por DUARTE PEREIRA*
Los impasses prácticos y teóricos que han afligido a los socialistas en su enfoque de la lucha de clases deben buscarse en el desarrollo, no en el abandono, de la teoría histórico-estructural.
Conviene, preliminarmente, delimitar el objeto de mi intervención. El debate actual sobre las clases sociales involucra cuatro temas más destacados: el concepto mismo de clase y, dentro de ese concepto, la relación entre las determinaciones económicas, políticas e ideológicas; transformaciones en la estructura de clases de las sociedades capitalistas contemporáneas; la persistencia de las clases en la fase inicial de construcción de las sociedades socialistas; y, en cada país, la peculiar estructura de clases de su formación social. El propósito de la tabla es abordar solo el primer tema. A los dos siguientes se pueden hacer alusiones ilustrativas. La caracterización de las clases y estratos de la sociedad brasileña va más allá de los límites del cuadro propuesto y del tiempo disponible.
La teoría de las clases sociales está en el centro de la concepción marxista de la historia de las sociedades. También puede considerarse una de las aportaciones más relevantes del marxismo a las ciencias sociales y, en particular, a la sociología. Paradójicamente, no recibió un tratamiento sistemático por parte de Marx y Engels, a pesar de los ricos análisis concretos que realizaron. Las siguientes generaciones de marxistas se vieron obligadas a retomar el tema para aclararlo y desarrollarlo.
Continuaron el esfuerzo por identificar la existencia y características de formaciones comunistas primitivas, anteriores a la división de las sociedades en clases opuestas. Pretendían distinguir las castas, órdenes y estamentos, propios de las formaciones precapitalistas, de las propias clases, propias de las sociedades capitalistas. Se enfrentaron al proceso de creciente racionalización y burocratización de las sociedades modernas, capitalistas o socialistas, investigando el surgimiento de poderosas capas vinculadas a la superestructura política y cultural, distintas de las propias clases, arraigadas en la base económica. Rompiendo con tendencias reduccionistas, se preocuparon por relacionar más claramente las luchas de clases con otras contradicciones y conflictos sociales, como los que oponen el género masculino al femenino, las naciones y etnias opresoras a los oprimidos, el autoritarismo de la generación adulta a la aspiración de autonomía de los jóvenes. Finalmente, intentaron articular con mayor precisión la existencia de clases con el desarrollo de la lucha entre ellas.
El propósito de las notas que comparto con los participantes del coloquio es rescatar y evaluar algunas de estas controversias. Son notas polémicas como el tema mismo.
Marx, Engels y la lucha de clases
Marx y Engels inscribieron la tesis seminal de su concepción de las transformaciones sociales en las primeras páginas del manifiesto Comunista: “La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días ha sido la historia de las luchas de clases”. (1)
Cuatro años más tarde, escribiendo a un amigo, Marx señalaría: “En lo que a mí respecta, no tengo el mérito de haber descubierto ni la existencia de las clases ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, los historiadores burgueses ya habían descrito el desarrollo histórico de esta lucha de clases, y los economistas burgueses habían indicado su anatomía económica. Lo que traje fue: 1) demostrar que la existencia de clases está ligada sólo a ciertas fases del desarrollo productivo; 2) que la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado; 3) que esta dictadura no es más que la transición a la abolición de todas las clases y a una sociedad sin clases”. (2)
Poco después de la muerte de Marx, como prólogo a una edición alemana del Cartel, Engels volvería sobre el tema para reiterar: “La idea fundamental es exclusiva de Marx de que el mundo entero es penetrado. Cartel, a saber: que la producción económica y la estructura social que necesariamente deriva de ella en cada época histórica constituyen la base sobre la que descansa toda la historia política e intelectual de esa época; que, por tanto, toda la historia (desde la disolución del primitivo régimen de propiedad común de la tierra) ha sido una historia de lucha de clases, de lucha entre explotadores y explotados, clases dominantes y dominadas. (3).
Para Marx y Engels, por tanto, las clases emergen en la base económica, cuando ésta se levanta sobre modos de producción antagónicos, organizados en torno a diferentes modalidades de explotación del trabajo. La explotación es estructural y objetiva, así como es objetiva la contradicción antagónica que opone a los propietarios de las condiciones de producción a los productores directos expropiados. La explotación no depende de la conciencia de los explotados.
