por JULIANE FURNO*
Comentario al libro recientemente publicado de Leonardo Severo
Los últimos 20 años han sido particularmente intensos para aquellos investigadores, analistas, activistas y curiosos sobre la geopolítica internacional. La forma de ejercer una hegemonía imperialista casi sin competidores, que caracterizó el escenario internacional desde los años 1980 hasta principios de los años 2000 -vocalizada por el poder militar, cultural, monetario y político de Estados Unidos- dio paso a disputas cada vez más feroces. en el sistema interestatal.
El análisis de temas acuciantes –candentes, diría yo– que ocupan los informativos, los investigadores y las organizaciones sociales, adolece de parcialidad o de un sentido cortoplacista cuando no van acompañados de reflexiones que combinen los elementos cíclicos con los estructurales.
Los conflictos geopolíticos actuales, ya sean aquellos expresados de manera abiertamente belicosa o aquellos que utilizan técnicas de guerra comercial, son expresiones fenomenales de dinámicas sociopolíticas basadas en procesos más profundos, relacionados con la forma en que, muy brevemente, el capitalismo competitivo se transmutó en capitalismo imperialista. tan pronto como el capitalismo alcanzó su “madurez”, determinada por el logro de una de sus leyes tendenciales, que es la de la concentración y centralización del capital, resultando en la tendencia al oligopolio/monopolio, explicando una forma económica en la que la “libre competencia” es reemplazada por una nueva forma de “competencia”, restringida a unos pocos grandes grupos económicos vinculados a sus estados nacionales de origen.
En este sentido, el libro de Leonardo Severo nos sitúa en este punto. Al mismo tiempo que aborda cuestiones contemporáneas, que conciernen no sólo a las formas de Estado; a ciclos de hegemonía; disputas geopolíticas actuales e incluso proyecta desafíos para la superación del capitalismo, también nos llama a reflexionar sobre las condiciones sociohistóricas en las que se formó este modo de producción -que ojalá superemos juntos-, prestando atención al carácter histórico y, por tanto, transicional del capitalismo, así como de las estructuras que su desarrollo creó: las desarrolladas, ubicadas en el centro y las subdesarrolladas y dependientes, ubicadas en la periferia.
Para ello, Leonardo Severo organiza un libro en el que en los dos primeros capítulos el debate teórico exige paso. Desde una perspectiva marxista, contrastada con un conjunto de otras lecturas, se presentan los elementos históricos de los que el capitalismo no puede prescindir para consolidarse como tal, con especial énfasis en el papel que jugaron América Latina y otras regiones periféricas en la “llamada acumulación primitiva de capital”, en la bella y eterna expresión de Karl Marx.
Al fin y al cabo, el capitalismo no es un modo de producción que surge de la generación espontánea, ni se consolida porque tenga las características que mejor se relacionan con lo “natural” del ser humano, que es la “propensión al intercambio”, como proclama teóricos de la economía política clásica y del liberalismo político, en la tarea de legitimar la superioridad de la sociedad capitalista bajo formas previas de organización social.
Leonardo Severo rápidamente señala que lo que distingue y permite hablar, propiamente hablando, de capitalismo, es el fin de la servidumbre voluntaria y otras formas de coerción extraeconómica y la constitución de un nuevo mercado, a saber: el mercado donde el comercio es libre. forma, la compra y venta de fuerza de trabajo. Por lo tanto, sólo hay capitalismo cuando hay expropiación de los trabajadores de sus medios de producción y la obligación de que haya un espacio –preferiblemente mínimamente regulado– en el que la mercancía de la fuerza de trabajo pueda negociarse libremente, en una especie de intercambio de equivalentes. , donde se intercambia tiempo de trabajo por un salario monetario, posible gracias a la existencia privada de los medios de producción.
Más adelante, Leonardo Severo analiza las transformaciones que ha sufrido este modo de producción a lo largo del tiempo, enfatizando –sobre todo– las crisis; los intercambios de hegemonía; las fases más o menos competitivas o más o menos intervencionistas en relación al papel del Estado y, por último, pero no menos importante, la transformación más sustancial que atravesó el imperialismo (que también incluye sus fases) que fue la transformación del capitalismo atomizado y libre. competencia en el capitalismo monopolista e imperialista.
