por JOÃO SETTE WHITAKER*
La capacidad de apropiarse del pensamiento de otras personas (o pensamiento colectivo) y torcerlo para adaptarlo a sus argumentos, dándole otra interpretación, generalmente opuesta al significado original.
Cuando era pequeño, recuerdo un partido de fútbol en el que un niño muy grande, muy fuerte, que por eso se creía “el bueno”, se abalanzó sobre un amigo mío y lo lastimó. Al poco tiempo, otro colega le hizo faltar nada, sin fuerzas. El chico fuerte llegó gritando que el juego violento estaba mal, que no podía ser así, que ya no aguantaba más. Era él quien, minutos antes, había herido con malicia a un colega. ¡Que cara!
Empecé a comprender allí lo que era la deshonestidad intelectual. La capacidad de apropiarse del pensamiento de otras personas (o pensamiento colectivo) y torcerlo para que sirva a sus argumentos, dándole otra interpretación, generalmente opuesta al significado original.
Luego, ya en “la secundaria”, era tan común ver esto como una práctica recurrente entre los adolescentes, lamentablemente. En una discusión donde uno tenía argumentos más sofisticados, el otro, perdido, tomaba esos argumentos y los tergiversaba para defender algo completamente opuesto. Más tarde descubriría que en el ambiente académico de la universidad, esta práctica es mucho más común de lo que debería ser.
En la sociedad, esta es una práctica recurrente por parte de quienes dominan, pero no intelectualmente. Solo un dominio físico y financiero que “necesita” torcer argumentos “políticamente correctos” para legitimarse intelectualmente. En el fondo, esta es una práctica común en el capitalismo: empresas y sus fundaciones que se apropian de “grandes causas” para, al final, vender más y obtener más ganancias. De repente piensas que estás ayudando a los indios amazónicos, pero de hecho, en su mayoría estás comprando productos de una empresa y gastándolos con tu tarjeta de crédito.
Recuérdese el anuncio de Fiat “ven a la calle tú también” justo en el momento en que la derecha convocó a los verdiamarillos a acudir a protestas en sintonía con la movilización de esa clase media. Ve allí y grita “el gigante se ha despertado” para intentar sacar a Dilma, pero aprovecha y compra tu carrito nuevo. Ejemplo típico de deshonestidad intelectual.
Una de las formas más abyectas de machismo es cuando los hombres se convierten en víctimas de una situación de dominación y violencia que ellos mismos han creado. Tuerce el argumento para girar a su favor. Por ejemplo, se culpa a la mujer maltratada por llevar una falda “demasiado corta”. Normalmente el tipo anda reflexionando sobre lo mucho que la sociedad está en declive por la forma de vestir de las mujeres, sobre lo difícil que es la vida para los hombres que tienen que “refrenarse” ante semejante provocación. En definitiva, la culpa se invierte y el dominado se convierte en culpable de sufrir la dominación. Pura deshonestidad intelectual. Invertir el razonamiento de forma perversa.
Quedó muy claro entonces, repasando estos y muchos ejemplos a lo largo de la vida, que quienes practican la deshonestidad intelectual son un determinado tipo de persona. Puede ser cualquiera, hombres, mujeres, blancos y negros, en lo que se refiere a la formación ética de cada uno. Pero, seamos realistas, la mayoría de ellos se están realineando gradualmente y dándose cuenta de la forma correcta de interactuar socialmente, y solo los muy "quisquillosos" mantienen esta postura como adultos. De quienes mantienen estas prácticas, casi todos son personas que “dominan”, pues esta perversión argumentativa les sirve para justificar actos injustificables. Esta es la lógica y el “interés práctico” de la deshonestidad intelectual.
Es decir, es común que veas este comportamiento en hombres blancos, de clase media o alta, con poca educación (groseros, en otras palabras). Hay una lógica en esto: debido a una absoluta falta de capacidad para argumentar, este grupo necesita tomar los argumentos de los demás, aquellos que perciben como los argumentos más aceptados y consensuados, e invertirlos, creando así una confusión que causa enorme malestar, para quienes defienden el argumento original.
Obsérvese ahora el comportamiento político de Bolsonaro y su grupo: es exactamente eso, siempre. Crean monstruos, destruyen todo a su paso y luego se convierten en víctimas de procedimientos que ellos mismos instituyen. Se lanzaron 300 millones de noticias falsas sobre “botellas de cucarachas” y otras perversidades, que terminaron con la democracia electoral, pero poco después de ganar las elecciones, lanzaron una gran campaña, utilizando los mismos robots, afirmando ser víctimas de la ola de noticias falsas. ¿Recuerdan al bloguero de Bolsominion que acudió al CPI y para defenderse de su mala conducta, acusó al reportero que lo denunció de acosarlo sexualmente? Así es.
¿Recuerdas a Moro, Dallagnol y su pandilla (que hasta ayer eran bolsonaristas), quienes construyeron su carrera política con la reputación de luchar contra la corrupción y servir a la ley pero, detrás de escena, solo cometieron ilegalidades y se mostraron corruptos y poco éticos? ?
Esta es la técnica discursiva de Bolsonaro y sus secuaces. Siempre torcerán lo que te indigna y gritarán indignados usando su mismo argumento, solo que invertido a su lado. Y solo se pueden sacar las tripas ante tanta deshonestidad intelectual.
Y hoy, Bolsonaro hizo la declaración que lleva esta práctica a su punto más extremo. Después de atacar la democracia todos los días, alimentar impulsos dictatoriales en su escuadrón de porristas de extrema derecha, después de que un ministro llamara vagabundos a miembros de la corte suprema que deberían ser arrestados, “twittea” en “reacción” al STF simplemente cumpliendo su papel: “ algo muy grave le ha pasado a la democracia”. ¿Necesito explicar más acerca de tergiversar un argumento? El que destruye la democracia todos los días se convierte, en un tuit, en víctima del “ataque a la democracia”. Una lección de deshonestidad intelectual.
¿Qué pasa con la pandemia que ya ha matado a más de 20? ahh, no vengas a mí con pequeños problemas.
*John Sette Whitaker Profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la USP (FAU-USP)
Publicado originalmente en el blog. ¿Ciudades para qué(s)?