por GILBERTO TEDEIA*
De las sospechas sobre la reflexión sobre la universidad a la cuestión social brasileña como punto de partida para instituir ideas filosóficas.
Al final de su disertación en el “Congreso Académico Unifesp 2021: Universidad en Defensa de la Vida” Scarlett Marton, teniendo como principio rector la vida y la muerte en el pensamiento y las prácticas occidentales, tras restaurar el registro dualista que organiza la corriente occidental moderna de invisibilización de la muerte, finalizó su presentación recordando que, sumado a la vida a cualquier precio y la salud a cualquier precio, asistimos actualmente a la banalización de la muerte como parte de una historia que es también la banalización de la vida.
Banalización de la muerte y banalización de la vida.
La segunda constelación de preguntas que invoco es la planteada por Olgária Matos en este mismo Congreso, también publicada en el sitio web la tierra es redonda bajo el título “Escuela y Universidad: Eros y educación”. La profesora Olgária, también en términos de una lectura en perspectiva bajo la temporalidad de los milenios, mostró la vida como experiencia para ser atravesada, así como la lectura, la vida como experiencia marcada por la presencia e intensidad de producción de sentidos que arrojan lo vivido más allá del mundo de lo recién dicho, más allá de los juegos de lenguaje y más allá de las prescripciones consensuadas normativas, la argumentación tejida por la profesora Olgária nos llevó a experiencias reconocidas como campo de las obras humanas.
Ocurre que este trabajo humano, como muestra la profesora Olgária, se reduce a lógicas de gestión y cuantitativas, lógicas que afectan, profesional/institucional y políticamente, los procesos de producción de conocimiento, conocimiento, subjetivación.
En cuanto a su diagnóstico, estaríamos ante un embrutecimiento amalgamado por el cálculo meramente cuantificador de referencias que transforman al otro, aquel con quien se interactúa, en objeto de decisiones decididas unilateralmente.
En su argumentación, Olgária nos llevó al reconocimiento de un camino y un terreno común para la formación cultural, para el aprendizaje escolar, para el saber del maestro, para la fecundidad de los clásicos, nos llevó para un camino y un terreno guiados por otra lógica que la de cálculo, sino el camino de la capacidad de amar.
Ambas dimensiones de estos diagnósticos, la banalización de la vida y la incapacidad de amar, me permiten colocar bajo triple sospecha el tema del congreso, “La Universidad en Defensa de la Vida”.
Primera sospecha, que la vida no necesita una universidad que la defienda, y entonces habría que oponerse: la vida sí necesita ser defendida por la universidad.
Segunda sospecha, que la universidad es incapaz de defender la vida, y habría que contrarrestar: sí, la universidad es capaz de defender la vida.
Tercera sospecha, que la universidad defendería otras cosas, ups, no, vamos a oponerlo de diferentes maneras en las cientos de sesiones: la universidad tiene que defender la vida.
Una tarea, una habilidad, una tarea, un sollen, un können, un müssen.
Ocurre que, a pesar de toda la relevancia atribuida a la instancia donde vivimos nuestra jornada institucional y profesional, a pesar de toda la relevancia atribuida a la instancia donde maduran las fronteras de la investigación más allá de meros intereses de oligopolios, relevancia atribuida a la instancia autosituada más allá de la mordaza que impone el sistema de poder -el dinero y sus esbirros uniformados o con túnica o capitanes graduados de la selva, en ese granero que aún genera y entrena a los pocos, para citar la conocida definición del cuadernillo kantiano, capaces de servirse de su propio entendimiento en el ejercicio de la razón y de sus actividades y que llevarán adelante la noble tarea crítica de la defensa pública de la vida, sin embargo, diría que la tarea y atribución de esta relación nada biunívoca entre universidad y vida no van muy bien en las piernas y podemos suponer que sólo defendemos la relación entre universidad y vida cuando tal relación está viciada por todo tipo de sospechas posibles bajo las cuales la relación entre universidad y vida duerme tras un largo crepúsculo y ocaso.
¿Cuál es la situación que tenemos para este crepúsculo y puesta de sol? La respuesta se divide en 8 partes.
Primero: tenemos una discontinuidad entre la idea de universidad que organiza su defensa y la experiencia concreta de lo que se hace en su nombre.
Segundo: porque el ideal que promovería la construcción de un pueblo emancipado, en tanto que sería una institución autónoma frente a los dogmas de religión, mercado, poder, es un ideal sustituido por lineamientos que, desde el sistema curricular de los cursos hasta las reglas del sistema Capes, sus plazos y sistemas de evaluación, a partir de lineamientos configurados como un conjunto de reglas que organizan lo que, en la Universidad, son pasos dados en términos alienados, ampliados y organizados de reconfiguración de la institución universitaria como organización empresarial, orientada por la racionalidad cuantitativa, a la que prescinde del lento trabajo del pensamiento, la crítica y la duda. En la vasta obra de la profesora Marilena Chaui no faltan textos sobre la universidad operativa que profundizan estos garabatos que aquí trazo.
