por DANIEL COSTA*
La jerga de lucha contra la corrupción ha sufrido un importante proceso de instrumentalización
Desde la participación del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva en la serie de entrevistas a candidatos promovida por Globo y transmitido por National Journal y en el debate entre candidatos presidenciales organizado por la mesa formada por Red Bandeirantes, TV Cultura, Folha y UOL, varios analistas y vehículos de los medios hegemónicos señalaron la supuesta incomodidad del candidato al ser confrontado sobre la corrupción ocurrida durante las administraciones del PT.
Reanudaron el discurso sobre la necesidad de autocrítica por parte del partido respecto a los errores cometidos anteriormente, hecho repetido a lo largo de la entrevista concedida al CNN Brasil en la última semana, donde el presentador William Waack, entre frases como: “Cualquiera que sea el error cometido por Lava Jato, en buena medida le lavó el alma al brasileño”, se sumó al discurso conservador tratando de revivir tensiones desde la Guerra fría y recalentada discursos sobre una posible política de renacionalización impulsada por el PT, agendas que llaman la atención de sectores conservadores, y que saltan a la palestra para intentar tapiar al candidato, sin embargo, sin éxito.
Aún con asuntos de mayor urgencia, a través de encuestas realizadas al electorado, temas como la seguridad alimentaria, la reactivación económica, la salud y la educación han aparecido al frente de la infame agenda anticorrupción, la “estrella” de la elección realizada en 2018 , parte de los candidatos presidenciales siguen insistiendo en el tema.
Algunos, como la diputada de União Brasil, Soraya Thronicke, no pudieron escapar del tema, después de todo, elegida para el cargo de senadora en 2018 siendo llamada “Moro de faldas”, tiene la lucha contra la corrupción como principal bandera; por su parte, el pedetista Ciro Gomes, utilizando la verborrea cáustica, una de sus características, ha venido renunciando al discurso en defensa de su programa desarrollista para ser portador de la vieja falacia moralizadora udenista, centrando su blanco en el opositor PT, pero como lejos de ser un renacimiento de Carlos Lacerda y mucho menos de Leonel Brizola, incluso algunos analistas barajan la posibilidad de que el candidato ocupe el cuarto lugar en el resultado general, quedando a la altura de su desempeño en la disputa anterior.
La emedebista Simone Tebet, en cambio, parece ser la candidata con el discurso más calibrado sobre el tema, sin atacar nominalmente a los opositores, incluso por haber señalado públicamente la posibilidad de apoyar al candidato del PT en la segunda vuelta, habla Simone Tebet sobre la lucha contra la corrupción de forma formal, con el objetivo principal de ganarse a los votantes de clase media que están tocados por el tema, pero que no necesariamente abrazan el discurso bolsonarista, manteniendo así un carácter moralizante en su discurso, pero no virulento traído por Ciro Gomes.
Casi al mismo tiempo que la artillería de cuestionamientos y ataques relacionados con el tema comenzaba a centrarse en el Partido de los Trabajadores y en el candidato Luiz Inácio Lula da Silva, se reveló un esquema masivo, demostrando que en los últimos años la La familia Bolsonaro ha adquirido 51 propiedades pagándolas en efectivo. La cuidadosa investigación llevada a cabo por los columnistas del UOL, Juliana Dal Piva y Thiago Herdy, con base en testimonios de personas involucradas en las transacciones y abundante documentación, según los periodistas, “en siete meses se consultaron 1.105 páginas de 270 documentos solicitados a notarías de 16 municipios”, llevados a alumbra una dinámica de transacciones que puede ir mucho más allá de los conocidos cracks.
Sin embargo, contrariamente al escenario presenciado en el momento de la notoria operación Lava Jato, cuando bastaba una mínima denuncia, muchas de las cuales luego se demostraron falsas o exageradas gracias al discutible instrumento de la denuncia premiada, para emerger en el trasfondo del escenario de National Journal la imagen de la alcantarilla de la que salía dinero a borbotones, asociando claramente la práctica de la corrupción con algo ligado al subsuelo, al inframundo, a algo sucio, asociación que nos hace recordar cómo se veía tal práctica, por ejemplo, a lo largo del siglo XVIII, cuando los diccionarios asociaron el término la corrosión de los tejidos humanos, la carne y el alma; Las repercusiones de la corrupción bolsonarista, salvo el portal que publicó las primeras denuncias, han ganado poca visibilidad, mostrando cómo en la mayoría de los casos, este tipo de situaciones acaban sirviendo mucho más a fines ajenos que el que sería el principal, denunciando desviaciones. procurar el castigo de quienes cometieron el hecho ilícito.
