por JOSÉ RAIMUNDO TRINDADE*
El mantenimiento de un proyecto nacional definido por la autonomía y la construcción de una perspectiva social en oposición al capitalismo y al imperialismo
Este breve artículo discute y reflexiona sobre los recientes episodios cubanos y brasileños. En una época de contrarrevolución y lucha social continuada en América Latina, especialmente en momentos en que el retroceso histórico que se impuso como una sombra irracional en Brasil ahora está siendo cuestionado con credibilidad por las disputas callejeras, volver críticamente a la experiencia revolucionaria cubana nos parece un formidable invitación para discutir el futuro de nuestro continente. Sin embargo, la experiencia cubana se torna más formidable más allá de sus orígenes y la rebeldía de sus líderes, se convierte en un peculiar caso de estudio al soportar un estúpido bloqueo continental que habría quebrado a cualquier otra nación y que dura más de 60 años.
Podemos decir que, en cierto modo, la Revolución Cubana cumplió y en el contexto actual aún cumple, aun con varios problemas, un deslumbramiento histórico de uno de los primeros marxistas latinoamericanos, quien por su astucia y enorme sentido de la realidad , concebía que la construcción de un proyecto socialista propiamente latinoamericano sería una “creación heroica”, me refiero a José Mariátegui, quien en un texto aún de la década de 1930 exhorta a que el socialismo en América Latina “no puede ser copia de ningún otro experimento histórico”, siendo, muy probablemente, el resultado de una capacidad organizativa social y “heroica” inusual debido al grado de resistencia al imperialismo estadounidense.[ 1 ]
Lo que hizo a Cuba y su Revolución algo tan diferente, así como lo que hizo al pueblo cubano tan resistente a la gigantesca presión del “Leviatán” del Norte, apoyando con mucha fuerza la lógica económica del capitalismo imperialista en el actual momento neoliberal y, pues aún frente al fin del socialismo soviético real, mantuvo la perspectiva de la autonomía soberana y la construcción del socialismo. Después de 63 años, la revolución cubana conserva gran parte de su atractivo, y la interacción y los cambios sociales y económicos que se dieron están cubiertos por muchos elementos que vale la pena analizar, así como las nuevas presiones del capitalismo internacional y el verdugo imperialista, así como como las dificultades impuestas por un bloqueo económico que ya habría hecho implosionar a cualquier sociedad.
Para realizar el análisis y exposición nos valemos de la teoría marxista de la dependencia, algo que ya hemos hecho en otros artículos publicados en este sitio, pero la percepción que nos guía da lugar a concatenar las formas históricas de dependencia que se impusieron en América Latina y cómo la Revolución Cubana representa un momento único para las sociedades latinoamericanas en la ruptura con estas formas de dependencia.
En las últimas décadas se han intensificado las características de dependencia de las sociedades latinoamericanas del capitalismo central, profundizando las contradicciones entre los centros de producción de alta tecnología y esta periferia, cada vez más centrada en la producción de recursos naturales, un patrón de reprimarización productiva, un nuevo nivel de clásico contradicción del “intercambio desigual”, en el que los países dependientes exportan productos básicos que no requieren la introducción de tecnologías desarrolladas internamente para expandir la acumulación, donde la producción se basa en mecanismos de sobreexplotación de la mano de obra o la extracción intensiva de recursos naturales, o en más términos recientes una creciente “acumulación por desposesión”.[ 2 ]
La superexplotación del trabajador es un rasgo esencial de la producción en los países dependientes. Dadas las condiciones para someter al trabajador a esta situación, se pueden observar tres mecanismos fundamentales de explotación laboral - el aumento de la intensidad del trabajo, el aumento de la jornada laboral y la reducción del consumo del trabajador, más allá de su límite normal, negando al trabajador las condiciones necesarias para reponer el desgaste de su fuerza de trabajo, algo que se expresa en las deplorables condiciones de vida de la mayor parte de la población latinoamericana, especialmente en realidades como la de Brasil.
