por GIOVANNI MESQUITA*
La inteligencia artificial china demuestra que incluso en el terreno del capitalismo, los yanquis ya no pueden ser superiores
Nosotros, la multitud de gente torpe en cuestiones tecnológicas, nosotros desde la época de skynet De James Cameron a la radio a batería de Genival Lacerda, ¿por qué deberíamos perder nuestro tiempo con esta llamada Inteligencia Artificial (IA)? Inteligencia artificial que, según Miguel Nicolelis, ni es inteligencia ni es artificial. Para él, no son las máquinas las que piensan por la humanidad, sino Brockman y Zuckerberg, quienes se esconden detrás de ellas. La inteligencia artificial es inducida por la mano del capital y sus dueños.
El análisis del ilustre hincha del Palmeiras fue pronosticado progresivamente por Frank Herbert. Sí, él, el creador de Arrakis y los leviatanes de las arenas, los Shai-Hulud (ancianos del Desierto). No sabemos si fue pura genialidad o el consumo de la psilocibina, entonces de moda, lo que generó esta epifanía en la mente de Frank Herbert. El caso es que cantó la piedra: “un día, los hombres entregaron su razón a las máquinas, con la esperanza de que éstas los liberarían. Pero sólo se dejaron esclavizar por otros hombres con máquinas”.[i]
Sin querer hablar de Talos, de los mitos griegos, en términos científicos, las investigaciones sobre inteligencia artificial (IA) se remontan ya a George Boole, matemático británico, y a Allan Turing, el hombre que acabó con los pequeños secretos de los nazis. El proyecto finalmente salió de la mesa de dibujo alrededor de los años 3. Pero empezó a generar ganancias a través del uso comercial en la década de XNUMX, con productos dirigidos a grandes empresas. Tal como lo conocemos y como lo llamamos ahora, el primer uso masivo fue con GPT-XNUMX. A partir de ahí, fue más difícil para los docentes saber cuánto participaban sus alumnos en los textos que entregaban. Según un amigo mío, era un gran “generador de galimatías”.
En cualquier caso, esta manera de abordar una serie de actividades humanas, hasta entonces realizadas por millones de trabajadores, entró en un período de transformación. Sectores enteros de grandes corporaciones, que tenían ejércitos de personas tristes que realizaban un trabajo socialmente inútil pero inmensamente rentable, se han evaporado y siguen desapareciendo día a día.
Por mucha resistencia que ofrecieron, la mayoría de los países tuvieron que incluir esta nueva realidad en sus cálculos. Todo en aras de la productividad, que siempre crea el mismo dilema. Con los avances tecnológicos se produce más con menos trabajadores y al prescindir de mano de obra excedente se reducen los costes, pero también se reduce el mercado de consumo, al que va destinado el producto, un producto que aumenta con el avance de la tecnología.
En esta nueva tendencia, Estados Unidos ha invertido miles de millones de dólares en proyectos de Google, Amazon, Microsoft, Facebook y Nvidia, siendo gran parte de ese dinero público, como es habitual. Y para dominar este campo, los defensores de la libre empresa implementaron una serie de acciones para evitar que China desarrollara productos de inteligencia artificial que pudieran competir con ella. En nombre de la Seguridad Nacional, establecieron restricciones a la importación de chips y software, además de imponer sanciones económicas a las empresas chinas que operan en ese campo. “¡Viva la libertad, maldita sea!”
Los productos que ofrece el capitalismo yanqui son un arma de doble filo, el viejo truco del caballo de Troya. Recopilamos toda nuestra información y la colocamos en su sombrero mágico de inteligencia artificial para aumentar la productividad. Sin embargo, si el poder es información, toda la información termina en manos de la persona que desarrolla la tecnología. En otras palabras, los frutos de la riqueza producida por los trabajadores, tanto civiles como estatales, de un país les son entregados.
En el proceso, pagan un alto precio por este servicio de “pensamiento” y les dan el producto principal de esta actividad: la información. Y esta información es transformada, por las grandes tecnologías, en control social, difusión de prejuicios y opresión de clase, todo al servicio de la concentración de riqueza y poder, hacia el V Reich. Por lo tanto, los ciudadanos estadounidenses deben comprender que la verdadera amenaza a su seguridad nacional son los capitalistas y su Estado, no el “comunismo” chino.
