Cómo los sueños de la Ilustración se convirtieron en monstruos

Clara Figueiredo, lo viejo y lo nuevo, fotomontaje digital, 2020
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por DAVID DÍAZ ARIAS*

Comentar el libro recientemente publicado “Crisis política del mundo moderno”, de Gilberto Lopes.

La modernidad occidental vio aparecer, en el siglo XX –imaginado por la Ilustración destinado a grandes cosas–, diversas formas de reducir al ser humano: a consumidor y soldado. Al mismo tiempo, del seno de este pensamiento moderno creció la teoría crítica que, emocionada, trató de evaluar este reduccionismo como una faceta que conducía a la barbarie, de la que la humanidad podía escapar con la misma fuerza que emanaba de la Ilustración que desató él.

A principios del siglo XX, varios intelectuales latinoamericanos alertaron sobre esta oposición entre civilización y barbarie en términos de Shakespeare: Ariel y no Monstruo. Pero no fue en América Latina donde primero se radicalizó esta doble condición de la modernidad ilustrada, sino en la Europa “civilizada”. Allí tuvo lugar la carnicería de la Gran Guerra (1914-1918), que convirtió a los seres humanos no solo en lobos de su propia especie, sino en bestias y monstruos.

Por tanto, no es casualidad que la Alemania que engendró a Einstein, Benjamin y la Escuela de Frankfurt fuera la misma que engendró el Nacionalsocialismo y, con él, la terrible Segunda Guerra Mundial. Al mismo tiempo, aunque la guerra terminó en 1945, los fantasmas de la modernidad insistieron en la oposición entre el mundo de la Unión Soviética, cuyo sueño socialista fue sofocado por la bota estalinista, y el mundo livre, guiada por un poder que puso todo su poder en el arte moderno de la guerra y en la razón burguesa decidida por la calculadora.

¿Qué pasó con los sueños de la Ilustración? ¿Se han convertido todos, como en el grabado de Goya, en monstruos?

Este libro recorre las respuestas más interesantes a estas preguntas desarrolladas durante el siglo XX. Su autor, Gilberto Lopes de Castro, es un destacado periodista, si esta actividad se define como lo era hace décadas: el trabajo de un investigador, con saber erudito, creado en la capacidad de hacer preguntas y cuestionar certezas, así como global en su manera de analizar lo pequeño, local en su manera de analizar lo universal, histórico cuando estudia el presente y futurista cuando se inclina por el estudio de lo inmediato.

Lopes pertenece a esa escuela de periodismo que produjo narradores como Gabriel García Márquez y analistas como George Orwell. Su capacidad de análisis, con una narrativa fluida y bien construida, hacen de sus ensayos obras de estudio. Este libro se convierte, en ese sentido, en la cumbre de Lopes como ensayista, filósofo, estudioso del pasado y crítico del presente.

En esta obra, Lopes reúne dos tradiciones de análisis: la Escuela de Frankfurt y el análisis del mundo de 1900 a 1950 desarrollado por el pensador costarricense Vicente Sáenz (1896-1963). La primera –escuela en el sentido de agrupación de análisis que reúne a pensadores por la semejanza de las preguntas– es escrutada por Lopes a partir de una lectura del Dialéctica de la Ilustración, el libro más conocido de Max Horkheimer y Theodor Adorno. Esta lectura conduce a Lopes a las profundidades de las tesis de estos autores, pero también a un diálogo con Friedrich Pollock, Franz Neumann, Walter Benjamin y Hannah Arendt, entre otros.

Lopes considera el planteamiento de Sáenz como uno de los mayores conocedores de esta figura y como uno de sus salvadores de las redes del tiempo, que, en el caso de Costa Rica, se convierte también en una catacumba para quienes han superado el escenario de la selva tropical.

