por LUIZ MARQUÉS*
Comentario al libro recientemente publicado de Jefferson Tenório
El trabajo más reciente de Jefferson Tenório, De donde vienen, destaca las encrucijadas contemporáneas y, en particular, la angustia que experimentan los jóvenes estudiantes de cuota en las universidades federales. El personaje central de la novela, Joaquim, se parece a un ideogrima de Paulo Leminski: “1er día de clases / en el aula / yo y el salón”. La dificultad de los negros en las estructuras institucionales, dominadas por el racismo, hace que el conocimiento y la actividad intelectual sean sólo un paliativo de la extrañeza –su “lugar de habla”– en la sociedad y la historia.
La movilidad social a través de la educación formal genera nuevas espinas en la piel. “Entonces fui colocado en un lugar específico en su imaginación: pobre tipo sin mucha cultura, sin mucha lectura, que no sabía hablar inglés” (p. 26). Frente al sentimiento incómodo, aparece el alivio en la disciplina providencial de producir texto de ficción. La vocación literaria obra como el milagro operado por la imaginación para sublimar la violencia, sin previo aviso, de la realidad. “Mezclaba pasajes de libros con acontecimientos de su propia experiencia, como si literatura y vida fueran la misma cosa. Pero no lo fueron” (p. 21). En este punto, la trayectoria de la criatura se confunde con la del creador.
“Era imposible que la síntesis de mi vida fuera un autobús lleno de gente en medio de un calor insoportable de verano… Debe haber algo de belleza en esta jodida vida de mierda, pensé. Cerré los ojos. Fui un idiota tanteando en la oscuridad buscando belleza en un autobús maloliente… camino a Alvorada. Allí tomé conciencia de que la belleza era lo más impreciso del mundo” (ps. 35-6). La pesadilla ocurre en Rio Grande do Sul, en la región metropolitana de Porto Alegre. Sin embargo, el informe trasciende la topografía local y se aplica a cualquier centro urbano brasileño actual.
El coste de viajar a la capital es una queja constante de los estudiantes. La pandemia de coronavirus y las inundaciones agravaron el problema en el estado de Rio Grande do Sul. Es recurrente la justificación económica para no asistir a clases. La pobreza es hoy un factor inevitable en el abandono escolar. El ayuntamiento es el responsable. Cortó el pase de estudiante y espació sus tiempos de conducción.
Es habitual aludir al sufrimiento como clave de la creación artística en la narrativa. Por ejemplo, en una velada que evoca un poema de la folklorista y activista afroperuana Victoria Santa Cruz: “Tenía sólo siete años / ¡Siete años, nada! / De repente unas voces en la calle / me gritaron: '¡Negra!' / '¡Negro! ¡Negro! ¡Negro! ¡Negro! ¡Negro! ¡Negro! ¡Negro!' / '¿Soy negro por casualidad?' – Pensé / ¡SÍ! / '¿Y qué significa ser negro?' / '¡Negro!' / Y no sabía la triste verdad que escondía. / Y me sentí 'negro' / '¡Negro!' / Sí / '¡Negro!' / Soy / '¡Negro!' / Negro / '¡Negro!' / ¡Soy negro!" (pág. 86). Catarsis denuncia el dolor de los actos discriminatorios, “fdp racistas”, sin los cuales no existen los versos poéticos.
El sufrimiento nunca miente; pero no el de circunstancias superficiales o inútiles. La tortura que provoca el silencio de las desigualdades. “Escribo con mi cuerpo”, exclama un angoleño al rechazar la creencia infantil y necia de que “la poesía es sólo una cosa mental, como si el pensamiento fuera superior a nuestra fisiología”. Esta separación entre cuerpo y mente es tan extraña. ¿No lo crees, Joaquim? (pág. 202).
La noción del sufrimiento como escenario para el desvelamiento de la verdad en forma artística se la debemos a los antiguos, para quienes la melancolía produce buen arte. Un producto escaso en las estanterías de la gente moderna, que regresa al Edén en centros comerciales con una tarjeta de crédito platino. Aldous Huxley, en Nuevo mundo admirable, hace que el administrador saque el arte del panorama humano para, juntos, eliminar el sufrimiento en la sociedad: “Tenemos que elegir entre la felicidad y lo que la gente llamaba arte superior. Sacrificamos el arte superior”. Sin arte, sin dolor; y viceversa. Aquí, la distopía equivale a la perversión del gestor neoliberal al ignorar los derechos sociales.
