Conciencia moral y acción comunicativa

Paulo Pasta: Cruz amarilla, 2008 Óleo sobre lienzo 240 X 300 cm (2715)
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por MARINA VELASCO*

Presentación de la nueva edición brasileña del libro de Jürgen Habermas.

Publicado en 1983, poco después de la Teoría de la acción comunicativa, el presente libro de Jürgen Habermas, Conciencia moral y acción comunicativa, contiene, además de artículos que defienden e ilustran el trabajo de las ciencias reconstructivas, el importante texto que sienta las bases teóricas de la ética del discurso. Dedicado a Karl Otto Apel, el libro consta de cuatro artículos.

Los dos primeros, más breves, se basan en conferencias impartidas en los dos años anteriores: el primero de ellos, “La filosofía como guardiana del lugar e intérprete”, expone la propuesta de una división del trabajo entre la investigación empírica y la filosófica inspirada en la genética. epistemología de Jean Piaget; el segundo, “Ciencias sociales reconstructivas y no comprensión”, toma como modelo la teoría moral de Lawrence Kohlberg para esclarecer la interpenetración entre explicaciones causales e hipótesis reconstructivas.

Los artículos tercero y cuarto son los más ambiciosos y voluminosos del libro: el ensayo largo en el que expone el programa fundacional de la ética del discurso, “Ética del discurso: apuntes para un programa fundacional”, y el otro ensayo extenso, que da título del libro, “Conciencia moral y acción comunicativa”, en el que Jürgen Habermas intenta poner en práctica la recomendada división del trabajo entre investigación empírica y filosófica con la teoría del desarrollo de la conciencia moral de Lawrence Kohlberg. Así, las dos tareas centrales del libro consisten, por un lado, en caracterizar y orientar el trabajo a realizar por las ciencias reconstructivas y, por otro lado, sentar las bases de una nueva ciencia reconstructiva muy importante: la ética del discurso. .

La ética del discurso –dice Jürgen Habermas en este libro que presentamos– “se refiere (y depende ella misma) de una teoría de la acción comunicativa” (p.214). Lo mismo sucede con las ciencias reconstructivas más importantes que intentan desentrañar las estructuras universales de la comunicación lingüística u otras competencias humanas. Sin embargo, aunque las ciencias reconstructivas están especialmente vinculadas al concepto de acción comunicativa, su papel no ha sido desarrollado explícitamente en Teoría de la acción comunicativa publicado dos años antes. En él sí aparecen desarrollos de la ciencia reconstructiva más importante hasta el momento, la pragmática universal, pero se intercalan en las partes del libro denominadas “Consideraciones intermedias”, siempre de forma esquemática y sujetas a un análisis más profundo.

En cierto modo, Habermas construye la teoría de la acción comunicativa presuponiendo desarrollos a realizar por las ciencias reconstructivas, desarrollos que terminaron no siendo realizados en su totalidad ni por Jürgen Habermas ni por otros autores. Hay que reconocer, en este sentido, la admirable capacidad de nuestro autor para construir teoría asumiendo programas completos de investigación aún por desarrollar.

El caso es que, en esta colección de 1983, y aún en la estela de Teoría de la acción comunicativa, aparecen las tesis más fuertes y ambiciosas sobre el papel que deberían jugar las ciencias reconstructivas, aún vistas como prometedoras. Sabemos hoy que el destino de estas ciencias no fue el esperado. Hay, sin embargo, una excepción. La ética del discurso fue la única parte del amplio proyecto de las ciencias reconstructivas en la que Habermas siguió trabajando, y fue la revisión de las tesis allí defendidas originalmente lo que condujo al autor a la nueva etapa que se inicia con la publicación de Factibilidad y validez. No por casualidad, el libro Conciencia moral y acción comunicativa es a menudo recordado por el ensayo seminal dedicado al programa de fundamentación de la ética del discurso.

En cierto sentido, las vicisitudes de la ética del discurso nos proporcionan el hilo conductor para comprender el desarrollo de toda la teoría posterior del derecho y la democracia de Habermas. Me parece oportuno recordar las tesis originales y algunos hitos del largo camino iniciado en aquel libro de 1983.

