Conversaciones con Lillian Hellman

Imagen: João Nitsche
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por AFRANIO CATANÍ*

Comentario al libro editado por Jackson R. Bryer

Lillian Hellman (1905-1984) se hizo más conocida en Brasil principalmente a través de la película Julia (de 1977, dirigida por Fred Zinnemann), en la que Jane Fonda interpreta a Hellman y, Jason Robards Jr., a Dashiell Hammett (1894-1961). “Júlia”, por su parte, es un capítulo de menos de 40 páginas de Pentimento – Un libro de retratos (1973) quien, junto con Una mujer inacabada (1969) Caza de brujas (1976) y Tal vez: una historia (1980), constituyen la tetralogía de las “memorias” de Hellman, escritas después de que éste perdiera interés por escribir para el teatro.

Lillian ha asegurado su lugar como dramaturga del primer equipo experimentando, a lo largo de sus 13 obras, éxitos y fracasos rotundos. También fue una guionista muy bien pagada. Pero al principio de su carrera, después de casarse con Arthur Kober y mudarse a Hollywood, trabajó intensamente, ganando solo $ 50 a la semana para leer guiones en Metro-Goldwyn-Mayer: “Te sentabas alrededor de 15 o 18 personas en una sala grande. Y yo estaba obligado a leer, a menos que recogiera algo muy especial, dos o tres manuscritos al día. Realmente era trabajo esclavo” (p. 235).

Además, Hellman saltó a la fama cuando, en mayo de 1952, en el apogeo del macartismo, fue citada para testificar ante el Comité del Congreso sobre Actividades Antiamericanas, negándose a proporcionar información sobre otros; en abril de 1951, Dashiel Hammett, con quien Lillian vivió durante unos 30 años, fue sentenciada a seis meses de prisión por negarse a dar nombres de personas que contribuyeron al fondo de fianza del Congreso de Derechos Civiles, considerada una organización procomunista.

No fue condenada, pero sí incluida en la convocatoria. lista negra de Hollywood, iniciada en 1948. Desempleada o subempleada (cuando consiguió trabajo ganaba sólo el 20% de lo que le pagaban antes) tuvo que vender la finca Hardscrabble por un precio insignificante y, además, trabajar en una tienda por departamentos usando un nombre falso

Jackson R. Bryer revisó docenas de periódicos y archivos, localizando alrededor de 150 entrevistas con Hellman, dadas durante 50 años, es decir, desde 1934 (cuando su primera obra, La hora de los niños estrenada en Broadway, con gran éxito) hasta su muerte, en 1984. De las 150 entrevistas, Bryer seleccionó 27 y el resultado fue el libro Conversaciones con Lillian Hellman.

Miss Hellman, como le gustaba que la llamaran, siempre ha estado envuelta en alguna polémica durante su dilatada carrera: desde que se le ocurrió La hora de los niños, una obra que incluía indicios de una relación lésbica entre dos personajes, hasta su muerte (junio de 1984), cuando su demanda por difamación contra Mary McCarthy quedó sin resolver. Las entrevistas de este volumen están ordenadas cronológicamente, la primera data de 1936 y la última de 1981.

Tras el éxito de su primera obra, se encontró con un gran fracaso en 1936, con Días por venir, donde discutió temas relacionados con el movimiento obrero, la huelga y las repercusiones de todo ello en una familia de industriales de un pequeño pueblo de Ohio. La obra terminó la temporada después de solo siete funciones. La loba (1939), su tercer trabajo, se ocupaba “de los males de la avaricia y la explotación en una familia sureña, cuyas políticas públicas o vidas privadas no sirven como paradigma moral” (p. 28). Ubicada temporalmente alrededor del cambio de siglo, la obra repitió el éxito del estreno, siendo ambos trasladados al cine.

Alarma en el Rhin (1941) y El viento que busca (1944) también corrió la misma suerte. En 1946, Otro Parque del Bosque reelabora los mismos personajes de La loba, ahora en la juventud. En 1951 ver puesta en escena el jardín de otoño, considerada su mejor obra, logrando nuevamente éxito de crítica y público. Cinco años después, Hellman se adapta Cândido, de Voltaire. Éxito de crítica y taquilla precaria. Juguetes en el ático (1960) gana el Premio del Círculo de Críticos de Drama de Nueva York como la mejor obra estadounidense del año, con 556 funciones. el fracaso de Mi madre, mi padre y yo (1963) –sólo 17 representaciones– llevó a Hellman a abandonar por completo el teatro y, poco a poco, volver a la literatura (en su juventud había escrito varios cuentos).

En estas amenas conversaciones, Hellmann también aborda una serie de temas, opinando sobre la dramaturgia norteamericana contemporánea, la Segunda Guerra Mundial, sus viajes por España y la Unión Soviética en los años 30 y 40, el macartismo, la política de su país y Hollywood. No oculta su admiración por Woody Allen y Robert Altman, además de gustar, con reservas, Lina Wertmüller y Bergman. Y, para sorpresa general, afirma en 1962 que “el único escritor de importancia que ha aparecido en el teatro en los últimos diez o doce años es Samuel Beckett”.

Lógicamente, se cita a Hammett de principio a fin, así como referencias a su alcoholismo, sus abortos, su frustración por no tener un hijo, sus amistades, etc. Las últimas entrevistas hablan de Lillian prácticamente ciega, luchando con severos problemas bronquiales e incapaz de salir a pescar en su bote. En 1979, Marilyn Berger le pregunta cómo le gustaría ser recordada. Su respuesta es directa, pronunciada con firmeza y sin falso pudor: “Como una buena escritora”.

*Afranio Catani, profesor jubilado de la USP y profesor invitado de la UFF, es autor, entre otros, de La sombra del otro: Cinematográfica Maristela y Cinema Industrial Paulista en los años 50(Panorama, 2002).

 

referencia


Jackson R. Bryer (editor). Conversaciones con Lillian Hellman. Traducción: José Eduardo de Mendonça. Sao Paulo: Brasiliense.

Este artículo reproduce, con pequeños cambios, la revisión publicada en el extinto Periódico de 15.01.1988.

 

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