estado universitario

Imagen: Aleksandar Pasaric
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por DENILSON CORDEIRO*

Reflexiones sobre valores, principios y criterios en la educación

“No aprendiste latín y griego para hablarlos, para trabajar de mesero, intérprete o representante comercial. Se aprendía a conocer directamente la civilización de los dos pueblos, condición previa necesaria de la civilización moderna, es decir, a ser y conocerse conscientemente” (Antonio Gramsci, prisión cuadernos, PAG. 45-6).

“Algo se mueve ahí dentro. Premeditaciones, potencias, destinos intencionales trabajan juntos en una obra desmedida. O que divino corrientes, efluvios, polarizaciones y alteraciones; está el abrazo y el antagonismo, un flujo y reflujo magnífico de la antítesis universal, lo imponderable en libertad en medio de los centros (...)” (Victor Hugo, los trabajadores del mar, P. 275).

1.

Cuando un estudiante se queja de que ya no tiene lo que él llama una “vida social” después de ingresar a la universidad, no se da cuenta de que, si se toma en serio su propio proyecto, al decidir seguir una educación superior, de hecho se verá envuelto en un transformación en un orden tal en la vida misma que no podrá permanecer igual que en tiempos escolares, familiares y sociales pasados.

El estudio, cuando se realiza activamente, tiende a cambiar profundamente la vida, los hábitos, las preferencias, las expectativas, los intereses, los valores y, por tanto, el punto de vista. Es uno de los momentos más decisivos en la constitución de la identidad personal e intelectual. Y, con el tiempo, también la invención de su propio lugar social y profesional. Como escribió Marcuse: “Cuanto más lejos del dominio social concreto, mejor será verificar y mostrar cuánto ha sometido la sociedad al pensamiento”.[i] Porque necesita, en el tipo de orden que lo constituye, la continua movilización de atención, intereses y habilidades.

Pretender pasar por una experiencia así sin protegerse y sin cambiar es como intentar viajar por el mundo (como la caricatura del turista que se esfuerza por fotografiar todo y solo mira las imágenes cuando regresa a casa) pero permanecer inmune a las variedades de culturas, costumbres, idiomas, valores, circunstancias y todas las diferencias en relación con su propio origen. A las sorpresas del azar, finalmente, en el camino del aprendizaje.

La experiencia universitaria conlleva, con cierto optimismo, la posibilidad de hacerse cosmopolita al viajar (en el tiempo y en el espacio) por el universo contenido en los libros, mucho mayor que el meramente geográfico; más interesante que la inmediatez banal y a veces aburrida de la vida cotidiana.

Dado que “el placer, el ocio, la seducción y la vida erótica se han puesto bajo el poder del dinero y la producción de mercancías”, el resultado es tanto “la sofisticación de las necesidades y sus medios, como una barbarie bestial, una simplificación completa, brutal y abstracta”. de necesidades.”[ii]

Todo lo que se coloca bajo la rúbrica “vida social” se disuelve ante el valor, los descubrimientos, la importancia, los placeres insospechados, la posibilidad, aunque difícil y árida, de una sólida formación del espíritu, las bellezas ocultas y las realizaciones posibles contenidas en los estudios. En esta clave están incluidas todas las amistades, amores, simpatías, deseos y afectos.

El sustrato mundano se beneficia tanto de esto como que las posibles relaciones fraternales se realizan mejor mediante el dominio compartido, por ejemplo, del mismo idioma. La posibilidad de una aproximación cualitativamente superior tiene que ver con prácticas de este tipo. Es decir, no se trata sólo de una apología de la reclusión o del retraimiento estratégico, sino de la consideración de un tiempo y un espacio imprescindibles para la calidad de los encuentros y las actitudes. Es una atenuación (y por lo tanto un realce) del ímpetu de acción y de la rabia voluntarista tan en boga.

Pero el hecho obstinado de que estemos, en general, asentados en circunstancias de supuesto control del sufrimiento, nos vuelve cautelosos hasta el punto de confundir el cuidado con el miedo y, por tanto, rechazar horizontes a priori desconocidos. Si la calidad de las relaciones y acciones sociales depende más de los valores que nos guían que de cualquier materialidad, ¿por qué tanto énfasis, ansiedad y pesar por volver tan rápido al mundo de las relaciones y acciones sociales?