Como se discutió en otro artículo (https://aterraeredonda.com.br/as-formas-historicas-da-dependencia/), es posible distinguir cuatro formas históricas de dependencia condicionadas, en primer lugar, por las propias leyes de desarrollo de la economía mundial; por el tipo de relación económica dominante en los centros capitalistas y por las formas en que se expanden y, finalmente, por los tipos de relaciones económicas existentes en los países periféricos que se incorporan a la situación de dependencia dentro de la red de relaciones económicas internacionales generada por expansión capitalista.
Las naciones latinoamericanas caen en las formas históricas de dependencia, con algunas experiencias de ruptura parcial y establecimiento de mayores grados de soberanía nacional, pero cíclicamente, en gran medida, retornan a la condición periférica estructural. El caso de Cuba es fundamental por la ruptura radical que se produjo y cómo el desarrollo del proceso revolucionario condujo a un modelo que debe analizarse con detenimiento, principalmente por el aislamiento y el cruel bloqueo económico impuesto durante tan largo tiempo y su resistencia.
Las condiciones impuestas por las formas iniciales de dependencia (colonial y financiero-industrial) llevaron a la existencia de mercados internos restringidos por cuatro factores: (i) la mayor parte del ingreso nacional procedía de las exportaciones, controlado por el sector exportador. Ya que en el caso cubano fue mayoritariamente estadounidense; (ii) la fuerza de trabajo estaba sujeta a diversas formas de superexplotación, que limitaban su capacidad de consumo; (iii) una parte del consumo de estos trabajadores se realizaba a través de la economía de subsistencia, que funcionaba como complemento de sus ingresos y como refugio en períodos de depresión económica; y (iv) gran parte del excedente acumulado fue remitido al exterior en forma de utilidades e intereses, limitando no sólo el consumo interno, sino las posibilidades de reinversión.
La tercera forma de dependencia, la tecnológico-industrial, se consolidó a partir de dos limitaciones que definieron la continuidad del subdesarrollo: la preservación del tradicional sector exportador generador de divisas y el acoplamiento a un mercado secundario de maquinarias producidas en forma altamente concentrada. mercado internacional y centralizado, impidiendo básicamente la expansión del departamento productor de máquinas y nuevas tecnologías en países periféricos.
La cuarta forma de dependencia se establece a partir de la década de 1990, volviendo a un patrón de dependencia de la especialización productiva. América Latina ingresó al siglo XXI marcada por signos del resurgimiento de las formas clásicas de dependencia, pero constituyó un nuevo patrón de reproducción del capital instaurado en casi todas las regiones centrado en la especialización productiva de commodities agrícolas y minerales y una creciente pérdida de capacidad soberana nacional .
La capacidad de mantener un proyecto nacional definido por la autonomía y la construcción de una perspectiva social en oposición al capitalismo y al propio imperialismo estadounidense, hicieron de la Revolución cubana un hito para el análisis de las sociedades posrevolucionarias, ya sea por su permanencia (60 años) , ya sea por las condiciones adversas a las que fue sometido, por la proximidad del Imperio, especialmente luego de la crisis y el fin de la ex URSS, con la imposición de las nuevas dinámicas neoliberales capitalistas mundiales en las últimas décadas.
La forma en que Cuba se desarrolló en el período previo a la Revolución es muy similar a lo que sucedió en países como Brasil y Argentina. Incluyendo el peso que tenía la economía cubana en ese momento en relación con otros países latinoamericanos, siendo su economía en 1950 la quinta más grande del continente, solo superada por Brasil, Argentina, México y Venezuela. El establecimiento del departamento de producción de maquinaria nunca se llevó a cabo en la isla y, como en el resto del continente, el proceso de sustitución de importaciones se restringió a los bienes de consumo, manteniendo la condición de producción y suministro de azúcar al mercado estadounidense.
Cuba estuvo atada a las dos primeras formas históricas de dependencia, cabe señalar que las condiciones de subordinación se dieron tanto a Inglaterra como principalmente a EE.UU. El régimen colonial esclavista de la producción de azúcar fue similar al que se desarrolló en el noreste de Brasil,[ 3 ] ya sea por la forma productiva, basada en la esclavitud negra, o por la condición de ser un enclave de exportación.