De la existencia económica de las clases, sin embargo, no se pasa a la lucha entre ellas de manera inmediata e inevitable. Refiriéndose a las formaciones capitalistas, Marx y Engels retomaron, en el Cartel, las indicaciones que Marx ya había esbozado en La miseria de la filosofía: las contradicciones objetivas de intereses conducen a choques individuales entre trabajadores asalariados proletarios y empresarios capitalistas; gradualmente, estos enfrentamientos se convierten en luchas colectivas locales, luego nacionales; las luchas por las reivindicaciones económicas se combinan con las luchas por los derechos políticos, como el movimiento cartista en Gran Bretaña. Y así, instruida por sus experiencias prácticas y sostenida por su conciencia espontánea —desgarrada entre las reglas y valores impuestos por la superestructura político-cultural y las desgracias infligidas por la base económica—, la clase proletaria avanza en su unidad y organización, arrebatando, incluso bajo el régimen capitalista, mejores salarios, condiciones de trabajo más favorables y derechos políticos, como el sufragio o la libertad para organizar sindicatos y partidos.
Marx y Engels enfatizaron, sin embargo, que la constitución de la clase proletaria no estará completa, ni podrá convertirse en una fuerza revolucionaria, hasta que se una en torno a un programa de transformaciones socialistas y se lance a la lucha por la realización de este. programa. La elaboración de tal proyecto requiere que vaya más allá de su práctica económica y de la visión aislada de sí mismo y de sus intereses inmediatos; exige que comprenda las condiciones, avances y resultados del movimiento histórico en el que se inserta; y exige, por tanto, la asimilación y el desarrollo de un conocimiento científico integral y la solución de intrincados problemas epistemológicos y ontológicos. Porque es esencial que la clase proletaria critique no sólo la situación objetiva en la que lucha, sino también la visión distorsionada de esta situación que se le inculca. Estas tareas teóricas desbordan las posibilidades de la conciencia espontánea del proletariado, que no recibe la instrucción adecuada, ni dispone del tiempo libre necesario para afrontarlas. En las sociedades capitalistas, especialmente en sus etapas iniciales, el conocimiento está monopolizado por una intelectualidad de origen burgués y pequeñoburgués.
Afortunadamente, alertaron a Marx y Engels en el Cartel, “en los períodos en que la lucha de clases se acerca a su fin, el proceso de desintegración de la clase dominante y de toda la vieja sociedad adquiere un carácter tan violento y patente que una pequeña fracción de esta clase lo niega y se adhiere a la clase revolucionaria”, especialmente el “sector de los ideólogos burgueses que teóricamente se elevaron a comprender la totalidad del movimiento histórico” (4). Vinculando sus destinos personales al surgimiento de la nueva clase, estos intelectuales la ayudan a forjar su conciencia socialista, a construir sus organizaciones sindicales y partidarias independientes, a elaborar su propio proyecto histórico y a aplicar estrategias, tácticas y alianzas que hagan posible su implementación. . No lo hacen “fuera”, ni “por encima” del movimiento práctico del proletariado, sino entrelazando su vida con las luchas y la vida del proletariado.
Es en este contexto que Marx discute, en La miseria de la filosofía, sobre el paso de la clase-en-sí a la clase-para-sí, utilizando, como en otras oportunidades, un lenguaje de resonancia, pero no de contenido hegeliano. La referencia es bien conocida, pero vale la pena repetirla: “Las condiciones económicas primero transformaron a la masa de la población del país en proletarios. El dominio del capital creó, para esta masa, una situación común e intereses comunes. Así, esta masa ya es una clase para el capital, pero todavía no es una clase para sí misma. En la lucha, de la que sólo hemos mencionado algunas fases, esta masa se une, constituyéndose en una clase para sí misma. Los intereses que defiende se convierten en intereses de clase”. (5) Como puede verse, Marx busca articular la existencia económica de la clase proletaria, como colectivo organizado y comandado por el capital y sin el cual no sería posible el modo de producción capitalista, con el momento posterior en que, adquiriendo conciencia de su objetivo situación y del proceso histórico en el que se inserta, esta clase pasa a tener una presencia independiente en el escenario político y en los enfrentamientos ideológicos, buscando transformarse en una fuerza hegemónica y unificadora para impulsar la lucha por una formación socialista. En ese momento se completa su constitución como clase, pero ya existía con anterioridad. Clase para el capital y clase para sí, clase económica y fuerza política e ideológica: no hay forma de escapar a los polos de este proceso, ni cómo invertirlos, imaginando que la clase proletaria puede constituirse en las esferas política y cultural, sin existente previamente en el ámbito económico. Las potencialidades de su desempeño como clase revolucionaria resultan de su existencia y trabajo como clase explotada.
