dias perfectos

Imagen: Divulgación
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por SOLANGE PEIRÃO

Comentario sobre la película de Wim Wenders, en cartelera

¿Por qué los días son perfectos? Porque Hirayama, el personaje que Wim Wenders creó para dias perfectos¿Casi siempre te levantas de buen humor y miras al cielo sonriendo? En parte sí. Pero más que observar el tiempo, esta mirada está cargada de una conexión con un estado mental conmovedor y trascendente. Es increíble cómo esta escena, que se repetirá, como tantas otras, es fundamental para expresar de qué se trataba la película.

Y en este sentido, da igual en qué consista el día a día de Hirayama. Se ha hablado mucho entre los comentaristas sobre el trabajo de este hombre, una persona madura que limpia minuciosamente los baños públicos de Tokio. Está claro que privilegiar una actividad banal, menor y socialmente despreciada ayuda a resaltar el contrapunto entre la rutina diaria y la preservación de un estado de quietud y paz, que casi siempre porta el personaje.

Los días se suceden. La secuencia de las actividades de Hirayama se repite tal cual. No se utiliza ningún recurso cinematográfico que pueda sugerir repetición; Todos están diseñados igual y con la misma duración. Ciertamente cada uno de nosotros le da un significado diferente. A mí personalmente me sirvió, sobre todo, para saborear críticamente el pequeño mundo de este hombre.

Se despierta, dobla los tatamis y los amontona en un rincón de la gran habitación, con las paredes cubiertas de libros y cintas de casete. Se sienta frente a una mesita con muchas plantas en macetas y las riega, con la delicadeza de quien cuida a amigos. Es el punto de partida para observar la naturaleza, llena de reverencia y encanto, durante el viaje de Hirayama, y ​​a través del cual la narración expondrá situaciones expresivas de su vida.

Sal de casa, lata en mano, para desayunar. Luego se pone a trabajar limpiando, súper meticulosamente, los baños públicos de Tokio. Llama la atención la variada y bella arquitectura de los espacios y la modernidad de la vajilla. La limpieza se da en medio del ir y venir de usuarios, mostrando diferentes tipos humanos, en una situación de vida tan peculiar. Las escenas despiertan las primeras sonrisas discretas entre los espectadores.

La pausa para comer, un breve refrigerio en una plaza, solitaria los primeros días, señala a vecinos también solitarios, un vagabundo y una mujer joven, pero que se saludan con una mirada. Luego, Hirayama saca una cámara analógica y apunta a la copa de un árbol. Siempre repetirá la misma toma.

El final del día lo marca un baño colectivo en baños públicos, de una forma que provoca admiración entre los occidentales, pero complementado con esas fantásticas bañeras de hidromasaje.

Por la noche, la comida más completa tiene lugar en un restaurante sencillo y ruidoso, en una calle de paso, pero con dueños acogedores.

De regreso a casa, Hirayama desdobla las esteras y lee bajo la luz de una lámpara. Una vez más, para nosotros los occidentales, acostumbrados a los cabeceros llenos de almohadas, la impresión de incomodidad es extraña. ¿Cómo es posible leer así? Sin embargo, es comprensible: es más fácil dejar el libro en el suelo, quedarse en la posición adecuada para mirar el cielo, el árbol, el exterior, y entrar en un estado casi de sonambulismo. Dormirse.

Los artificios de la comunicación

Cuando la repetición de escenas empieza a provocar cierto malestar, y la sensación de que, al fin y al cabo, los días pueden ser más aburridos que perfectos, Wim Wenders introduce pequeñas novedades en esta vida cotidiana, que la hace única. Es curioso lo discreta y gradual que es esta intrusión. Y, poco a poco, cautiva a los espectadores para que realmente estén de acuerdo con él y piensen que estos días son perfectos.

Primero, la genial idea de comunicarse con un visitante anónimo de uno de los baños, quien esconde el papel con un juego de tres en raya detrás de los platos. Podemos suponer algunas alternativas: o el limpiador encuentra el papel y lo tira a la basura, o lo acepta y se une a la diversión. ¿Qué actitud se espera de nuestro carácter?

