por FERNANDO HADAD & GABRIEL GALÍPOLO*
Países sudamericanos ampliarían soberanía con moneda compartida con mayor liquidez internacional
En los modelos de valoración de activos, el interés pagado por los títulos de deuda emitidos por el gobierno se denomina riesgo soberano o libre de riesgo de crédito, precisamente por la capacidad de la autoridad monetaria de emitir los medios de pago capaces de saldar sus obligaciones y deudas, dentro de sus límites. ahorros propios.
Si dentro de cada nación el Estado y su moneda son soberanos, en las relaciones internacionales la lógica es otra. Existe, en el sistema financiero internacional, una jerarquía entre las monedas nacionales, con el dólar a la cabeza dando a los Estados Unidos el privilegio de emitir la moneda internacional.
El reciente conflicto entre Rusia y Ucrania ha reavivado viejos temores que habían disminuido al final de la Guerra Fría. La posibilidad de una guerra que involucre a las potencias nucleares continúa amenazando la existencia humana, y el irrespeto a la soberanía nacional persigue a los estados que no tienen el mismo poder militar.
EEUU y Europa utilizaron el poder de sus monedas para imponer severas sanciones a Rusia, confiscando reservas internacionales y excluyéndola del sistema de pagos internacionales (Swift). Ante la imposibilidad (y la locura) de un enfrentamiento militar con otra potencia nuclear, Joe Biden y sus aliados buscan en el poder de sus monedas formas de aislar y debilitar al enemigo.
No es que sea un ejercicio de poder sin precedentes. En 1979, el alza de las tasas de interés en EE. UU. para reafirmar el poder del dólar como moneda global llevó a varios países (incluido Brasil y gran parte de América Latina) a una situación de insolvencia. En la crisis de 2008, fue la fortaleza del dólar lo que permitió a la Fed (Banco Central de los Estados Unidos) sostener los precios en el mercado financiero, ofreciendo liquidez y demandando activos.
El uso del poder monetario a nivel internacional renueva el debate sobre su relación con la soberanía y capacidad de autodeterminación de los pueblos, en especial de los países con monedas consideradas no convertibles. Al no ser aceptados como medio de pago y depósito de valor en el mercado internacional, sus gestores están más sujetos a las limitaciones que impone la volatilidad del mercado financiero internacional.
Durante la década de 1990, sucesivas crisis mundiales llevaron a varios países latinoamericanos a recurrir al FMI (Fondo Monetario Internacional) para honrar sus pagos en monedas internacionales. El apoyo del FMI generalmente estaba condicionado al cumplimiento de la prescripción económica “sugerida”.
El 25 de marzo, el FMI aprobó un nuevo acuerdo con Argentina, el 22 desde 1956. Otros países apuestan por la dolarización como forma de estabilización macroeconómica, renunciando a la soberanía monetaria y la autonomía en la ejecución de políticas macroeconómicas. A partir de 2003, Brasil acumuló reservas internacionales y revirtió su posición de deudor a acreedor internacional neto.
Al igual que con las amenazas de guerra, las reservas internacionales funcionan como una defensa para las monedas nacionales, incluso para desalentar los ataques. Sin embargo, como países emergentes o en vías de desarrollo, en diferentes grados, todos aún sufrimos limitaciones económicas derivadas de la fragilidad internacional de nuestras monedas.
Un proyecto de integración que fortalezca a América del Sur, incremente el comercio y la inversión conjunta, sea capaz de conformar un bloque económico de mayor relevancia en la economía global y de otorgar mayor libertad al deseo democrático, en la definición del destino económico de los participantes del bloque, mediante la expansión monetaria soberanía.
La situación no es sencilla, dada la profunda heterogeneidad estructural y macroeconómica de los países de la región. Los intentos de fortalecer y acelerar la integración regional se han basado hasta ahora en la creación de áreas de libre comercio y acuerdos en las áreas de crédito e infraestructura. Sin embargo, el ritmo de este proceso es lento, marcado por varios momentos de retroceso.
El inicio de un proceso de integración monetaria en la región es capaz de introducir una nueva dinámica a la consolidación del bloque económico, al ofrecer a los países las ventajas del acceso y manejo compartido de una moneda con mayor liquidez, válida para las relaciones con economías que, en conjunto, representan mayor peso en el mercado global.
La experiencia monetaria brasileña, como la implementación exitosa de la URV (Unidad Real de Valor), puede sustentar un paradigma para la creación de una nueva moneda digital sudamericana (SUR), capaz de fortalecer la región.
La moneda sería emitida por un Banco Central Sudamericano, con una capitalización inicial hecha por los países miembros, proporcional a su respectiva participación en el comercio regional. La capitalización se haría con las reservas internacionales de los países y/o con un impuesto a las exportaciones de los países fuera de la región. La nueva moneda podría utilizarse tanto para flujos comerciales como financieros entre países de la región.
A los países miembros se les acreditaría una dotación inicial de SUR, bajo reglas claras acordadas, y serían libres de adoptarlo internamente o mantener sus monedas. Los tipos de cambio entre las monedas nacionales y el SUR fluctuarían. Los derechos financieros, como las reservas internacionales, también proporcionarían una contrapartida para la emisión equivalente de SUR.
También es esencial un mecanismo de ajustes simétricos entre países con superávit y déficit. Los recursos de este mecanismo se utilizarán para capitalizar un fondo de la Cámara de Compensación Sudamericana, destinado a financiar la reducción de asimetrías entre las economías y la promoción de sinergias entre ellas.
Los países miembros podrán comprar SUR para componer sus reservas internacionales, sin gravar los montos adquiridos. Deben crearse mecanismos para gravar y desalentar los ataques especulativos.
La creación de una moneda sudamericana es la estrategia para acelerar el proceso de integración regional, constituyendo un poderoso instrumento de coordinación política y económica de los pueblos sudamericanos. Es un paso fundamental hacia el fortalecimiento de la soberanía y la gobernanza regional, que sin duda resultará decisiva en un mundo nuevo.
*Fernando Haddad, profesor y abogado, fue candidato a la Presidencia de la República por el PT en 2018, alcalde de São Paulo (2013-2016) y Ministro de Educación (2005-2012).
* Gabriel Galipolo, maestro en economía política de la PUC-SP, fue presidente del banco Fator (2017-2021).
Publicado originalmente en el diario Folha de S. Pablo.