El régimen extensivo azucarero absorbió todo el trabajo y toda la tierra, absorbiendo la riqueza de la isla y transformándolo todo en ese “oro blanco” exportable, dejando una estela de infertilidad en el suelo y pobreza para su población, aunque constituía, a su lado, una “sacarocracia” que “pulía su engañosa fortuna al tiempo que consagraba la dependencia de Cuba”.[ 4 ]
Esta dependencia colonial, centrada en la producción y exportación de un solo producto y establecida sobre la base de la esclavitud, fue alterada cosméticamente a lo largo del siglo XIX con la creciente influencia y control del capital estadounidense. Al igual que otras economías dependientes, la forma económica “lejos” de la formación social y económica cubana anterior a la revolución, basada en el monocultivo azucarero, existió según dos condiciones centrales: el ritmo cíclico de la economía mundial y su capacidad de adquirir azúcar y la capacidad de expansión productiva a través de la extensión de la tierra cultivable, esto debido a que la mano de obra nunca fue un problema en estas economías primarias exportadoras.
En el caso de Cuba, aún quedaba un tercer problema, su subordinación umbilical al mercado estadounidense y al control norteamericano del sistema de producción azucarero. La intromisión de EE.UU. en los asuntos internos de Cuba es de larga data, vale recordar que poco después de la guerra de independencia de Cuba, en 1902 se aprobó una Enmienda Constitucional (enmienda Platt) que permitía a Estados Unidos ejercer el derecho de intervención en el sentido de “preservar la independencia de Cuba”.[ 5 ] Con eso, Cuba se convirtió, en realidad, en un protectorado estadounidense, como Puerto Rico. Así, en vísperas de la revolución “Cuba vendía casi todo su azúcar a Estados Unidos” y “trece ingenios norteamericanos poseían más del 47% del área total azucarera”.[ 6 ]
La segunda y tercera formas de dependencia arraigadas en Cuba, su condición agrario-exportadora, y los circuitos de producción industrial, centrados en los ingenios azucareros y el control financiero de la banca estadounidense, desarrollaron una dinámica en la que la lógica de la especialización productiva se convirtió en la base de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. La ruptura revolucionaria que tuvo lugar en 1959 encontró a Cuba bajo esta tercera condición de dependencia.
Vale la pena enfatizar que el carácter dependiente de las sociedades latinoamericanas está relacionado con una soberanía restringida, porque la presencia de la fuerza de atracción imperialista estadounidense limita la capacidad de acción y la autonomía geopolítica de nuestras naciones. Cabe señalar que la revolución cubana estuvo impulsada por la lucha nacional por la independencia, una búsqueda incesante por el establecimiento de una cierta capacidad de soberanía nacional, teniendo como ejes centrales los aspectos geopolíticos, productivos, tecnológicos y el mejoramiento de las condiciones de vida de su población. hachas Así, la soberanía, considerando los aspectos antes mencionados, emerge como el centro de la disputa revolucionaria, que sólo se tornará en disputa por un modelo de reproducción económica socialista cuando quede claro para los revolucionarios que la tutela estadounidense y el mantenimiento del subdesarrollo no eran autónomos. temas, pero combinados.
El debate en relación a la revolución cubana, considerando su continuidad y la idea de una revolución permanente, principalmente en la nueva coyuntura que plantea el recrudecimiento del poder geopolítico estadounidense, por un lado, está el grado de ruptura con la dependencia y ampliación de aspectos de soberanía situados en el período anterior (todavía de la existencia de la URSS). El grado de maduración cultural de la revolución cubana, vislumbrado en las organizaciones autónomas de la sociedad y sus niveles de intervención y autoorganización, hizo posible que esa sociedad desarrollara un patrón que alejó a Cuba de la soberanía restringida impuesta al resto de América Latina. America.