La transformación política e ideológica del proletariado, a pesar de ser ardua, se vería favorecida, en opinión de Marx y Engels, por dos procesos propios de las formaciones capitalistas: las contradicciones de clase se simplificarían, dividiendo a estas sociedades, cada vez más, “en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente, la burguesía y el proletariado” (6); Simultáneamente, con la creciente concentración de poder, riqueza y cultura en la minoría burguesa y el progresivo empobrecimiento de la mayoría proletaria, las sociedades capitalistas se polarizarían, aumentando la fuerza potencial de sus oponentes.
El panel dibujado era magnífico, pero tenía manchas. Pronto se percibió uno: antes de la división de las sociedades en clases, un período milenario de la historia había estado marcado por la existencia de formaciones comunistas primitivas. En la fase final de sus vidas, Marx y Engels se comprometieron con el estudio de estas sociedades sin clases, con sus peculiaridades, sus distintas etapas de desarrollo y sus procesos diferenciados de transición a sociedades de clases, pero legaron a sus seguidores problemas más abiertos que resuelto. De la particular combinación, en las sociedades de clases precapitalistas, entre clases, por un lado, y castas, órdenes o estamentos, por el otro, Marx y Engels eran conscientes. Mencionó el problema en Cartel y a él volvieron en obras posteriores, entre ellas La capital, pero siempre en observaciones marginales, sin darle al tema el tratamiento sistemático que merecía, incluso para dilucidar las diferencias en la formación de la conciencia de clase y en el desarrollo de la lucha de clases en estas distintas situaciones estructurales. Las referencias a las clases en las propias formaciones capitalistas eran en gran medida intuitivas y descriptivas, y Engels sintió la necesidad de incluir una nota posterior en el Cartel, tratando de definir los conceptos de burguesía y proletariado.
Se prestó más atención al estudio de las formaciones capitalistas concretas en Europa en ese momento, con su combinación de diferentes modos de producción y estructuras de clase complejas. Era un estudio necesario para esbozar los objetivos tácticos y las posibles alianzas de la lucha proletaria. Entre estas investigaciones de Marx, siempre se recuerda con acierto la 18 Brumario de Luis Bonaparte, pero tampoco se pueden olvidar Luchas de clases en Francia, Revolución y contrarrevolución en Alemania, o las obras de Engels sobre La guerra campesina en Alemania es sobre El problema campesino en Francia y Alemania.
Estos trabajos políticos contienen, además de análisis concretos, pasajes de alcance teórico sobre el problema que nos ocupa, el concepto de clase. Uno de los más citados es el comentario de Marx sobre el papel político del campesinado fragmentado en la Francia de Luis Bonaparte. Vale la pena recordar: “En la medida en que millones de familias campesinas viven en condiciones económicas que las separan y oponen su forma de vida, sus intereses y su cultura a las de las demás clases de la sociedad, esos millones constituyen una clase. Pero en la medida en que sólo existe una conexión local entre los pequeños campesinos, y en la medida en que la similitud de sus intereses no crea comunidad, conexión nacional u organización política entre ellos, en esa misma medida no constituyen una clase. Son, en consecuencia, incapaces de hacer valer su interés de clase en su propio nombre”. (7). Como en el comentario sobre el proletariado, Marx busca retener los dos momentos del proceso: el campesinado en Francia en ese momento era y no era una clase; todavía no era una clase desde el punto de vista político e ideológico, pero ya era una clase desde el punto de vista económico.
Se esperaba que Marx sistematizara su teoría de las clases en La capital. Pero sólo nos dejó un capítulo inconcluso, en el que, con un procedimiento que le era propio, se apartaba de la Inglaterra de la época y de la visión de Ricardo. Probablemente tuvo la intención de criticar más tarde esta visión actual y formular su propia concepción, lo que no logró hacer. Aun así, el capítulo es válido, a título indicativo, por el lugar en que se inserta: después de concluido el estudio de la base económica y antes de la investigación prevista del Estado y la cultura burguesa. Un lugar revelador de que, para Marx y Engels, el concepto de clase era el vínculo mediador entre la infraestructura y la superestructura del edificio social, necesario para evitar interpretaciones tanto economicistas como voluntaristas de su teoría del cambio social.
