por SALETE DE ALMEIDA CARA*
Consideraciones sobre algunas narrativas actuales
China Miéville -activista política, académica y autora de novelas de ciencia ficción- escribió en 2004 el cuento “Es la temporada” (“Esta es la temporada”), publicado originalmente en Revista Socialista, en la traducción portuguesa “Um conto de Natal”,[i] una distopía política ambientada en el centro de Londres el día de Navidad. El narrador de la historia camina por las calles, en agonía y perplejidad ante las grandes manifestaciones en la ciudad ese día, justo cuando acababa de ganar, un poco por casualidad, un "pequeño premio chulo" que le daba derecho a participar en un concurso legalizado. Fiesta de Navidad, promovida por la principal empresa matriz de las celebraciones, NatividadeCo.
Y, para colmo, la famosa juguetería multinacional Hamleys en Regent Street. “La cosa más extraordinaria”, exclama. Y si todo no sale exactamente como él lo había imaginado, la "trama" de la historia, que gira en torno a sí misma, acaba con un (digamos) conmovedor y redentor "milagro navideño" que, al final, permite al narrador la bienvenida oportunidad de una "revelación sorprendente" sobre sí mismo ("Me di cuenta de lo diferente que me sentía ahora que esa mañana").
El caso es que las festividades navideñas, con el aporte invaluable del aparato policial del poder público, se privatizan: de “renos y muñecos de nieve” al derecho a usar papel de colores, cantar villancicos, armar y colocar regalos debajo del árbol de Navidad. comiendo budín y rebanadas de pavo, dando un saludo de celebración levantando las cejas "sin decir nada ilegal". Aunque la ilegalidad cunde en las artimañas de los choferes y las autoridades les quiten los conos, burlando las llamadas prohibiciones legales. Entonces, para alguien (como el narrador) que no tiene condiciones económicas, no quiere “una Navidad de pobre” con su hija (“si no se puede tener todo, ¿de qué sirve?”) ni aprovechar de empresas que venden productos de Segunda mano en sustitución de los “clásicos privatizados” (“Nunca olvidaré el fracaso de la reacción del público ante el Christmas Gecko de JingleMas”), la celebración en Hamleys promete mucho.
Las referencias espaciales de la historia son reconocibles -las calles de Londres, la juguetería- así como las variadas posiciones políticas de los grupos que el narrador encuentra en la ruidosa multitud de una manifestación que reivindica, en principio, algo de carácter general: la libertad. para celebrar la Navidad sin interferencias privadas. Una de las pancartas, “Musulmanes por Navidad”, llega a sugerir su alcance mundial. Pero, ¿qué muestra realmente la historia sobre un no evento, cuando la indignación estalla en las calles, pero solo la verborrea es lo que se supone que es una pelea?
Ciertamente, el lector de este breve resumen ya sabe que se encuentra ante una narrativa satírica y burlona. El cuento podría combinarse con la novela. la ciudad y la ciudad, de 2009, de la misma China Miéville, que mezcla ciencia ficción y novela policiaca, pues en ellas la imaginación ficcional formalmente mediada revela una relación social y política desfavorable entre un presente y un futuro de fechas indeterminadas.
