valores de cambio. No es difícil comprender esta mediación. En cierto modo, ya se ha adelantado aquí. Ya se sabe que las mercancías, para que aparezcan en la circulación como precios, se presuponen como valores de cambio. Después de todo, el metabolismo general del intercambio requiere que los valores de intercambio, como expresión de los valores (del tiempo de trabajo socialmente necesario) contenidos en ellos, reflejen sus valores en una y la misma mercancía: el oro como equivalente general. Asumiendo este proceso, los valores de cambio comienzan a expresar sus precios en cantidades ideales de oro de distintas magnitudes. Así, toda mercancía, “A”, revela su valor de cambio en “x” cantidades de oro, como 2 unidades de “A” = 1 onza de oro. Otra mercancía, “B”, a su vez, se equipara a “ycantidades de oro, como 2 onzas, y por lo tanto cada mercancía equivale a tantas otras cantidades de oro. “Como cantidades tan diferentes de una misma cosa, el oro”, estos, dice Marx, “se igualan, comparan y miden entre sí, y así se desarrolla técnicamente la necesidad de relacionar una determinada cantidad de oro como unidad de medida. a un estándar, del cual las mercancías forman partes alícuotas, y éstas a su vez se subdividen en partes alícuotas. Ahora bien, las cantidades de oro como tal se miden en peso. El patrón ya está listo en las medidas generales de peso de los metales, que se usan en todas las circulaciones metálicas, y por eso se usaban, originalmente, también como patrón de precios. Cuando las mercancías se relacionan entre sí, ya no como valor de cambio que debe medirse por el tiempo de trabajo, sino como magnitudes nominalmente iguales, medidas por el oro, el oro se transforma de medida de valores en patrón de precios. (Crítica., 1982, p. 59)

Ahora se comprende por qué “en lugar de decir (...) que un bushel de trigo equivale a una onza de oro, se diría en Inglaterra que equivale a 3 libras, 17 chelines y 10 peniques y medio. Las mismas denominaciones sirven así para expresar todos los precios. La forma particular en que las mercancías dan su valor de cambio se transforma en nombres monetarios, mediante los cuales se expresan mutuamente lo que valen. El dinero, a su vez, se convierte en la moneda de cálculo”. (Ídem, pág. 61)

II. Moneda (= medio de circulación)

De hecho, como moneda de cálculo, no se necesitará ninguna miga de oro para expresar el valor, por ejemplo, "de mil pacas de algodón". Después de todo, "el dinero, como moneda de cálculo, solo puede existir idealmente, mientras que el dinero que realmente circula se acuña con un patrón completamente diferente". (Id., Ibid) Esto sucede cuando la circulación se vuelve dominante. Cuanto más se generaliza el intercambio como relación social básica, más se amplía la diferencia entre el contenido nominal y el contenido metálico de las monedas metálicas, hasta el punto de evolucionar hacia su escisión absoluta.. Es entonces cuando “el nombre monetario del dinero se desprende de su sustancia y comienza a existir fuera de ella, impreso en papeles sin valor”. En su propio curso, el dinero-oro se convierte en “su propio símbolo, primero en forma de oro gastado, luego en forma de monedas metálicas subsidiarias y finalmente en forma de fichas de papel sin valor, es decir, en forma de simples signo de valor” (Id., p. 86).

Así es como el dinero toma la forma de moneda. Como dinero, por lo tanto, es un medio de circulación o un medio de cambio..

Al separarse de su sustancia dorada, el oro arroja su cuerpo, dejando subsistir sólo su sombra. En efecto, “cuanto más tiempo gira una moneda a una velocidad estable, o más activa su circulación en el mismo lapso de tiempo, mayor es la separación que se produce entre su forma de ser como moneda y su forma de ser metálica, de oro o plata. lo que queda es magninominis umbra (la sombra de un gran nombre). El cuerpo de la moneda no es más que una sombra (…). Si otros seres pierden su idealismo con el choque con el mundo exterior, moneda, por el contrario, es idealizada por la praxis, se transforma en una mera forma aparente de ser un cuerpo dorado o plateado. Esta segunda idealización, la del dinero metálico realizada a través del propio proceso de circulación, es decir, la separación que se produce entre su contenido nominal y su contenido real, es explotada en parte por los gobiernos, en parte por aventureros privados, que falsifican las monedas. diferentes caminos." (Id., p. 83 – énfasis añadido).

tercero Dinero

a) De la moneda al dinero: de servidor a amo del mundo de las mercancías

¿Por qué el oro puede ser “reemplazado por simples signos desprovistos de valor?”, se pregunta Marx al final de su análisis del dinero como signo de valor.

La respuesta no es difícil.