Lopes revela las contradicciones de la modernidad ligadas al capitalismo como modo de producción. El capitalismo, impulsado en y por la Ilustración, adquirió su carácter de orden totalitario. En su intento de definir la felicidad como la capacidad de tener, el capitalismo hace de cada individuo una repetición del otro y lo vuelve dependiente del consumo. El capitalismo burgués sería, por así decirlo, una materialización de la incapacidad racional de la Ilustración para contener la barbarie o, lo que es peor, para alentarla en su intención de frenarla. Así, la Ilustración caería en el vacío al ser, como la serpiente que se come a sí misma, devoradora de su propia obra.

Según Lopes: “Las circunstancias que dieron lugar a la Dialéctica de la Ilustración ya no existen, al menos como existieron en ese momento. Pero, como tratamos de mostrar, el dilema sólo cambió de forma, mientras el proceso de decadencia de un orden social y el surgimiento de otro continúa alimentando las tensiones políticas de nuestro tiempo, sin que seamos conscientes de que el propio avance del progreso, que los renovados recursos para la conquista de la naturaleza, nos pusieron al borde del drama que la Ilustración pretendía resolver: la destrucción de esa misma naturaleza, a la que pretendíamos servir como sus amos; y la de la propia humanidad, hoy dueña de los secretos que la naturaleza ha puesto a nuestra disposición y cuya capacidad de destrucción ha resultado ser prácticamente ilimitada”.

Lopes profundiza en la discusión de Neumann sobre el estado totalitario y el capitalismo, hasta revelar la forma en que el liberalismo, en su afán de lucro absoluto, aniquiló las instituciones económicas creadas en los siglos XVIII y XIX, en particular la competencia y el mercado. Al mismo tiempo, los poderosos conglomerados industriales alemanes se convirtieron en nichos para el nacionalsocialismo, de tal manera que realizaron el sueño político liberal: anular la democracia. De esta manera, el capitalismo de ganancias era lo mismo que un estado autoritario sin democracia y la supresión de los derechos laborales y su herencia. El neoliberalismo sería entonces un digno heredero de este sueño liberal del siglo XIX, que desata el mito del mercado como bien supremo, pero, de hecho, abre la puerta a la destrucción de la democracia y los derechos sociales. Siguiendo a Wendy Brown y, más abiertamente, a Christian Laval y Pierre Dardot, el análisis de Lopes nos llevaría a atestiguar que el neoliberalismo es una reacción del capitalismo extremo contra la democracia.

Las reflexiones de Lopes, a partir de su lectura de Neumann, muestran que el neoliberalismo es peligroso para la democracia liberal porque la aniquila. Pero Lopes lee a Neumann interesado en visualizar la forma que adopta Karl Marx en sus notas sobre el desarrollo de los modos de producción, sin caer en el cientificismo absoluto, sino en identificar las dimensiones históricas particulares de cada experiencia. Es interesante, por tanto, que se rescate esta esencia fundamental de Marx como historiador, al estilo en que el historiador marxista Edward P. Thompson se quejaba del marxismo dogmático propuesto por Louis Althusser en la década de 1970. Marx, dice Lopes y coincido , estudió el capitalismo como una experiencia histórica y no como un idealista poshegeliano o como un positivista; como Thompson, Marx no creía en un universo conceptual que se engendró antes de que ocurriera la historia. Thompson se refiere directamente a esto como Geschichtswissenschlopff  o “mierda ahistórica”. Creo que Lopes estaría de acuerdo con Thompson y este libro es un aporte fundamental en ese sentido, particularmente cuando, con una aguda crítica, el autor analiza la ingrata homologación entre nazismo y comunismo que hizo Hannah Arendt en su libro sobre los orígenes del totalitarismo. Además, Lopes verifica las rutas por las que Arendt intenta encontrar las raíces del totalitarismo alemán y soviético, hasta derrumbar sus principales pilares y advierte que Arendt, condescendiente con la burguesía y el imperialismo europeo y americano, estaba ciego ante la verdadera naturaleza totalitaria del capitalismo.

