Desde la ventana del cuartel

Imagen: Magali Guimarães
Whatsapp
Facebook
Twitter
Instagram
Telegram

por MANUEL DOMINGO NETO*

¿Por qué a los militares no les agrada Lula?

A los militares no les agrada Lula y lo llaman ladrón. En sus especulaciones sobre la crisis brasileña, destaca la falta de un estándar moral consistente con la presidencia de la República. El soldado ve el mundo desde la ventana del cuartel: la sociedad sería demasiado anárquica, indisciplinada, desprovista de formación moral e incapaz de elegir un buen liderazgo.

Por “militares” designo el tipo preponderante en las Fuerzas Armadas de Brasil. En las corporaciones existen diferencias entre sus miembros, pero predomina la unidad de valores y convicciones que es esencial para la adopción de doctrinas rectoras para la organización y empleo de las filas.

A los militares no les agrada Lula porque este líder, aunque no es un reformista radical, pide cambios sociales. Infunde, de alguna manera, esperanza en una nueva época, mientras los militares cultivan el legado colonial.

Los militares valoran la estabilidad. Los cambios sociales le roban el azimut. Pretendiendo ser el creador de la nación, obligó al constituyente a asignarle el papel de mantenedor de la ley y el orden. Permite, a lo sumo, una modernización contemporizadora, que preserva el dominio oligárquico característico de la sociedad brasileña.

Lula no choca con los poderosos, pero condena las desigualdades y promete "incluir a los pobres en el presupuesto". A pesar de su gusto por la conciliación de clases, su carrera política no dejó de desafiar la jerarquía social en la que se basaba la organización militar. Su forma de ser y de hablar resulta incómoda porque anima a personas socialmente degradadas.

Apegados a la estabilidad y sin argumentos válidos para oponerse al cambio social, los militares ven a Lula como un demagogo, un tipo inteligente que busca su propio beneficio. Un político perjudicial para el buen orden. Lula es peligroso: como jefe de Estado, pide disculpas a los africanos por la esclavitud. Predica la tolerancia y viola la cultura homofóbica de los cuarteles.

Cuando los militares condenan moralmente a Lula, él evita el esfuerzo de refutar su discurso antiesclavista y de repudio al patriarcalismo.

Al soldado no le gusta Lula por sus peligrosas amistades: abraza a João Pedro Stédile, percibido en el cuartel como la encarnación del enemigo interno, un negador de la ley y el orden.

Lula siempre cumplió con las exigencias del cuartel. En prisión, en Curitiba, dijo que no entendía la animosidad del soldado hacia él, ya que no lo había contradicho. Al regresar a la presidencia, persiste en satisfacer los cuarteles. Garantiza recursos para una gigantesca escuela de sargentos diseñada para reforzar el orden interno en el Nordeste, una región supuestamente propensa a la insurrección.

Apoya proyectos que refuerzan la capacidad de los brasileños para luchar a expensas de la capacidad aeronaval, más adecuada para la guerra contra extranjeros. Incluso utiliza la expresión “Ejército de Caxias”, que significa Ejército que reprime la insubordinación popular. Rechaza discusión sobre Defensa Nacional para no violar cánones que siempre se han establecido.

La principal razón por la que los militares se oponen a Lula es la inseguridad sobre el futuro de las corporaciones. El ejército brasileño forma parte del esquema de fuerzas liderado por Washington. Razona como defensor de la “civilización occidental”. Depende estructuralmente del Pentágono y absorbe la predicación ideológica imperial.

En estos tiempos en que se está redefiniendo un nuevo orden internacional, la contradicción entre el deseo de soberanía nacional y los vínculos de dependencia de las corporaciones armadas con respecto a Washington quedará cada vez más expuesta. El ambiente bélico que se apodera del planeta no permite la neutralidad. A los militares no les gusta el enfoque de Lula hacia las naciones que considera dominadas por “dictaduras comunistas”.

El descontento de los militares con Lula empeorará, a pesar de su compromiso de liberar a las corporaciones de la responsabilidad por intentar romper el orden institucional.

En las democracias modernas, los militares no tendrían por qué agradar o desagradar al político, sino obedecerlo. La vida real, sin embargo, muestra que las predilecciones políticas de los militares tienen una importancia decisiva.

El militar considera que la polarización política es el principal problema brasileño, pero le gustó la demostración de fuerza de la extrema derecha en la avenida São Paulo el fin de semana pasado. La docilidad de los militares hacia Lula es una quimera que pasará factura.

*Manuel Domingos Neto Es profesor jubilado de la UFC y expresidente de la Asociación Brasileña de Estudios de Defensa (ABED). Autor, entre otros libros. Qué hacer con los militares – Apuntes para una nueva Defensa Nacional (Gabinete de lectura). Elhttps://amzn.to/3URM7ai]


la tierra es redonda existe gracias a nuestros lectores y seguidores.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
CONTRIBUIR

Ver todos los artículos de

10 LO MÁS LEÍDO EN LOS ÚLTIMOS 7 DÍAS

Ver todos los artículos de

BUSQUEDA

Buscar

Temas

NUEVAS PUBLICACIONES

Suscríbete a nuestro boletín de noticias!
Recibe un resumen de artículos

directo a tu correo electrónico!