Una lectura más atenta del proceso de metamorfosis de las mercancías, MDM, revela que se trata de una continua alternancia del proceso de metamorfosis de las mercancías: se vende para adquirir dinero y con éste comprar nuevas mercancías. En este proceso, la mercancía se enfrenta al dinero, para luego volver a desaparecer; deja la circulación para caer en la esfera del consumo. Como lo describe Marx, “la existencia autónoma del valor de cambio de la mercancía es aquí sólo un momento fugaz. Poco después, es reemplazado por otra mercancía. Así que la mera existencia simbólica del dinero es suficiente en este proceso para que pase de una mano a otra”. (C., Liv. I, 2017, p. 202)

Incluso si este proceso continuo de cambio de manos permite que el dinero circule como un mero signo de valor, eso no lo dice todo. No basta con tratar un proceso en el que el oro es idealizado como signo por la praxis; por el metabolismo del intercambio general de mercancías. Para que todos los poseedores de mercancías acepten espontáneamente el dinero sólo en forma de signo o como dinero (medio de circulación), éste “necesita su propia validez objetivamente social, y ésta se la confiere al símbolo de papel a través de su circulación forzada... Esta obligación estatal se mantiene dentro de los límites de una comunidad o dentro de la esfera de la circulación interna, pero sólo aquí el dinero cumple plenamente su función como medio de circulación o moneda y puede así asumir un papel en el papel moneda. modo de existencia meramente funcional, separado de su sustancia metálica.” (Id., pp. 202-203 – énfasis añadido)

En el ámbito de la circulación de compras y ventas de bienes, los bienes se intercambian por bienes a través del dinero. Esto no es más que un mero medio de intercambio; como servidor de la circulación. Pero es en este mismo ámbito donde tiene lugar el proceso de insurrección del dinero: su paso de sirviente a amo del mundo de las mercancías. De hecho, el circuito MDM se compone de dos momentos. Uno, donde vende para obtener dinero para comprar otros productos MD; otro, donde se compra únicamente con el fin de vender para obtener dinero, DM. Este último es el momento de la segunda metamorfosis del ciclo MDM. En este segundo momento, “el dinero es mediado consigo mismo por la mercancía y aparece, en su curso, como una unidad cerrada sobre sí misma. De esta forma, el dinero ya no aparece como un medio, sino como un fin de la circulación” (G., 2011, p. 147). Esto es lo que se observa cuando se toma la circulación no sólo como un circuito de alternancia incesante de intercambio de mercancías, sino como un circuito compuesto por diferentes momentos: por un lado, MDM; por otro, DMD; como explica Marx, “vender para comprar; También puedo comprar para vender. En el primer caso, el dinero es sólo un medio para obtener una mercancía y la mercancía el fin; en el segundo caso, la mercancía es sólo un medio para obtener dinero, y el dinero es el fin. Esto simplemente resulta cuando los momentos de circulación se toman juntos. Por lo tanto, considerando la circulación simple, el punto que tomo para establecer como punto de partida debe ser indiferente” (Id., p. 148).

El dinero, por lo tanto, asume la forma de dinero simplemente porque es “unidad de medida de valor y medio de circulación, o dicho de otro modo, el dinero es la unidad de medida de valor y medio de circulación”. Marx insiste en enfatizar que el dinero, como unidad de estas dos funciones, “todavía tiene una existencia autónoma que se distingue de su modo de ser en ambas funciones. Como medida de valor, el oro no es más que dinero ideal, u oro ideal; como simple medio de circulación es dinero simbólico y oro simbólico, pero en su simple realización simbólica el oro es dinero, es decir, el dinero es oro efectivo” (Crítica., 1982, p. 92) Es esta autonomización la que permite que el dinero se transforma de un mero medio de cambio en un fin en sí mismo. Después de todo, el oro “es el compendio de la riqueza social. Por su forma es la encarnación inmediata del trabajo general, mientras que es, por su contenido, el conjunto de todos los trabajos reales. El dinero es riqueza universal en su aspecto individual. En su papel de mediador de la circulación sufrió todo tipo de ultrajes: fue corroído y aplastado hasta convertirse en un mero papel simbólico. Pero como el dinero, se restaura a su esplendor dorado. De siervo a señor. De un simple sirviente de los bienes, se convierte en su dios”. (Ibíd., Ibíd.)

b) Acaparamiento

La primera forma que asume el dinero cuando pasa de ser servidor de la circulación a ser dueño absoluto de las mercancías es la del dinero como tesoro. Este pasaje está inscrito en la propia circulación simple. De hecho -volvemos a insistir-, ya allí, en ese ámbito, el dinero puede tomar la forma de moneda porque es una unidad de medida de valor y un medio de circulación. Como se acaba de ver, el dinero, por tener una existencia autónoma que lo distingue de su modo de ser en estas dos funciones, puede, en cualquier momento, interrumpir su curso y convertirse en moneda suspendida, cuyo fin es su transformación en medio de circulación. en fin de sí mismo; su acumulación como tesoro. Cada vez que se interrumpe el proceso de metamorfosis de las mercancías, el dinero se retira de la circulación y permanece bajo la forma de dinero; como tal, pasa al estado de una crisálida dorada. Después de todo, “el oro y la plata, inmovilizados en forma de dinero, constituyen un tesoro”. (Ibíd., Ibíd.)