La ética del discurso

Vale la pena recordar los principales pasos teóricos que conducen a la fundamentación de la ética del discurso, expuestos en el libro de 1983:

– La investigación que conduce a la ética del discurso tiene como punto de partida un análisis de tipos de acciones sociales en el que se demuestra que la acción social no puede concebirse como una interacción estratégica, siendo, de hecho, una acción orientada a la comprensión, o comunicativa, en el que los actores se guían por pretensiones de validez vinculadas a actos de habla. Este paso depende, a su vez, de un análisis del uso comunicativo del lenguaje. La idea central es que la comunicación lingüística no se puede modelar instrumentalmente. El lenguaje no puede ser entendido sólo como un instrumento. El lenguaje utilizado comunicativamente nos impone obligaciones que no solo serían ilocucionarias, sino vinculadas a la acción (p.59). ss.).

– En este paso, una ciencia reconstructiva, la pragmática universal (o “teoría del significado pragmático formal”), realiza la tarea de explicar el significado de las pretensiones de validez normativa (en analogía con las pretensiones de verdad), reclamando su rescate o resolución discursiva. Las pretensiones de validez normativa suscitadas en la acción comunicativa, cuando son cuestionadas, conducen a un tipo de interacción más exigente, que consiste exclusivamente en el intercambio de argumentos: el discurso práctico (p.68 ss.).

– Esto conduce a la teoría de la argumentación moral – o la lógica del discurso práctico. Por “discurso práctico”, en singular, se entiende, en este momento, una forma de argumentación moral que pretende probar la validez de las normas en general, ya sean morales o jurídicas. Jürgen Habermas aún no había establecido una distinción entre diferentes tipos de discurso. En este contexto, se postula el principio de universalización (“U”), entendido como una regla de argumentación que permite llegar a un acuerdo simétrico sobre la validez moral de las normas. El punto de vista moral es algo que se incorpora al procedimiento de una argumentación conducida intersubjetivamente (p.112 ss.).

– El siguiente paso es la prueba “U”. Es en este punto que Jürgen Habermas utiliza el argumento pragmático trascendental basado en contradicciones performativas, interpretándolo como una prueba empírica en el sentido de las ciencias reconstructivas. Todo aquel que entra en discusiones tiene que hacer supuestos pragmáticos generales (igualdad de derechos de participación, veracidad, ausencia de coerción, etc.). Además, todo el mundo tiene un conocimiento intuitivo sobre cómo justificamos las formas de actuar (o las normas que las subyacen). De esto se sigue que todos los que entran en discusiones aceptan “U” (p.167 ss.).

La ética del discurso es, sin duda, una teoría moral muy peculiar. Además de entenderse a sí misma como una ciencia reconstructiva, la teoría de la acción comunicativa juega un papel central en ella. El punto de partida para su fundamentación es una teoría de la acción social, y el punto final, una teoría de la argumentación moral. Como hemos visto, el primer paso es mostrar que la acción social no se concibe propiamente como una interacción estratégica, sino como una acción orientada por pretensiones de validez, que las pretensiones de validez normativa están implícitas en las acciones sociales y apuntan necesariamente a una resolución discursiva; entonces, el argumento pragmático trascendental puede "probar" "U" como regla de argumentación de los discursos prácticos.

Pero no se puede probar simplemente presuponiendo reglas argumentativas. Es necesario que el destinatario del argumento ya esté socializado, sepa lo que significa tener obligaciones morales y pueda vincular este conocimiento a las obligaciones argumentativas. Sólo si se dan estas condiciones, al participar en el discurso moral puede aceptar el requisito de considerar los intereses de todos con imparcialidad y adoptar una actitud autocrítica hacia sus propios intereses. En esta concepción de la ética, la fuerza de la obligación moral proviene de las normas que se introducen en los discursos morales prácticos porque se han vuelto problemáticas. El deber moral está, para Jürgen Habermas, en las normas moralmente vinculantes que operan como mecanismo para coordinar las interacciones en el mundo de la vida. Son estas normas sociales las que podemos examinar críticamente y justificar moralmente en el discurso práctico.