Como es sabido, el tema de los géneros literarios ha acompañado históricamente los ideales de modernización y progreso cultural, acarreando hegemonías y prejuicios de clase en cada época y lugar. En estas narrativas de China Miéville, sin embargo, centradas en el examen crítico de la materia contemporánea (en sí misma “una especie de ficción”),[ii] la elección del género como material tiene otra característica, como mediación entre sujetos (experiencia y materia) y contenidos históricos (temas y formas literarias), para utilizar la noción adorniana de material como parte del sujeto. En el caso que aquí nos interesa, el tema del cuento tiene un potencial épico: la toma del espacio público por parte de manifestaciones de grupos políticos en el centro de Londres, donde surgen reclamos de todo tipo, pero no es casualidad que sea tratado como una farsa, sin perder ese potencial. Esto se debe a que, a pesar de rayar en la caricatura, el sujeto evoca precisamente su contrario, es decir, lo que la situación no es. ¿El horizonte es aquí el de un “aún-no-posible”, categoría con la que trabaja Miéville en sus ensayos sobre ciencia ficción? [iii]
El narrador podría ser considerado el único personaje del cuento, siempre que se tenga en cuenta que, en su construcción, no hay interés en la constitución de una subjetividad ni en relaciones que revelarían las contradicciones de un proceso histórico –en esta narración, una espléndida anomia de divergencias sin conflictos reales. En otras palabras, un desconcierto cuyo desenlace – éste – es deliberadamente caricaturizado. El narrador construido por la estrategia autoral como recurso que da forma al material, rápidamente introducido, por él mismo, como ingenuo con su exmujer, ingenuo en relación a su hija, asiduo a las redes sociales, ilusionado con la celebración navideña, es encargado de comentar y describir las escenas que veía y las situaciones que vivía, siempre atónito por lo que estaba pasando. No se trata de establecer un juicio moral, sino de configurar una experiencia de desencuentros generalizados, apoyándose en la propia voluntad del narrador de llevar su pequeña vida dentro de la legalidad y con la irónica reparación de un “milagro navideño” al final.
También es posible decir que tanto el lector aludido en el propio texto como el lector que, fuera de él, cumple su papel en un cómodo sillón son, ambos, presupuesto objetivo del asunto. El lector es convocado por el narrador como parte de lo expuesto e implicado de alguna manera (que le toca a él decidir) en su marcha. Lo más evidente es que la narración construye al lector (por el sí y por el no) en la medida del narrador, que parece no saber con quién está tratando o creer que no hay nadie que no comparta la misma situación con él (y el mismo modo), oscilando así entre el tono alusivo y el directo. “Llámame infantil, pero me encantan todas estas tonterías, la nieve, los árboles, los adornos, el pavo. Me encantan los regalos. Me encantan los villancicos y la música cursi. Me encanta la Navidad”. O bien: “No me malinterpreten. No tengo acciones en NatividadeCo, y no tengo las condiciones para pagar una licencia de uso por un día, entonces no podría tener un partido legal”. Y en tono directo (“Ya sabes cómo son este tipo de cosas”), se dirige a alguien que bien sabe reconocer lo que significa ganar un “pequeño premio bonito”, participar en una fiesta de Navidad en Hamleys, hacer malabarismos con los riesgos. de ilegalidades, estando siempre bajo la amenaza de las cuantiosas multas impuestas a quienes infrinjan los delitos tipificados como “Grave Subarboreal Gifting”. Aunque los inspectores, que “no son tan malos”, a veces se hacen “de la vista gorda”.
Parece (o lo es) imposible elaborar una paráfrasis productiva que esté completamente separada de las líneas del narrador. ¿Cómo comentarlos sin reproducirlos? ¿Cómo reproducirlos y comentarlos? De ser así, el extrañamiento crítico que la historia provoca en el lector se incrusta, como un desafío, en la forma misma de una narración en la que las ideas (incluidas las del narrador) se amontonan unas junto a otras y se comportan en un estado de mercadería, echando por la borda los vínculos -deudas o críticas- con el proceso social que las configura y confirma. [iv] Miéville apuesta a que todo ello puede suscitar en el lector una elaboración de la experiencia y un “escrutinio reflexivo” sobre las construcciones ruinosas del presente (objetivo y subjetivo) como problema: el de su inercia ocupada. [V] Reanudar algunos pasajes del cuento dará una imagen más vívida de cómo se deshace una imaginación ya congelada.
