¡Desmilitarizar, liberar, legalizar!

Imagen: Medios Kindel
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por JULIÁN RODRIGUES*

Nueva política de drogas, reforma de la seguridad pública y reestructuración del sistema penitenciario: ahora es el momento

Me intriga mucho: ¿por qué el campo progresista, la izquierda en general y el PT en particular, tienen tantas dificultades con el tema de la seguridad pública?

El sentido común está hegemonizado por el pensamiento neoliberal-conservador y, recientemente, por el neofascismo. “Un buen bandido es un bandido muerto”: pululan programas al estilo Datena.

En Brasil, la policía militar ejecuta cada año unas seis mil personas. Es un problema estructural, que el PT y la izquierda en general tienen muchas dificultades para afrontar.

Desmilitarizar a la policía, legalizar y regular las drogas, detener el encarcelamiento masivo de jóvenes negros pobres.

Hay prácticas exitosas en materia de políticas de drogas en todo el mundo –desde Uruguay hasta Portugal– pasando por California, por ejemplo.

Tenemos 832.295 mil personas privadas de libertad (sumando régimen cerrado, abierto y semiabierto). Alrededor de 200 están en prisión preventiva, es decir, no han sido juzgados ni condenados. El 70% son negros.

Es muy complicado incluso para un gobierno estatal del PT abordar estos temas. La policía militar, en particular, se considera una fuerza independiente que se encarga de todo. Un grupo de trabajadores pobres, con mala educación, con armas en la mano y una ideología fascista en la cabeza.

Reconocer la magnitud del desafío no debería llevarnos a relativizar los errores de nuestros gobiernos estatales democráticos. El desempeño del PT en este ámbito, en general, es muy pobre.

Bahía triste

“¡Triste Bahía! Oh que diferente
¡Tú eres y yo soy de nuestro antiguo estado!
Pobre te veo, te comprometiste conmigo,
Rich ya te vi, eres un abundante mi”.

Me dirijo al genio Gregório de Matos.

El PT gobierna Bahía de Todos los Santos –y a todos nosotros– desde el año de gracia de 2007, de manera ininterrumpida.

Cualquiera de nosotros imaginaría que esta sucesión de administraciones progresistas habría operado alguna transformación en la política de seguridad pública, poniendo algún tipo de freno a la policía asesina. O al menos el cuestionado sentido común racista.

En 2015, el actual ministro de la Casa Civil, Rui Costa, entonces gobernador del PT en Bahía, dijo sobre la matanza de doce personas en el barrio Salvador de Kabul la siguiente “deshonra”:

“Es como un goleador frente a la portería que intenta decidir, en unos segundos, cómo va a meter el balón dentro de la portería, para marcar el gol”, comparó. “Una vez finalizada la obra, si fue un golazo, toda la afición en las gradas aplaudirá y la escena se repetirá varias veces en televisión. Si se falla el gol, el delantero será sancionado, porque si hubiera pateado así o jugado así, el balón hubiera entrado”.

¡Vanguardista nuestro Rui! Se anticipó al gobernador bolsonarista de Río, Wilson Witzel, que sólo tres años después llegó a proclamar "la policía apuntará a la cabecita y... disparará".

Vaya, pido disculpas (Moro, Sérgio). Pero soy de la vieja escuela. ¿La izquierda no va a cambiar algo en el mundo? ¿No son los gobiernos del PT un paso hacia más igualdad, más salarios? ¿Y menos violencia estatal contra los pobres, los negros, los jóvenes, las mujeres? ¿Me perdí algún capítulo del folleto?

¿Seguimos adelante? Discutir y afrontar seriamente la agenda de las drogas, pulices, de cárceles llenas de negros?

* Julián Rodrigues, Periodista y docente, es militante del PT y activista del movimiento LGBTI y de Derechos Humanos.


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