por JOSÉ PAULO NETTO*
Homenaje al periodista y escritor recientemente fallecido
Leí varios obituarios de Dênis de Moraes, informando de su muerte el 6 de febrero y de su cremación la tarde siguiente, en el cementerio de Caju. Todos fueron elogiosos y veraces: recordaron con texto claro su carrera como periodista, su impecable formación académica, su fructífera docencia en la Universidad Federal Fluminense y mencionaron sus principales obras (con énfasis en su protagonismo en el campo de la teoría de la comunicación y su biografía). En resumen: todos lamentaron su muerte, cuando apenas alcanzaba los 70 años, y destacaron la inmensa pérdida sufrida por la inteligencia brasileña.
También yo, con la serenidad que me ha traído la edad avanzada, me sorprendí por la interrupción inesperada de su viaje entre nosotros. Y en la tarde del día 07, cuando me despedí de él en el crematorio de Caju, la emoción fuerte me hizo llorar.
Nos leíamos desde los años 1980. Intercambiábamos saludos y críticas, que eran pocas y rara vez sustanciales. Pero sólo nos hicimos amigos a finales de los años 1990, en un almuerzo divertido en el campus de la UFRJ, en Botafogo, con la animada participación de Carlos Nelson Coutinho. Desde entonces, mi relación personal con Dênis ha ganado profundidad y se ha convertido en algo esencial en nuestras vidas. Nuestro vínculo personal tuvo, desde el principio, la marca característica de la amistad entre comunistas de antaño: un diálogo continuo y permanente entre pares, ayuda mutua, autocrítica y proyectos. De mi relación con Dênis de Moraes, debo destacar que aprendí mucho.
En este siglo XXI, dos grandes amigos me dejaron solo: en el mismo 2012, Aloísio Teixeira y Carlos Nelson, mis compañeros desde la segunda mitad de la década de 1960. El primero se fue de repente; El segundo tuvo un partido más largo y doloroso. ¿Cómo podemos evitar golpes como estos sin la ayuda conveniente de una creencia religiosa en otro mundo?
Hace más de cincuenta años, leyendo la poesía de César Vallejo, el notable y olvidado peruano, recordé la lección: ¡Hay golpes en la vida, lo sé! Pero esta sabiduría nunca me consoló. Pero cuando fui mayor encontré una solución personal, que reconozco que es artificial: imagino que los amigos que se van y me dejan aquí, casi solo en un rincón de la vida, simplemente emprenden un largo viaje, un viaje sin retorno. Y aún privados de su presencia física, nuestro diálogo continúa.
Así, continúo discutiendo con Aloísio Teixeira sus páginas sobre el Utópicos, herejes y condenados y debatiendo con Carlos Nelson Coutinho su tesis sobre la compatibilidad entre Antonio Gramsci y György Lukács. Son conversaciones productivas y que se renuevan constantemente: evaluamos nuestras ilusiones y errores pasados, nuestras pequeñas victorias y muchos de nuestros fracasos, y nos comprometemos a seguir estudiando para dar pasos más firmes hacia adelante. Y sobre todo son encuentros llenos de sonrisas: conservamos y refinamos nuestra ironía hacia el mundo y hacia nosotros mismos.
Así será para mí el viaje iniciado por Dênis de Moraes este 6 de febrero. Seguiré contándole mi escasa comprensión de su teoría de la comunicación; continuaremos discutiendo las alternativas para la tradición marxista en los tiempos venideros, los dramas y conquistas del socialismo al que hemos dedicado nuestra juventud y madurez y nuestra esperanza en el futuro; Continuaremos, inquebrantablemente, fieles a nuestra adhesión a las ideas comunistas.
De todo esto y más hablamos en el último encuentro personal que tuvimos, en mi casa, en noviembre pasado, los dos, más Leila y Milton Temer.
Dênis de Moraes y yo, a pesar de la distancia física que ahora nos separa, continuaremos nuestro diálogo esencial. Intentaremos afrontar juntos los problemas que nos presenta la realidad, hablaremos de los proyectos a llevar a cabo y, como siempre, nos reiremos mucho. Tendré otras ocasiones de ver al respetado académico estirarse, con una copa de buen vino espumoso entre los dedos, en digresiones, ¡créanme! – sobre astrología y horóscopos (lo que encantó a Leila). Fue un espectáculo ver a ese culto y sofisticado lord inglés diseccionando los enigmas de la especulación mágica popular...
Continuaremos, Denis. Repasemos nuestras ideas sobre los brasileños de los que usted escribió biografías ejemplares (especialmente la de Graciliano Ramos, la que más me gusta). Discutiremos nuevamente su aporte al “imaginario vigilado” y la relevancia de este último. Sartre y la prensa, lo cual me encantó.
Y nunca tendremos la última palabra sobre La izquierda y el golpe del 1964. Por mi parte, escucharé con más atención, especialmente sus críticas a mis presentaciones escritas, que usted recomienda que sean más fluidas y ligeras. La verdad, que todo el mundo lo sepa, es que mi amigo Dênis de Moraes no murió; como Aloísio Teixeira y Carlos Nelson Coutinho, él sólo viajó.
* José Paulo Netto Es profesor emérito de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). Autor, entre otros libros, de Carlos Marx: una biografía (Boitempo).
Publicado originalmente en blog de Boitempo.
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