Cambiando manzanas por manzanas al ver la emoción de su hija en internet (“hasta donde pude seguir”), muy curioso por el regalo que le hará, feliz por el boleto ganador y por mantenerse dentro de la legalidad permitida, recorre el narrador las calles de Londres temiendo perderse la fiesta ("De repente me di cuenta de que íbamos a llegar tarde. Eso fue un shock"). Al llegar a Oxford Street, queda impresionado por la multitud (“todos con esa secreta expresión de felicidad. Yo tampoco pude evitar sonreír”) hasta que se da cuenta de que se está levantando contra el control “legal” de las celebraciones navideñas. Apretado entre la multitud, se alarma por una fantasía (“Me di cuenta con solo mirar que él [el disfrazado] no tenía licencia”), se sobresalta por el canto de “canciones ilegales” por parte del “ gente radical navideña” que no había escuchado en mucho tiempo (“¿Estás loco?”), corre tras su hija presa del pánico (“Las cosas se estaban poniendo demasiado bolcheviques. Se estaba convirtiendo en un motín navideño”), camina, indicando que el peso del tiempo se concentra en los límites de su propia angustia (“Tardó siglos en abrirse camino, angustiado, a través de la manifestación”). Pero reconoce: “no es que [los manifestantes] no tuvieran buenas intenciones, pero esa no era la forma de hacer las cosas. La policía iba a estar ahí en cualquier momento (…) Aun así, había que admitir que su creatividad era admirable”. La gente rompía los cristales, pero -y admira el gesto- para sustituir los productos en venta por los que estaban prohibidos.
Sin entender la profusión de carteles (“¿De dónde salieron todas esas banderas?”), ni las consignas (“flotaban sobre mi cabeza como los restos de un barco”), las enumera. “Por la paz, el socialismo y la Navidad”; "manos fuera de nuestra temporada de vacaciones"; ''privatizar esto''; “Navidad Amigos Laborales”. el “Instituto de las Ideas Marxistas Vivas. Por qué no marchamos” revaloriza la oposición izquierda-derecha (“Vemos con desdén los patéticos intentos de la vieja izquierda de revivir esta ceremonia cristiana”), llama a la apertura a “fuerzas dinámicas para revitalizar la sociedad”, propone un ciclo de conferencias contra el aburrimiento de las huelgas y afirma que “la caza del zorro es nuestro vestidito negro básico” (“El texto me parecía sin pie ni cabeza. Lo tiré”). El narrador también se cruza con cristianos que llevan cruces; por “gente mal vestida” repartiendo panfletos y una foto de Marx con gorro de Papá Noel, cantando “y mal” un “Sueño con una navidad roja”; por las “navideñas feministas radicales” SNOWMEN (“Lo reconocí por las noticias”); por el representante de los “Ayudantes de Papá Noel” convocando a los que miden hasta 1.55m para romper el freno; por los Red & White Blocs ya ensayando la ruptura (“Maldita 'estrategia' de puta tensión. Montón de aventureros anarquistas”, dice la hija; “la mitad son policías (…) El que quiere más violencia es la policía” , dice un niño) y contra el que la Cuadrilla de Belén intenta golpear con sus “palos sobre escudos adornados con guirnaldas”. Un “helicóptero de combate” amenaza con arrestar a cualquiera que viole la ley del Código Natal, etc. En el camino, estaban los Hamley y la fiesta, con “caras de horror en las ventanas” (“Debería estar ahí arriba, pensé. Contigo”).
En un momento escucha cantar a un hombre de blanco (“Nunca había visto a nadie tan hermoso. Cantaba una sola nota, con una pureza que no era de este mundo”), al que se unen compañeros de la “Partida Radical Cantora de los Gays”. Hombres”, todos alabando el nacimiento del Salvador (“Había una autoridad implacable en estas figuras increíbles que habían aparecido de la nada, estos hombres altos, guapos y tan jóvenes”). Los policías bajan las porras, sonriendo y llorando, se quitan los auriculares y se deshacen de los “gritos frenéticos” de sus jefes (“Podía oír los gritos”). Alguien del Partido les habla a los ya tranquilos Bloques rojos y blancos sobre la hora exacta del enfrentamiento y, confesando el orgullo de “¡luchar por la Navidad del Pueblo!”, el Partido se lanza junto a la multitud contra la policía, que huye – ironía sarcástica de la estrategia autoral. Un “milagro navideño”, dice la hija, que siempre ha estado al tanto del movimiento y junto a su amiga con el cartel “Musulmanes por Navidad”, una retribución muy particular a todas “estas personas” por su ayuda contra la privatización del Eid ( celebración musulmana de la Navidad) fin del ayuno del Ramadán).