El periodista Perseu Abramo, en un ensayo clásico publicado en la década de 1980, demostró que “una de las principales características del periodismo en Brasil hoy, practicado por la mayor parte de la prensa mayoritaria, es la manipulación de la información. El principal efecto de esta manipulación es que la prensa no refleja la realidad. La mayor parte del material que la prensa ofrece al público tiene algún tipo de relación con la realidad. Pero esta relación es indirecta. Es una referencia indirecta a la realidad, pero que distorsiona la realidad (…) La relación que existe entre la prensa y la realidad es similar a la que existe entre un espejo deformado y un objeto que aparentemente refleja”.
Así, creemos que al pretender imputar el monopolio de la corrupción a una determinada agrupación política, como se hizo en relación al Partido de los Trabajadores, minimizando los casos que se dieron bajo el paraguas de otras asociaciones, específicamente aquellas que presentan un programa convergente con los intereses de la clase dominante, tenemos a la prensa hegemónica destacando la proyección del objeto deformado que trae Perseu Abramo.
Reginaldo Moraes en el breve prólogo al texto de Perseu Abramo, escrito en 2016, en momentos en que los medios de comunicación, actuando como brazo directo de la operación Lava Jato, operaban como conductores de una gran orquestación, que en nombre de la lucha contra la corrupción , orquestó un golpe de Estado, que sacaría del poder a una presidenta legítimamente electa y a su grupo político. Según Reginaldo Moraes, al asumir el papel de protagonista y portador del discurso anticorrupción, dada su relevancia en los mecanismos de socialización, formación de sensibilidades y patrones de aprehensión de la realidad, los medios de comunicación se han convertido en un instrumento crítico para la coordinación de acciones políticas. . Describe, contextualiza, da sentido, pero también juzga, orienta el juicio y la ejecución de los actos. Más que los partidos, reemplazándolos, se convierte en el 'comando supremo del golpe', el cuartel general de ocupación del país”.
Así, creemos que a pesar de ser uno de los pilares en la construcción de una verdadera democracia y en la lucha contra las desigualdades, la jerga de lucha contra la corrupción ha sufrido un importante proceso de instrumentalización, pasando a servir como medio de disputa política, descalificando a los opositores. y la destrucción de reputaciones, proceso acelerado en la contemporaneidad, cuando el tema es discutido desde la perspectiva de la moralidad, permeada por el cinismo. Vladimir Safatle en su obra Cinismo y fracaso crítico, explica que, “el cínico sería aquel que distorsiona los procedimientos de justificación tratando de amoldarlos a intereses que no pueden ser revelados”.
Ya sea en el discurso lacerdista sobre el mar de lodo, que culminó con el suicidio de Getúlio Vargas en 1954 (expresión retomada durante los años pico de la operación Lava Jato, incluso por sectores de izquierda del petismo), en las acusaciones imputadas al presidente João Goulart en vísperas del golpe cívico-militar de 1964, o más recientemente a través del lavado de autos y la actual campaña electoral, tenemos ejemplos de cómo opera ese cinismo, porque a través de un discurso que termina siendo absorbido casi sin reservas por parte de la sociedad en su conjunto, lleva en sus entrañas fines ocultos.
Retomando la interpretación del tema por parte de Vladimir Safatle, coincidimos cuando afirma que, “el cinismo aparece así como un elemento mayor en el diagnóstico de una época en que el poder no teme a la crítica que desvela el mecanismo ideológico”, de tal forma que , “el problema relacionado con el cinismo nos lleva al centro de una reflexión sobre los modos de operación de la ideología en las sociedades llamadas “post-ideológicas”, es decir, sociedades que aparentemente ya no harían llamados a la cosificación de las metanarrativas teleológicas como fundamentos de los procesos de legitimación y validez de las estructuras de acción racional”.
Al enfrentar el debate sobre el tema de frente, corresponde a las fuerzas de izquierda, y en este momento de actualización, también a los sectores que se alzan como defensores de la democracia, aunque en el centro del espectro político para enfrentar la discusión con seriedad, entendiendo, según la interpretación presentada por Vladimir Safatle “que el cinismo es un régimen peculiar en relación a la norma, debemos recordar el sentido más amplio de lo que está en juego en la noción de “relación”.
Michael Foucault, al insistir en la existencia de una problemática ligada a los modos de subjetivación, problemática necesariamente presente en todo análisis de los modos de sujeción a normas, códigos, leyes y valores, abrió un fecundo campo de reflexión sobre el tema”, y partiendo de este El marco es que debemos enfrentar el tema de la corrupción en la sociedad, no como un tema moral, sino como un engranaje que involucra a un sistema social mucho más complejo.
*Daniel Costa Es licenciado en historia por la Universidad Federal de São Paulo (UNIFESP).
Referencias
Perseo Abramo. Patrones de manipulación en la prensa convencional. São Paulo: Editora Fundação Perseu Abramo, 2016.
Vladímir Safatlé. Cinismo y fracaso crítico. São Paulo: Boitempo, 2011.
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