Desafíos actuales del pensamiento político brasileño

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por BERNARDO RICÚPERO*

¿Qué instrumentos de análisis permiten una mejor comprensión del presente histórico?

La historia de la Ciencia Política en Brasil es una historia extremadamente breve. Como es bien sabido, la disciplina tal como la conocemos es producto del golpe de Estado de 1964. La relación entre ciencia política y autoritarismo es, sin embargo, ambigua, ya que pretende explicarla y es, al mismo tiempo, beneficiaria del posgrado. sistema producido por la modernización autoritaria brasileña.

Un ejemplo de la preocupación por el golpe es la declaración que abre la tesis de Wanderley Guilherme dos Santos, El cálculo del conflicto: impasse en la política brasileña y la crisis de 1964, defendida en la Universidad de Stanford: “la toma militar del poder en 1964 fue una sorpresa para muchos, un shock para otros y un alivio para quienes creían que el presidente João Goulart había comprometido seriamente a su gobierno en una aventura populista radical”. En esta referencia, el autor de ¿Quién dará el golpe de Estado en Brasil? invita a “a quienes no estén satisfechos con sus valoraciones anteriores a repensar la política de la época y a buscar una explicación más profunda de este hecho decisivo” (SANTOS, 1979: V).[ 1 ]

Poco antes, Bolívar Lamounier, también en su tesis doctoral, Ideología y regímenes autoritarios: perspectivas teóricas y estudio del caso brasileño, defendido en la Universidad de California/Los Ángeles, argumentó, en un sentido similar, que el golpe había demostrado que “nuestras referencias teóricas brindan poca orientación en situaciones concretas” (LAMOUNIER, 1974: 13).[ 2 ]

Por otro lado y de manera complementaria, el autoritarismo brasileño también se estaba modernizando, promoviendo el establecimiento de un sistema de posgrado, cuyo hito es la Reforma Universitaria de 1968. Así, se crearon las primeras maestrías en ciencias políticas en la Universidad Federal de Minas. Gerais (UFMG), en 1965, y en el Instituto Universitário de Pesquisas do Rio de Janeiro (IUPERJ), en 1969, experiencia de la disciplina que, en gran medida, contrasta con la anterior, como lo fue, por ejemplo , en la cátedra de Política de la USP. Al mismo tiempo, la afirmación de la ciencia política como disciplina se beneficia de la acción agresiva de la Fundación Ford que, desde la Revolución Cubana, se ha involucrado en una disputa por la hegemonía cultural en América Latina, promoviendo la llegada de profesores norteamericanos y otorgando becas a estudiantes brasileños para realizar estudios de posgrado en los Estados Unidos.

Es cierto que la preocupación por el autoritarismo está presente en el conjunto de las ciencias sociales producidas en Brasil después de 1964. No por casualidad, como indicó Luiz Werneck Vianna (1997), las ciencias sociales del período se centraron principalmente en interpretar lo que se caracterizaba como brasileño. modernización conservadora, como puede verse en La economía brasileña: crítica de la razón dualista (1972), por Francisco de Oliveira; São Paulo y el Estado Nacional (1973), de Simon Schwartzman; Política y desarrollo económico: estructuras de poder y sistema de decisión en Brasil (1973), de Luciano Martín; La revolución burguesa en Brasil (1975), de Florestán Fernández; Élite y construcción estatal en el Brasil imperial (1975), de José Murilo de Carvalho; Capitalismo autoritario y campesinado (1976), de Otávio Velho; Liberalismo y unión en Brasil (1976), del propio Werneck Vianna; Las raíces agrarias de la modernización en Brasil: 1880 – 1930 (1979), de Elisa Reis.

Sin embargo, el desafío fue especialmente relevante para la ciencia política, aun porque tradicionalmente su objeto privilegiado es el Estado. Quizás aún más importante, el golpe termina representando una oportunidad para afirmar la autonomía de la política en relación con otras esferas, como la social y la económica. Al afirmar la especificidad de la política y, junto con ella, de la ciencia política, los practicantes de la disciplina se vuelven especialmente contra la sociología y el marxismo, que tenían una posición destacada en las ciencias sociales brasileñas antes del golpe.

En contraste con la orientación hasta entonces dominante, valoran la investigación empírica por encima de las preocupaciones conceptuales. En esta orientación, es posible tanto resaltar el peso de los procesos políticos como variables independientes para el quiebre de la democracia, como lo hace Santos (1979), como señalar que los desafíos políticos podrían dificultar la consolidación del arreglo autoritario, como lo hace Lamounier (1974). ) hace. En términos más amplios, a partir de 1964 el Estado asume una importancia aún mayor en el desarrollo del país, lo que estimula el estudio de los procesos asociados a él.

En cierto contraste con la agenda del “aggionarmento”, tanto Santos (1978) como Lamounier (1982), al pensar la ciencia política brasileña, valoran la antigua tradición ensayística como un elemento propio y distintivo de la disciplina en el país. El pensamiento producido en Brasil sobre cuestiones políticas antes de la institucionalización de la disciplina funcionaría incluso, según Lamounier (1982), como una especie de “stock” de temas y problemas a disposición de los politólogos posteriores. En esta referencia, el pensamiento político sería constitutivo de la propia ciencia política tal como se entiende en Brasil.

Por otro lado, a pesar del notable crecimiento en los últimos años de lo que se ha convertido en una subárea, es cuestionable que la comunidad de politólogos brasileños en su conjunto comparta la creencia en la importancia del pensamiento político. Aun así, a veces inconscientemente, se sigue utilizando el “stock” que proporciona esta tradición. Se crea así una situación curiosa; en el que el pensamiento político es una parte constitutiva pero desatendida de la ciencia política brasileña.