Las primeras controversias
A fines del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX, las sociedades capitalistas desarrolladas experimentaron importantes transformaciones económicas, políticas y culturales. En lo que se refiere a las clases, el campesinado comenzó a encogerse; se ha ampliado el segmento de trabajadores asalariados no manuales; creció la burocracia del Estado y de las empresas privadas; dentro del proletariado se acentuaron las diferencias en salarios, condiciones de vida e incluso derechos sociales y políticos; y, en sectores significativos de la clase proletaria, se reforzó la inclinación hacia una acomodación reformista y nacionalista. En este contexto, creció el prestigio de interpretaciones de la estructura social contrarias a la interpretación marxista, como la de Weber. Entre los propios marxistas se encendió una acalorada polémica luego de que Bernstein cuestionara el camino revolucionario de la lucha socialista, sosteniendo que no se estaban confirmando los vaticinios de simplificación y polarización en las estructuras de clases de los países capitalistas.
Kautsky, autor principal de la Programa de Érfurt de la socialdemocracia alemana, salió en defensa de una interpretación del legado de Marx y Engels que pasó a ser considerada la “ortodoxa”. Escribió dos obras significativas con este propósito: la lucha de clases, en 1892, y Las tres fuentes del marxismo, en 1908. Siguiendo con nuestro tema, se pueden reconocer dos compromisos positivos de Kautsky en estas obras: resaltar la importancia central de la lucha de clases e insistir en el fundamento económico de este conflicto. El punto negativo y esencial es que Kautsky insertó la lucha de clases en una concepción naturalista, evolucionista y determinista del desarrollo histórico. Cito sólo un pasaje: “Para Marx, (…) la lucha de clases no era más que una forma de la ley general de la evolución de la Naturaleza, que en modo alguno tiene un carácter pacífico. La evolución es, para él, (…) dialéctico, es decir, producto de una lucha de elementos contrapuestos que necesariamente surgen. Cualquier conflicto entre estos elementos irreconciliables debe conducir finalmente al aplastamiento de uno de los dos protagonistas y, en consecuencia, a una catástrofe. (…) El derrocamiento de uno de los antagonistas será inevitable, luego de la lucha y el fortalecimiento del otro. (…) En la Naturaleza, como en la sociedad.” (8)
Kautsky no creía, sin embargo, que la conciencia espontánea del proletariado pudiera conducirlo al socialismo. Sostuvo, por el contrario, que los trabajadores proletarios, “sin teoría socialista, no pueden conocer sus intereses comunes”. (9). Y que esta teoría era “anterior” al movimiento obrero, había comenzado “en los círculos burgueses” y partía de otro principio, el del desarrollo cultural: no era “otra cosa que la ciencia de la sociedad, vista desde el punto de vista de la sociedad”. proletariado"(10). En estas tesis basó la famosa afirmación de que la teoría socialista necesitaba ser llevada “desde afuera” a la clase proletaria. Aun así, para él, tanto el fortalecimiento demográfico del proletariado como la evolución socialista de una parte de la intelectualidad serían, como productos del capitalismo, inevitables. Kautsky, como Plejánov, creía que las grandes transformaciones históricas ya estaban predeterminadas y que las luchas sociales sólo podían modificar los ritmos de su realización o algunas de sus características secundarias. (11).
Lenin se formó en el marco de la Segunda Internacional. Incluso después de romper políticamente con Kautsky y Plejánov, siguió recomendando el estudio de sus obras teóricas. Después de retomar la lectura de Hegel, en los últimos años de su vida, Lenin pudo haber comprendido plenamente las raíces teóricas de los errores políticos de Kautsky y Plejánov. Es posible que estuviera pensando en ellos cuando escribió el famoso estallido del Cuadernos filosóficos: “Es bastante imposible de entender La capital de Marx (…) sin haber estudiado y comprendido en profundidad todos los Lógica de Hegel. ¡Por lo tanto, hace medio siglo, ningún marxista entendió a Marx!” (12)
Respecto a nuestro tema, Lenin se preocupó inicialmente por estudiar la formación social concreta de la Rusia zarista, con su estructura de clases original. Sólo incidentalmente avanzó hacia reflexiones más generales. Por ejemplo, comentar El programa agrario de la socialdemocracia rusa, hizo la salvedad: “La división de la sociedad en clases es común a las sociedades esclavistas, feudales y burguesas, pero en las dos primeras había clases-estamentos, mientras que en la última las clases ya no son estamentos”. (13)