A pesar del atractivo ideológico del vecino continental y su desvergonzada opulencia, la sociedad isleña ha perdurado hasta ahora y desarrollado una contracultura, una visión contraria al mercantilismo ya la cultura del “todo se puede comprar” de Mefistófeles San. Sin embargo, también estableció un modo de vida basado en cierto tipo de asociatividad, la preservación del medio ambiente y la calidad de vida de su población, factores que son tan necesarios de pensar en este giro irracional del capitalismo mundial.
Cuba ostenta el mejor Índice de Desarrollo Humano (IDH) de América Latina, muy por delante de la mayoría de los grandes países continentales (México, Brasil, Argentina), y según el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), el país caribeño ocupa el puesto 67 en el mundo entre 188 países, con una esperanza de vida al nacer de 79 años y una escolaridad promedio de la población mayor de 25 años de 11,5 años, lo que ubica a Cuba en el lugar 30 en este sentido entre los 188 países evaluados por la ONU (United Nations ).[ 7 ]
El mantenimiento del proceso revolucionario hizo posible que, independientemente del fin del socialismo soviético real y ante la condición criminal del poder imperial norteamericano y su bloqueo continental que se prolonga por más de 60 años, Cuba mantuviera una soberanía irrestricta. capacidad y alcance humanista tanto para su pueblo como para otros pueblos, como lo demuestra el accionar de los médicos cubanos en la reciente epidemia de la Covid-19.
Em La historia me absolverá, la histórica autodefensa de Fidel Castro con motivo de su detención, tras el frustrado intento de toma del cuartel Moncada, el futuro líder de la revolución afirmó que los libros de José Martí estaban impedidos de llegar a sus manos, por considerar el siglo XIX revolucionario y autor intelectual del Movimiento 26 de Julio.[ 8 ] Es claro, por tanto, que antes de convertirse en socialista, la Revolución Cubana fue un movimiento de reivindicación de la soberanía nacional. Algo similar pensaba Florestan Fernandes quien aludía a aspectos del “nacionalismo” ya las “peculiaridades de la revolución nacional en Cuba”.[ 9 ]
El debate sobre las determinaciones, limitaciones y peculiaridades de esta experiencia revolucionaria continuará, pero es innegable que aún frente al recrudecimiento del embargo internacional y la criminal política estadounidense de bloqueo continental, Cuba se obstina en reingresar en la geopolítica y política internacional. juego económico al ofrecer servicios médicos sumamente calificados y con biotecnología que curiosamente la ubica en esta tercera década del siglo XXI como una República Popular soberana e inventivamente innovadora.
El futuro parece establecer la continuidad de la saga del pueblo cubano aún frente al creciente y estúpido poder de mando imperial norteamericano. Corresponde a los demócratas y socialistas de todas las naciones defender la experiencia cubana y exigir el fin del criminal bloqueo económico estadounidense.
*José Raimundo Trinidad Es profesor del Instituto de Ciencias Sociales Aplicadas de la UFPA. Autor, entre otros libros, de Crítica a la Economía Política de la Deuda Pública y al Sistema de Crédito Capitalista: un enfoque marxista (CRV).
Notas
[1] José Carlos Mariátegui. Por un socialismo indoamericano. Selección e introducción: Michael Lowy. Río de Janeiro: Editora UFRJ, 2011.
[2]David Harvey. El nuevo imperialismo. San Pablo: Loyola, 2004.
[3] FURTADO, Celso. La economía latinoamericana: formación histórica y problemas contemporáneos. São Paulo: Companhia das Letras, 2007 [1969].
[4] GALEANO, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina. Porto Alegre: L&PM, 2010 [1970].
[5] AYERBE, Luis Fernando. la revolución cubana. São Paulo: Editora UNESP, 2004.
[6] GALEANO, Eduardo. Las venas abiertas de América Latina. Porto Alegre: L&PM, 2010 [1970].
[7] Cfr. http://hdr.undp.org/sites/default/files/hdr_2019_pt.pdf
[8] CASTRO, Fidel. La historia me absolverá. São Paulo: Alfa-Omega, 1979.
[9] FERNANDES, F.. De la guerrilla al socialismo: la Revolución Cubana. 3.ed. São Paulo: Expresión Popular, 2012.