De la neurosis a la perversión

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por ELEUTÉRIO PRADO*

Con el advenimiento del neoliberalismo, se produce la obliteración del sujeto social y la transformación de las personas en meros empleados del sistema.

libro de charles melman, El hombre sin gravedad: disfrutar a toda costa (Compañía de Freud), no es nueva, pero es necesario recuperar su tesis, porque con el paso de los años se ha vuelto aún más relevante. Fue publicado en 2003 en Francia y en 2008 en Brasil. Contiene una larga conversación entre dos psicoanalistas franceses, Charles Melman y Jean-Pierre Lebrun.

El primero de ellos planteó, en este campo del saber, una cuestión asociada al surgimiento y expansión del neoliberalismo a partir de finales de la década de 1980. del tema. El libro retrata, por tanto, esta discusión. He aquí, entonces, el núcleo de la tesis planteada: con la victoria del neoliberalismo, “pasamos de una cultura basada en la represión de los deseos y, por tanto, la cultura de la neurosis, a otra que recomienda su libre expresión y que promueve la perversión de los deseos” (p. 15).

Este cambio -es necesario mencionarlo en este punto- captura parte de todas las clases de la sociedad, aunque de diferentes maneras. La burguesía se siente más justificada en exprimir a la clase obrera, la clase media se lanza a la aventura de verse a sí misma como capital humano, como empresa, los trabajadores de menores recursos se sienten impotentes en la lucha por la supervivencia y se unen a las iglesias evangélicas y pentecostales.

De todos modos, como este no es el tema central del libro, es necesario avanzar en el campo del autor. Cabe señalar, más bien, que esta extroversión de los deseos más crueles parece ser una característica del neofascismo contemporáneo. Es con una mezcla de descaro, cinismo y disfrute que la perversidad se ha manifestado públicamente y así ha sido acogida por parte de la población. Por lo tanto, es necesario entenderlo mejor. Esta es una hipótesis que los psicoanalistas críticos deberían aclarar mejor.

La neurosis es entendida en sentido amplio como una forma de ser y de relacionarse con los propios deseos, así como con las contradicciones que de ellos se derivan, lo que conduce a una insatisfacción persistente o a una satisfacción empobrecida. Estos y otros síntomas ex post mira por qué el neurótico se defiende ex ante conflictos psíquicos a través de la represión. Este último se instala en su inconsciente y no cesa de manifestarse en sus pensamientos y acciones.

La perversión, a su vez, se entiende como una conducta psicológica que busca el placer, anclado de una u otra forma en el sexo, de forma continua e incluso insaciable. Dicen los autores del libro que el deseo se vuelve perverso cuando se organiza por un estado de dependencia de algo objetivo cuya aprehensión, imaginaria o real, supuestamente asegura el goce.

Melman apunta a un cambio histórico en la subjetividad de las personas, que anuncia como el surgimiento de una “nueva economía psíquica”, es decir, una nueva forma de experimentar las interacciones y los intercambios simbólicos en general. La exposición que él y su colega desarrollan se desarrolla desde la perspectiva de la individualidad. Cabe señalar, sin embargo, que para ellos, como para Freud, sólo es posible pensarlo como un fenómeno social. El contexto de la investigación está dado, por tanto, por la economía y por la sociedad capitalista. Y la primera exige siempre que el comportamiento humano se adapte a sus imperativos tanto en el ámbito de la producción como en el de la circulación de mercancías.

Según Melman, si la sociabilidad de la competencia había estado presente durante mucho tiempo en la sociedad moderna, solo ahora se había liberado de las restricciones que la moral tradicional le había impuesto en los dos siglos anteriores, cada vez más débilmente. Bajo la lógica del contrato, los sujetos -como es sabido- se guían únicamente por su propio interés. Y esta lógica no es la de la solidaridad entre socios, sino la de la competencia entre agentes egoístas, en la que domina el conflicto entre las partes, la aparente honestidad, las mentiras del mercado, la fuerza de los más ricos, la astucia de los más listos, etc. Ahora bien, el primer mandamiento del mercado se extiende ahora a todos los dominios de la vida social: actúa siempre con egoísmo porque la mano invisible se aprovechará de tu mala acción para producir el bien de la sociedad.

El psicoanálisis de Freud a Lacan –subraya Melman– se basó en una situación social en la que predominaba la represión de los deseos, pero ahora los deseos están siendo liberados al máximo, de tal forma que las conductas se dirigen hacia el goce, hacia una satisfacción imperativa, sin grandes restricciones. “La participación en la vida de la sociedad, el lazo social, ya no pasa por compartir una represión colectiva, lo que llamamos usos y costumbres, sino, por el contrario, por una coparticipación en una especie de fiesta permanente a la que cada uno pertenece. invitada” (p. 173), en la que, por tanto, hay una subversión de estos “viejos” usos y costumbres, que, por supuesto, no han desaparecido, sino que son despreciados.

