Conexiones para un mundo sin dirección

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por JOSÉ CASTILHO MARQUES NETO*

En un mundo a la deriva, donde las élites apuestan por la deshumanización, la lectura persiste como un acto revolucionario: cada libro abierto en La Carcova o en las cárceles brasileñas es un ladrillo arrancado del muro de la barbarie. El paisaje que nos salvará estará hecho de estanterías.

1.

Tras el intenso recorrido del seminario LeerIberoamericalee.com –disponible para ver online–, me senté en el balcón de la casa que nos acoge desde hace siete años en Madrid y que tiene una historia que dice mucho de la vida intelectual y artística de los últimos cien años en el mundo occidental.

El famoso Residencia de estudiantes de Madrid Fue, desde su fundación en 1910 hasta su clausura en 1936 por el dictador Francisco Franco, refugio y estímulo para numerosos creadores y escritores que no sólo dejaron su huella en España, sino en la cultura occidental: Salvador Dalí, Luis Buñuel, Federico García Lorca, Miguel de Unamuno, Alfonso Reyes, José Ortega y Gasset, entre muchos otros.

Otros científicos y artistas clave del siglo XX, como Einstein, Marie Curie, Marinetti y Le Corbusier, también pasaron por este mismo espacio, impartiendo cursos y conferencias. En el bloque original de la Residencia, que ahora alberga centros de investigación y una biblioteca, las vidrieras exteriores llevan los nombres de cientos de personajes ilustres de aquella primera época y de la posguerra, algunos de los cuales siguen vivos y activos en la escena internacional.

Sus nombres encarnan todo el simbolismo de la resistencia a la barbarie y la exaltación de los valores sublimes y humanitarios de las ciencias y las artes, sintetizados en ese conjunto de edificios de ladrillo visto y en medio de un bosque jardín que contagia a todos los que siguen refugiándose allí.

Sintiéndome imbuido de esta historia y de la atmósfera casi mágica que me rodea, pienso en las lecciones aprendidas del seminario que acaba de terminar, en la continua interacción con amigos y compañeros de vida que he vuelto a encontrar, y en el deseo de seguir manteniendo el contacto con los nuevos amigos y compañeros que produjo el encuentro.

Gradualmente, los sentimientos y afectos vividos dan paso a valoraciones de lo dicho, debatido y asimilado como esencial. No como una simple valoración burocrática o exclusivamente académica, sino con la perspectiva de buscar conexiones con el mundo contemporáneo que urge unirse en torno a proyectos que recuperen el sentido de la civilización en nuestro tiempo.

En última instancia, sabemos que no podremos recrear el mundo que está casi en ruinas sin conocimiento, sin contar historias y sin compartir, como se hace en todos los seminarios. Leer Iberoamérica Lee quien sabe que compartir es la esencia más sublime del conocimiento adquirido.

2.

Al reflexionar sobre esta intensa semana, me conecto con los debates que encontraré en los próximos foros en Brasil, que retomarán temas recurrentes de nuestra difícil historia de la lectura y la escritura. Entre estos temas, uno prevalece: la distribución desigual de las políticas públicas y los programas de la sociedad civil, lo que repercute en la subordinación y la menor importancia que el país otorga a la formación de lectores y a la promoción de la literatura nacional.

De repente, todos mis pensamientos idílicos sobre la historia de Residencia choca contra el muro de la realidad brasileña y latinoamericana que no entiende la urgente necesidad de formar lectores.

Subrayo que no se trata de un caso de desconocimiento de esta necesidad, sino de una decisión política, tanto de los poderes públicos como de la élite económica y social que dispone de recursos para resolver cuestiones como el analfabetismo o la preservación de la bibliodiversidad.

No faltan ejemplos objetivos de programas de formación literaria, como el que comparto a continuación.

Entre las intervenciones Leer Iberoamérica Lee, Recuerdo las palabras del brasileño Alexandre Amaro, investigador de la lectura y la escritura en ambientes de privación de libertad, y del argentino Waldemar Cubillas, quien vivió diez años en prisión y, después de esa experiencia, creó y dirige el Centro Cultural y Biblioteca La Carcova, Un barrio de la provincia de Buenos Aires, parcialmente construido sobre un vertedero a cielo abierto. Ambos nos conmovieron con sus reflexiones sobre la perspectiva de la lectura desde la perspectiva de los presos, y cómo estos seres humanos privados de libertad perciben y construyen su relación con la literatura y los libros.