Lopes confía en Vicente Sáenz, presentándolo siempre como una voz autorizada en el grupo de teóricos que estudia. Su procesamiento de datos estadísticos y su criticidad analítica le permiten valerse de Sáenz para confrontar estudios sobre el totalitarismo, como el de Arendt, que le parecen deficientes en su análisis o manipulados por cierta aversión anticomunista. ¿Por qué esta confianza? Hay una admiración por Sáenz, que nunca se oculta, sino que se destaca honestamente a cada paso de este libro. No es de extrañar, pues el autor leyó todas las obras de Sáenz y descubrió en él a un ensayista entregado y estudioso de la sociedad de su tiempo. Lopes, supongo, quiere que todos lean a Sáenz, en vista del maravilloso encuentro y descubrimiento que él mismo tuvo con este autor. Su voz le parece no sólo lúcida, sino bien informada, por lo que lamenta que algunos de los autores europeos que estudia no leyeran en español, como para resaltar la genialidad que observa en Sáenz.

Lopes cita a Vicente Sáenz: “A pesar de la fantástica mejora de los medios de producción, los productos del trabajo humano, que podían satisfacer todas las necesidades de la población mundial, no se distribuyeron equitativamente. El contraste entre la opulencia desafiante de los poderosos y la vida miserable de los indigentes formaba un cuadro en el que germinaban las semillas de la nueva barbarie. Lejos de promover el bienestar de la humanidad, la producción mercantil acabó engendrando el odio, promoviendo el mercantilismo como deidad suprema y, finalmente, la lucha de todos contra todos”.

Lopes sostiene que los objetivos economicos del gran capital alemán, que no se pudo lograr a través de la guerra, se obtuvieron por medios políticos después del final de la Segunda Guerra Mundial. El autor elabora un agudo análisis de la forma en que los bancos alemanes y su gobierno utilizan a su gusto la Eurozona y la Unión Europea (UE) y, en este sentido, disfrazan el papel preponderante y autoritario que tienen sobre los demás países de la antigua continente.

La norma de acción, que explora Lopes en el caso de Grecia, es aniquilar las pequeñas economías estrujándolas, agarrándolas por el cuello, una vez que se vuelven inoperantes por las políticas neoliberales. Alemania tiene así poder absoluto sobre sus socios, pero disfraza este poder actuando como si fuera la UE aplicando la ley del más apto. Sin embargo, el punto que afirma el camino hacia una sociedad totalitaria reside, según Lopes, en las reformas laborales desarrolladas por los socialdemócratas británicos y alemanes en la década de 1990, que hicieron crecer las ofertas de miniempleos. Estos mini-empleos, concebidos casi como las políticas nazis de destruir sindicatos y beneficiar a los empleadores, provocaron que la clase obrera alemana se empobreciera o viera reducidos sus salarios, al mismo tiempo que eliminaba los derechos laborales que alguna vez tuvo.

Normalmente, al discutir las propuestas del pensamiento crítico latinoamericano se desarrolla un camino que se inicia con algunos autores del siglo XVI, como Inca Garcilazo, y va hasta el siglo XIX, con líderes como Simón Bolívar o Sarmiento, avanzando a José Martí, pasó luego por intelectuales como Rubén Darío, Rodó, Alfonso Reyes, hasta llegar a personajes como Víctor Raúl Haya de la Torre o José Carlos Mariátegui, entre muchos otros. Este libro deja claro que a este firmamento le faltaba una estrella que brillara con luz propia: Vicente Sáenz.

López observa en Sáenz una propuesta para analizar la historia de América Latina ligada a su dependencia económica, producida por el proceso de expansión capitalista global, y con su vida a la sombra del imperio estadounidense. Bajo este sistema, Sáenz observa una explotación despiadada de las masas que sólo podría ser superada o enfrentada desde un esquema científicamente orientado de economía dirigida, a favor del proletariado.