El neurocientífico Miguel Nicolelis, principal opositor al discurso sobre qué es la Inteligencia Artificial, dice que una de sus inviabilidades es la gran cantidad de energía que se utiliza para alimentar sus motores y los ríos de agua que se utilizan para refrigerarlos. Sin embargo, la empresa fundada por un joven chino, Liang Wenfeng, DeepSeek, con sólo doscientos investigadores, creó la nueva Inteligencia Artificial.
Hecho con una cuerda y dos cerillas, DeepSeek puede ejecutar su inteligencia artificial incluso a las dos y ocho y media. Exageraciones aparte, el nuevo sistema en realidad utiliza sólo una fracción del agua y la energía que consumen las monstruosas instalaciones estadounidenses. Para darte una idea, el proyecto supuestamente costó sólo seis millones de dólares, dinero que las grandes tecnológicas gastan en café. Solo el salario anual del CEO de Nvidia, Jensen Huang, es cinco veces esa cantidad.
La inteligencia artificial de DeepSeeck se lanzó la misma semana de la inauguración del Lanzamiento del Apocalipsis. ¡Pura coincidencia! El lanzamiento de la plataforma china provocó que Nvidia, propiedad de Brockman, perdiera unos días después 600 millones en un solo día y que el sector en su conjunto perdiera un billón de dólares en valor de mercado. Esta bagatela equivale a la mitad del PIB de Brasil en 1. Y como premio, los investigadores orientales ofrecieron su creación en el llamado Open Source, es decir, “gratuitamente”. “Nuestro principio no es subsidiar (el mercado) ni generar grandes ganancias”. Así define Liang Wenfeng la misión de su empresa. Los extranjeros todavía ven estrellas por la bofetada que recibieron.
Nvidia, y otras empresas, han creado una serie de productos y equipos para su comercialización asociados a la Inteligencia Artificial. El estafador Donald Trump dijo que invertirá 500 mil millones en infraestructura de Inteligencia Artificial. El proyecto se llama Stargate, nombre tomado de una serie de ciencia ficción de los años noventa. Este proyecto prevé varios centros de datos que son unidades de procesamiento, almacenamiento y análisis de datos. Estos gigantescos artilugios, que consumen grandes cantidades de energía y agua, se utilizan para entrenar la inteligencia artificial.
La pregunta es: si la Inteligencia Artificial, en el modelo que anuncia China, realmente cumple lo que promete, utilizando una fracción mínima de los recursos del modelo estadounidense, ¿qué harán con toda esta basura? Y una sospecha incómoda avergüenza a los comensales: ¿los proyectos estadounidenses han creado dificultades en la venta de las instalaciones?
Esta acción china, en teoría, no es obra de Xi Jinping ni del PCCh. Je, je, je, si esto es cierto, por un lado tendremos a los llamados liberales, nostálgicos del Führer, siendo inflados por el Estado para mantenerse en la competencia y por el otro a los “comunistas” haciéndoles comer polvo. Sólo con iniciativa privada. En otras palabras, ni siquiera en el terreno del capitalismo pueden los yanquis ser superiores ya.
La lección, comprensible incluso para los columnistas de periódicos más ignorantes, que se puede extraer de este episodio es que, en definitiva, Estados Unidos ya no juega solo. Desde la caída de la URSS, eran dueños del balón, del campo y del uniforme, pero ya no.
Brasil, con el gobierno de Lula, ya identificó la estafa. El presidente determinó, en marzo del año pasado, que se iniciara el trabajo sobre nuestra inteligencia artificial brasileña. Por ello, es urgente que nuestro gobierno, tras este doble giro en la carrera tecnológica, establezca inmediatamente un grupo de trabajo para estudiar esta nueva ruta que se abre, que además de barata, es ecológica y democrática.
* Giovanni Mesquita Es historiador y museólogo. Autor del libro Bento Gonçalves: del nacimiento a la revolución (Suzano).
Nota
[i] Esta frase aparece en labios de la Reverenda Madre Gaius Helen Mohiam, una Bene Gesserit, en el primer libro de Duna, de 1965.
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