"Estaba boquiabierto, mi cabeza iba de uno a otro, como un imbécil viendo un partido de tenis". En Downing Street, la casa del Primer Ministro sí exhibe un Árbol de Navidad protegido por el Ejército, y el narrador observa con aprobación que, por ello, “la gente se aseguraba de que los abucheos fueran bonachones”, pero ya atreviéndose a gritarles “esto es lo que es la Navidad”. se trata de"! Dando por perdida la fiesta, él y su hija cantan junto a un grupo de “pañuelos rojos” (“Lo pedí hace mucho tiempo/ Pero mi Papá Noel no viene/ Ciertamente está muerto/ Y la Internacional/ Eso es todo la gente tiene"). Al fin y al cabo, el deslumbramiento consigo mismo confirma la cacofonía general de esa energía política desadaptada que hila en la falsedad (¿una totalidad épica negativa, en un cuento?). “Pensé en todo lo que había pasado ese día. Todo lo que había pasado, visto e integrado. Me di cuenta de lo diferente que me sentía ahora de lo que me había sentido esa mañana. Fue una reacción sorprendente”, confiesa, antes de dudar, feliz de nuevo, sobre cuál sería el regalo de su hija, al fin y al cabo, una corbata. "¿Acertó? Mierda".
El lector del cuento bien podría pensar en las condiciones de posibilidad de la invención de una política, pero ¿cuál política exactamente? – en el mundo contemporáneo.[VI] ¿Eso llegó a eso? ¿Y qué podría salir de ello? No es exagerado decir que "A Christmas Carol" reaviva el interés por las formas en que las narrativas ficcionales han podido (o no) responder a la trampa armada de la disociación entre lo público y la reflexión y el horror objetivo de la supuesta normalidad civilizada en la que todos estamos en ella.[Vii]
En el citado ensayo, China Miéville señala que las modalidades de lo fantástico, no siempre bien comprendidas por “un cierto elitismo de izquierda” (además de los impredecibles caminos de los sueños), son un “buen recurso para ayudar a pensar” o son, incluso, “maneras necesarias de pensar el mundo” (a lo que añade: “y de transformarlo”), destacando la “actitud del propio texto frente al tipo de extrañamiento que se realiza”. ¿Qué dicen estas narraciones, qué te hacen pensar?
Contrariamente a este relato, y que por eso mismo también puede hacer pensar, un buen ejemplo es la reciente novela histórica de la escritora canadiense-estadounidense Rivka Galchen, Todo el mundo sabe que tu madre es una bruja (2021), tema de un artículo de Ryan Ruby, “Back to present” (2021).[Viii] En una entrevista, la escritora afirma su deseo de escapar del presente de la pandemia, de su país y del propio siglo, confirmando las referencias indirectas en la novela a su disgusto con la figura de Trump y el apoyo a las luchas del movimiento. Yo también. El pasado de la novela histórica es el siglo XVII, entre 1615 y 1620, cuando la madre del astrónomo, astrólogo y científico Johannes Kepler fue acusada de brujería en la ciudad alemana de Leonberg; el futuro es anunciado por la ciencia ficción somnio, incluida al final de la novela, escrita por el propio Kepler y publicada en 1634, entendida por Galchen como una “profecía” (en Sueño la vida en la luna, narrada por un demonio convocado por la bruja madre del personaje, una aprendiz de científica, tiene temperaturas absurdas y está poblada de extrañas figuras).