Tras el triunfo de la Revolución de Octubre, presionado por las nuevas exigencias de la lucha de clases en la Rusia de los soviets ya nivel internacional, las preocupaciones de Lenin se ampliaron. No tuvo tiempo, sin embargo, para dedicarse a un estudio sistemático de la teoría de clases, y sus observaciones sobre el tema continuaron siendo circunstanciales. Fue así, por ejemplo, que, hablando a los Sindicatos de Jóvenes en octubre de 1920, argumentó: “¿Qué son las clases en general? Las clases son las que permiten que un sector de la sociedad se apropie del trabajo de otro sector. Si un sector de la sociedad se apropia de toda la tierra, tenemos una clase terrateniente y una clase campesina. Si un sector de la sociedad posee las fábricas y los talleres, las acciones y el capital, mientras que el otro sector trabaja en esas fábricas, tenemos una clase capitalista y una clase proletaria”. (14)
Fue igualmente casual que, al escribir sobre la iniciativa de los trabajadores en el trabajo voluntario en los “Sábados comunistas”, Lenin formuló la definición más articulada del concepto de clase disponible en la literatura clásica del marxismo. Es importante recordar: “Las clases son grandes grupos de personas que se diferencian entre sí por el lugar que ocupan en un sistema de producción social históricamente determinado, por su relación con los medios de producción (en la mayoría de los casos, fijados y formulados en leyes ), por su papel en la organización social del trabajo y, en consecuencia, por la magnitud de la parte de la riqueza social de que disponen y la forma en que la obtienen. Las clases son grupos de personas, uno de los cuales puede apropiarse del trabajo de otro en virtud de los diferentes lugares que ocupan en un sistema dado de economía social”. (15)
La precisión y amplitud de esta definición son impresionantes. Se exponen claramente las determinaciones económicas de las clases sociales, se articula el modo de producción con los modos de distribución, circulación y consumo y, en el modo de producción, las relaciones de propiedad de los medios productivos con las relaciones de trabajo. Lenin también fue cuidadoso en distinguir entre la propiedad legal y real de los medios de producción y los productos. Su definición permite considerar no sólo el tamaño y la forma de obtenerla, sino también la forma en que se gastan las partes de la riqueza social que corresponden a las clases, pudiendo incorporarse, subordinadamente, en la delimitación de clases y sus estratos, características enfatizadas por las teorías de estratificación social, como el nivel de educación, el lugar de residencia o el prestigio de las ocupaciones. Pero, sobre todo, la definición destaca acertadamente la explotación laboral como la base objetiva y estructural que diferencia cualquier clase de propietarios explotadores de la clase correlativa de trabajadores expropiados.
La formulación de Lenin contiene otras potencialidades. Permite comprender por qué, en formaciones sociales complejas, constituidas por más de un modo de producción, además del clases fundamentales, vinculados al modo de producción dominante, existen clases no básicas, vinculados a modos de producción subordinados y transicionales. También permite establecer, en cada clase, según características secundarias, diferenciaciones horizontales, en sectores, y verticales, en Estratos. Finalmente, la formulación de Lenin conlleva otra importante implicación, no siempre advertida: si las clases se originan a partir de las posiciones objetivas que ocupan en la base económica, no pueden confundirse con las capas superestructurales, también llamado por algunos autores categorías sociales, vinculados a los aparatos administrativos, represivos y culturales del Estado, como la burocracia civil y militar.
La definición de Lenin adolece, sin embargo, de un gran defecto: no articula la situación de clase con la conciencia de clase y, como bien dijo Thompson, "una clase no puede existir sin algún tipo de autoconciencia". (16). Por lo tanto, la posición de Lenin debe ser considerada economista? Tal apreciación no parece correcta. Para estar de acuerdo con ella, habría que olvidar el cuerpo de trabajo teórico y práctico de Lenin y la lucha incesante que libró contra el "economicismo" de un ala de la socialdemocracia rusa y contra el "culto a la espontaneidad" del movimiento obrero. Lenin siempre insistió en la importancia de la lucha política del proletariado y la necesidad de que ésta no se limite a las fábricas y sus reivindicaciones específicas, sino que se preocupe por establecer relaciones de apoyo mutuo con las demás clases trabajadoras y fuerzas progresistas. Respaldando el punto de vista de Kautsky, también enfatizó que la clase obrera no podría forjar una "conciencia socialista" sin que la teoría socialista fuera traída a ella "desde afuera" por los intelectuales de vanguardia. La posición de Lenin es vulnerable a las críticas desde otra dirección: no por el economicismo, sino por las impregnaciones positivistas y deterministas que aún llevaba su pensamiento.