Volviendo a la breve reconstitución histórica, es posible señalar que si la ciencia política brasileña se preocupaba principalmente, en las décadas de 1960 y 1970, por el autoritarismo, la disciplina pasó a ocuparse, en las décadas de 1980 y 1990, sobre todo, de la transición, consolidación y calidad de la democracia. Como en la primera situación, la orientación teórica sigue estando relacionada con desarrollos políticos más amplios, en particular, la retirada progresiva de los militares del poder. Al mismo tiempo, el interés por el Estado va dejando paso al de la sociedad civil, categoría que, durante la transición, adquiere un significado muy específico.

Particularmente influyente en el período es la literatura que se conoció como "transitología". En defensa de la democracia, estas obras asumen claramente una posición normativa. Al mismo tiempo, son bastante pesimistas sobre el funcionamiento de las “nuevas” democracias. Guillermo O'Donnell –importante politólogo argentino que vivió en Brasil varios años– consideró, por ejemplo, que estas democracias no se consolidarían ni institucionalizarían, aunque se hicieran perdurables. En esta referencia, llegó a defender que la mejor caracterización para ellas no serían las democracias representativas, sino las “democracias delegativas”, en las que quien “gane una elección presidencial está autorizado a gobernar el país como le parezca” (O´Donnell 1991: 30).

En sentido contrario, desde mediados de la década de 1990, la ciencia política brasileña pasó a ocuparse no ya de la consolidación de la democracia, sino de cómo funcionaría nuestra democracia. La razón más profunda para asumir tal perspectiva sería la creencia de que Brasil sería una democracia estable, lo que podría verificarse utilizando los más diversos criterios. Junto con el cambio en la evaluación del desempeño de la democracia en Brasil, también hay un cierto cambio analítico: de un enfoque más global, preocupado por cuestiones más amplias, como el Estado y los regímenes políticos, a enfoques más específicos, que se ocupan de Estudios Legislativos, Políticas Públicas, Controles Democráticos y hasta con Pensamiento Político.

En los últimos años, o mejor dicho desde al menos el golpe parlamentario de 2016, las certezas recientes se han visto, o al menos deberían haber sido, sacudidas. En primer lugar, la suposición de que Brasil sería una democracia consolidada ya no se sostiene. La posterior elección de un presidente de extrema derecha que desafía diariamente los cimientos de nuestra democracia sin mayor reacción a sus acciones muestra cuán urgente es repensar la ciencia política brasileña.

Con este fin, el pensamiento político brasileño puede desempeñar un papel importante, sobre todo porque, a diferencia de gran parte de la disciplina en el país, nunca tuvo una visión naturalizada de lo que es la democracia brasileña. Esto incluso puede ocurrir, en parte, debido a que su origen es, en cierto modo, anterior a la institucionalización de las ciencias sociales. Además, el hecho de que su material sea básicamente historia le hace desconfiar de las certezas de la época, espero, sea la que sea. Estas condiciones también le facilitan moverse con mayor libertad entre las diferentes áreas de la ciencia política y las ciencias sociales en general. En definitiva, tienes una mayor predisposición por una mirada crítica que trasciende las condiciones de un momento u otro.

De manera sugerente, si la reacción al golpe de Estado de 1964 fue de sorpresa e inquietud, esos sentimientos reaparecen hoy. Los jóvenes sociólogos de un pasado ya aparentemente lejano se dieron cuenta de que no contaban con instrumentos de análisis para comprender la situación que vivía el país tras el golpe militar. Las ciencias sociales brasileñas, y más específicamente, la ciencia política, tal como la conocemos, son, en gran medida, el resultado de la búsqueda de respuestas a esta aprensión. Si bien la crisis política actual es muy diferente a la de 1964, sobre todo porque vivimos en un contexto posterior a la Guerra Fría, en el que la corrosión de la democracia ocurre desde dentro, tampoco tenemos las herramientas conceptuales para comprender lo que está sucediendo en estos días en Brasil. Incluso porque, de un momento a otro, se deshicieron buena parte de las creencias que se formaron en las últimas décadas sobre la democracia brasileña, para las cuales el aporte de la ciencia política no fue desdeñable.

En suma, hoy se plantea un desafío cuya respuesta determinará la relevancia misma de la ciencia política brasileña. Para hacerle frente, el Pensamiento Político puede jugar un papel importante.[ 3 ]

*Bernardo Ricúpero Es profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la USP. Autor, entre otros libros, de El romanticismo y la idea de nación en Brasil (WMF Martins Fontes).

Referencias


LAMOUNIER, N. 1974. Ideología y regímenes autoritarios: perspectivas teóricas y estudio del caso brasileño. Tesis doctoral. Universidad de California/Los Ángeles, 1974.

O'DONNELL, G. 1991. “¿Delegativa Democracia?” Nuevos Estudios CEPRAP. norte. 31, págs. 25-40.

SANTOS, GT 1979. El cálculo del conflicto: impasse en la política brasileña y la crisis de 1964, tesis doctoral, Stanford.

VIANA, LW 1997. La revolución pasiva en Brasil: iberismo y americanismo en Brasil. Río de Janeiro: Revan.

Notas


[1] Santos busca demostrar que la crisis que produjo 1964 sería una crisis de parálisis en la toma de decisiones, generada en el contexto de un sistema de partidos caracterizado por lo que el politólogo italiano Giovanni Sartori denominó pluralismo polarizado.

[2] Lamounier, argumenta que una ideología autoritaria, creada en las décadas de 1920 y 1930, funcionaría como una verdadera tecnología política para los estratos superiores de la burocracia militar y civil, preparando 1964.

[3] Texto basado en una presentación en las IV Jornadas de Pensamiento Político

 

 

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