Pero la simple acumulación de oro y plata como tesoro sería inútil si la suspensión del dinero de su función monetaria no estuviera en constante tensión con la rabia desenfrenada por transformarlo en metales. Esta tensión impone límites, ya que, como aclara Marx, “el tesoro sería un simple metal inútil, su alma –el dinero– lo habría abandonado, y ahora sólo su cabeza mortuoria (su residuo químico), la ceniza enfriada de la circulación, si no estuviera en constante tensión con él”, porque, “el límite cuantitativo del valor de cambio contradice su generalidad cualitativa, y el acaparador resiente este límite, hecho que se convierte en una barrera cualitativa y convierte el tesoro en un representante limitado de la riqueza material”. (Ídem, Ibíd.). Sin embargo, “el movimiento del valor de cambio como tal, como un autómata, no puede tender a otra cosa que a ir más allá de sus límites. Pero la superación de un límite cuantitativo del tesoro da lugar a una nueva barrera, que a su vez es necesario superar. No es un cierto límite del tesoro, sino cualquier límite del mismo que aparece como una barrera. El atesoramiento, por tanto, no tiene ley inmanente ni medida en sí mismo, ya que es un proceso interminable que, en cada uno de sus resultados, encuentra una razón para volver a empezar. Si el tesoro sólo aumenta a medida que se conserva, igualmente sólo se conserva a medida que aumenta” (Id., pp. 96-97)

c) Medios de pago

Si la forma de tesoro nace de la suspensión del dinero como moneda, por lo tanto, de su retiro de la circulación; como medio de pago, el dinero amplía el poder adquisitivo del dinero, ya que los vendedores disponen de sus bienes a cambio de la promesa de recibir su precio en una fecha futura. Los compradores, a su vez, asumen el compromiso de liquidar el precio de la deuda contraída entre ellos en la fecha convenida. Solo que ahora, “en lugar de ser, como antes, el signo del valor, ahora es el propio comprador quien representa simbólicamente el dinero. Pero, así como antes la función general del símbolo como signo de valor requería la garantía y la oferta forzosa impuesta por el Estado, la función simbólica personal del comprador exige ahora la constitución de contratos privados, obligaciones tuteladas por las leyes, entre los propietarios de los bienes.” (Ídem, pág. 102)

Vendedor y comprador ahora se enfrentan, metamorfoseados en los personajes de acreedor y deudor. “Si el dueño de los bienes, en su papel de guardián del tesoro, era una figura cómica, ahora se convierte en un personaje terrible, pues ya no es a sí mismo sino a su prójimo al que aprehende como modo de ser de una determinada suma de dinero, convirtiéndolo a él, y ya no a sí mismo, en el mártir del valor de cambio. De creyente pasa a ser acreedor, y deja la religión para caer en la jurisprudencia”. (Ibíd., Ibíd.)

Si en la circulación, la compra y la venta tenían sus límites determinados por la suma de los precios a realizar, estos límites se transforman en barreras para el dinero como medio de pago.. Al respecto, Marx no deja lugar a dudas cuando afirma que “esta barrera deja de existir para el dinero en su función de medio de pago (…). La suma de dinero requerida como medio de pago estará determinada, no por la suma de los precios de los pagos que deban hacerse simultáneamente, sino por su mayor o menor concentración, y por la magnitud del saldo que quede después de la neutralización recíproca de las magnitudes positivas y negativas.” (Ídem, pág. 105)

Si se presta atención a que es dentro de la circulación de mercancías que nace una fracción de clase cuya ocupación es exclusivamente comprar para vender, el comercio surgido encuentra en el dinero, como medio de pago, un vehículo para expandir su negocio sin límites. Con el desarrollo del comercio de bienes, nacen los instrumentos de crédito que permiten a los comerciantes tener los medios para crear una demanda ficticia en la medida en que pueden comprar antes incluso de vender. Con el despliegue del dinero como medio de pago en títulos de crédito, como las llamadas letras de cambio, por ejemplo, “el comerciante no encuentra ninguna barrera en su propia producción o sólo encuentra una barrera muy elástica. Además de la separación MD y DM, que se deriva de la naturaleza de la mercancía, aquí se crea por lo tanto una demanda ficticia. A pesar de su autonomía, el movimiento del capital comercial nunca es otra cosa que el movimiento del capital industrial dentro de la esfera de la circulación. Sin embargo, gracias a su autonomía, se mueve, en cierta medida, independientemente de las barreras del proceso de reproducción y, de este modo, empuja a éste más allá de sus propios límites. La dependencia interna y la autonomía externa empujan al capital comercial hasta el punto en que la conexión interna se restablece por la fuerza a través de una crisis”. (C, Liv.III, 2017, p. 347).