En este marco intelectual, no se puede ignorar el mérito de Lukács al reincorporar el tema de la “conciencia de clase” a las investigaciones marxistas. En su conocido ensayo, Lukács distinguió, en primer lugar, la conciencia inmediata, o empíricamente dado, de la clase proletaria, de su conciencia posible, de la conciencia revolucionaria que podría alcanzar por su posición estructural. Basó esta posibilidad objetiva en la situación de clase del proletariado, distinta de la situación de las castas y estamentos anteriores: “La conciencia de Estado enmascara la conciencia de clase. (…) La relación entre la conciencia de clase y la historia, por lo tanto, difiere completamente en tiempos precapitalistas y capitalistas. (...) Ahora las clases son así realidad inmediata, histórico (...). El interés económico de clase, como motor de la historia, sólo apareció en toda su pureza con el capitalismo. (...) Con el capitalismo, (...) la conciencia de clase llegó al punto en que puede tomar conciencia." (17) Relacionado con la asimilación y desarrollo de la teoría socialista, esta sería una línea de investigación prometedora: partiría de la conciencia proletaria inmediata, con sus contradicciones y límites, para llegar, a través de luchas prácticas combinadas con la reflexión crítica, al posible proletario revolucionario. conciencia, socialista. Era la línea de elaboración que Lucien Goldmann buscaba retomar, con la noción de limitar la conciencia (18).
Lukács, sin embargo, se desvió de este rumbo. Retomando indicaciones ambiguas de Marx y radicalizando las tesis de Kautsky y Lenin, introdujo una nueva y peligrosa distinción: entre la “falsa conciencia” del proletariado, que curiosamente sería su conciencia inmediata y real, y la “verdadera conciencia de clase” del proletariado. el proletariado, que no sería precisamente suyo, sino que le sería “adjudicado” o “asignado” por la intelectualidad de vanguardia. Otros sectores sociales podrían ser portadores de esta “conciencia proletaria” con mayor eficacia que la mayoría de los trabajadores proletarios. Con esto, además de caer en una interpretación metafísica, Lukács ofreció sin saberlo la justificación teórica de la reemplazo de la verdadera clase proletaria por un partido dirigente, formado por trabajadores avanzados, pero sobre todo por intelectuales ilustres. Mediante esta operación, el protagonismo del conjunto de la clase se trasladaba, en la hipótesis más benigna, a una parte de ella. Bajo la influencia de Stalin, esta concepción distorsionada de la relación entre la clase proletaria y su representación política eventualmente se institucionalizaría en la tradición soviética del marxismo.
las controversias recientes
No es pues de extrañar que, tras la muerte de Stalin, la denuncia de sus errores y la aparición de los primeros signos de una crisis estructural en los países socialistas y los partidos comunistas, la lucha contra las vanguardias fuera el objetivo inicial de la reapertura del debate. en la teoría de las clases sociales. El caso de Thompson es ejemplar. Rompiendo con el Partido Comunista de Gran Bretaña y con la tradición vanguardista y autoritaria del marxismo soviético, en 1956, el historiador inglés comienza a vincular esta tradición a una concepción economicista y estática de las clases sociales. Para superar el economicismo, encontró necesario abandonar la metáfora base-superestructura. Para enfatizar la acción humana, consideró esencial rechazar las determinaciones estructurales. Y para respetar el incesante dinamismo y la renovada originalidad de los procesos históricos, consideró imprescindible rechazar el uso de “categorías sociológicas”. Dado que es necesario arriesgarse a una valoración sintética del pensamiento tan matizado de Thompson, diría que desarrolló una variante del historicismo, marcada por el empirismo en la reconstrucción de los procesos históricos y por la espontaneidad en la formulación de la conciencia de clase.
Su concepto de clase social expresa claramente los límites de su orientación teórica y metodológica: la clase, afirma, es “inseparable de la noción de lucha de clases. (...) En la medida en que es más universal, la lucha de clases me parece el concepto prioritario. (…) La lucha de clases es evidentemente un concepto histórico, pues implica un proceso (…). Para mí, las personas se ven en una sociedad estructurada de cierta manera (fundamentalmente a través de las relaciones de producción), apoyan la explotación (o buscan mantenerla en los explotados), identifican los nodos de intereses antagónicos, debaten en torno a esos mismos nodos y, en el curso de tal proceso de lucha, descubrirse a sí mismos como clase, llegando así a descubrir su propia identidad.
conciencia de clase. La clase y la conciencia de clase son siempre el último y no el primer peldaño de un proceso histórico real”. (19) La inversión no convence. ¿Cómo pueden surgir clases de la lucha de clases? Porque ¿cómo puede haber lucha de clases entre clases que aún no existen? Es difícil aceptar esta concepción circular y tautológica de una lucha de clases engendrada por la propia lucha de clases, como un barón de Münchhausen que se levanta del suelo tirándose de los cabellos. La secuencia tradicional, que articula la situación de clase objetiva con el desarrollo de la conciencia de clase y la lucha de clases, es mucho más adecuada y consistente.