Así describe Melman, de manera más extensa, este cambio en la economía psíquica de los sujetos sociales: “Estamos en el cruce de una cultura cuya religión obligaba a sus seguidores a reprimir deseos y neurosis a otra en la que el derecho a su libre expresión y plena satisfacción. Tan radical mutación trae consigo una rápida desvalorización de los valores que la tradición moral y política transmitía. (...) A los jóvenes les gusta esta mutación que, por cierto, se parece a la de ellos. ¿No debieron, para favorecerlo, desviarse de las autoridades y saberes consagrados para crear esa economía psíquica que vemos triunfar y presagiar a Eldorado? (…) Freud afirmaba que “el malestar en la cultura” estaba ligado al exceso de represión sexual que ésta exigía, ¿Está hoy la felicidad a nuestras puertas, en una sociedad que por fin se curaría del síntoma?” (págs. 191-192).

Sin embargo, manteniendo esta perspectiva, los autores no explican por qué fue precisamente a fines de la década de 1970 cuando apareció y comenzó a desarrollarse esta “nueva economía”. Mencionar la superación de los valores fijados por la religión tradicional parece insuficiente, aunque hayan sido socavados, poco a poco, durante más de doscientos años. El dominio progresivo de los valores fijados por el dinero y el capital implicó la erosión de los valores tradicionales, pero el nihilismo no se impuso de inmediato. Es solo al final del capitalismo que comienzan a desbordarse y fluir en todas las áreas de la vida social.

Es evidente: con la crisis económica que se produjo en esa década mencionada, con la caída de la tasa de ganancia en los países desarrollados, con el agotamiento del modelo keynesiano y socialdemócrata de gestión de la sociedad del trabajo, se produce una transformación y se propaga rápidamente en las economías capitalistas, bajo el nombre de neoliberalismo. Como ya se ha señalado, se trata del advenimiento de una normatividad y una racionalidad que “tiene como principal característica la generalización de la competencia como norma de conducta y de la empresa como modelo de subjetivación” (Dardot y Laval, 2016, p. 17) . El desprecio por la dignidad del ser humano, el uso del otro en beneficio propio, es inherente al utilitarismo que guía el comportamiento burgués, pero ahora perderá todas las barreras y toda necesidad de mantener una apariencia de lo contrario.

Es más, no creemos que podamos explicar la represión de los deseos en el capitalismo del siglo XIX y buena parte del siglo XX, así como su perversa liberación a partir de la década de 1970, por no hablar de lo ocurrido en el proceso de subsunción del trabajo. al capital entre estos dos periodos. Como ya se ha mostrado en otros textos (cf. Prado, 2005), en este momento histórico, poco a poco, la forma de organización de la gran industria está cambiando a la forma de industria informatizada (es decir, de post-gran industria, así como fue llamado).

En este cambio, manteniendo aún el carácter de subsunción formal y real, se pasó de la subsunción material a la subsunción intelectual del trabajo al capital. Si bien la propia subsunción formal comenzó a sufrir cambios significativos, persistió incluso con la uberización. En cualquier caso, la subjetividad del trabajador vuelve a ser fundamental para el desarrollo de los procesos de trabajo, pero ya no se basa en el conocimiento artesanal del trabajador como en la manufactura, sino en la capacidad de hacer buen uso del conocimiento. contenida en lo que Marx llamó de "intelecto general".

Es cierto, sin embargo, que estos dos psicoanalistas son conscientes de esta nueva forma de subsunción aunque no utilicen el término; he aquí, hablan de la aniquilación del sujeto social y la transformación de las personas en meros empleados del sistema. Señalan, sin embargo, que este cambio tiene consecuencias no deseadas incluso para los ideólogos satisfechos del neoliberalismo. Con la expansión de esta “libertad negativa” en la sociedad, la confianza en los demás tiende a desaparecer, en gran medida, “el lugar de la transferencia [entre psicoanalizados y psicoanalistas], el lugar de lo sagrado, el lugar del respeto”, así como la presencia en el espacio social de la autoridad legítima. Si, por un lado, la sociedad se vuelve de hecho ingobernable, por otro lado, los gobernantes no pueden abandonar las técnicas de propaganda y marketing que utilizan para manipular la opinión pública.

Cada vez más, el individuo es responsable de su propio destino; está en su poder - se sugiere a menudo - tener éxito o fracasar en las relaciones sociales. Es por eso que los dos autores reseñados aquí se preguntan si las personas actualmente viven en el reino del “yo”. En otras palabras, ¿los individuos se volvieron más autónomos cuando ingresaron al régimen de esta nueva economía psíquica?

En este punto, es necesario mencionar que el psicoanálisis lacaniano, hito en el pensamiento de ambos autores, piensa al individuo como un ser sujeto y, al mismo tiempo, resistente a los mandamientos que vienen del Otro. Y este Otro consiste en el mundo estructurado por el lenguaje, un mundo, por tanto, que existe “objetivamente” y que contiene el patrimonio familiar, social y cultural heredado. Este mundo, que está más allá del individuo, es para él fuente de conocimientos, normas, condiciones y restricciones. Las personas están dentro del inconsciente social, para bien o para mal, como pez en el agua.