Pero, ¿qué pasa con el oro como base del sistema crediticio? ¿No sería este metal una barrera que impone límites infranqueables a la expansión del sistema? yo digo que no Klagsbrunn es consciente de ello, pues infiere, acertadamente, del proceso de autovalorización del valor, que “la forma que toma el dinero, en general, no es relevante; lo que importa es que sean formas que permitan y agilicen el proceso de su valorización. Por tanto, el requisito central es que el dinero sea un medio de valorización y no un depósito de valor. El clamor por el equivalente general en forma metálica no es propio del capital y, por tanto, en la circulación, el dinero metálico tiende a ser sustituido por signos de valor. La constitución del sistema de pagos y créditos, así como su compensación, constituyen el producto social más desarrollado y necesario, precisamente porque cumple con ese requisito” (Klagsbrunn, 1992).

Esta pregunta está fuera del alcance de este trabajo...

d) dinero mundial

Como dinero mundial, la forma equivalente general vuelve a imponerse de manera absoluta, ya que en esta esfera el oro y la plata vuelven a reinar como medios universales de pago, “medios universales de compra y materialidad absolutamente social de la riqueza universal. Lo que predomina es su función como medio de pago para el ajuste de los saldos internacionales.” (C., Liv. I., 2017, p. 217) Con esto se puede concluir la exposición de las formas de existencia del dinero. Sólo vale la pena señalar el hecho de que estas formas de existencia del dinero no son características que puedan separarse como si no hubiera una conexión lógica entre ellas. Por el contrario, todo esfuerzo aquí desarrollado ha tratado de ser lo más fiel posible a la exposición de Marx sobre las formas del dinero, que se destaca por mostrar la unidad dialéctica de las funciones del dinero.

*francisco teixeira es profesor jubilado de la Universidad Estatal de Ceará (UECE) y actualmente es profesor adjunto de la UniversidadAutoridad Regional del Cariri (URCA);

*Fabiano dos Santos es candidato a doctor en el programa de doctorado interinstitucional de la URCA y la UFF (DINTER).

Notas

** Aquí, como en todo el capítulo, Marx confunde valor con valor de cambio. Esta distinción no es muy clara. De hecho, está implícito; no publiques

*** A modo de advertencia, es importante tener en cuenta que la exposición que sigue es la del propio método materialista dialéctico, donde la presentación (representación) es parte fundamental, así como la especificidad del objeto de análisis. Por tanto, se supera cualquier limitación a la aparente libertad del método hegeliano y su dialéctica de los conceptos, ya que las determinaciones del objeto quedan expuestas tras un largo proceso de investigación de su naturaleza íntima -en este caso, el capital, entendido en su conexión lógica . Además, condensamos las exposiciones de los Crítica y La capital, al entenderlos como complementarios, del mismo modo que el propio Marx los entiende

Referencias bibliográficas

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GRESPAN, Jorge. La dialéctica inversa. En: Revista Marxista, n° 14. São Paulo: Boitempo, 2002.

HEGEL, Georg Wilhelm Friedrich. Filosofía de la Historia. 2a edición. Brasilia: Editorial de la Universidad de Brasilia, 2008.

Klagsbrunn, Víctor Hugo. Consideraciones sobre la categoría de dinero de crédito. (Internet)

MARX, Carlos. Grundrisse: manuscritos económicos de 1857-1858: esbozos de la crítica de la economía política. Supervisión editorial: Mario Duayer. Traducción de Mario Duayer, Nélio Schneider (en colaboración con Alice Helga Werner y Rudiger Hoffman). São Paulo: Boitempo, 2011.

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___________ Para la crítica de la economía política; Salario, precio y beneficio; Ingresos y sus fuentes: la economía vulgar. Introducción de Jacob Gorender; Traducciones de Edgar Malagodi et al. São Paulo: Abril Cultural, 1982. (Los Economistas)

ROSDOLSKY, Romano. Génesis y estructura del capital.Traducción de César Benjamín. Río de Janeiro: EDUERJ/Contraponto, 2001.

STEIN, Sofía Inês Albornoz. El movimiento dialéctico de Hegel: una reflexión sobre la Ciencia de la Lógica. En: Revista Philósophos, 2002.2. Disponible: https://revistas.ufg.br/philosophos/article/view/3161.

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