Tercero: En este escenario, quien se oponga a esto negándose a ser un hámster, y se niegue a correr hasta el agotamiento para que nada cambie cuando solo empeora, ese alguien, aprendemos de Adorno, será acusado de insensibilidad, de resignación, como refugiado en la Torre de Marfil, descalificando, silenciando, censurando así la negativa y la sensibilidad de quien se niega (una negativa que, como en Aristóteles, se dice de múltiples maneras) de quien se niega a confinar la actividad teórica a las exigencias de un sociedad organizada por la explotación de la vida por unos pocos de costumbre en nombre de los intereses de siempre, a saber, la generación y acumulación de riqueza como un fin en sí mismo, no importa por qué, para qué, cómo o a qué costo, simplemente dos certezas siempre encontradas, el para quién y el mal infinito de la acumulación de riqueza.
Cuarto: el pragmatismo, la pasividad, el oportunismo o, en una palabra, el colaboracionismo de quienes actúan dentro de la universidad para preservar algo en nombre de este estado de cosas que existe es la actividad práctica de refrendar de una vez por todas la deformación. impuesto como sistema de reglas, es la actividad práctica la que prohibe, es la acción la que normaliza este hándicap (hándicap que, como en Aristóteles, predica una cosa, no predica otra, y queda excluida cualquier tercera vía), normaliza este hándicap al imponer como aceptado e inevitable, aprendemos de Lukács en los años 1920 y de Horkheimer en los años 1930, la condición material objetiva que organiza la vida del espíritu, el ejercicio del pensamiento, la actividad docente, la actividad investigadora, la relación de los estudiantes con el aprendizaje
Quinto: la vista gorda a las condiciones materiales que organizan concretamente lo que es y lo que se hace en la universidad, la vista gorda a las condiciones que organizan la vida y que organizan su defensa, la vista gorda a las condiciones materiales y juegos de poder que organizan esta campo presupone una fantasía: que el acceso a este conocimiento es posible cuando nombramos una esencia (¿normativa?, ¿semántica?, ¿materialista dialéctica?, ¿metafísica?, ¿utilitaria? ¿sensualista? ¿desconstruida?) que nuestro trabajo de instrumentos conceptuales y de intervención militante, presupone que los desafíos que plantea el presente están marcados por la repetición de los juegos de poder y sus relaciones con los territorios, las personas, los sistemas económicos, las formas de gobernar, las estructuras normativas, las dinámicas productivas de consenso.
Sexto: Me bastó citar dos concepciones del ser en Aristóteles que se contradicen entre sí para demostrar que los términos de nuestro problema no son tan fáciles de formular, comprender o superar como el utilitarismo realista, ¿rentier?, ellos, desde las agencias de promoción de la ciencia. y ministerios a quienes disputan con desinteresado vigor la aprobación de agendas en sistema aplanador en deliberaciones en cuerpos colegiados de curso o representantes de cursos en cuerpos colegiados nacionales.
Séptimo: por si fuera poco, resta mencionar la otra pata de este movimiento de pinzas que captura tanto la universidad, nuestro tema aquí, como la vida, una pata enana y desvencijada pero muy ruidosa, la pata de las pinzas que pasa por una pluralidad de sensibilidades políticas antisistémicas (a las que siempre apoyamos y solidarizamos, son la primera línea de los primeros en perecer), decretando, al unísono de izquierda o de derecha, que todo sea una forma de decir la mundo, un juego de lenguaje y por tanto, en lugar de una subjetividad, una personalidad y un carácter que sólo se producen a través de un lento proceso formativo, queda algo del orden del ser-individual militante. tiempo completo movilizados por un sistema de intercambios simbólicos, interacciones individuales que intercambian códigos de conducta y reglas que dan forma al mundo de acuerdo con preferencias esencialistas atomizadas y adversas a formas de acción y organización política supraindividuales, comunitarias y sociales.
Octavo: en este tsunami que barre el pequeño mundo de militantes imaginarios, imaginarios porque hacen pasar por una conquista progresista la reducción inmediata de todo lo que se quiere a logos tiránicos, se plantea la pregunta: ¿qué queda como mundo y como lucha y producción política? ¿de ideas a veces?, almas bellas y escamas militantes en esta inmensa lacrópolis en que se ha convertido el antiguo espacio público? Lo que queda es la reducción del campo de la política al fuego fatuo de identificaciones narcisistas egocéntricas que se disputan migajas de reconocimiento y derechos frente al gran saqueo que es un mundo intrépido y sereno en desollado de la mayoría de la gente común día y noche, que siguen la vida en el gran mundo ignoran lo que está pasando mundo pequeño.
