por RICARDO ABRAMOVAY & JULIANA TANGARI*
Reducir a cero la deforestación es fundamental, pero no elimina las amenazas que plantea el sistema agroalimentario mundial a la salud humana, el bienestar animal y los servicios ecosistémicos.
“La naturaleza introdujo una gran variedad en el paisaje, pero el hombre manifiesta una pasión por simplificarlo”. La frase de Rachel Carson, en Primavera silenciosa, publicada en 1962, ha cobrado más actualidad que nunca. La denuncia se centró en lo que Rachel Carson llamó biocidas y que son componentes esenciales de la Revolución Verde: las semillas seleccionadas desarrollan su alto potencial bajo el efecto de fertilizantes nitrogenados, en ambientes cuya monotonía favorece el ataque de malezas, insectos y hongos invasores, que serán combatirse con pesticidas (biocidas). Los suelos pierden su biodiversidad, liberan carbono a la atmósfera y este conjunto da cuenta de diferentes formas de contaminación y daños a la salud humana.
En la ganadería, las transformaciones genéticas (especialmente en aves y cerdos) y la homogeneidad de las razas favorecen la propagación de virus y bacterias, cuya propagación ahora se combate con antibióticos. En Alemania, durante los 200 días de vida de un cerdo, se les administran antibióticos durante 48,5 días. En Brasil, estos medicamentos son absorbidos durante el 78% de la vida de las granjas porcinas dominantes, según un artículo publicado en la prestigiosa revista científica Animales.
El 73% de los antibióticos producidos hoy (93 mil toneladas en 2020 y, según las estimaciones actuales, 150 mil toneladas en 2030) están destinados a los animales de estas granjas de concentración. La consecuencia es el avance de la resistencia a los antimicrobianos, lo que expone a la sociedad a la aparición de virus y bacterias que los medicamentos conocidos no pueden combatir. La discusión pública sobre este tema es reciente. En 2000, sólo cinco países informaron públicamente el consumo de productos antimicrobianos.
Este número ha aumentado, pero aún así, hoy sólo 47 países exponen estos datos. Brasil, con casi el 8% del consumo global de antibióticos animales (segundo mundial, muy por detrás de China con el 45% del total, pero por delante de Estados Unidos con el 7%), no tiene un registro abierto de este uso. segundo importante trabajo de investigadores de la Fiocruz La supervisión estatal sobre este tema no podría ser más precaria. documento reciente de Academia de Ciencias de EE. UU. pide que la reunión del G20 se celebre en India en septiembre para abordar el avance global de la resistencia a los antimicrobianos
La monotonía de los paisajes agrícolas y la reducción de la variedad genética de los animales que, a partir de los años 1960, contribuyeron de hecho a reducir el hambre en el mundo, se han convertido en uno de los desafíos globales más cruciales. Los informes del IPCC muestran que la agricultura representa un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero y la Plataforma Intergubernamental de Políticas Científicas sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) se muestra categórica en situar al sector como el vector más importante de erosión de la biodiversidad.
Reducir a cero la deforestación es fundamental, pero no elimina las amenazas que plantea el sistema agroalimentario mundial a la salud humana, el bienestar animal y los servicios ecosistémicos. Y, dado que estas amenazas derivan de un sistema sustentado en largas e internacionalizadas cadenas productivas, la discusión sobre el surgimiento de una agricultura regenerativa y un suministro de alimentos accesible y saludable tiene alcance global (e interés para el G20), por dos razones básicas.
El primero es de carácter geopolítico. En el mundo se conocen 7.039 plantas comestibles, de las cuales 417 son cultivables. Sin embargo, sólo quince productos representan el 90% de la alimentación humana y cuatro de ellos (arroz, soja, maíz y trigo) rondan el 60% del total. Estos productos se concentran en unos pocos países y, dentro de estos países, en unas pocas regiones. No es coincidencia que estas regiones sean especialmente susceptibles a los impactos de fenómenos climáticos extremos, como las recientes sequías en Brasil, Argentina, India, el Medio Oeste de América del Norte y las regiones productoras de Europa. La importancia del comercio agrícola mundial no puede ocultar los riesgos de un sistema basado tan fuertemente en cadenas de producción largas y concentradas como las actuales.
Esta monotonía agrícola se ha convertido en la base fundamental de dietas que dañan la salud humana y esta es la segunda razón por la que el tema debe discutirse a nivel mundial. Crece la importancia de los productos ultraprocesados, elaborados a partir de unos pocos productos agrícolas, a los que se les añaden componentes que ofrecen sabores, colores, aromas y texturas que simulan la diversidad y cuyo contenido induce al organismo a consumirlos de forma compulsiva. Estos productos están en la raíz de la pandemia mundial de obesidad y de las enfermedades más mortales del mundo.
Por otro lado, casi la mitad del suministro mundial de cereales está destinado al consumo animal, en un mundo cuyo consumo de proteínas es muy superior a las necesidades metabólicas de las personas, con excepción de algunas regiones del África subsahariana y Asia. Lo más importante hoy para afrontar los desafíos alimentarios globales es aumentar la cantidad de frutas, verduras y productos frescos, y no aumentar genéricamente la oferta de cereales, proteínas animales y productos ultraprocesados. En este sentido, una economía de proximidad (con el avance, por ejemplo, de la agricultura urbana) es un camino prometedor.
El catedrático Josué de Castro de la Escuela de Salud Pública de la USP y del Instituto Comida do Amanhã presentó un documento en la reunión del G20 en India exponiendo los riesgos de la monotonía del sistema agroalimentario y recomendando la diversificación tanto de la oferta como del consumo, basándose en en la valorización de diferentes territorios, la recuperación de las culturas productivas y culinarias locales y tecnologías regenerativas. De los 300 trabajos que recibió el G20, el nuestro se encuentra entre los veinte que compondrán un libro que se publicará en noviembre de este año, en el marco de la presidencia india del G20.
No hay país mejor capacitado para liderar este inevitable proceso de transición que Brasil y esta debería ser una agenda prioritaria para la presidencia brasileña del G20 que tendrá lugar entre nosotros en 2024.
*Ricardo Abramovay es profesor de la Cátedra Josué de Castro de la Facultad de Salud Pública de la USP. Autor, entre otros libros, de Infraestructura para el Desarrollo Sostenible (Elefante).
Juliana Tângari Tiene una maestría en derecho civil de la Universitá Degli Studi di Camerino..
Publicado originalmente en el diario Valor económico.
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