Conociendo su época, Sáenz emprende un erudito análisis de cómo surgió el nazismo en Alemania y cómo el enemigo común de Occidente no fueron inicialmente los nazis, sino los comunistas. Sáenz prueba esta premisa al analizar la posición de potencias como Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos ante el auge y triunfo de la falangismo en España. El llamado “peligro rojo” fue el pretexto para hacer la vista gorda ante la barbarie en la Península Ibérica. Sáenz observó muy bien que el triunfo falangista, que franceses e ingleses concibieron como una contención de los “rojos”, no contenía las intenciones de expansión nazi. La lectura de Sáenz permite así precisar que la ceguera occidental sobre la URSS cavó el hoyo de millones de muertos durante la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial. Además, Sáenz identificó el fin del conflicto en Europa y el nacimiento de la Guerra Fría como un momento de oscuridad para América Latina, dada su percepción de que, bajo el pretexto del control comunista, el imperialismo estadounidense explotaría a su antojo a los países latinoamericanos. gozó de placer, mientras los dictadores y presidentes de esa región abrazaron ese poder y obtuvieron de él una legitimidad autoritaria. La antidemocracia latinoamericana encontró en Estados Unidos a uno de sus principales promotores y defensores, y en el anticomunismo la mejor excusa para gobernar con puño de hierro y arma blanca.

Al mismo tiempo, las empresas e industrias estadounidenses se extendían por América Latina para que la explotación económica de esta región sirviera para reconstruir Europa con el Plan Marshall, en contra de la reconstrucción de Alemania, mientras el imperialismo estadounidense repartía garrotes o alentaba a los gobiernos latinoamericanos. para comprar armas. Lopes sentencia: “Lo fundamental, para Sáenz, fue la transformación de nuestra economía, la nacionalización de nuestra riqueza, equilibrando el modo de producción colectivo con la distribución de la riqueza. Esta es la base de la democracia para él..

Lopes recuerda constantemente a Ulisses, atado a un mástil para escapar de la locura generada por el canto de las sirenas. Lo vuelve a hacer al final de este libro, para indicar que el curso de las ideas comenzó en este barco, con el mismo carácter y las mismas cuerdas. Pero, llegados a este punto, ya estamos preparados, como lectores, para asumir el desafío fundamental que plantea este texto: desatarnos y enfrentarnos con decisión al rincón que nos atormenta.

Como humanidad, no podremos sobrevivir si triunfa la barbarie de la Ilustración. Es decir, si los valores del capitalismo burgués se arraigan cada vez más como el sentido real de lo humano. Si eso sucede, todos los botes terminarán hechos pedazos contra las rocas. ¿Cómo evitar este terrorífico final? Sáenz, presentado por Lopes, nos ofrece el camino: cambiar la soledad del mástil por la fuerza del antiimperialismo, por economías encaminadas al beneficio de las mayorías y por la paz de una identidad compartida.

La pandemia de la Covid-19 nos ha puesto en un punto similar al que anunciaron Horkheimer y Adorno, pero también Sáenz: podremos descubrir, tras esta marea destructiva, si la humanidad sobrevive para ser y no para tener.

Con este formidable libro, original y ameno, entusiasta y crítico, triste y alegre, Lopes realiza una contribución fundamental para comprender la sociedad contemporánea y sus consecuencias. El lector no puede dejar de leer esperando, en esta aventura, descubrir cuál de estos caminos es viable.

*David Díaz Arias es profesor de historia en Universidad de Costa Rica. Autor, entre otros libros, de Crisis social y memorias en la lucha libre: guerra civil en Costa Rica, 1940-1948.

Traducción: Fernando Lima das Neves.

referencia


Gilberto López. Crisis política del mundo moderno. Dos visiones: la de la Escuela de Frankfurt y la del escritor costarricense Vicent Sáenz. San José, editores Uruk, 2020, 344 páginas.

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