por JOÃO PAULO AYUB FONSECA*
La transformación del campo psicoanalítico en respuesta a cambios y acontecimientos históricos que operan la producción de nuevas subjetividades es un trabajo a realizar de manera continua, en términos clínicos y teóricos.
“Desarrolla tu legítima extrañeza” (René Char).
No fue tan difícil imaginar un posible título para este breve comentario/respuesta al artículo del psicoanalista francés Jacques-Alain Miller titulado “dócil au trans”, publicado el 22 de abril en la revista digital francesa La regla del juego.[i] El tono burlón e irónico con el que el autor realiza lo que sería un “análisis de la crisis y la revolución de los transexuales” da indicios de otra crisis y revuelta, no tanto dentro del movimiento trans, sino más aún dentro de las viejas estructuras de poder que imperan en el campo psicoanalítico y que ahora parecen colapsar. En sus primeras líneas, Miller juega con las palabras: "Las personas trans están en trance". Es cierto que admite una incurable adicción a los “juegos de palabras”… Como un payaso irremediablemente entretenido con sus malabares, el “juego” de palabras está casi siempre presente en el lenguaje de Miller.
Tratándose del laberinto del lenguaje, parece que el autor no presta mucha atención a los cuerpos reales, superficies palpitantes y vertiginosas. Cuando toda la evidencia superficial muestra algo del “adentro hacia afuera”, un cuerpo extraño, Miller insiste, tras una larga inmersión en las estructuras más profundas, que es el “correcto”, el mismo cuerpo (idéntico) de siempre. Por ejemplo, sugiere en su texto: ¿Cuál sería el movimiento entre hombres que reivindica un estilo de vida y una filosofía “masculinistas”, el MGTOW (Men Going Your Own Way)? ¡Ahora! Lo contrario de FGTOW (Femenino…), cuya expresión sería la obra El genio lesbiano, de Alice Coffin.
Al final del texto, la operación no es de identificación de un opuesto simétrico, sino de simple equivalencia: el cuerpo trans es para el analista contemporáneo como el cuerpo histérico lo era para Freud... El cuerpo, para Miller, no admitir metamorfosis, mutaciones... Aunque el cuerpo es diferente, el lenguaje, o más bien la estructura, sigue siendo la misma. Este gesto “analítico” revela toda su violencia simbólica en la medida en que el síntoma histérico parece revelar una estructura patológica del cuerpo trans, algo imposible de sostener desde el psicoanálisis.
Las primeras líneas del texto están dedicadas a algunas de las referencias biográficas de Miller. Cita autores y lecturas fundamentales de su juventud, encuentros importantes y escenas decisivas... como una brevísima novela de formación. El nombre de la Dra. Lacan, claro, pero con ironías sobre un supuesto “abuso de autoridad” por parte de su suegro. Miller parece dar a entender que es una víctima más del patriarcado. Su ironía, sin embargo, está dirigida a quienes sufren en sus cuerpos la violencia efectiva del poder patriarcal. Este, creo, es el punto más bajo del texto.
Miller reconoce que se enfrenta a lo que sería un asunto muy "grave", del que no se debe bromear: una crisis que afecta a la civilización… o mejor dicho, la crisis y la rebelión de los transexuales muestran, en una versión contemporánea, el “malestar freudiano”. En este sentido, su propuesta de “análisis” de los cuerpos trans identifica la presencia de dos axiomas en la base de un cambio “paradigmático”: la constitución de lo que denomina como “cambio de paradigma.
1) El axioma de supremacía se funda en la hipótesis de una “injusticia distributiva”: “Esta vieja noción toma aquí la forma de lo que llamaré el axioma de supremacía. Se entiende que la sociedad está completamente estructurada por una matriz de dominación; siendo la dominación una relación asimétrica entre potencias de signos opuestos (¡binarismo!). Con MGTOW, no son los capitalistas y proletarios, ni las élites y el pueblo […], son simplemente mujeres y hombres”.