La ética del discurso es una teoría moral basada en una concepción fuertemente “normativista” de la justificación moral. Presupone que en las controversias morales cotidianas se argumenta –en el llamado “discurso práctico– principalmente sobre la validez de las normas, y no sobre la validez de los modos de actuar en la situación a la luz de las normas. Se trata de una teoría moral no sustantiva, sino procedimental, centrada en la cuestión de la justicia de las normas sociales, una teoría que, en lo que se refiere a los fundamentos morales, pone por tanto en un segundo plano cualquier cuestión sobre el “buen vivir”. En palabras de Habermas: “el principio de universalización funciona como una cuchilla que hace un corte entre 'lo bueno' y 'lo justo' […]” (p.185).

El proyecto reconstructivo que arroja luz sobre el fundamento de una ética del discurso incluye también el intento de exponer y analizar la génesis del punto de vista moral explicitado en la forma del principio moral “U”. Es decir, según Jürgen Habermas, “el principio de universalización […] puede entenderse como una reconstrucción de aquellas intuiciones cotidianas que subyacen a la evaluación imparcial de los conflictos de la acción moral” (p.193). La reconstrucción de estas intuiciones cotidianas es investigada por Habermas a partir de la teoría del desarrollo moral de Lawrence Kohlberg. Se trata de comprender que el punto de vista moral universalista, asumido en las sociedades postradicionales, es en realidad el resultado de un proceso de conciencia moral individual y colectivo.

Jürgen Habermas está interesado en comprender las diferentes “etapas de la conciencia moral” estudiadas por Kohlberg que conducen desde una perspectiva más particularizada y contextualizada hacia una perspectiva (moral) descentrada y universal, en la que los individuos adquieren la capacidad de actuar moralmente, es decir , actuar teniendo en cuenta los intereses simétricos de todos los demás interesados.

En este sentido, puede decirse que los dos últimos ensayos del libro se complementan de manera muy estrecha: en el primero, la ética del discurso se fundamenta en los presupuestos pragmáticos de la argumentación en general; en el texto final, se investiga el principio moral “U” como punto de llegada, por así decirlo, de un complejo proceso de formación de la conciencia moral. Es importante para Jürgen Habermas presentar, por tanto, la lógica del desarrollo presupuesta en la teoría moral universalista, es decir, elaborar una reconstrucción de los estadios de la conciencia moral.

Como se ha señalado, varias de las tesis de esta versión de la ética del discurso de 1983 tuvieron que ser diluidas o modificadas.

Fueron estas modificaciones las que dieron lugar a una teoría del discurso tendiente a incorporar la dimensión del derecho y la democracia, teoría que se basó en su libro Factibilidad y validez, que todavía ejerce una gran influencia en la actualidad.

De la ética del discurso a la teoría del discurso

En 1989, Jürgen Habermas visitó Brasil, dando conferencias en Porto Alegre, São Paulo y Río de Janeiro. Una de las conferencias impartidas se tituló “Sobre el uso pragmático, ético y moral de la razón práctica”. Allí se introduce un gran cambio. Jürgen Habermas ya no habla de “discurso práctico”, en singular, sino de tres discursos o usos distintos de la razón práctica.

La pregunta "¿Qué debo (racionalmente) hacer?" puede tener diferentes significados. Uno es el sentido básico del deber de elegir los mejores medios para un fin. Este uso de la razón es llamado pragmático por Jürgen Habermas. La pregunta de qué debo hacer adquiere otro significado cuando se vincula a la comprensión que una persona tiene de su propia vida. Si debo o no hacer algo al respecto depende de los valores a los que me adhiero. Este uso de la razón, que comprende la identidad de la persona, y por tanto aparece gramaticalmente sólo en primera persona, se denomina discurso ético. Cuando se usa en primera persona del plural, es un discurso ético-político. El tercer uso es moral.

Cuando la cuestión de qué debo hacer adquiere un sentido moral, ya no puede asociarse a ninguno de los sentidos del bien. No se trata de tener que hacer algo porque es bueno para un fin, ni de tener que hacer algo porque es bueno para mí o para nosotros. Se trata de tener que hacer algo porque es justo. Las cuestiones de justicia, por su propia naturaleza, nos llevan más allá del horizonte de una forma de vida.