Todo el mundo sabe que tu madre es una bruja destaca el estado de la Sra. Kepler como mujer, viuda, anciana, campesina, analfabeta, además de ser estigmatizada y excluida de la comunidad en la que vivía. Y así justifica la opción de privilegiar cierta convención dramática para otorgar al personaje el papel de “el testigo más fiel”. La estrategia de la corriente posmoderna que trasplanta cuestiones identitarias del presente al pasado es uno de los rasgos formales que redundan en la baja densidad de cuestiones propuestas por la narrativa. Ryan Ruby identifica allí la paradoja central de la novela histórica contemporánea (al menos en la cultura angloparlante, supone): el “imperativo moral” de dar voz a los socialmente marginados (dejarles “hablar de, por y para sí mismos”). y un agudo escepticismo hacia la capacidad del lenguaje para representarlos, en un callejón sin salida que explicaría la tendencia al alza de la prosa de memorias y la autoficción. Otro tema sería la forma en que la ciencia ficción está presente en la novela histórica. Según Ryan Ruby, una elección “para viajar en el tiempo” como “cómoda nostalgia y añoranza por lo que perdimos con el progreso” (pérdida encontrada en el tiempo presente). Es decir: “Galden permitía a los lectores escapar a un mundo en el que, a pesar de todas sus desventajas, la gente podía decir que creía y esperaba el futuro. El problema, por supuesto, es que lo que produce el futuro somos nosotros”.
Al final, Sueño lo vende en la feria de Frankfurt la viuda de Johannes Kepler junto a un manuscrito que relata la acusación y juicio de su madre, por su principal interlocutor en la novela. Aunque el manuscrito trata de un “regalo terrible y dramático”, no atrae ningún interés de compra por parte de sus contemporáneos. El episodio reafirma así los términos de una valoración melancólica y quejumbrosa de la voz autoral en relación con el tiempo presente y, si es posible decirlo, el consuelo de un “presente nostálgico” implica incluso una ausencia del presente como objeto. de reflexión ¿En el límite, una retirada, a pesar de la militancia feminista de la autora y de su posición política? Uno ouktops como una negativa a desenterrar el horror objetivo del presente? [Ex]
Queda la pregunta: cómo tratar el presente, volver al pasado o imaginar el futuro en cada rincón del mundo, cómo responder al avance de la catástrofe general "inminente o consumada" de guerra tecnológica, dominación de espacios, poder de los intereses económicos, el terror y la barbarie bajo el manto de la legalidad? Para Franco Moretti, la nueva configuración del poder “en la invasión de nuevas esferas de la vida o incluso en su creación, como en el universo paralelo de las finanzas”, inaugurada en la “época heroica” de 1830, expuesta a la luz, con la barricadas de 1848, la sociedad antagónica del odio de clases social, con resultados en la configuración misma del realismo literario. [X] En una comparación de Perry Anderson entre Guerra y paz (escrito entre 1863 y 1867) y Khadji Murat (supuestamente escrito entre 1896 y 1904) de Tolstoi, la construcción de un espacio político en una “trágica colisión de mundos asincrónicos” en Jadi Murat habría resultado en una "narrativa tan moderna como la carnicería de Chechenia hoy".[Xi] Es que mientras el realismo “histórico” de Guerra y paz, a pesar de sus cualidades literarias, se basa en una construcción melodramática, caricaturesca e ideológica de personajes históricos, que se manifiesta en Khadji Murat [Xii] es una “tensión impasible y lacónica, ya cercana a Babel o Hemingway”, en una prosa que capta el “contraste entre los mundos del imperialismo ruso, que va en espiral desde los campamentos militares en la frontera al cuartel general en Tiflis, hasta llegar al mismísimo emperador en Petersburgo, y – por otro lado – la resistencia religiosa y de clanes de los chechenos y ávaros, con sus propias divisiones internas”.
Tratar de dar cuenta de esa alusión –“una narrativa tan moderna como la carnicería de Chechenia hoy”– que implica una representación de conflictos con un fuerte sentido histórico, nos hace pensar una vez más en la posible configuración de la experiencia en las narrativas actuales. Lo que la novela de Tolstoi deja implícito para el lector de hoy son quizás precisamente los nudos de una larga costura en el tiempo: los acontecimientos de la década de 1850, el cruento proceso de anexión colonial rusa de más de dos siglos, la exploración de pozos y refinerías de petróleo en la la cuenca del Mar Caspio en 1876, la reconfiguración de los intereses estratégicos geopolíticos después de la Guerra Fría, la propuesta de la OTAN para la solidaridad militar global en 2001 (reforzando la máquina de guerra de nuestro horizonte). Recuerdo que el texto de Perry Anderson es de 2004.