Estudiar, debemos admitirlo para nuestro beneficio, nunca se reduce a lo que las malas experiencias escolares ocasionales han impreso en la práctica. Es más bien una dimensión temporal, espacial y mental compleja. Un ámbito y un ejercicio que exigen el más fecundo, pero también el más doloroso de los encuentros: con nosotros mismos.

2.

La educación, como eje formativo, se basa, en gran medida, en imponderables. Es decir, lejos de cualquier espíritu de medida, cuantificación, predicción y circunscripción de resultados. Quienes educan y quienes están en proceso de Educación siempre han dependido de apostar a actividades, estudios y proyectos imponderables. Leer, escribir, ocuparse de la abstracción, relacionar, examinar, comentar, juzgar, escuchar, hablar, tolerar, respetar y descubrir no son meros dispositivos de emergencia que pueden activarse cuando conviene, son prácticas que dependen de la confianza, el cultivo, la aplicación, el ejercicio. y reflexión

Nuccio Ordine, refiriéndose a Max Scheller y Goethe, nos recuerda: “el amor y la pasión, si son realmente auténticos, presuponen en todo caso la gratuidad y el desinterés: sólo en estas condiciones el encuentro con un maestro o con un clásico puede verdaderamente cambiar la vida, la vida de un estudiante o de un lector”.[iii]

Esto quiere decir que la Educación es esencialmente distinta del trabajo, la vida familiar, las religiones, la convivencia con los amigos, los clubes, las juntas de vecinos, etc. Suena como una perogrullada, pero ha sido fuente de mucha confusión. La educación tiene distintos y peculiares propósitos, modos y dinámicas de experiencia formativa y orientadora que sólo pueden ser aprehendidos con tiempo, paciencia, dedicación y compromiso. Casi todo lo que funciona se niega imponiendo protocolos, automatismos, rapidez y eficiencia.

También hay que decir que entre las peculiaridades de la Educación está el hecho, no siempre bien aceptado porque casi siempre se malinterpreta, de que, a lo sumo, puede ser una promesa, porque opera en sintonía con el poder, y, por tanto, no no corresponden, en general, a los resultados establecidos a priori. Todas las evaluaciones basadas en expectativas estrictas tienden a degradar cualquier logro educativo.

¿Por qué entonces no somos naturalmente tolerantes con esta esencia de la Educación? ¿Por qué somos naturalmente apresurados, pragmáticos, inmediatos, impacientes? ¿Por qué tendemos a rechazar a priori ¿algo que no se parezca o no encaje bien con el ritmo acelerado de la llamada vida contemporánea o, peor aún, con las exigencias contemporáneas? Como en el hermoso verso del poema "La boca de la tormenta”, de Eugenia Almeida, “tienen un pozo lleno de ecos donde deberían tener ojos”.[iv]

La respuesta no es fácil, porque tiene que enfrentarse a una inteligibilidad hostil, tiene que ser formulada con muchas concesiones al vocabulario contemporáneo para ser recibida y, con suerte, asimilada en un ambiente saturado de otro tipo de acuerdos, azares y límites. .

Ese es el alcance de la llamada cultura posmoderna, tal como la caracteriza Olgária Matos en su versión universitaria:

“La cultura posmoderna es la de la “devaluación de todos los valores”. Su noción de igualdad es abstracta, homóloga a la del mercado donde todo es equivalente. En plena revolución liberal posmoderna, la universidad presta servicios y se adapta a la sociedad de mercado y al estudiante, convertido en cliente y consumidor, como lo atestigua la ideología del control de los profesores por parte de sus alumnos.”[V]

Brecht escribió en su poema "Nada es imposible de cambiar" que "nada debería parecer natural". Este imperativo es un supuesto básico para ventilar la perspectiva que se centra en la condición de que nos hagamos impermeables a los imponderables. Es básico porque de este horizonte depende la fuerza de interés necesaria para desencadenar cualquier examen.

Esto quiere decir que aquellas “naturalmente” referidas anteriormente e imbricadas en nuestros criterios de evaluación sobre lo que merecería o no el tiempo de nuestra atención pasan inmediatamente a ser sospechosas de haber sido producidas socialmente en lugar de ser siempre un rasgo innato de nuestras identidades, o que es , son, por el contrario, criterios forjados, falsos, y hechos nuestros por la dimensión cultural en la que, aun involuntariamente, participamos.

El rechazo de lo imponderable en la Educación, por tanto, es síntoma de estar inmerso en las condiciones contemporáneas de producción de valores, principios y criterios, tal como las caracteriza el prof. Olgaria Matos. Pero esto no es una conspiración de la sociedad, como si fuera una pueril monstruosidad que, por razones siempre incomprensibles, intentaría conquistar esa especie de tesoro humano que cada uno se considera ser.