En realidad, el concepto prioritario de Thompson no es la "lucha de clases", sino el "pueblo": partiendo del "pueblo" para construir la "lucha de clases" y las "clases", Thompson se aleja del marxismo y se acerca al individualismo metodológico. de autores como Elster y Przeworski. Este último, dicho sea de paso, comenzó a conceptualizar las clases como “efectos de las luchas”. (20). Aquí hay que admitir que la razón es de Lukács: el error de la ciencia histórica burguesa “está en que cree encontrar el concepto en cuestión en el individuo histórico empírico. (...) Pero es precisamente cuando cree haber encontrado lo más concreto que se aleja más de este concreto: la sociedad como totalidad concreta, la organización de la producción en un determinado nivel de desarrollo social y la división en clases que opera en la sociedad. Pasando por alto esto, aprehende algo completamente abstracto como concreto”.(21)
Reaccionando a las interpretaciones “humanistas” e “historicistas” del marxismo, como las expuestas, Althusser insistió en el estatus científico del marxismo y elaboró sus posiciones teóricas “antihumanistas” y “antihistóricos”. Curiosamente, también se opuso al supuesto “economicismo” de las interpretaciones actuales del marxismo, habiendo formulado el concepto ampliado de “modo de producción” como una alternativa a la metáfora de la “base-superestructura”. Le tocó a Poulantzas introducir las posiciones althusserianas en el debate sobre las clases sociales (22). Comprometido con combatir tanto el historicismo como el economicismo, Poulantzas buscó formular un concepto que se distanciara de las clases como sujetos históricos, pero que tampoco se limitara a las determinaciones económicas. Así surgió su conocida definición de clases como “los efectos de la estructura global en el campo de las relaciones sociales”, como “los efectos del conjunto de estructuras (…) sobre los agentes que constituyen sus soportes” (23).
Las consecuencias de esta reconceptualización ya han sido señaladas varias veces. Objetivista, cosifica las relaciones sociales, como si sólo ocurrieran entre cosas y agentes desprovistos de toda subjetividad. Ecléctico, no tiene en cuenta que la estructura económica en el capitalismo, además de ser determinante en última instancia, es también dominante, como insistía la propia corriente althusseriana. Determinista, expulsa las contradicciones y las clases sociales fuera de las estructuras, cerrando la reproducción social en un círculo rígido, al que la transformación social sólo puede llevarse “desde fuera”. Así, en el afán de combatir el historicismo, también pierde historicidad. Arriesgando de nuevo una valoración global, diría que el intento de reinterpretación estructuralista del marxismo y del concepto de clase social acabó desembocando en otro tipo de positivismo.
Al darse cuenta de los defectos de su propuesta, el mismo Poulantzas la reformuló, en puntos esenciales, en el Seminario de Mérida, en México, en 1971. Reconceptualizó las clases sociales como “conjuntos de agentes sociales, definidos principalmente, pero no exclusivamente, por su posición en el proceso productivo, es decir, en el ámbito económico”. Y agregó, sorprendentemente: “Lo que distingue al marxismo es la importancia que le da a la lucha de clases como motor de la historia. Pero la lucha de clases es un elemento histórico y dinámico. La constitución, y por tanto definición, de clases, fracciones, estratos, categorías, sólo puede hacerse teniendo en cuenta el factor dinámico de la lucha de clases. (…) Depende del proceso histórico”. (24)
A modo de conclusión
Agotado el tiempo y el espacio disponibles, es necesario concluir.
Las fluctuaciones e imprecisiones que han marcado estas controversias, sucintamente reconstruidas, indican que la salida de los impasses prácticos y teóricos que han aquejado a los socialistas en su enfoque de la lucha de clases debe buscarse en el desarrollo, y no en el abandono, de la histórica- teoría estructural. , o histórico-sistemática, o histórico-sociológica, formulada por Marx y Engels. esta teoría histórico-estructural de las clases sociales y el cambio social es incompatible con cualquier lectura unilateral y antidialéctica que lo desmembra, sea historicista o estructuralista, economicista o politizada, vanguardista o basazista.
*Duarte Pereira (1939-2021), abogado y periodista, fue dirigente de Ação Popular.
Publicado originalmente en el libro marxismo y ciencias humanas (2003).
Notas
(1) MARX y F. ENGELS, Manifiesto del Partido Comunista, no se indica traductor, Pekín, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1965, p. 32
(2) MARX, “Carta a Weydemeyer”, 5 de marzo de 1852, en Obras escogidas de Marx y Engels, traducción de Apolônio de Carvalho, Rio de Janeiro, Vitória, 1963, 3, pp. 253-254.