“Es sólo que, por así decirlo, un tiempo histórico de hecho superado vuelve a la reestructuración activa del campo contemporáneo con tal vigor que contradice las convicciones más arraigadas sobre la historia como un continuum inteligible en su proceso acumulativo. ¿Se trataría entonces de salir en busca de la constelación que nuestra propia época estaría formando con un nudo histórico no desatado en otros tiempos de larga onda en los anales de la dominación social? pregunta provocativamente a Paulo Arantes en 2011.[Xiii] Con las palabras del lector de “Um conto de Natal”, escrito en 2004, para iniciar una conversación sobre la “temporada” que nos toca vivir (“Es la temporada” es su título original). ¿Qué hacemos y en qué pensamos (o no) mientras nos sumergimos en él, en cuerpo y alma, extrañamente confiados o integrados, frustrados, nostálgicos o críticos, menos o más torpemente perplejos?
*Salete de Almeida Cara es profesor titular del área de Estudios Comparados de las Literaturas en Lengua Portuguesa (FFLCH-USP). Autor, entre otros libros, de Marx, Zola y la prosa realista (Estudio Editorial).
Notas
[i] El cuento fue traducido por Fábio Fernandez para la sección “Ilustríssima” de la Folha de São Paulo en 2014 y reeditado por Boitempo Editorial en 2018.
[ii] La expresión es de Terry Eagleton, en un texto sobre Mimetismo, de Erich Auerbach. “El posmodernismo despega cuando nos damos cuenta de que la realidad en sí es ahora una especie de ficción, una cuestión de imagen, riqueza virtual, personalidades fabricadas, eventos impulsados por los medios, espectáculos políticos y los spin-doctores como artistas. En lugar de que el arte refleje la vida, la vida se ha alineado con el arte..” VerChuletas De Cerdo Y Piñas", en Revisión de libros de Londres, volumen 25, número 20, octubre de 2003,
[iii] China Miéville afirma que tanto las mejores fantasías “como género”, como la “fantasía que impregna la cultura aparentemente no fantástica” se relacionan, a su manera, con el “'absurdo' de la modernidad capitalista” y con las formas de la “naturaleza peculiar de la realidad” de la subjetividad social moderna”, y que en la construcción ficcional de un “real” como “una totalidad internamente coherente pero efectivamente imposible –para la narrativa en cuestión, verdadera”, “el todavía no -lo posible está incrustado en la vida cotidiana y hace que lo mundano y lo real sea fructífero con un potencial fantástico” (sin que la referencia a la vida cotidiana sea obligatoria en la ciencia ficción). Cf. “Introducción editorial”, en Revista Materialismo Histórico, dossier marxismo y fantasia, v. 10. norte 4, 2002, traducido en versión abreviada por Kim Doria (“Marxismo y fantasía”) en Revista Margen Izquierda número 23, Editorial Boitempo.
[iv] “Bajo el capitalismo, las relaciones sociales cotidianas, la 'forma fantasmal', son los sueños, las ideas (o los 'gusanos') de las narrativas que reinan”. Cf. China Miéville, “marxismo y fantasia”, ob.cit., pág. 109.
[V] Al tratar de la relación entre Kafka y el lector, Günther Anders observa: “si para el lector, sin embargo, no está claro desde dónde y en qué grado de apego se le solicita – si debe ser entretenido, informado, impulsado a soñar , asustado, edificado moralmente o escandalizado, lo perturba profundamente”. Cf. Gunther Anders, Kafka: pro y contra, São Paulo: Editora Perspectiva, 1969, p. 13. Ver Theodor Adorno, “La posición del narrador en la novela contemporánea”, en Notas de literatura I, Traducción de Jorge de Almeida. São Paulo: Duas Cidades/Editora 34, 2003, p. 61- 63.