Esta asimilación se produce en la condición misma de participar, reproducirse y adaptarse al medio social en el que vivimos. Por impregnación, los criterios y requisitos más típicos, por ejemplo, la velocidad de las imágenes de televisión, las respuestas tecnológicas de muchos aparatos que nos rodean, la funcionalidad, operatividad y utilidad de los trámites comerciales de diversos órdenes, las costumbres de las comunidades en las que pretendemos participar, tener familiaridad y aceptación y la hiperacelerada[VI] ritmo de vida de las ciudades, por el enorme alcance que llegan a tener en nuestras vidas, conducen a una especie de deslizamiento de los mismos criterios y exigencias hacia dimensiones de las que deberían permanecer vedadas.

En los mismos pasos que describe Franklin Leopoldo e Silva: “el proceso de desarrollo de la razón emancipada –aquella que pretendía sustentar un perfecto equilibrio entre la teoría y la práctica– provocó efectos civilizatorios contrarios a sus supuestos, precisamente por la imposibilidad de mantenimiento de este equilibrio entre la razón como medio de producir instrumentos científicos y técnicos para el mejoramiento de la civilización, y la misma razón como discernimiento de los fines humanos a los que tales instrumentos deben servir, para el mejoramiento efectivo de la vida.” [Vii]

Provocando, por tanto, la sensación inmediata de desajuste, desajuste e incluso conflicto, el diagnóstico resultante igualmente inmediato es que la dimensión educativa es la que está desadaptada, desactualizada en relación a lo que parece ser el mundo, nunca los criterios de examen que llevó a este tipo de conclusión.

El siguiente paso es abandonar todo lo que no puede fortalecer inmediatamente nuestra posición en lo que se identifica sin vacilaciones como el mundo. Cumplir con el ritmo vertiginoso del mundo parece ser la respuesta legítima y por tanto imprescindible a buscar en la formación que la Educación parece obligada a reforzar.

3.

¿Por qué, en su sano juicio, alguien adoptaría valores tan sospechosos? En primer lugar, debemos afrontar la dura realidad de que se trata menos de una conciencia sana, y más de una conciencia colonizada, modulada, programada por valores, principios y criterios ajenos a los de la Educación.

A continuación, es mejor no confiar demasiado en que haya algún tipo de elección activa y consciente de estos valores. Y menos aún que sean aparentemente nocivos. Se han convertido, de forma perversa, en el aire que respiramos, la cultura en la que estamos inmersos y en la que constituimos nuestra propia identidad.

De ahí la contraimagen, cuando pensamos en la resistencia, inscrita en la metáfora de que educarse es aprender a respirar en atmósferas más enrarecidas. Por eso también un efecto secundario común de los momentos de intenso aprendizaje es, por ejemplo, una sensación de falta de aire, pero con entusiasmo y euforia.

Todo sucedería si aceptáramos, incluso como ejercicios de pensamiento, las también imponderables razones de la negativa, como si estuviéramos constreñidos a ser otros o, para mitigar la posible agravación de la demanda, a ser de otras maneras. Es decir, habría que cuestionar el sentido de lo que se toma inadvertidamente como identidad propia y exclusiva.

No hay forma de superar esto sin enfrentar una gran crisis personal de inmediato. Sin embargo, Quintiliano advierte: “sobre todo es necesario tener cuidado de que aquellos que aún no pueden amarlos no lleguen a odiar los estudios y no lleguen a temerlos, una vez que sienten su amargura, incluso más allá de los años sin experiencia”.[Viii]

¿Cómo, después de todo, podría ser de otra manera? Es un mundo que tiene que dejar de ser un lugar seguro, cómodo y acogedor. Es otra, completamente distinta, la que hay que erigir con menos pasividad. Pero también es otro mundo que permite significados menos dramáticos para, por ejemplo, los viejos desafíos de comprender crisis, sufrimientos, dificultades, complejidades y similares. Lo que propongo es un esfuerzo por inventar una posición al margen de las ideologías hostiles a la Educación como horizonte de emancipación. Después de todo, pensar no es una capacidad innata e intrínseca, es solo una posibilidad que, en general, se desperdicia precisamente por la creencia socialmente forjada de que pensar es una capacidad innata e intrínseca.