En medio de los libros
El texto de Jefferson Tenório no rehuye presentar las duras críticas que aún resuenan en el campus universidad y en la sala de profesores: “Me siento impotente ante la crueldad de este sistema educativo (con cuotas étnico-raciales). Quieren tapar el abismo con un parche. La historia ya ha condenado dolorosamente estos intentos. Teníamos que preocuparnos por la educación básica y no meter aquí a gente no preparada” (p. 42). El escepticismo engendra prejuicios. Las investigaciones demuestran que, después de los primeros sustos, los estudiantes cupistas logran un excelente desempeño en los cursos.
Inicialmente, ciertas materias son dominio de los estudiantes normales; no para lo excepcional. “Yo mismo pensaba que las cuotas eran una especie de limosna, ¿sabes? Como si fuera algo fácil para los negros, como si no tuviéramos la capacidad de hacer un examen como todos los demás. Pero entendí que no era así. Entendí que no tenía las mismas posibilidades. Finalmente entendí que un examen de ingreso no demostraba nada. Nada sobre mis capacidades” (p. 133-4). Después: “Ya no me veía como un intruso porque entré por el sistema de cuotas. Además, comencé a destacar en las clases. Lo que me dio el respeto de mis compañeros” (p. 85). Espero.
Joaquim especula qué podría pensar su abuela de él sobre su deseo de ser escritor, proyectando en ella las dudas que igualmente lo aquejaban en su interior. “Mira, chico, hemos estado jodidos toda nuestra vida. Mis abuelos estaban jodidos. Mis padres estaban jodidos. Tu madre se jodió. Toda una generación quedó jodida. Durante siglos los negros se jodieron para que tú pudieras llegar aquí. ¿Y ahora esto es lo que vas a hacer con tu vida? ¿Un curso de idiomas? ¿Un curso que no ayudará a los negros a salir de toda esta mierda? ¿No te convertirás en abogado? ¿Un médico? ¿Un ingeniero? ¿Hasta dónde vas a llegar con esto? (pág. 61).
El poder no es sólo a lo que nos oponemos, sino también de lo que dependemos para existir y lo que albergamos y preservamos en los seres que somos. “El modelo habitual del proceso es: el poder se nos impone; debilitados por su fuerza, interiorizamos o aceptamos sus términos”, subraya Judith Butler, que analiza el fenómeno dialéctico en La vida psíquica del poder.. Sí, la “sujeción” es paradójica. Artísticamente hace que el deseo de los sujetos sea complejo. En política, convierte la táctica en una estrategia duradera y orgánica de acercamiento con el Centrão, para aliviar las contradicciones.
En la lectura, las epifanías actúan como una declaración de guerra sentimental a la alienación del espíritu. Vea el episodio simbólico del descubrimiento en el colegio de Las palabras, de Jean-Paul Sartre, una especie de autobiografía de la infancia del filósofo francés. “Había encontrado mi religión: nada me parecía más importante que un libro. En la biblioteca vi un templo. Empecé mi vida como la terminaré, sin duda: en medio de libros” (p. 64). “Creí con todas mis fuerzas y sinceridad que los libros podrían salvarme” (p. 135). El hecho de que no se mencione a Jorge Luis Borges o Alberto Manguel demuestra el error eurocéntrico de la academia y lo distante que sigue estando del Sur global.
La receta de escritura se atribuye al dios egipcio Theuth. Un paraíso para la memoria y la sabiduría, aunque el faraón no se convenció y afirmó que no era una medicina para la memoria, sino una simple ayuda para recordar y que, a diferencia de la sabiduría, servía para fomentar la presunción de ser sabio. Los escritores han debatido durante mucho tiempo si la literatura tiene algún efecto práctico para cambiar el mundo. Las adversidades muestran que el debate está lejos de terminar; resistencia al oscurantismo y al negacionismo, lo mismo.
El autor premió el Jabuti, en El reverso de la piel (2020), entrega con De donde vienen Un trabajo final hermoso y conmovedor en una sociedad regida por la tiranía del mérito. “Nadie me había educado para fracasar. Nadie me había dicho que en la vida hay pocas recompensas por ser buena gente”. (pág. 187). Las cuotas no son suficientes para reparar 350 años de esclavitud. Las entidades estudiantiles y los rectores están tomando gradualmente iniciativas para acoger mejor a los estudiantes cuota y brindarles mejores condiciones para permanecer en la universidad. “Me seguían jodiendo como siempre lo estaban todos los demás negros. Ese era nuestro destino” (p. 169). ¿Será?
Lee el libro.
* Luis Marqués es profesor de ciencia política en la UFRGS. Fue secretario de Estado de Cultura de Rio Grande do Sul durante el gobierno de Olívio Dutra.
Publicado originalmente en la revista Teoría y Debate.
referencia
Jefferson Tenório. De donde vienen. São Paulo, Companhia das Letras, 2024, 208 páginas. [https://amzn.to/4fyPrxW]
la tierra es redonda hay gracias a nuestros lectores y seguidores.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
CONTRIBUIR