citas de muerte

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por ILAN LAPYDA*

Desde el inicio de la pandemia, el Ibovespa se ha comportado como una “cita de muerte” en Brasil, una siniestra “medida” del sufrimiento de la sociedad

“Brasil no conoce Brasil / Brasil nunca ha estado en Brasil (…) / Brasil no merece Brasil / Brasil está matando a Brasil” (peleas de brasil, de Mauricio Tapajós y Aldir Blanc [Víctima del Covid-19 en 2020]).

O anúncio do presidente estadunidense, Joe Biden, de que pretende praticamente dobrar o imposto sobre ganhos de capital (que incide sobre transações financeiras) e elevar a alíquota do imposto de renda dos mais ricos virou manchete e chacoalhou os mercados financeiros (já voláteis) em todo el mundo. El giro a la “izquierda” del gobierno democrático, con el rapto keynesiano de sus gran nuevo trato, es una estrategia para sostener la economía, pero también el resultado de presiones sociales sobre la establecimiento político y financiero en el contexto de la pandemia. Como en la crisis de 2008, el debate sobre la desigualdad social (todos recuerdan el 99% versus el 1%) volvió a cobrar fuerza en el mundo y, con él, también las críticas a los mercados financieros y a las grandes fortunas –aunque, en Brasil, el blindaje de el sector financiero es tal que, como mucho, se considera un programa de ingresos mínimos.

La situación actual hace eco de una importante discusión teórica sobre la financiarización en el capitalismo contemporáneo que se concretó en la década de 1990 y paulatinamente penetró en el debate en los diversos campos de las ciencias humanas, extrapolando su origen en la economía crítica. Contrariamente a la economía ortodoxa, que, como mucho, se limita a señalar de vez en cuando una “exuberancia irracional”[i] en los mercados financieros, los diferentes enfoques de la financiarización encontraron una serie de transformaciones importantes y perennes en el funcionamiento del capitalismo durante las últimas cuatro décadas. En algunas formulaciones, el régimen de acumulación fordista-keynesiano de la posguerra dio paso al régimen de acumulación financierizado/financiero actualmente predominante.

Entre las consecuencias de este pasaje presentado por varios autores, se pueden mencionar las siguientes: el aumento de las transacciones financieras y la especulación, acompañadas del predominio de la fracción financiera de la clase capitalista; la formación recurrente de burbujas de activos con el estallido de crisis financieras en todo el mundo, así como la inestabilidad macroeconómica permanente en los países debido a la amplia liberalización de los flujos de capital hacia el exterior; la reducción de las tasas de inversión productiva y la financiarización de las actividades de las empresas del sector no financiero; la intensificación de la “reestructuración productiva” y las fusiones/adquisiciones de empresas, que conducen a la externalización, deslocalizaciones productivas, despidos masivos y precariedad laboral en el centro del capitalismo, con repercusiones similares en la periferia; y, por supuesto, el aumento de la desigualdad social.

Un punto de controversia, en cambio, es cómo considerar la “autonomía” del ámbito financiero, que, en cierto modo, está en la raíz de los interrogantes planteados en 2008 y que ahora vuelven. Chesnais, uno de los pioneros en la conceptualización de la financiarización, utilizó el término engañoso de “autonomía relativa”[ii] en uno de sus escritos, dando lugar a críticas como la de Prado[iii], que se puede resumir así: el ámbito financiero no podría ser autónomo en la medida en que no genera valor, sino que sólo se alimenta del generado en la producción. En varias ocasiones, Chesnais dejó más clara su posición, esto es, que el capital ficticio (como los activos financieros que circulan en bolsa), aunque en última instancia limitado por la acumulación real, tiene una dinámica que no sigue al mismo ritmo el movimiento del capital productivo – en la medida en que consiste en la anticipación del valor futuro a generar y está sujeto a enormes variaciones especulativas de precios. El movimiento de capitales ficticios puede, por ejemplo, operar grandes transferencias de riqueza de una mano a otra y apalancar fusiones y adquisiciones, antes de que se produzca la “llamada a la realidad” de la esfera productiva.

De todos modos, lo que aquí se busca es contribuir a la reflexión sobre la contrapartida de esta autonomía “económica” del ámbito financiero: la autonomía “social”. Indirectamente, esto se manifiesta en la actual “inutilidad” económica de los mercados financieros, que revierte en inutilidad social. Lordon, por ejemplo, lo destacó en tono provocador al considerar el cierre de las bolsas de valores. Entre otros males, preferirían apropiarse de la riqueza que fomentar la inversión productiva y el empleo: “¿Y la Bolsa financia a las empresas? ¡En el punto en el que estamos, son principalmente las empresas las que financian la Bolsa!”.[iv].