También hay que tener en cuenta la presencia del joven y loco compañero de trabajo, que no comprende el rigor de Hirayama. Pero el tono principal, en estas escenas, proviene de la novia del joven, una excéntrica rubia de la Generación Z, que descubre las cintas de casete en el coche bien equipado de su jefe. Es una de las escenas más hermosas de la película, un primer plano del rostro de la niña, escuchando a Patti Smith.

Y en este punto nos planteamos uno de los aspectos más llamativos de esta obra de Wim Wenders: la oposición entre distintas formas de comunicación.

En la primera parte domina el silencio. Nuestro personaje se comunica esencialmente con su mirada, con gestos. Así se mueve por la ciudad e interactúa con los demás. ¿Cómo no recordar M. Hulot, de Jacques Tati, en sus ataques a París en los años cincuenta? Está claro que la vena cómica del maestro Tati era fuerte, pero lo que a veces estaba en juego eran las novedades de los nuevos tiempos: espacios sin divisiones (“¡Es moderno, todo comunicado!”), puertas electrónicas en los garajes… ¿No tienen un impacto similar la chica que descubre la cinta de casete, o la sobrina de Hirayama que, de manera divertida, la compara con la cámara analógica de su tío con su iPhone? Y en este caso, como también fue una fuerte expresión de cariño entre ellos, qué hermoso es darse cuenta de que Niko conservaba la vieja cámara que había recibido como regalo de Hirayama cuando era niño...

Esta relación de parentesco fue abarcada de manera muy extendida, y es con ella que culmina la fase de expresión verbal del personaje, incluidas las conflictivas relaciones con su familia, a través de su hermana, la madre de Niko.

El paso de la fase no verbal a la verbal se produce hacia la mitad de la película, momento en el que el cambio de rutina de Hirayama viene marcado por los fines de semana, al sustituir el tiempo de trabajo por tiempo de ocio. Esta vez incluye una visita al templo, la librería y la tienda donde compras y revelas tus películas, en blanco y negro.

En las fotografías analizadas, en casa, y rigurosamente empaquetadas, destaca el árbol que siempre se registra en la plaza, a la hora de comer. ¿Qué busca Narayama al compararlos? ¿El cambio de estaciones expresado en él, el paso del tiempo? El caso es que sirven de lema para configurar las bellas imágenes de sombras, en blanco y negro, que bailan en tu cabeza, llenas de historias cotidianas, llenas de memoria, y que marcan tu estado de sonambulismo, antes de quedarte dormido.

La primera palabra, si no la que parece tan expresiva como primordial, tiene lugar en el bar Mama's y está dirigida a esta japonesa de cincuenta y tantos años, que invita a cenar a algunos “habituales”. Intuimos la conexión amorosa entre ella e Hirayama, no sólo por ser el primer diálogo, sino por el ambiente y la señal de otro habitual celoso. Se trata de un viejo “asunto” de mamá que Hirayama interpretará al final de la película, en una bella escena, en la que la amistad, la compasión y el espíritu infantil marcarán la pauta.

Todavía en el bar de mamá, un momento de puro lirismo. Canta una versión, en japonés, de “La casa del sol naciente", Hacer Los Animales, que, en inglés, abrió la película. Y nos vamos de aquí con una última observación. Hirayama, en sus viajes por Tokio, siempre elige una de sus cintas de casete como música de fondo. Por suerte para nosotros, saboreamos la banda sonora que une la película, mientras las impresionantes vistas del Tokio moderno pasean ante nosotros.

Vale la pena recordar que el futuro, como prometiendo nuevas direcciones para la vida diaria del Sr. Hirayama, evoca en él una sonrisa abierta, humedecida por lágrimas, mientras conduce, en la escena final. Esta vez, el rostro no está vuelto hacia el cielo, sino que se enfrenta, cara a cara, a la cámara, es decir, a todos nosotros. ¿Al son de qué canción? Juro que lo sentí y acerté: “Sentirse bien”, de Nina Simone. Si es un cliché, un lugar común, podría serlo. Pero le quedó como un guante.

*Solange Peirão, historiador, es director de Solar Pesquisas de Historia.

referencia


dias perfectos (Días perfectos).
Japón, 2023, 123 minutos.
Director: Wim Wenders.
Guión: Takuma Takasaki, Wim Wenders.
Director de fotografía: Franz Lustig.
Reparto: Kōji Yakusho, Min Tanaka, Arisa Nakano, Tokio Emoto.


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