Si el individuo piensa en desligarse ficcionalmente de este mundo a la manera del agente neoliberal, no se vuelve menos, sino más vulnerable. En lugar de entrenarse en un proceso de autoformación, de hacerse responsable de sí mismo, se pierde como sujeto ya que el Otro está ahora extraordinariamente contaminado por una avalancha de mensajes que lo conforma no sólo como consumidor, sino sobre todo como sujeto de competencia capitalista. “La manipulación de masas –de las masas–, antes reservada a los países dictatoriales” –se advierte– “a partir de ahora es también prerrogativa de las democracias” (p. 131).

Con la exacerbación de la necesidad de disfrutar y, con ella, la demanda de alta Rendimiento y el éxito en las actividades más diversas, crece la frecuencia de los diversos estados depresivos. Es decir, con el debilitamiento de las represiones, las neurosis desaparecen en parte, pero aflora el incesante esfuerzo por alcanzar metas objetivas de desempeño y, así, en contrapartida, la falta de ideales, la pérdida del sentido de la vida, de un desesperanza que puede llegar a una profunda tristeza.

Pero, ¿no sería un indicador de progreso la relajación de las represiones a las que fueron sometidos los individuos en la sociedad que precedió al ascenso del neoliberalismo? Ahora bien, esta noción aparentemente se refiere sólo a cuanto más y mejor en el desarrollo de la sociedad. Sin embargo, implícitamente, está íntimamente ligado a la lógica de la acumulación, al proceso recursivo e insaciable del capital. Como resultado, creen que sí es un progreso, pero que no aparece como virtuoso, sino, por el contrario, como malsano. He aquí, “la acelerada, magnifica, globalizada expansión económica necesita, para nutrirse, de ver quebrantadas la timidez, el pudor, las barreras morales, las interdicciones, con el fin de crear poblaciones de consumidores, ávidas del disfrute perfecto, sin límite, aditivo .” (pág. 56).

Hay una doble consecuencia de la subsunción intelectual de los trabajadores, especialmente los incluidos en las clases medias, a la normatividad y racionalidad neoliberal. Al adherirse a un patrón de comportamiento socialmente solicitado -y por tanto heterónomo-, no se sienten responsables de lo que hacen, de las consecuencias de su forma de actuar en sociedad. La opción por una conducta perversa les parece, pues, como algo normal. Que esto es cierto, basta con ver lo que se publica actualmente en las redes sociales. Por otro lado, como también tienden a pensar en sí mismos como víctimas de fuerzas externas que no comprenden, de un sistema corrupto que los explota, muchas veces son llevados por un resentimiento que también puede ser manipulado. Y es todo esto lo que ha dado lugar a los ensayos contemporáneos sobre el fascismo.

El liberalismo, y especialmente el neoliberalismo, debilita los lazos sociales, haciendo que las personas apoyen menos a sus semejantes. Esto implica no sólo una reducción de la capacidad de sacrificarse por el bien colectivo, sino también un aumento de la hostilidad de unos hacia otros y, por tanto, una mayor propensión a comportamientos individualistas, irracionales e incluso violentos. Ahora bien, el debilitamiento de los lazos sociales y el deshilachado del tejido social engendra una situación que acaba convirtiéndose en un “malestar colectivo”. Parece, entonces, que a la sociedad le falta algo muy fundamental, a saber, algo que clame por el regreso de alguna forma de autoritarismo.

Es en esta perspectiva que Melman viene a lanzar una advertencia cuyo contenido apunta a una realidad que asoma cada vez más en el capitalismo contemporáneo: el surgimiento de movimientos de derecha que predican el retorno de la autoridad, de una autoridad capaz de sellar las contradicciones que se siendo agudizada por la propia normatividad competitiva que el neoliberalismo promueve al máximo. A medida que esta situación se torna insostenible –dice– “se puede temer el surgimiento de (…) un fascismo voluntario (…) resultado de una aspiración colectiva al establecimiento de la autoridad” (p. 38).

Es evidente que la crisis moral a la que aquí se hace referencia da lugar al surgimiento de movimientos de extrema derecha que no niegan, sino que, por el contrario, afirman la perversidad y la represión como forma de conducta, especialmente en el plano político. Y que, además, la utilizan contra determinadas minorías elegidas con el objetivo de forzar una unificación de la sociedad, por encima de ella. Aun constituyendo una confirmación de la decadencia del capitalismo, esto no implica que se pueda pensar en el futuro próximo como sonriente y franco.

*Eleuterio Prado es profesor titular y titular del Departamento de Economía de la FEA-USP

Referencias

Dardot, Pierre; Laval, cristiano La nueva razón del mundo – Ensayo sobre la sociedad neoliberal. São Paulo: Boitempo, 2016.

Melman, Charles- El hombre sin gravedad – Disfruta a cualquier precio. Entrevistas de Jean-Pierre Lebrun. Río de Janeiro: Compañía de Freud, 2008.

Prado, Eleutério – Trabajo inmaterial y fetichismo. En: Exceso de Valor – Crítica de la Post-Gran Industria. São Paulo: Chamán, 2005.

_____________ – Crisis económica al final del capitalismo (enlace aquí).

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