OK, la situación parece un poco desfavorable. Miremos las cosas desde otro ángulo. Propongo trasladar el corte de la situación y momento al tiempo, escenario, lugar y público en que se inserta hoy nuestro debate, en tres movimientos.
Primer Movimiento, casi una digresión: podemos suponer que nuestra audiencia aquí está compuesta por personas naturales, por ejemplo, alguien nuevo en el curso de Filosofía como la Unifesp, un estudiante que frecuenta la cátedra IHF impartida por el profesor Sílvio Rosa. ¿Qué aprende este alumno de Silvio? Que el profesor Bento Prado Júnior es un parteaguas para pensar en la especificidad de lo que es trabajar con ideas filosóficas, por ejemplo, que la construcción de una forma autónoma de prosa filosófica implica renunciar a una agenda política que le es externa, renunciar a la reivindicación por el logro de la emancipación nacional o la conciencia de las tareas para superar el subdesarrollo, abandonando el psicologismo y el naturalismo que sitúan el trabajo filosófico como un fenómeno periférico que orbita alguna necesidad fuera del campo de las ideas.
Segundo Movimiento, sacando consecuencias de esta digresión: tenemos el desafío de instituir el camino de iniciación al hacer filosófico, ya sea en prosa o en ideas filosóficas, en el esquema descrito por Sílvio, a quien vuelvo aquí para dar los posibles esbozos de una defensa de instituir la vida, la de situarse más allá de las urgencias del presente vivido, ya que este presente, en la situación desplegada en ocho partes al inicio de esta comunicación, implica o el colaboracionismo adherido empresarial o la resignación de las bellas almas a sellar el migajas de derechos.
En términos de ese recorrido, que comenzaría con Jean Maugué y podría pasar por la obra de Bento Prado Jr., tendríamos una disyuntiva abierta para dos formas de intervención filosófica, las de Paulo Arantes y Marilena Chaui, enseña Sílvio Rosa, que Serían como dos constelaciones de intervención filosófica e intelectual militante en relación a las ideas filosóficas que nacen de esta enseñanza de Bento, cada una a su manera, ¿en común a ambos qué? Sílvio enseña: en común, la materia social brasileña por tema que organiza el horizonte general de las cuestiones y es el punto de partida de un sistema de ideas y producciones sistemáticas y consolidadas.
Este proyecto de digresión en dos movimientos se divide en tres partes. En compañía de Marilena y Paulo, una “defensa instituyente de la vida con una configuración un tanto peculiar”, muestra que, con ambos, (1) aprendemos a imaginar una forma muy peculiar de universidad y producción de conocimiento, (2) aprendemos a reflejar la cuestión social brasileña como punto de partida para defender lo que queda de vida, sociedad y universidad.
En estos términos, el desafío es (3) descubrir cómo leer bien el país y tener esa lectura como punto de partida de las preguntas y temas e inquietudes que organizan nuestros escritos, grupos de estudio, podcasts, comunicaciones, obras, temas y problemas. que tratamos bajo un corte de ideas filosóficas en el proceso de formación de quienes cursan disciplinas del área en la graduación.
Finalmente, el tercer movimiento de esta segunda parte de mi aporte al debate: cierro mostrando el conejo que salió del sombrero. Era para ocuparme de las múltiples configuraciones e implicaciones contenidas en el llamado a la defensa de la vida de la universidad y me propuse deslindar los signos de impotencia y recelo que rondan en esa defensa de la vida. ¿En qué se ha convertido esta defensa? En defensa de la vida de las ideas filosóficas en Brasil como proyecto de formación universitaria, y en la importancia de una mirada atenta a las cuestiones sociales brasileñas como punto de partida de los problemas y tesis a trabajar.
Siendo esto el conejo, me resta tomar a Benjamin como mi horizonte para concluir: se trata de tejer una formación que no sea meramente mantenedora, por lo tanto represiva, sino instituyente, por lo tanto emancipadora, ¿instituyente de qué? De nuevas formas de pensar y organizar la relación de las personas y la relación de las personas con las cosas, que es otra larga tarea y trabajo e historia a tejer en quién sabe en qué época del mundo.
A quienes me acompañaron hasta aquí, les agradezco su atención.
*Gilberto Tedeia Es pprofesor de ética y filosofía política en la UnB.
Este texto es la versión presentada en el “Congreso Académico Unifesp 2021: Universidad en Defensa de la Vida”.