La visualización de las particularidades de este fenómeno, anticipada por Marx, fue lo que permitió a Lenin señalar, con precisión, que el imperialismo no era sólo una política gubernamental, como proclamaban John A. Hobson o incluso marxistas como Rudolf Hilferding, sino una fase, la fase propia del capitalismo monopolista, con todas sus particularidades tan bien señaladas por el activista ruso, como el reparto del mundo; el cambio a una política comercial de exportación de capitales; la creación de un nuevo agente político, el capital financiero, que aproximaría al capital bancario con el capital industrial con hegemonía del primero, entre otros aspectos.
En la segunda parte, aunque todavía utilizando temas de carácter demasiado teórico, Leonardo Severo aborda las “actualizaciones”, poniendo en primer plano a autores que intentaron interpretar y reinterpretar la otra cara dialéctica del imperialismo, que es la dependencia. Para ello, Leonardo recurre a la original y latinoamericana Teoría de la Dependencia marxista (TMD).
A diferencia de la percepción simplista de que el desarrollo y el subdesarrollo provienen de una sustancia común, la Teoría marxista de la Dependencia analiza ambos como constitutivos de la misma unidad dialéctica. Así, son antagónicas, porque son situaciones diferentes, pero son complementarias porque dan lugar a la misma lógica de acumulación. En otras palabras, el proceso de despliegue del modo de producción capitalista a escala global da lugar a dos tipos de economías que se desarrollan a diferentes ritmos e intensidades.
Desde una perspectiva de totalidad, y desde una aprehensión del movimiento de la realidad basada en la dialéctica, el subdesarrollo no sólo origina, sino que es parte necesaria y constitutiva de la expansión del capitalismo mundial, y no puede –de esta manera– ser superado en el marco de este modo de producción. Capitalismo”sui génesis” a la que se refería Ruy Mauro Marini,[i] no responde a un capitalismo “menos” capitalista o que no esté plenamente desarrollado como tal. El capitalismo dependiente no representa una “falta” de capitalismo. La dependencia es una forma propiamente capitalista de subordinación internacional, a diferencia de la dominación colonial. En otras palabras, es un tipo particular, una estructura específica del modo capitalista de producción y reproducción.
De las diversas contribuciones de la Teoría Marxista de la Dependencia para caracterizar la dependencia, me gustaría –en este prefacio– centrarme en la “Transferencia de valor”, como una tendencia estructural que se refleja en diferentes niveles de la vida social. Para dar sólo un ejemplo contemporáneo: una de las principales limitaciones de las economías dependientes, que actualmente golpea duramente a Argentina, son los déficits en la balanza de pagos, causados por la tendencia a transferir más recursos al exterior de los que absorber internamente.
Este fenómeno se intensifica, paradójicamente, con soluciones que buscan superarlo, como la Inversión Extranjera Directa productiva. Sin embargo, el pago de regalías y las remesas de ganancias, en el mediano y largo plazo, están deteriorando el lado financiero de las cuentas nacionales, generando la necesidad de otras formas de atraer capital especulativo y de corto plazo, especialmente vía tasas de interés apreciadas para equilibrar la balanza. de pagos e imponer el chantaje de la “fuga de capitales” a cualquier intento de una política económica antimercado.
Desde un punto de vista más teórico y en un mayor grado de abstracción dentro de la teoría marxista, la “transferencia de valor” es una categoría entrelazada en los desarrollos de la Teoría del Valor de Marx y aquí me dedicaré a la primera forma que Ruy Mauro Marini señala la transferencia de valor, que es la que se da en la dinámica de los intercambios en el mercado internacional entre diferentes estructuras económicas (desarrolladas y subdesarrolladas) y se caracteriza por el hecho de que parte del valor agregado producido por las economías dependientes no es apropiado por ellas, pero se transfiere a las economías centrales, pasando a formar parte de la dinámica de acumulación de capital en el centro, en detrimento de la periferia.
En un riguroso esfuerzo metodológico basado en el análisis de la competencia realizado por Marx en el libro III de La capital, Ruy Mauro Marini identifica que la transferencia de valor sigue las diferencias en la productividad laboral empleada por diferentes estructuras de composición orgánica del capital entre países centrales y dependientes. Así, considerando el proceso social de producción de mercancías y con base en la teoría del valor, cada uno de los capitales tiene valores individuales distintos y son menores cuanto mayor es la productividad y composición orgánica del capital.