De este nuevo campo de experiencias puede surgir un auténtico interés por descubrir nuevos horizontes, la distinción entre dentro y fuera del período de interrogación e investigación ya no podría tener sentido, dimensiones de la existencia previamente desgarradas, las preguntas más íntimas podrían traducirse en un disposición para la investigación, indagación permanente, discusiones orientadas, temporalidades reordenadas y variadas.

La paciencia y el celo con el camino se convertirían en el deleite y beneficio del camino porque investidos al mismo tiempo de entrega a uno mismo.[Ex]. Ya no habría una distinción aceptable entre pensar y existir, ya no habría concesión posible a lo inmediato que no fuera un proyecto imponderable de reconstitución, de humanización y, por tanto, de Educación.

Lo mejor de la Educación reside en la posibilidad de que alguien se ofrezca a sí mismo la oportunidad de librarse de tantos prejuicios que le impiden vivir un encuentro auténtico, profundo y duradero con el saber, después del cual ya no es posible volver a ser simplemente lo que solías ser. ¿No sería este uno de los sentidos de la idea de que la Educación es un camino acumulativo que permite el encuentro con uno mismo, un lento proceso de llegar a una edad indefinida, transitar por distintas temporalidades y reconocerse como un rostro visible, aunque imponderable, en el espejo de la humanidad?

No falta, pues, la vida social, sino que es el drama sustantivo imperante en la pretendida vida social que, sin Educación, pasa desapercibido como relegación y devoción al escabroso terreno del mercado.

*Denilson Cordeiro Es profesor del Departamento de Filosofía de la Unifesp.

Revista digital publicada originalmente Libros y café.

Referencias


Almeida, Eugenia. La boca de la tormenta. Buenos Aires: Ediciones Documenta Escénicas, 2015.

Brecht, Berthold. Poemas, 1913-1956. Selección y traducción de Paulo César Souza. São Paulo: Ed. Brasilense, 1986.

Gramsci, Antonio. prisión cuadernos. Trans. Carlos Nelson Coutinho. Río de Janeiro: Ed. Civilización Brasileña, 2004.

Guitón, Jean. El trabajo intelectual. París: Aubier, 1986.

Havey, David. Condición posmoderna. Una investigación sobre los orígenes del cambio cultural. Trans. Adail Ubirajara Sobral y Maria Stela Gonçalves. São Paulo: Ed. Loiola, 2013.

Hugo, Víctor. los trabajadores del mar. Trans. Machado de Asís. São Paulo: Ed. abril de 1979.

Marcuse, Herbert. El hombre unidimensional: la ideología de la sociedad industrial. Trans. Giasone Rebua. Río de Janeiro: Jorge Zahar Editores, 1973.

Matos, Olgaria. "El Crepúsculo de los Sabios". En: El Estado de S. Pablo, Cuaderno 2, 15 de noviembre de 2009.

Orden, Nuccio. La utilidad de lo inútil: un manifiesto. Trans. Luis Carlos Bombassaro. Río de Janeiro: Zahar Editores, 2016.

Quintiliano, Marcos Fabio. institución oratoria. Traducción, introducción y notas Bruno Fregni Bassetto. Campinas: Editora da Unicamp, 2015.

Silva, Franklin Leopoldo e. universidad, ciudad, ciudadania. São Paulo: Ed. Hedra, 2014.

Virillo, Pablo. Vitesse y política. París: Ediciones Galilea, 1977.

Notas


[i] Herbert Marcuse, “Hacia la gestión total”, pág. 109

[ii] Marx citado David Harvey.

[iii] La utilidad de lo inútil, P. 132.

[iv] Almeida, Eugenia. La boca de la tormenta. Buenos Aires: Ediciones Documenta/Escénicas, 2015.

[V] "El crepúsculo de los sabios". El Estado de S. Pablo, 15 de noviembre de 2009.

[VI] En esta lista de transformaciones de perspectiva, véase especialmente Paul Virillo, velocidad y politica.

[Vii] “La pérdida de la experiencia formativa en la universidad contemporánea”, pp. 86-7.

[Viii] institución oratoria, yo, 20.

[Ex] Es lo que escribe Santo Tomás de Aquino cuando se refiere a la “Ingressum instruas, Progressum custodias, Egressum impleas”, cuya posible traducción es aproximadamente: “Cuida los preparativos, vigila el curso y disfruta de los frutos”. apud Jean Guitton, El trabajo intelectual, P. 30, 1.

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