[VI] Una buena indicación de la lectura es el libro de Kristin Ross, L ”iMaginario de la Comuna, traducido del inglés por Étienne Dobenesque, París: La Fabrique Éditions, 2015. Y por Paulo Arantes, ensayo de 2014, “Después de junio, la paz será total”, en El nuevo tiempo del mundo., ob. cit., págs. 353-460.
[Vii] “La reinvención liberal del estado de sitio como figura constitucional de la irrupción del poder soberano de excepción es rigurosamente contemporánea al no menos coercitivo proceso de conversión de la fuerza de trabajo en mercancía”. (…) El desajuste intrínseco de la relación de valor la convirtió en una prisión: nuevamente, la base material de todo el edificio de seguridad de la sociedad de control. (…) Pero cuidado: la fuga de esta prisión ampliada no es la insurgencia al estilo clásico, sino el paroxismo de la convulsión social por falta de punto de fuga. De ahí el cielo plomizo del estado de sitio que pesa sobre el planeta”. Cf. Paulo Arantes, “Tiempos de excepción”, en El nuevo tiempo del mundo.: Editorial Boitempo, 2014, págs. 318-321.
[Viii] Ver Nueva revisión a la izquierda Blog (Coche lateral), 06 de julio de 2021.
[Ex] Fredric Jameson recuerda, en un texto de 1982, que la crisis de la novela histórica clásica, a mediados del siglo XIX, es contemporánea al surgimiento de la ciencia ficción de Julio Verne y HG Wells, que “registra una cierta percepción naciente del futuro precisamente en ese espacio en el que una vez se inscribió una percepción del pasado”. El punto de crisis ya estaría dado en la novela historica (1936-1937), como Lukács entendía la historicidad misma del género en un Walter Scott situado entre el atraso de la sociedad escocesa y la temporalidad capitalista progresista – “historicismo en su sentido peculiarmente moderno” a finales del siglo XVIII y principios del XIX. En la lectura de Jameson, “en su forma (post)contemporánea, este reemplazo de lo histórico por lo nostálgico, esta volatilización de lo que alguna vez fue un pasado nacional en el momento del surgimiento de los estados-nación y del propio nacionalismo, ciertamente va de la mano con la desaparición de la historicidad en la sociedad de consumo de hoy, con su rápido agotamiento mediático de los eventos de ayer y las estrellas de ayer (¿Quién fue Hitler, de todos modos? ? ¿Quién fue Kennedy? ¿Quién, en última instancia, fue Nixon?) Cf. federico jameson Arqueologías del futuro. Belo Horizonte: Auténtica, 2021, pp. 441-444.
[X] Cf. franco moretti, El burgués (entre la historia y la literatura), traducido por Alexandre Morales. São Paulo: Três Estrelas, 2013, p. 95.
[Xi] Cf. “Caminos de una forma literaria”, traducción de Milton Ohata, en Revista Nuevos Estudios Cebrap, número 77. 2007, cit., pp. 209-211. El texto de Perry Anderson fue una conferencia, dictada en 2004, en respuesta a la intervención de Fredric Jameson en un simposio en la Universidad de California, y su publicación en 2011 ("From Progress to Catastrophe", en Nueva revisión de libros de izquierda) es mencionado por Ryan Ruby para volver a la pregunta por el sentido de la difusión de la novela histórica en la posmodernidad.
[Xii] Sobre la obra de toda la vida de Tolstoi (fue oficial de artillería en la guerra de 1851 a 1853), juzgando siempre su narración como inacabada, y pasando del proyecto inicial de contar la historia en forma de novela a la forma narrativa que sería clasificada como una “novela corta” o “novela”, cf. Boris Schnaiderman, prólogo a Khadji-Murát. São Paulo: Editora Cultrix, 1986.
[Xiii] Cf. Paulo Arantes, “Alarma de incendios en el gueto francés: una introducción a la era de la emergencia”, en ”El nuevo tiempo del mundo, transmisión exterior. cit., pág. 252, 254, 255.