por LISANDRO BRAGA*
“Presentación” del autor de la nueva edición del libro sobre el lumpenproletariado
“Entre 1990 y 1998, sucesivas oleadas desindustrializadoras golpearon el casco urbano de Bonaero como resultado de privatizaciones y otras regularizaciones neoliberales. En consecuencia, se produjo un acelerado proceso de expulsión del mercado laboral acompañado de una mayor inestabilidad en el empleo. Vale recordar que gran parte de los sindicatos argentinos fueron cooptados y aceptaron fácilmente este conjunto de reformas y ajustes neoliberales.
De esta manera, una porción importante de los trabajadores urbanos comenzó a sentirse completamente desorientada políticamente. Sin embargo, las consecuencias políticas y sociales para las instituciones burocráticas y clientelistas del Partido Justicialista también fueron enormes, al igual que el debilitamiento del peronismo entre las clases sociales más bajas.
Ante la falta de respuestas efectivas de las autoridades públicas y sus instituciones a los problemas sociales que afectaban al lumpenproletariado de la región, surgieron en los barrios organizaciones populares que comenzaron a organizarse al margen de las estructuras burocráticas, como partidos políticos y sindicatos. Es en este contexto que emergen organizaciones de desempleados y un nuevo modelo de activismo territorial en la región urbana. Por eso, entre 1990 y 1995, algunos barrios comenzaron a organizarse para quejarse de las tarifas de los servicios públicos privatizados. En 1995 apareció el primer comité de desocupados en el municipio de La Matanza, pero recién en 1996 comenzaron las primeras manifestaciones exigiendo asistencia alimentaria.
Tales manifestaciones ocurrieron en mayo de 1996 cuando varios vecinos de los barrios María Elena y Villa Unión realizaron una manifestación en la Plaza São Justo con una importante participación femenina. Poco después, el 06 de septiembre de 1996, tuvo lugar una importante “Marcha contra el hambre, la represión y el desempleo” hasta la Plaza de Mayo, que reunió aproximadamente dos mil personas. La marcha fue un punto de partida para el surgimiento de varias organizaciones de desocupados en varios municipios del área urbana (SVAMPA & PEREYRA, 2009).
La Matanza es un municipio vecino a la capital de la República, con aproximadamente 1.500.000 habitantes, población que supera ampliamente a la de 18 de las 23 provincias argentinas (ISMAN, 2004). Es una enorme aglomeración urbana con un gran número de población que vive por debajo del umbral de pobreza. Según el periódico Clarín del 22 de octubre de 2001: “La Matanza es uno de los municipios más grandes y difíciles de la zona de Bonaero: se estima que el 50% de su millón y medio de habitantes vive por debajo del umbral de pobreza y que la tasa de desempleo llega al 30 %. Vivir en este contexto se vuelve cada día más complicado. La gente no tiene dinero, no tiene un techo seguro, no tiene comida, no tiene ropa, no tiene medicinas. Y no hay esperanza”.
El deterioro de las condiciones que viene padeciendo el municipio de La Matanza se inició en 1976 con el golpe militar y ha ido ampliándose continuamente hasta alcanzar su fase más pronunciada durante el período menemista (1989-1999). Las ocupaciones ilegales de tierras en la región del Conurbano Bonaerense revelan el proceso de pauperización social que ha afectado a la región desde el período de la última dictadura burguesa.
Durante el período marcado por la sustitución de importaciones, el sector manufacturero arrastró consigo al resto de las actividades económicas en términos de producción y generó varios empleos, sin embargo en la década de los noventa el coeficiente de empleabilidad fue del orden del -3,7% y demostró que el sector industrial fue en gran medida responsable de la expulsión de mano de obra en la región, es decir, del proceso de lumpenproletarización (BASUALDO, 2002; BARRERA & LÓPEZ, 2010; VIANA, 2009). En este contexto, La Matanza pasó de ser uno de los principales centros industriales de la ciudad a convertirse en una región intensamente proletarizada por el lumpen. Y esta realidad no fue exclusiva de este municipio, pues varias otras regiones del país también comenzaron a vivir un intenso proceso de lumpenproletarización.
Según nota de Ismael Bermúdez, contenida en el diario Clarín del 19 de septiembre de 2001, ejemplifica la situación general del Conurbano Bonaerense: “El desempleo creció cuatro veces más (pasando de 5,7% a 22,9%) y entre los jefes de familia se multiplicó por cinco (de 3,3% a 17,2%). Como consecuencia directa de esta situación, en estos municipios casi el 40% de las residencias están compuestas por personas que reciben sólo el 20% de los ingresos de la región. Esto explica por qué la pobreza afecta a casi el 50% de la población, lo que hace que sus habitantes o familias de la región no tengan ingresos suficientes para costear la compra de bienes y servicios básicos”.
Frente a esta situación de desempleo, precariedad de condiciones de vida y falta de servicios públicos básicos de calidad (guarderías, colegios, centros de salud, viviendas, asfalto, red de alcantarillado, etc.), es decir, debido a esta completa situación de abandono generada por el abandono. de los poderes públicos (municipales, estatales y federales) es que en la región de La Matanza nacieron varias organizaciones vecinales, lo que dio lugar a una ola de protestas sociales, que desembocaron en 1995 en los primeros intentos de organizar el lumpenproletariado en la región. Es en este contexto que emergen en la región urbana organizaciones esencialmente lumpenproletarias y una nueva forma de militancia territorial.
Lo que ha estado sucediendo en Argentina en los años 1990 es parte de lo que ya estaba sucediendo en casi toda la sociedad moderna a partir de los años 1980, es decir, la sociedad moderna comenzó a sufrir transformaciones importantes en sus formas de apreciación del capital (toyotismo), así como en en sus formas de regularización de las relaciones sociales que lo garantizan. La principal forma de regularización de estas relaciones es el Estado neoliberal.
Este surge con el objetivo de brindar mejores condiciones para la acumulación capitalista a través de la regularización neoliberal del mercado, la “remoción” del Estado de obligaciones sociales (salud, educación, seguridad, empleo, etc.) y su transferencia al sector privado vía privatización de estas obligaciones y de algunos sectores estratégicos anteriormente bajo control estatal (energía, agua, gas, petróleo, transporte público, telefonía, etc.).
Junto al surgimiento de un movimiento esencialmente lumpenproletario, que comenzó a construir estrategias para enfrentar el proceso de lumpenproletarización y empobrecimiento generalizado, y que obstaculizaba la expansión de los logros necesarios para la acumulación integral, también emergió la cara más autoritaria y represiva del Estado neoliberal. , que junto al capital comunicacional (empresas de comunicación capitalistas), transformaron la lucha por los derechos sociales en crímenes contra el orden y a los manifestantes en delincuentes dignos de ser encarcelados o cuando no son ejecutados sumariamente por el Estado penal, como ocurrió en los diversos casos de “gatillo fácil”” (BRAGA, 2024, p. 187-192).
*Lisandro Braga es profesor del Departamento de Sociología de la Universidad Federal de Paraná (UFPR).
referencia

Lisandro Braga. Clase hecha jirones: acumulación integral y expansión del lumpenproletariado. 2do. edición. Goiânia, Ragnatela, 2024. 290 páginas. [https://amzn.to/4gTbVdM]
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