(3) ENGELS, “Prefacio a la edición alemana de 1883”, en Manifiesto del Partido Comunista, ed. cit., pág. 7.
(4) MARX y F. ENGELS, Manifiesto del Partido Comunista, ed. cit., págs. 45-46.
(5) CARLOS MARX, miseria de la filosofia, no se indica traductor, S. Paulo, Grijalbo, 1976, 164.
(6) MARX y F. ENGELS, Manifiesto del Partido Comunista, ed. cit., pág. 33. Sobre el empobrecimiento de los trabajadores, ib., p. 48.
(7) MARX, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, en K. MARX y F. ENGELS, Trabajos seleccionados, sin traductor indicado, Río de Janeiro, Vitória, 1956, pp. 305-306.
(8) KARL KAUTSKY, Las tres fuentes del marxismo, traducción de Olinto Beckerman, Paulo, Global, sin fecha, p. 24
(9) KAUTSKY, cit., pág. 50
(10) KAUTSKY, cit., págs. 46-48, pássim.
(11) Véase PLEJANOV, La concepción materialista de la historia., sin traductor indicado, Rio de Janeiro, Vitória, 2ª edición, 1963, especialmente pp. 101 y 103.
(12) I. LENÍN, Cuadernos filosóficos, sin traducir., Buenos Aires, Ediciones Estudio, 2ª edición corregida y aumentada, 1974, p. 172.
(13) I. LENÍN, El programa agrario de la socialdemocracia rusa, cap. II, en la colección Sobre el comunismo científico, Moscú, Editorial Progreso, 1967, págs. 90-91, nota.
(14) I. LENIN, “Tareas de las Uniones de las Juventudes”, en Trabajos completos, versión de Editorial Cartago, Madrid, Akal Editor, 1978, vol. XXXIII, pág. 433.
(15) I. LENIN, “Una gran iniciativa”, en Trabajos completos, ed. cit., vol. XXXI, pág. 289.
(16) P. THOMPSON, “Algunas observaciones sobre la clase y la falsa conciencia”, en Las peculiaridades del inglés y otros artículos., editado por Antônio L. Negro y Sérgio Silva, Campinas, Editora da Unicamp, 2001, p. 279.
(17) JORGE LUKACS, Historia y conciencia de clase, traducido por K. Axelos et Bois, París, Les Editions de Minuit, 1960, pp. 82-83.
(18) Véase LUCIEN GOLDMANN, Ciencias Humanas y Filosofía: ¿qué es la Sociología?, traducción de Lupe C. Garaude y J. Arthur Giannotti, S. Paulo, European Diffusion of the Book,
(19) P. THOMPSON, op. cit., pág. 274.
(20) ADAM PRZEWORSKI, “La organización del proletariado en clase: el proceso de formación de clases”, en Capitalismo y socialdemocracia, traducción de Laura Motta, S. Paulo, Cia. das Letras, 1989, págs. 67 y 86.
Véase también JON ELSTER, marx, hoy, traducción de Plínio Dentzien, Rio, Paz e Terra, 1989, principalmente los capítulos 7 y 10.
(21) LUKACS, op. cit., pág. 72.
(22) Sobre Althusser, consultar el importante ensayo de DÉCIO SAES, “El impacto de la teoría althusseriana de la historia en la vida intelectual brasileña”, en JOÃO QUARTIM DE MORAES (ed.), Historia del marxismo en Brasil, Campinas, Editora da Unicamp, 1998, III, pp. 11-122. Por NICOS POULANTZAS, ver: Poder político y clases sociales, traducido por Francisco Silva y revisado por Carlos RF Nogueira, S. Paulo, Martins Fontes, 1977; Es
“Las clases sociales”, en RAÚL B. ZENTENO (coord.), Las clases sociales en América Latina: problemas de conceptualización, traducción de Galeno de Freitas, Río de Janeiro, Paz e Terra, 1977.
(23) POULANTZAS, Poder político y clases sociales, ob. cit., pág. sesenta y cinco.
(24) POULANTZAS, ”Las clases sociales”, op. cit., págs. 91 y 116. Dado que no ha sido posible, debido a limitaciones de tiempo y espacio, abordar las objeciones posmodernistas a la teoría marxista de las clases sociales, recomiendo leer la colección editada por ELLEN M.WOOD y JOHN B. FOSTER, En defensa de la historia: marxismo y posmodernismo, traducción de Ruy Jungman, Rio de Janeiro, Jorge Zahar Editor, 1999.