En un sentido más directo de autonomía desde el punto de vista social, es posible señalar el gran desprecio de los mercados financieros por la realidad concreta de vida de la población que los sostiene (a través de su trabajo y el pago de intereses e impuestos).[V]). Al revisar algunos hechos sobre Brasil durante la pandemia, es posible evaluar el grado alcanzado por este fenómeno en un período particularmente propicio para el análisis debido a la suma de crisis económicas, políticas y de salud. Partimos de la evolución del Ibovespa en 2020 (desde el inicio de la pandemia en Brasil) y la evolución del número de casos y víctimas fatales de Covid-19 en el país. El gráfico habla por sí mismo:

Los momentos ascendentes y descendentes de las curvas mostradas coinciden visiblemente (los puntos rojos marcan los cambios de trayectoria). Por eso, desde el inicio de la pandemia, el Ibovespa se ha comportado como una “cita de muerte” en Brasil, una siniestra “medida” del sufrimiento de la sociedad. El desprecio del gobierno de Bolsonaro por la pandemia es, de hecho, proporcional a la atención prestada por Paulo Guedes al sector financiero, así como el capital extranjero no duda en aprovechar las turbulencias internas (caída de los precios de los activos y apreciación del dólar) para ir de compras y sacar provecho.

Pasar de la correlación a la causalidad entre los fenómenos, sin embargo, afirmar que las muertes por Covid-19 fueron la causa de la variación del índice bursátil (o al contrario...), requeriría la elaboración de hipótesis intermedias y la realización de un análisis estadísticos más complejos. No se pretende ir tan lejos aquí, sino ir contra la corriente para enfatizar, como se anunció, la autonomía “social” de la esfera financiera: el Ibovespa y las muertes/casos de Covid-19 no solo no variaron inversamente como caminaban en el mismo sentido. Centrándonos en los tramos ascendentes de las curvas, surge la insólita constatación de que había capital inflando las cotizaciones bursátiles en el momento exacto en que aumentaban las muertes y los contagios y que los recursos estaban (y siguen estando)[VI]) tan necesarios en el área de la salud y para garantizar las condiciones mínimas para la sobrevivencia de la población.

Vale la pena reafirmar que una gran parte de este capital es extranjero, consistente con un movimiento más antiguo para desnacionalizar la economía e impulsado por los efectos de Lava Jato en las grandes empresas brasileñas (incluidas las que tienen operaciones internacionales) desde 2014. Durante la última década, extranjeros han incrementado significativamente su participación en el mercado de valores al contado[Vii] de B3, con un pico precisamente entre 2014 y 2016 (más del 50% del volumen financiero). Así, pasó del 33% en 2010 al 44,6% en 2020 (2 puntos porcentuales más que en 2019, que fue del 42,6%).[Viii]. Una vez más: Brasil (el capital extranjero y el capital interno asociado a él) mira las olas de turbulencia en Brasil y, en el límite, las anhela.

Otros datos apuntan en la misma dirección que el gráfico. Según el sitio web de B3[Ex], en 2020: 28 empresas salieron a bolsa –hicieron una IPO (Oferta Inicial de Acciones)–, contra un promedio de 4 en los cinco años anteriores, recaudando más de R$ 43,8 mil millones; y hubo 25 nuevas ofertas de acciones por parte de empresas que ya cotizan en bolsa (Seguir en) – contra un promedio de 14 en los últimos cinco años –, recaudando casi R$ 74 mil millones. En el mismo año de 2020, más de 1,5 millones de personas ingresaron a la bolsa como inversionistas (totalizando alrededor de 3,2 millones de cuentas al cierre del año)[X], un récord absoluto que alimenta la autonomía económica y social del ámbito financiero. Así, la capitalización total de B3 pasó de R$ 4.607,5 mil millones en Dic/2019 a R$ 4.946,5 mil millones en Dic/2020.

Algunos responderán que la bolsa de valores no solo refleja el momento presente, que se toman en cuenta los “fundamentos” de la economía brasileña, que las tasas de interés (Selic) son bajas (lo que incentiva a los “inversionistas” a migrar a activos más riesgosos), etc. Estas justificaciones, sin embargo, no responden a la pregunta crucial de por qué y hasta cuándo los intereses financieros seguirán anulando los cimientos reales (y no fetichistas) de la sociedad: las personas. Detrás de la bolsa de valores -ese disfraz de la cara de las finanzas- están los agentes del mercado, nacional e internacional, con la colaboración de funcionarios gubernamentales. No se puede olvidar, por lo tanto, el paquete de R$ 1,2 billones[Xi] del Banco Central, en marzo de 2020, con el objetivo de “rescatar” el sistema bancario, que sigue cobrando tasas de interés decenas de veces superiores a la tasa Selic. El monto corresponde al 16,7% del PIB, una proporción muy superior a la ayuda concedida durante la crisis de 2008, mientras que el gasto de Brasil en programas de transferencia de ingresos es del 1,2% del PIB[Xii].