2) El axioma de la separación, según Miller, “estipula cosas como estas: 'No tendrás relaciones fáciles con la parte contraria. Seguirás tu camino. No hará ningún pacto. Se valorará a sí mismo, no a su prójimo, sino a su prójimo. Amarás a los iguales a ti mismo. Huiréis el uno del otro como Satanás. Los que se parecen entre sí se unirán. El que no se parezca a él, que no entre aquí'”.
Sin profundizar en la investigación genealógica encaminada a indagar en los fundamentos del análisis de Miller –algo que tampoco hace allí con mucho rigor y honestidad–, finalmente reconocemos el contexto histórico de la querella establecida: al final de su texto, el autor se va por supuesto, toda la regañina sigue con el filósofo y escritor Paul B. Preciado y su conferencia dada en París en la Jornada de la Escuela de la Causa freudiana en noviembre de 2019.
Otro camino posible y mucho más interesante frente a la intervención de Preciado sería aprovechar el momento de una supuesta crisis del campo psicoanalítico –y no de los cuerpos trans– para pensar las posibilidades que se abren al campo del psicoanálisis. El afectado registro de este autor acostumbrado a la consagración entre fieles seguidores -que ahora lucha como nunca por estar en lo más alto- debe llamar la atención sobre lo que puede resurgir de esta crisis. Es decir, un cuestionamiento y reelaboración radical de la disciplina, en términos clínicos y teóricos, y no, como él sugiere, una reafirmación de lo viejo. La revuelta de Miller nos ayuda a pensar en otro tipo de deriva que no es sólo la del lenguaje sobre sí mismo, su "juego” de palabras. Pienso, sobre todo, en un movimiento analítico capaz de comprender la metamorfosis y la afección de los cuerpos contemporáneos.
Por tanto, es necesario comprender que los cuerpos metamorfoseados no cuestionan tanto el mito de Edipo, sino, fundamentalmente, el de Narciso. El complejo de Edipo freudiano, en el sentido más crudo de una “máquina” o dispositivo destinado a producir la coincidencia entre el registro biológico y la identidad sexual, fue reensamblado y repensado, entre otros, también por Lacan: los significantes “hombre” y “mujer ” no se significan a sí mismos, constituyéndose en la diferencia en relación con todos los demás significantes. Además, como puros significantes, no guardan una relación privilegiada con la naturaleza biológica. Pensando en la cuestión de la investidura narcisista de un cuerpo ideal, destinado a representar a la especie humana en formas acabadas, estamos ante un problema que dista mucho de ser tan simple e imposible de resolver mediante breves rodeos analíticos, como algunos quisieran. Para superar las formas especulares que confinan la naturaleza humana a un marco conservado a toda costa, es necesario hacerlo, como advierte el antropólogo brasileño Eduardo Viveiros de Castro al referirse a los desafíos de su propia disciplina (y que haríamos muy bien en tomarlos prestados), un movimiento hacia el anti-narciso.[ii] El psicoanálisis, en lugar de asumir para sí el papel de guardián de la imagen narcisista de la especie, una especie de vigía de los contornos y de las formas preestablecidas, debe igualmente dejar de preguntarse qué es lo propio de lo humano. Esto sólo sería posible ante una apertura a lo que el cuerpo humano puede hacer, entre humanos y no humanos: el cuerpo trans, en este sentido, es testigo de la interacción de agentes químicos y farmacológicos, resultando en la formación de un “ cuerpo tecnológico”. No más conversión espiritual, o reconversión, como parece proponer Miller, sino metamorfosis y mutación. Sí es necesario aprender a escuchar el habla de este “monstruo”, como sugiere Preciado en el título del libro “¿Puede el monstruo hablar??” (Ediciones Fitzcarraldo, 2021), en el que publica su discurso pronunciado en la Jornada 2019. En la crisis y revuelta de los cuerpos -en la que se inscribe el cuerpo trans-, se equivoca quien la imagine como una nueva revolución cultural o de ideas.
