Por Eleutério FS Prado
Comentario a las principales obras del filósofo recientemente fallecido
Ruy Fausto se ha ido… para pesar de sus amigos. Pero sus escritos permanecieron. Y de ellos, ahora, hay que sacar lo mejor que puedan dar.
Esta es una gran pérdida para el marxismo -entendido como un movimiento plural con muchas corrientes que se alinean y/o compiten más o menos intensamente entre sí- aun cuando él mismo declaró en algún momento de su carrera intelectual que su convicción política pasó a ser ajena, o tal vez incluso más allá, el marxismo.
Al hablar de su obra en este momento de duelo, es difícil centrarse en indagar en las causas de este retraimiento. Entre ellas posiblemente se encuentre su conclusión de que el marxismo tiene dificultades para mantenerse en el marco de la democracia. Pero esta pregunta abre un camino de investigación que sólo puede ser recorrido críticamente en un estudio que vaya más allá de la evidencia histórica pasada y en el que no falte la argumentación rigurosa.
Como algunos saben, el que aquí escribe no está de acuerdo con él en este punto. El marxismo, para “yo”, solo se vuelve fiel a Marx si abraza la democracia radical en su ideología, así como el principio de los bienes comunes. Para crear una nueva sociedad más igualitaria, más solidaria y más autónoma, es necesario respetar el principio de libre organización y libre expresión de las personas. Obsérvese, desde el principio, que el propio Ruy nunca abandonó la tesis de que las ideas son momentos de la praxis.
Aquí, con la intención de rendir homenaje al intelectual y estudioso de Marx, sólo pretendemos recordar su proyecto teórico, indicando su relevancia para la política contemporánea. Ruy Fausto, contra el vaticinio de un conocido y reconocido maestro brasileño en el estudio y comprensión de la obra del autor de La capital, se convirtió de hecho no sólo en un historiador de la filosofía, sino en un filósofo; no parece haber duda de que fue capaz de realizar una aportación original en este campo del saber.
Para ello, es necesario asumir la responsabilidad de revisitar su obra. Marx: lógica y política (Brasiliense), cuyo primer volumen fue publicado en 1983, habiendo sido reeditado posteriormente con el título de Sentido de la dialéctica – Marx: lógica y política (Vozes) en 2015. Los tomos II y III salieron a la luz, respectivamente, en 1987 y 2002 (Editora 34). Como el volumen II ganó un subtítulo: Investigaciones para una reconstitución del sentido de la dialéctica –, en la nueva edición hubo una inversión y este último término pasó a dominar al título anterior.
Como es bastante evidente, los contenidos de estos libros se desarrollan en torno a dos focos, la lógica y la política, a partir de la fuerza de las contradicciones y exasperaciones que la dialéctica recibida se atreve a considerar. El proyecto del autor es bastante explícito: se trata de hacer una crítica al marxismo a partir de un análisis lógico de los propios textos de Marx, pero apegado fuertemente a la lógica que viene de Hegel. Para él, “el marxismo ha envejecido, pero al mismo tiempo es desconocido”.
Aquí se perdió en los caminos de la dialéctica vulgar, fraguada en el curso de las batallas políticas, hasta que sobrevino la “crisis del marxismo”, consecuencia decisiva, pero no única, de la descomposición interna del socialismo soviético, del advenimiento de la sociedad burocrática. . Fausto, con sus textos, quiso ofrecer a los eventuales lectores ciertas elaboraciones que apuntaban a una reconstrucción de la dialéctica ya una mejor comprensión del propio proyecto de Marx.
En la introducción a la nueva edición antes mencionada, explica que su obra quería enfrentarse a una antinomia: la política marxista se guía por la posibilidad real de que en el desarrollo del capitalismo se produzca el surgimiento del socialismo; sin embargo, no puede darse espontáneamente, sino sólo a través de intensas luchas y pequeños y grandes combates. Por un lado, entonces, el socialismo es visto como la realización histórica de un proyecto ético que contempla la igualdad, la libertad y la autonomía.
Por otro lado, como esto sólo ocurriría a través de revoluciones que implicarían siempre la toma del poder estatal por parte de los partidos obreros, la política marxista no podría estar subordinada a la ética, no podría prescindir de la razón instrumental. Si lo hiciera, esta política desperdiciaría el poder real destinado a transformar la sociedad; si no lo hiciera, si ganara, sólo traería a la existencia una nueva forma de opresión.
Pues bien, esto requería, según él, que el fundamento ético estuviera y no estuviera presente en las ideas y prácticas de tales partidos. Pero, ¿cómo podría aceptarse y superarse esta antinomia para no violar el principio de no contradicción?
