por AFRANIO CATANÍ*
reseña del libro corcel de fuego, de Mário Carelli, sobre el escritor Lúcio Cardoso
“No hay vida, hay agotamiento. No viví, me agoté. Enfermo de nacimiento, soy un convaleciente de mí mismo”. Estos fragmentos de prosa poética de Lúcio Cardoso (1912-1968) pudieron sintetizar con rara alegría la vida, las angustias, los amores y las obras que produjo el minero de Curvelo. Novelista, novelista, cuentista, poeta, periodista, dramaturgo, traductor, pintor, cineasta, funcionario, Cardoso encontró en el profesor Mário Carelli (fallecido en 1994) un estudioso de su altura, que escudriñó todas las artes y géneros en los que Lúcio se expresó a sí mismo. El resultado está en la hermosa, densa y apasionada Corcel de Fogo – Vida y Obra de Lúcio Cardoso (1912-1968).
La edición es una versión abreviada, con aire ensayístico, de la tesis doctoral de State presentada en la Sorbona. Son 250 páginas compuestas en letra pequeña, con pequeños márgenes y minúsculas notas al pie, llenas de fotos de Lúcio hasta entonces poco conocidas. Director de la Base de Datos Brasil-Francia, del Centre National de la Recherche Scientifique y traductor al francés de Crónica de la casa asesinada, de Lúcio (obteniendo el premio de la Asociación Nacional de Traductores de Francés), de Anarquistas, gracias a Dios, de Zélia Gattai y Cuentos de aprendiz, de Drummond, Carelli organizó el archivo cardosiano existente en la Fundação Casa de Ruy Barbosa. Esto le permitió publicar documentos inéditos y explorar ciertos aspectos desconocidos de la vida y obra del sujeto.
Como un verdadero detective, Carelli localizó alrededor de un centenar de artículos del autor escritos para varios periódicos y publicaciones periódicas: Letras y Artes: Suplemento Literario de Manhã; revista de la semana; La noche; diario carioca; Oh Jornal; Diario académico; Green Lantern – examinó aproximadamente 270 artículos y libros sobre Lucius, así como varios de sus textos inéditos. Para completar, enumeró las 10 traducciones que realizó para José Olympio y transcribió algunos extractos de las 105 cartas intercambiadas, entre otros, con Clarice Lispector, Adonias Filho, Otto Lara Resende Murilo Mendes, Cornélio Penna, Vinicius de Moraes y Érico Veríssimo.
la primera parte de corcel de fuego está dedicado a los aspectos biográficos de Lúcio. Cabe mencionar su infancia transcurrida en Minas -era el menor de seis hermanos-, el asentamiento definitivo de la familia en Río de Janeiro, sus fracasos escolares (dejó en el tercer año de secundaria) y su primer trabajo, a los 18 años, en Companhia Equitativa de Seguros, dirigida por su tío Oscar Neto. Todavía joven, conoció a Augusto Frederico Schmidt y Otávio de Faria. Por Schmidt Editora lanza maleita (1934), su primera novela, elogiada por los críticos más influyentes del momento y, en particular, por el temido Agripino Grieco. Publicar Salgueiro (1935) y La luz en el sótano (1936) – novela muy discutida por la crítica (Mário de Andrade está perturbado por el libro) pero donde su talento comienza a ser reconocido. Alfredo Bosi (1970, p. 465) escribió que, con La luz en el sótano, “el escritor se definiría por la novela de sondeo interior a la que supo dar una rara densidad poética”.
En ese momento, Lucio “se dejó engullir por sucesivas pasiones, en una angustiosa sed de vida y en una búsqueda espiritual que turbaba su existencia, al mismo tiempo que alimentaba su obra. Va en contra de los tabúes, a veces siguiendo caminos 'satánicos'. Pero este irresistible seductor resulta ser un amigo incomparable y, sobre todo, el bohemio lo sacrifica todo a una imperiosa necesidad de crear. Nadie más puede detenerlo” (p. 36). Frecuenta regularmente el Bar Recreio (Cinelândia), en compañía de Otávio de Faria, Adonias Filho, Vinicius de Moraes, Cornélio Penna, Rachel de Queiroz y Clarice Lispector. Deja su trabajo en la compañía de seguros a los 25 años y, para sobrevivir, escribe los domingos en el Noticias. “A pesar de su inestabilidad psicológica ya pesar de sus pasiones sucesivas, Lúcio tiene una capacidad de trabajo impresionante. En su angustiosa sed de vida, se siente atraído por la anarquía, pero la pujanza de su pasado minero y la imperiosa necesidad de dinero lo devuelven al 'deber'. Sus escritos reflejan estos conflictos que se acentuarán entre las tentaciones demoníacas de la novela. El desconocido (1940) y la vuelta al 'problema cristiano', en una novela fuertemente autobiográfica, días perdidos (1943)” (pág. 41). La falta crónica de dinero lo llevó a publicar, a través de la Editora Globo, narrativas para niños: Historia de la Lagoa Grande (1939). También escribió dos colecciones de poemas, Poesía (1941) y Nuevas poesías (1944) e Intempestiva completa un ciclo de novelas – inacio (1944) Hilda la maestra e el anfiteatro, ambos de 1946.
