por JOÃO LANARI BO*
Comentario sobre la película dirigida por Edward Berger, en cartelera en cines
habemo papam, o “Tenemos un Papa”: desde hace unos dos mil años ésta es la frase fetiche que anima a los católicos de todo el planeta, proclamada poco después del cónclave que decide quién será el nuevo Santo Padre. En 2016, la Iglesia católica tenía aproximadamente 1,3 millones de creyentes, es decir, el 19% de la población mundial y más de la mitad de todos los cristianos. Es cierto que las diferentes orientaciones evangélicas han avanzado, especialmente en el nuevo milenio, pero la sagrada institución en Roma sigue firme –para bien o para mal, dirían los escépticos.
Cónclave es el título de la película dirigida por Edward Berger que trata exactamente de esto, la elección más esperada de todas, aquella cuyo ganador se supone está investido con nada menos y nada más: la santidad.
Basado en el libro homónimo del escritor británico Richard Harris, conocido artesano del suspense, el guión de Peter Straughan está meticulosamente construido para contener la respiración del público: las intrigas palaciegas de los cardenales, la disputa por el manto exaltado, la microfísica del poder que se instala en los recónditos ambientes del Vaticano donde se desarrollan las elecciones son los ingredientes de la trama.
Um fundición También formado a la perfección: Ralph Fiennes, Dean Lawrence llevando la narrativa, Stanley Tucci y John Lithgow, actores veteranos y rivales en el Cónclave, Isabella Rossellini y Sergio Castellitto, en pequeños papeles, también excelentes, además de varios actores secundarios, todos muy buenos: es la culminación final de esta producción donde todo parece estar en el lugar correcto.
Sí, es entretenimiento, entretenimiento papal, que sin duda tiene un encanto especial. De hecho, el Papa muere en la primera secuencia, lo que desencadena la carrera por la sucesión y revela la división política dentro de la Iglesia, liberales versus conservadores, por decirlo de manera muy reducida (hay muchos matices en este binomio).
Institución global desde hace milenios, fundada en pleno Imperio Romano, la Iglesia tiene una densidad histórica única en la humanidad. Atravesó cismas, a partir de él se crearon otras instituciones espirituales –los ortodoxos, los protestantes–, asimiló la corrupción, los excesos y las guerras fratricidas, y resistió. Hoy el Vaticano gestiona una diversidad de creyentes y una base de apoyo igualmente diversa –la jerarquía católica– sin paralelo entre las organizaciones que satisfacen las demandas de inspiración religiosa de la población.
Todo este universo está implícito cuando los cardenales se reúnen para votar, en la película en pantalla: hay un centenar de votantes, el elegido debe recibir dos tercios del total y ningún cardenal puede abstenerse de votar, ni votar por sí mismo. . Algunos cardenales se destacan en Cónclave, representando diferencias geográficas y mentalidades en la Iglesia.
Estamos en un novela de suspense político, con una edición nítida y precisa, y una banda sonora que coincide con la atmósfera tensa. Dean Lawrence maniobra a través de este laberinto, imbuido de la autoridad que le otorgó el Papa fallecido, cuyo legado sugiere algo del actual Papa Francisco. No es una tarea fácil.
La trama es ficticia, pero los conflictos son reales. En las conversaciones de los prelados sale a la luz el traumático pasado reciente: el Papa Benedicto XVI, por ejemplo, fue miembro de las Juventudes Hitlerianas y luchó en la guerra. Juan Pablo II, su predecesor, encubrió graves y patéticos casos de abuso sexual. El guión de Straughan menciona estos aspectos, pero evita entrar en un debate más profundo, como fue el caso de Dos papas, de Fernando Meirelles.
Esto no significa que se eviten los temas controvertidos: el cardenal Tedesco, uno de los candidatos más activos, arremete contra los musulmanes como si estuviera en la Edad Media. Las payasadas de su ambicioso competidor, el cardenal Tremblay, se acercan inquietantemente a lo inverosímil: lo que Dios quiera.
Un discurso de la hermana Agnes, que gestiona el apoyo a las monjas –es decir, la tradicional posición servil de las mujeres en la Iglesia católica– subvierte por un momento la jerarquía de género: “se supone que somos invisibles, pero no podemos evitar tener ojos y oídos”.
En este mundo estático, evolucionar sin perder relevancia es un gran desafío. Un personaje de voz suave, surgido en el último minuto gracias a un nombramiento extemporáneo del Papa recientemente fallecido, es el cardenal Benítez, de Kabul –sí, la capital de Afganistán–. Es mexicano, neófito en el Vaticano, ha atravesado mares agitados en su sacerdocio – Congo, Bagdad – y su discurso puede iluminar a la congregación.
Alto voltaje político, por tanto, a un ritmo divertido. Saludable, sin duda, y el torcedura final cierra la transición papal con broche de oro.
*João Lanari Bo Es profesor de cine en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Brasilia (UnB). Autor, entre otros libros, de Cine para rusos, cine para soviéticos (Bazar del tiempo). [https://amzn.to/45rHa9F]
referencia
Cónclave
Estados Unidos, Reino Unido. Irlanda del Norte, 2024, 120 minutos.
Director: Edward Berger.
Guión: Richard Harris y Peter Straughan
Reparto: Ralph Fiennes, Stanley Tucci, John Lithgow, Isabella Rossellini, Sergio Castellitto.
la tierra es redonda hay gracias a nuestros lectores y seguidores.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
CONTRIBUIR