Waldemar Cubillas compartió una imagen basada en la idea de que «el amor depende del paisaje». ¿Y cómo puede ser posible este paisaje que fomenta el amor por los libros en un barrio donde junto al vertedero solo hay una penitenciaría y pobreza crónica?

Nos dijo que el libro aparece primero como papel, para ser vendido por peso; luego aparece como escudo protector cuando se coloca sobre el abdomen y protege al prisionero de un cuchillo enemigo en la prisión; luego aparece como un facilitador de pequeños placeres, como el papel muy fino tomado de la Biblia y con el que se hacen los cigarrillos; y, poco a poco, el libro en los estantes de la modesta prisión o biblioteca comunitaria construye otro paisaje, y este paisaje construye muchos otros que surgen de las lecturas de los libros, como si cada historia leída o contada abriera una puerta al mundo. Es la lectura en construcción.

La fabulación, esa construcción esencial junto a otras narrativas, que el maestro Antonio Cándido defendió en su texto seminal El derecho a la literaturaSe manifestó en su plenitud en el duro mundo real de Waldemar Cubillas, un resistente de La Cárcova. Entiendo como evidencia, basada en miles de experiencias y territorios similares en toda Latinoamérica, que la red de fábulas no es un mero capricho, sino un derecho innato que late en el ser humano.

Es en el entrelazamiento de narrativas, ya sea en la inmensidad de la literatura o en las mil facetas de la narración, que el mundo se revela en su intrincada danza, y la experiencia humana encuentra su eco y su significado. Cándido, con su peculiar lucidez, nos enseña que la literatura, en su esencia más profunda, es el aliento que humaniza, expandiendo la conciencia y forjando las alas de la empatía y la reflexión en el espíritu.

3.

Alcanzar este nivel de civilización es una ambición legítima y una meta a alcanzar. Quizás sea útil pensar que, para avanzar, necesitamos invertir no solo en la compra de libros, sino también en educadores y mediadores, con conocimientos cualificados y experiencia práctica basada en reglas y principios inteligibles, cuya capacidad les permite transformar lo tosco en algo ordenado, con propósito y, a menudo, hermoso.

En mi investigación, he observado la existencia de muchas personas en el mundo de los libros, la lectura, la literatura y las bibliotecas que navegan por estas aguas, como Waldemar Cubillas. Construyen y enseñan a construir en situaciones extremas, en entornos hostiles, en territorios donde la esperanza freiriana es algo que el ciudadano que come tres veces al día no puede imaginar que exista.

En este período intenso y difícil para la humanidad, cuando las élites autoritarias resurgen con el objetivo de impedir la formación de ciudadanos críticos, es hora de abandonar las ideas optimistas de un mundo inexistente y abrazar de una vez por todas el propósito de construir estratégicamente planes para educar a los lectores, apoyados por una gran movilización social y basados ​​en la unidad de todos los eslabones del sector del libro y la lectura. Sin esta coherencia, la perversa situación actual que impide a gran parte de la sociedad ejercer su derecho a la lectura y la escritura no se revertirá.

Es necesario construir y, al pensar así, repaso mentalmente la exposición”Tienes que verlo”, De la Fundación March, que explora la autonomía de los colores en el arte abstracto. El ingenioso montaje nos recuerda que «los colores no existen, pero el mundo es inimaginable sin ellos». También demuestra que la física enseña que los colores provienen de la luz blanca y que, desde 1864, con James Maxwell, sabemos que son el resultado de una experiencia perceptiva en la que la luz es captada por las células fotorreceptoras de la retina, transformándose en impulsos eléctricos que el cerebro reconoce como colores.

Si incluso los colores que inspiran a tantos escritores no son fruto del azar, sino que exigen un recorrido complejo y sólo son accesibles mediante una combinación de percepciones, ya es hora de que abordemos responsablemente la formación de una sociedad guiada por los valores, la memoria y las fábulas que encontramos en los buenos libros en todos sus formatos.

*José Castilho Marqués Neto Es profesor jubilado de filosofía de la FCL-Unesp. Fue presidente de la Editora Unesp y de la Biblioteca Mário de Andrade y secretario ejecutivo del PNLL (MinC y MEC). Autor, entre otros libros, de Soledad revolucionaria: Mário Pedrosa y los orígenes del trotskismo en Brasil (WMF). [https://amzn.to/3XNwXEi]


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