El capítulo particularmente curioso “La pasión de Clarice” explora la correspondencia entre Clarice Lispector y Lúcio. Según Carelli, “cuando Clarice, una adolescente de una belleza salvaje, conoce a Lúcio, que también trabaja en la DIP (Departamento de Prensa y Publicidad), se enamora de él. Pero en algún momento permanece inaccesible ('su vida misteriosa y secreta')” (p. 43). En un artículo publicado en Prensa en Brasil (11 de enero de 1969), aún conmocionada por la muerte de Lucio, Clarisa escribe: “En tantas cosas fuimos tan fantásticos que, si no hubiera sido por la imposibilidad, quién sabe nos hubiéramos casado (…) Fue la persona más importante de mi vida durante mi adolescencia. En ese momento me enseñó a reconocer a las personas a través de máscaras, me enseñó la mejor manera de mirar la luna…” (p. 43).
No menos curioso es el capítulo de los fracasos de Lúcio en el teatro y el cine. Para el teatro escribió El esclavo (1943) y El hijo pródigo (1944), que fracasó. Fundó el grupo Teatro de Câmara, constituyendo la cuerda de plata (1947). “Las críticas quedan reservadas, el público no lo aprecia y las deudas obligan a Lúcio a interrumpir las presentaciones” (p. 55). Luego adapta un cuento de Edgar A. Poe, El corazón revelador, utilizando el seudónimo de Graça Melo. “¡Él guía al director, Leo Marten, supervisa los decorados de su amigo Atos Bulcão y hasta diseña el vestuario! La obra, representada en el Teatro Jardel, no tiene una buena trayectoria” (p. 55). Pero Lucio es incansable: angelicala se pone en escena en octubre de 1950 y el autor conoce allí su fracaso más agudo. Paralelamente al teatro, incursionó en el cine, escribiendo en 1948 el guión de almas adversas para Leo Marten, además de participar en la producción. La película se estrena en mayo de 1950, constituyendo una “gran esperanza fallida”. En 1949 se involucró en otra película, La mujer de lejos, en la que fue, al mismo tiempo, autor, guionista y director. “Experimenta momentos de exaltación interior, pero por desconocimiento del tema y del dinero, no completa su empresa. Una vez más fracasó y se encontró endeudado y en problemas con la ley. Peor aún, el aprendiz de cineasta también se siente destruido, dejando Río de Janeiro por Penedo” (p. 55-58).
Entre 1950 y 1954, Carelli encuentra un vacío en la biografía de Lúcio. Él “se siente solo, cubierto de 'cicatrices', bebe cada vez más. Su mundo se vuelve cada vez más oscuro (…) Deambula por el céntrico (y sospechoso) barrio de Lapa, frecuenta el Café Vermelhinho (…) Diario Completo Lúcio es extremadamente discreto sobre sus 'miserias sexuales'” (p. 59). Sin embargo, en algunos pasajes explica este mundo paralelo suyo: “A finales de los años cincuenta, Lucio toma sus impulsos con mayor claridad” (p. 60). Una página de su Diario es significativa a este respecto. “Montherlant dice, y no puede haber más testimonio desprevenido, que la homosexualidad es 'la naturaleza misma'. Lo cual es correcto, porque en el acto de juntarse dos personas del mismo sexo hay un esfuerzo por realizarlo aun sin los medios adecuados”. Sin embargo, en estos aspectos creo que no alcanzó la serenidad, porque para él “el acto sexual sigue siendo inseparable de la muerte” (p. 60).
