por LUIZ MARQUÉS*
Los progresistas deben traducir el mantra jacobino para desafiar los corazones y las mentes de la población en su conjunto hoy.
El concepto de “comunidad” puede referirse ya sea a un determinado grupo social o a las características y valores que comparten sus miembros. También puede equivaler a “interés público” y “bien común”. Desde la noción de comunidad es posible desconstituir el esquema individualista y atomista del liberalismo clásico, que sustenta el neoliberalismo de Sociedad de Mont Pélerin (Friedrich Hayek, Ludwig von Mises, Milton Friedman). Sin embargo, es un concepto polisémico.
El constructo del individualismo falsifica la existencia de individuos, que sólo se desarrollan en interacción con otros, en una comunidad. El proceso de enseñanza-aprendizaje y pertenencia ocurre de manera colectiva. El individuo no es un lobo solitario en una jungla capitalista, participando en una “guerra de todos contra todos”. La ficción de la ideología neoliberal busca justificar el dogma de que la “libertad individual” no debe sacrificarse ni siquiera en nombre de lo colectivo. Es un modelo de individualidad sin empatía por el sufrimiento de los demás. La violación de las normas sanitarias durante la pandemia (mascarillas, aislamiento social) deja al descubierto la tapa, con actitudes autosuficientes.
Las concepciones derivadas de esta matriz teórica abstraen a los actores de la vida real y adquieren una apariencia poco realista e inconsistente. La fantasía encarna el sesgo del libre mercado y el espíritu empresarial en la pantomima ideológica al servicio de la acumulación capitalista. La naturaleza social de los humanos es un hecho indiscutible. La sabiduría requiere que pensemos en la sociedad a partir de las instituciones y comunidades que forman el orden social (tradicional y moderno). El resto es puro narcisismo, atemperado por la ignorancia.
Es una tarea poco probable aprehender a los individuos fuera de un contexto, sin los paradigmas de la justicia y el ejercicio de la razón práctica socialmente consensuada. La convivencia da un carácter comunitario a la dimensión humana. La necropolítica rompe la conexión entre los individuos y la comunidad y reemplaza los espacios de diversidad por condominios cerrados, la privatización de parques y la construcción de avanzadas de lujo para invertir en metrópolis, en detrimento de la vivienda social y el cuidado del medio ambiente. Con una creciente gentrificación, las personas pierden unidad narrativa sobre su trayectoria existencial y, vencidas por el miedo y el absurdo, se refugian en burbujas hostiles a cualquier alteridad.
Las narrativas individuales están separadas de la referencia externa, la polis. La verdad personal se convierte en el simulacro de una identidad alimentada por el deseo de un eterno retorno a un paraíso desaparecido. La crisis del mundo del trabajo y del empleo formal, el debilitamiento de los sindicatos y partidos de avance, sumado a la continua pérdida de empleo de los trabajadores y la clase media debido a las innovaciones tecnológicas genera resentimiento. Las afirmaciones persecutorias y conspirativas sobre los problemas socioeconómicos conducen a la invención de culpables por parte del neofascismo. La inmigración, el comunismo, el feminismo, el antirracismo y el secularismo sirven de chivos expiatorios.
Intelectual colectivo
La comunidad no se refiere a toda la población de un país, sino a los habitantes de la aldea, aldea, quilombola, universidad, organización nacional o internacional. Más que una estructura, lo que une a los miembros de una comunidad es la emoción. La persecución étnica y sexista despierta la unidad de los estigmatizados. Los vínculos subjetivos absorben las pérdidas, pero también los sueños del humanismo necesarios para la constitución valiente de una identidad colectiva, con la esperanza de lo indispensable.
Siguiendo a Ferdinand Tönnies, el término comunidad (Comunidad) indica una representación integrada, preindustrial, de pequeña escala, sustentada en el parentesco, la amistad y la vecindad, opuesta a la sociedad (Sociedad) entendida como una asociación con vínculos contractuales impersonales, propios de la constelación industrial moderna. La primera aporta una visión romántica, de cohesión emocional, mientras que la segunda sugiere las sombras del anonimato, el aislamiento y la alienación.
Históricamente, la comunidad ancla el “sentimiento” o el “sentido” alusivo a un núcleo simbólico, que se reconoce en oposición a otras comunidades. Benedict Anderson proyecta una entidad "imaginada" basada en la vida comunitaria para describir los orígenes del nacionalismo. De hecho, a pesar de la dificultad de establecer un entendimiento unívoco, la comunidad aparece en los discursos políticos y en las predicaciones religiosas actuales, invariablemente con una connotación positiva.