Como los bienes obedecen a la ley del valor, pero se venden a valor de mercado, los capitales con una productividad superior al promedio venden sus bienes a valor de mercado, desviándose de valores superiores al precio de producción y, por lo tanto, se apropian de una cantidad de valor agregado más allá del que tienen. ellos mismos produjeron. Debido al tipo de colonización y a los obstáculos al desarrollo previo de los países latinoamericanos, las economías dependientes cuentan con capitales que operan con una productividad por debajo del promedio, lo que las lleva a producir más valor del que pueden apropiarse. Esta brecha de productividad es un primer mecanismo de transferencia de plusvalía producida en los países dependientes y apropiada por el centro.
Finalmente, el autor opta por un capítulo en el que debate la hegemonía, el Estado y las formas de transición, además de señalar -aunque de forma más dispersa- elementos “candentes” de la situación internacional. Sobre este tema quisiera hacer un comentario final, de acuerdo con lo que ya ha señalado el autor, sólo para reafirmar este punto.
Se puede afirmar, a partir del análisis de la sociedad brasileña, que el período de interregno entre los años 1914 y 1980 – con todas sus especificidades – dio a los brasileños un mayor margen de maniobra para el ejercicio más autónomo de sus decisiones políticas y económicas. . Lo que explica este particular período fue la coexistencia de una crisis y posterior disputa por la hegemonía en el sistema interestatal, sellada en acontecimientos como la ocurrencia de dos grandes guerras mundiales; una dramática crisis financiera seguida de una fuerte depresión del capitalismo y un acuerdo internacional que disciplinaba el sistema monetario internacional así como los flujos internacionales de capital.
Pero no sólo eso. La rivalidad entre dos modelos de sociedad, representados por las dos mayores potencias –la URSS y EE.UU.– impuso ciertos frenos a la cara más auténtica del capitalismo, además de movilizar un conjunto de revueltas y revoluciones a través del faro que representaba la retaguardia del experiencias del socialismo real, con todos sus límites históricos.
A partir de los años 1980, esa “ventana histórica” se cerró, así como los márgenes para el ejercicio de la soberanía de los pueblos periféricos, con el fin de la URSS; la estafa de tipos de interés del banco central norteamericano; la proporción que adquirió capital financiero y la financiarización de las economías y el ejercicio del imperialismo norteamericano, ahora sin rivales.
Para la periferia, tales acontecimientos, combinados con la transformación del capitalismo en capitalismo neoliberal, limitaron el rango de maniobra de nuestra autonomía internacional, y nos lanzamos a acuerdos, tácitos o no, en los que la presencia del Estado como agente de desarrollo nacional se resolvió restringiendo los instrumentos de acción en el campo económico, con la criminalización de un conjunto de políticas que las naciones hoy desarrolladas utilizaron en su camino de desarrollo.
La pregunta que nos sugiere la obra de Leonardo Severo, en los albores de nuestros tiempos, sacudidos por un conjunto sucesivo de crisis y luchas por la conquista/disputa de la hegemonía, es: con la existencia de un nuevo campo en el sistema internacional, liderado por China y Rusia, en abierto conflicto con EE.UU., pasando por su contestación en el terreno político, económico, tecnológico, monetario e incluso militar con el intento de frenar la expansión de la OTAN, nos deja mejores condiciones para avanzar en la lucha política hacia ¿Se perdieron márgenes de maniobra iniciales en el último período?
Es posible que instrumentos como los BRICS; intentos de construir monedas comunes; alianzas comerciales; ¿Las transferencias tecnológicas y las relaciones políticas más estrechas allanarán el camino para la contestación y posterior debilitamiento del imperialismo norteamericano y, con él, la tan esperada posibilidad de afirmar la autonomía de los pueblos?
Estas y otras cuestiones pueden y deben ser especuladas y teorizadas por investigadores, intelectuales y organizaciones políticas, aun cuando la historia es un escenario abierto y sus desarrollos reales no encajan en predicciones a priori. ¡Tomemos lo que podamos! Armas teóricas y lucha política.
*juliana furno Es profesor de economía en la Universidad Estadual de Río de Janeiro (UERJ). Autor, entre otros libros, de Imperialismo: una introducción económica (Editor DaVinci). [https://amzn.to/3KE4NDU]
referencia
Leonardo Severo. Crisis y hegemonías: historia en proceso. São Paulo, Editora Dialética, 2024. [https://amzn.to/3xfQIcU]
Nota
[i] Todas las referencias aquí a Ruy Mauro Marini fueron tomadas del libro dialéctica de la dependencia.
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