La reciente aprobación de la autonomía del Banco Central y la preocupación por preservar a toda costa el Tope de Gastos aprobado durante la administración Temer (para garantizar, sobre todo, el pago de los intereses de la deuda pública) también contrasta con la situación de la población. más vulnerables (económicamente y al Covid-19)[Xiii]), se quedó sin asistencia financiera durante meses y ahora cuenta con solo cuatro cuotas mensuales de R$ 250.

En ese sentido, es profundamente extraño escuchar comentarios como “las instituciones están funcionando”, cuando se traban una u otra de las absurdas medidas de Bolsonaro, pero el “ganado” sigue pasando. La situación real en Brasil es un (anti) gobierno federal indiferente al dolor y la muerte de los demás, avalado por Paulo Guedes (representante directo del sector financiero) y (todavía) por el Ejército; un Congreso (con notables excepciones) movido por el fisiologismo y por los intereses del gran capital (a través de representantes directos e indirectos); y un STF “cobarde”. La calamitosa situación en Brasil lleva así la marca directa, aunque camuflada, de las fracciones de la clase dominante. El sector financiero (la “Faria Lima”) jugó un papel destacado en este Baile da Ilha Fiscal, con la aprobación del capital extranjero.

La autonomía “económica” de la esfera financiera está, como se ve, limitada por la esfera productiva y culmina en el estallido de la burbuja por las contradicciones del propio proceso económico. Los activos se devalúan, acercándose a la capacidad real de la economía para producir valor (y luego reiniciar el proceso…). La elasticidad de la autonomía social, sin embargo, lamentablemente ya ha demostrado ser mucho mayor que la económica. Y el “estallido de la burbuja” depende de factores que, durante la pandemia y con Bolsonaro, son aún más difíciles de lograr que de costumbre: la movilización y presión popular y la organización política. La pregunta, por tanto, es hasta cuándo puede desarrollarse la autonomía social del ámbito financiero y cómo es posible reventar la “burbuja”. Hasta entonces, sigue la Pelota en Brasil, mientras Brasil grita SOS...

*Ilan Lapyda Tiene un doctorado en sociología de la Universidad de São Paulo.

Notas


[i]Famoso término de Alan Greenspan, entonces presidente de Reserva Federal de EEUU, sobre la situación de la bolsa de valores estadounidense a mediados de la década de 1990.

[ii]CHESNAIS, François. “El capital que devenga interés: acumulación, internacionalización, efectos económicos y políticos”. En ______. (org.). Finanzas globalizadas: raíces sociales y políticas, configuración, consecuencias. Sao Paulo: Boitempo. 2005, pág. 45.

[iii]PRADO, Eleuterio. “Reseña de 'Finanzas globalizadas'”, en: Octubre, núm. 14, págs. 217-224. 2006.

[iv]LORDON, Federico. “¿Cerrar la Bolsa de Valores?”. Le Monde Diplomatique Brasil. febrero/2010. Año 3, Nº 31, pp-28-29.

[V]Y actualmente también con sus datos – para grandes tecnológicos y otros.

[VI]En la primera quincena de abril de 2021, con registros diarios de muertes por Covid-19 y más de 350 mil en total, el Ibovespa volvió a alcanzar los 120 mil puntos.

[Vii]Sin contar el mercado de derivados, en el que su participación fue del 67% del volumen negociado en Dic/2020.

[Viii]Ver  https://ri.b3.com.br/pt-br/ – Base de datos (Mar/2021)

[Ex]Ver  https://ri.b3.com.br/pt-br/ – Base de datos (Mar/2021).

[X]Ver http://www.b3.com.br/pt_br/market-data-e-indices/servicos-de-dados/market-data/consultas/mercado-a-vista/perfil-pessoas-fisicas/genero/

[Xi]Ver https://www.infomoney.com.br/economia/com-crise-banco-central-ja-anunciou-r-12-trilhao-em-recursos-para-bancos/

[Xii]https://www.camara.leg.br/noticias/641463-especialistas-defendem-constitucionalizacao-do-bolsa-familia/

[Xiii]La encuesta 2020 de la UFPel muestra lo siguiente: En todas las fases de la encuesta, el 20% más pobre tenía el doble de riesgo de infección en comparación con el 20% más rico. Además, los indígenas tenían un riesgo cinco veces mayor que los blancos. “Mostramos que los pobres y los indígenas son los grupos más vulnerables, que requieren aún más atención de las políticas públicas de salud”, dice Hallal (Cf. https://ccs2.ufpel.edu.br/wp/2020/08/05/epicovid19-anuncia-proxima-etapa-da-pesquisa-nacional-sobre-coronavirus/ )

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