Ahora bien, habría que saber que hay una diferencia entre lo explícito y lo implícito en el pensamiento que orienta la lucha inherente al movimiento social puesto en práctica por los marxistas. El vínculo entre política y lógica tendría que imponerse aquí: “lo esencial a nivel lógico es que (...) no puede haber comprensión de la dialéctica sin el movimiento de lo que se expresa (postula) y lo que no se expresa (asumido)”. Sin “el manejo riguroso de la distinción entre presuposición (discurso implícito) y posición (discurso explícito) (…) no hay dialéctica”. Y esta gestión rigurosa -se puede agregar- sería condición necesaria para una práctica política que pretenda realmente transformar la sociedad, sin caer en oleadas revolucionarias que se anulen entre sí o incluso en amplias regresiones históricas.
Este tema se despliega, según él, en otro que también parece crucial: el que indaga en la antropología presupuesta en el mejor marxismo y, en particular, en los textos del propio Marx. ¿Es el marxismo, en última instancia, un humanismo o un antihumanismo? - esa es la cuestión. Ahora bien, hubo aquellos intérpretes, generalmente de la corriente estructuralista, que optaron por el segundo término de esta antinomia.
“Por mi parte –escribió–, insistí en que, si el discurso político marxista no excluye la hombre, esto está implícito, o, si lo prefiere, 'en el horizonte'”. En otras palabras, en el discurso de Marx hay cierta presencia de humanismo, pero esto se presupone. Como para él el hombre aún no está históricamente puesto, no puede ser presentado como tal en el discurso que habla de la sociedad existente. Pues, si así se hace, discurso y práctica se entrelazan y terminan cayendo en el antihumanismo; si, por el contrario, este último “anti” se afirma como tal, no se puede lograr ningún progreso social. Así, en principio, la tarea histórica de la política marxista sería ponerla en marcha, hacer posible que el humanismo exista concretamente.
Y así llegamos al punto en que es necesario mencionar lo que para Ruy Fausto consistió en el núcleo de su aporte a la filosofía: la presentación y casi sistematización de una teoría de los juicios dialécticos. Si el racionalismo crítico diferenciara y expusiera con precisión los juicios analíticos y los juicios sintéticos a priori e posteriormente, la filosofía de los nuevos tiempos, que había superado la lógica del entendimiento, contenía otros juicios implícitos que era necesario distinguir con la máxima claridad posible. Y la investigación de los textos de Hegel y Marx le había mostrado que una de las causas centrales de la pérdida de la dialéctica por parte del pensamiento marxista radicaba en una incomprensión fundamental de la naturaleza de su discurso.
Así, para una buena comprensión de La capital era necesario tomar conciencia de lo que llamó juicios existenciales, que buscan presentar ciertos resultados del proceso histórico real, es decir, la realización efectiva o no de posibilidades históricas también tomadas como reales. Y aquí, con referencia principalmente al modo de producción capitalista, destaca los juicios de reflexión y el sujeto. Teniendo como referencia la forma gramatical “sujeto es predicado”, señala que, en el primer tipo de juicio, se presupone el sujeto y sólo se postula el predicado; en el segundo tipo, por el contrario, el sujeto pasa continuamente en sus predicados.
Si la dialéctica marxista dice, así, por ejemplo, que “el hombre es el trabajador”, sólo dice que el trabajador como tal está puesto; no dice, por tanto, que el trabajador sea ya un “hombre”, alguien plenamente humano; para ella, el hombre como tal sólo se presupone en el trabajador. Por el contrario, a nivel de la prehistoria, lo que se postula como sujeto no es más que una objetivación del todavía-no-hombre que allí existe, es decir, su obra abstracta, que se ha convertido en un automatismo social, es decir, capital. .
Por lo tanto, es desde esta perspectiva que debe leerse la expresión D – D – D', dinero que se convierte en mercancía para convertirse en más dinero: la mercancía y el dinero, debe verse, solo funcionan como formas diferentes de existencia del valor propio. Y el valor es el resultado de la reducción del trabajo concreto del trabajador al trabajo abstracto, siendo él mismo un “trabajador”, una forma reducida, históricamente puesta, de lo humano posible.
Y aquí, para terminar, debes dejar que tu propio texto hable por sí mismo. Nos corresponde, en este momento, escucharlo: “dado que el hombre, en el capitalismo, no es un verdadero sujeto, en todos los juicios en los que el sujeto gramatical es el hombre, debe reflejarse en su predicado, dado que en el capitalismo el capital es un sujeto en sentido ontológico (pleno), es necesario, por el contrario, que no se produzca la reflexión, que el sujeto capital no pase 'en' sus predicados”, es decir, que sólo pase continuamente a través de estos predicados.
*Eleuterio Prado es profesor titular y titular del Departamento de Economía de la USP (FEA-USP).