En esta diferenciación de discursos, la razón práctica se desagrega en los aspectos de lo adecuado a un fin, lo bueno y lo justo. Dada la existencia de discursos, en plural, la gran pregunta que surge es si existe alguna jerarquía entre ellos. ¿Existe una primacía del discurso moral? ¿Se puede hablar todavía de razón práctica en singular? La respuesta de Jürgen Habermas, que queda más clara en el último párrafo de la conferencia cuando se publicó, es la siguiente: “La teoría moral debe dejar abierta esta cuestión para la filosofía del derecho. La unidad de la razón práctica sólo puede realizarse inequívocamente en una red donde se afirmen formas y prácticas públicas de comunicación, en la que las condiciones para una formación de lo colectivo habrán adquirido solidez institucional.

Este gran cambio en la concepción de la razón práctica, este paso de lo que era “el” discurso práctico a los discursos, en plural, y esta apertura a replantearse el papel del derecho y la política en las sociedades modernas estuvo influido, sin duda, por las numerosas críticas que recibió. . En mi opinión, fue Albrecht Wellmer quien mejor señaló el problema central que presentaba la versión de la ética del discurso de 1983. Según Albrecht Wellmer, en ella se defendía una concepción inverosímil de la moral, porque confundía cuestiones de justicia con cuestiones de legitimidad democrática. . La ética del discurso, señaló Albrecht Wellmer, no distinguía adecuadamente entre moralidad y derecho:

La conexión del derecho con la moral en el principio U se logra al precio de una asimilación conceptual de los problemas morales a los problemas jurídicos. En el principio U, se “mezcla” un principio moral universalista con un principio de legitimidad democrática, y esto se da de manera tan confusa que, al final, no resulta convincente ni como principio moral ni como principio de legitimidad.

En 1992, Habermas publicó Factibilidad y validez, el libro en el que redefine por completo la arquitectura de la teoría. El principio moral de universalización “U” ya no aparece en la cúspide de la construcción teórica, y tampoco pretende ser más un principio de legitimidad. En la cúspide de la construcción tenemos el llamado principio de discurso (D), que expresa la idea de imparcialidad en los juicios prácticos, pero de forma neutra, aún indiferente a la distinción entre moral y derecho. Debe especificarse en cada caso para que pueda servir como criterio corrector, respectivamente, de las normas morales o de las normas jurídicas: en el primer caso, adopta la forma del principio moral de universalización “U”; en el segundo, toma la forma del principio de democracia.

En el paso de la ética del discurso a la teoría del discurso, la razón práctica, que en la versión de 1983 ya había dejado de entenderse como una facultad subjetiva para convertirse en razón comunicativa, se encarna ahora en instituciones y procesos políticos. En esta nueva configuración, hay una nueva comprensión de la relación entre la moral y el derecho. No sólo se evita la subordinación iusnaturalista del derecho a la moral, sino que se rechaza también la tesis positivista de la separación total entre derecho y moral.

Una adecuada comprensión de las condiciones de la vida social en el Estado moderno requiere tomarse en serio la separación entre moral y derecho como diferentes dominios de normas de acción, pero al mismo tiempo dar cuenta de la relación que existe entre ambos dominios. No hay jerarquía entre los discursos. Las normas jurídicas pueden justificarse por razones pragmáticas, ético-políticas o morales, en discursos o negociaciones que podemos presumir racionales.

En este libro de 1983 de Habermas, hay ideas poderosas y estimulantes. Algunas dieron lugar a desarrollos teóricos de la mayor relevancia para la discusión actual en la filosofía moral y política, en el derecho y en las ciencias sociales, en las controversias sobre justicia y democracia o en los ricos debates protagonizados por el feminismo; otros, como aquí apuntamos, perdieron fuerza más tarde, siendo actualizados. Ciertamente, la publicación de esta traducción de Conciencia moral y acción comunicativa estimulará una reanudación de la investigación que permita recuperar la intención de las ciencias reconstructivas y, más específicamente, la propia ética del discurso.

*Marina Velasco. Es pProfesor del Departamento de Filosofía de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ).

referencia

Jürgen Habermas. Conciencia moral y acción comunicativa. Traducción: Rurion Melo. São Paulo, Unesp, 2023, 312 páginas (https://amzn.to/47Ia4VA).


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