En su texto, Miller relata una conversación con su nieto en la que “inocentemente” presenta otra configuración subjetiva entre los jóvenes estudiantes franceses: “No debes decir, Jacques-Alain, que se convirtió en una niña. Es irritante para ella. No, es una niña. La forma en que presenta el diálogo toma la forma de un conflicto generacional, lo que podría sugerir que trans nos presenta un atractivo vanguardista. Mucho más allá, el cuerpo en rebeldía reclama la superficie de su naturaleza, que se multiplica en nuevas perspectivas creadas a partir de la experimentación con otros cuerpos. Pero el problema de Miller, al contrario de lo que él mismo llega a imaginar cuando crea su propio personaje trans antagónico, su “Trans ventrílocuo”, no consiste en deshacerse de un poder-saber que lo acusa del fantasma de Michel Foucault. El problema de Miller es otro, aún más limitante: ¿cómo podemos pensar que ya no se trata de un multiculturalismo disfrazado de “cambio de paradigma”, sino de un multinaturalismo? El universo de la cultura ciertamente tiene allí su variación: múltiples formas de manifestación de un mismo ser real natural, insuperable. Es cierto que un exceso de variación molesta a algunas personas, que están atrapadas en ciertas fórmulas estructurales irreductibles. Pero los cuerpos, en su superficie, portan el poder de ser cada uno: formaciones estéticas únicas, encuentros accidentales impregnados de regímenes y dietas corporales de diferente naturalezas
Foucault es mencionado varias veces en el texto de Miller, un verdadero fantasma que lo persigue. Da la impresión de que casi se acusa al filósofo de ser el mentor intelectual de esta crisis y revuelta transexual. Sin embargo, si el autor pudiera vencer al fantasma, caminaría un poco mejor hacia la comprensión de la historia y las relaciones de poder que nos atraviesan. Dice Foucault en “Nietzsche, genealogía e historia” (Paz e Terra, 2014):
“El cuerpo: superficie donde se inscriben los acontecimientos (mientras el lenguaje los marca y las ideas los disuelven), lugar de disociación del yo (que presupone la quimera de una unidad sustancial), volumen en perpetua pulverización. La genealogía, como análisis de la procedencia [de las fuerzas], está pues en el punto de articulación del cuerpo con la historia. Debe mostrar el cuerpo totalmente marcado por la historia y la historia arruinando el cuerpo.
Pensamos en todo caso que el cuerpo no tiene más que las leyes de su fisiología, y que escapa a la historia. Nuevo error; está formado por una serie de regímenes que lo construyen; está desgarrado por ritmos de trabajo, descanso y fiesta; está intoxicado por venenos: comida o valores, hábitos alimenticios y leyes morales simultáneamente; crea resistencias”.
La transformación del campo psicoanalítico en respuesta a los cambios y acontecimientos históricos que operan la producción de nuevas subjetividades es un trabajo a realizar de manera continua, en términos clínicos y teóricos. La apuesta por viejas estructuras y teorías que tuvieron lugar en otras épocas parece contradecir un impulso libertario característico de esta práctica nacida en el cambio del siglo XIX al XX. La vocación de cualquier práctica de la libertad está en juego en todo momento. No se garantiza a ciertas posiciones sociales que subyacen en los discursos de las antiguas autoridades. Gracias a posturas como la de Paul B. Preciado, podemos seguir realizando -como psicoanalistas- un imperativo tan caro a Foucault en su análisis de las relaciones de poder y las prácticas de resistencia: extrañar el presente y a nosotros mismos, invertir más y más en experiencias capaces de transformarnos… un “arte de vivir” y de estar más allá de lo que somos.
*Joao Paulo Ayub Fonseca, psicoanalista, es doctor en ciencias sociales por la Unicamp. autor de Introducción a la analítica del poder de Michel Foucault (Intermedios).
Notas
[i] Disponible en: https://laregledujeu.org/2021/04/22/37014/transsexuel-docile-au-trans/
[ii] CASTRO, Eduardo Viveiros de. “El Antinarciso: lugar y función de la Antropología en el mundo contemporáneo”. Revista brasileña de psicoanálisis. São Paulo, vs. 44, núm.o. 4, pág. 15-26, 2010.