En ese momento, intenta terminar, sin éxito, una nueva novela, El viajero. Habiéndose vuelto completamente bohemio, pasa sus días y sus noches en bares. Su hermano y sus amigos le consiguen trabajos en organismos públicos, pero Lucio siempre acaba dimitiendo. En marzo de 1951 volvió a ser redactor del IAPC, sinecura que mantendría durante años, pues unos amigos le sacaban el libro de horas para fichar en bares. Para sobrevivir, durante 1952 escribe diarios policíacos para el diario La noche (págs. 61-62). Los proyectos se acumulan y muchos bocetos y versiones pronto se abandonan: todo termina siendo sacrificado por tu obra maestra, Crónica de la casa asesinada (1959). Las orgías, la bebida y las anfetaminas no le impiden seguir creando. Lúcio entrega a Paulo Cesar Saraceni el guión de la película Puerto de Cajas (1961), uno de los primeros largometrajes del Cinema Novo (p. 66).
El 7 de diciembre de 1962 sufrió un derrame cerebral que le provocó una parálisis parcial. Esto le impedía escribir, pero tiempo después, a expensas de ejercicios de reeducación muscular, aprendió paulatinamente a pintar. “Pinta todos los días y sus ojos brillan de alegría cuando muestra con orgullo sus dibujos y pinturas” (p. 68). En 1965 expuso sus obras en la Galería Goeldi, en Río de Janeiro, y al año siguiente recibió el premio Machado de Assis, otorgado por la Academia Brasileña de Letras, por su colección de pinturas. Sobre este medio de expresión recién conquistado por Lúcio, Drummond escribió: “El pintor estaba dentro de él, mirando y esperando su tiempo, que tal vez no llegara, y llegó, como me atrevo a decir que el músico está dentro de él, sugiriendo en ciertas soluciones artes plásticas, en la riqueza de dones que lo hicieron fatalmente nato, artista” (“A Mão Esquerda”). Lucio no puede resistir una nueva crisis: muere el 24 de septiembre de 1968.
Carelli analiza a fondo, en la segunda parte del libro, el lenguaje pictórico de Lúcio, su escritura cinematográfica, su literatura dramática, sus poemas, cuentos, novelas y su diario. La tercera parte está dedicada a cinco novelas del autor: maleita, Salgueiro, La luz en el subsuelo, días perdidos e El viajero. Finalmente, en la cuarta parte, Carelli se sumerge hábilmente en el Crónica de la casa asesinada, que representa la consagración definitiva de Lucio como novelista. La narración es múltiple (en cuanto a puntos de vista) y fragmentada y el estilo es cercano a la poesía. La muerte es el tema central de la historia. “La extinción de una lengua, la degradación de una casa, la descomposición de los cuerpos son manifestaciones de la muerte, dependientes e iluminándose unas a otras” (p. 212). En Crónica, Lúcio lleva su concepción de lo que es una novela hasta sus últimas consecuencias, es decir, producto de una entrega total del creador, su implicación afectiva en el sentido de “transformar la angustia y el pavor ante las cosas y la red de sus pasiones” (Diario Completo, PAG. 79). A través de Faulkner –a sus ojos “el más grande novelista vivo” de la época– se interroga sobre la inquietud de los artistas: “La falta de paz de Faulkner provenía de la conciencia permanente de su condición de escritor y ser humano crucificado a una fiebre agónica. de su tiempo” (p. 147).
Quizás podría criticar aquí y allá la obra de Mário Carelli por las largas y constantes citas; la falta de claridad en algunos pasajes, especialmente para quienes no están familiarizados con los libros de Lucio; por no profundizar en las condiciones materiales que rodean la existencia del autor que se estudia; por la desafortunada solución editorial de insertar notas al final de cada capítulo, dificultando mucho la lectura. Independientemente de estas observaciones, corcel de fuego es una consulta obligatoria para los interesados en la literatura brasileña y, en particular, en la vida y obra de Joaquim Lúcio Cardoso Filho.
En el mismo artículo citado anteriormente Prensa en Brasil (11 de enero de 1969), Clarice Lispector se refiere a su querido amigo desaparecido: “Lúcio, te extraño, corcel de fuego que eras, sin límite en tu galope”.
*Afranio Catani es profesor jubilado de la USP y profesor invitado de la UFF.
Este artículo es una versión, con cambios, de la reseña publicada en el extinto “Caderno de Sábado” de la PeriódicoEn 13.08.1988.
Referencias
BOSI, Alfredo. Una historia concisa de la literatura brasileña. Sao Paulo, Cultrix, 1970.
CARELLI, Mario. Corcel de fuego: vida y obra de Lúcio Cardoso: 1912-1968. Río de Janeiro: Guanabara, 1988.