La palabra también circula para designar las relaciones sociales dentro del ámbito geográfico de las favelas brasileñas. En este sentido, la simple enunciación de la comunidad rescata luchas históricas por el acceso a la urbanidad que ya existe sobre el asfalto. La brutalidad de la policía, las milicias y el crimen organizado se interpreta como un ataque a la integridad de los vecinos. El grupo histórico-cultural critica la sociedad de clases y los privilegios que profundizan las desigualdades e injusticias.
El supuesto implícito es el de una articulación homogénea de aglomeraciones periféricas. Se hace una pizarra en blanco con las diferencias entre los oprimidos y los explotados. Más o menos como el comuneros que aparecen en la memoria de los socialistas, sin disputas internas. La energía y la resiliencia de las viejas batallas por la emancipación esperan con ansias esfuerzos futuros, con mayor experiencia. Así se formatea lo que Antonio Gramsci llamó “intelectual colectivo”. La fuerza de la comunidad organizada va mucho más allá del “nuevo príncipe” (el partido), en la transformación de las masas informes en una “nación-pueblo”.
La discusión subyacente se refiere a los factores que influyen en la conciencia política. El sentimiento y significado de la sociabilidad comunitaria contribuyen a elevar la percepción de los caminos hacia una vida digna en colectivo. Las actividades organizativas y conectivas fomentan cambios estructurales. La contraofensiva del subordinado busca corregir las desigualdades sistémicas y establecer las condiciones de la felicidad privada y pública con el derecho democrático a tener derechos, de lo invisible.
si, creemos
Como seres lingüísticos, debemos tener presente que las declaraciones ponen en acción movimientos de ataque versus defensa. En el duelo del fascismo social y político contra la democracia sociopolítica, la izquierda ganará las elecciones de 2024 si hace vibrar el espíritu de solidaridad comunitaria para enfrentar a las megaconstructoras y a la aporofobia (odio a los pobres). La campaña electoral debe cruzar el umbral de presentar un programa que simplemente restaure la pertenencia urbana. Depende de usted emular el deseo de participar y ejemplificar cada anuncio en una realidad diferente y prometedora. Para la extrema derecha, la “cuestión social” se reduce a reprimir a las “clases peligrosas” para mantenerlas a raya.
El caso de Porto Alegre, donde el Frente Popular mantuvo cuatro mandatos consecutivos (1989-2004) asediado por el Consenso de Washington, es evocador. El afecto y la pasión por los asuntos públicos impulsan el entusiasmo republicano y la solidaridad con el destino de los iguales. Con la marca de Presupuesto Participativo (PO), instrumento pedagógico para la inclusión de segmentos excluidos de la política, se logran beneficios civilizadores. Equipamiento califica regiones vulnerables con saneamiento básico (del 3% al 35%), centros de salud, escuelas, acceso al transporte, aceras, dignidad. En las inundaciones, el colapso total del sistema estatal y municipal mostró la importancia de una comunidad activa.
El epicentro del desastre climático en el Sur global es, también, la capital de la resistencia en el Movimiento por la Legalidad (1961), de la ecología gracias a la fundación de la Asociación Gaúcha para la Protección del Medio Ambiente Natural (AGAPAN, 1971) y la combativa sede del Foro Social Mundial (FSM, 2001, 2002, 2003 y 2005). En la antipolítica tóxica, la buena política no surge de promesas vacías. Proviene de empoderar a quienes son vistos como objetos y no como sujetos de la política. Dar la bienvenida a los marginados en canales participativos para que decidan sobre la ciudad es el antídoto a la alienación: un voto por la ciudadanía.
“No encojo la mano: avanzo / llevando un ramo de sol / la vida que va conmigo / es fuego: siempre está encendida”, dice Thiago de Mello, en el libro Está oscuro pero canto. Los versos del poeta condensan el espíritu de los legionarios de la utopía para derribar el patrimonialismo de los gobernantes atrasados, junto con el clientelismo y fisiologismo de las Legislaturas, con transparencia y probidad en el trato con el Tesoro. Una hazaña que se topa con la apropiación de escandalosos fondos millonarios, en secreto, en la Cámara Federal. El semipresidencialismo rastaquera une fuerzas con el debilitamiento del Brasil por parte del Banco Central.
Como decreta Maximilien de Robespierre, en su discurso del 24 de abril de 1793: “Toda institución que ne supone pas le peuple bon et le magistrat corruptible est vicieuse(Toda institución que no presupone gente buena y magistrado corruptible es pervertida). Doscientos años después, no hay nadie que no comprenda la advertencia del líder revolucionario. Los progresistas deben traducir el mantra jacobino para desafiar los corazones y las mentes de la población en su conjunto hoy. En la lucha surge la conciencia, la identidad crece de la mano, la victoria llega por el pueblo y para el pueblo. Sí, creemos.
* Luis Marqués es profesor de ciencia política en la UFRGS. Fue secretario de Estado de Cultura de Rio Grande do Sul durante el gobierno de Olívio Dutra.
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