Clarice Lispector – guía de lectura

Johad Al Sharafi, Nueva Esperanza, 2015, Territorio Palestino
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por RICARDO INNACE*

Comienza con los cuentos, continúa con las crónicas y luego llega a las novelas. O revertir todo

1.

Meses antes de morir, en 1977, Clarice Lispector le encomendó TV Cultura una entrevista que se repite periódicamente. El periodista Júlio Lerner incluso preguntó cuál era el perfil del lector del escritor, pues en aquella época ya existía el mito de que una minoría llegaba a la narrativa clariana. Ante la pregunta, la autora es categórica al afirmar que le falta respuesta.

Cuenta que una profesora de portugués del Colégio Pedro II vino a su departamento y le confesó haberlo leído cuatro veces. La pasión según GH, sin el más mínimo éxito en la comprensión del texto, mientras una joven universitaria de apenas 17 años revelaba que ese era su trabajo de cabecera. La escritora de ficción relata que recibió llamadas de personas curiosas por saber dónde comprar sus libros. Y advierte que, si el interés por su literatura aumentó, no fue debido a ninguna concesión al público.

Ahí reside una verdad. De la prosa debut, Cerca del corazón salvaje (1943), póstumamente un soplo de vida: pulsações (1978), se reiteran los ingredientes que contribuyen a la densidad de sus historias. Se puede observar, inicialmente, que el lenguaje contiene recursos que exploran exhaustivamente la tensión, apuntando a un agotamiento incansable de lo verbal. La sintaxis de Clarice Lispector, generalmente nítida y apresurada, se modera ocasionalmente con un ritmo lento, para reflejar mejor el conflicto que surge de las experiencias límite que involucran a narradores y personajes.

A menudo se invierte en vaciar el significado actual de la palabra desestabilizando la frase y desviándose de la forma. A esto se suma la epifanía y las náuseas derivadas de imágenes inesperadas que provocan un flujo de extrañas asociaciones, en las que insectos y animales ganan presencia. Todo, en definitiva, ofrece a la escritura un lugar de protagonismo y permanencia, ya sea en suelo brasileño o en territorio extranjero.

Los procedimientos y estratagemas mencionados chocan ahora entre sí en mayor o menor grado de complejidad a lo largo de la obra. Hay narraciones que exigen un doble respiro por parte del lector decidido a seguir la evolución de la intriga, a armarse del fuerte sabor de la oscuridad, a veces de digresiones tendenciosamente sensoriales. El objeto narrado resulta costoso por el peso derivado de la puntuación que se extiende irregularmente, constituyendo una malla adherida a elucubraciones y frases combinadas con un efecto paradójico, en un singular acto de malabarismo entre fuerza y ​​equilibrio.

Por ello, resulta sospechoso que un lector no preparado abandone inmediatamente sus novelas basándose en la intensidad de tales personajes. Éste es el caso, sobre todo, de Una ciudad sitiada (1949) y La manzana en la oscuridad (1961), cuyo disfrute requiere colaboración y tolerancia, hay tantas áreas de casi impermeabilidad a los incidentes que quedan enredadas en un vocabulario que no es magro, sino excedente, en un ensayo con un diseño prácticamente inacabado.

Si las novelas mencionadas no son las más adecuadas para un lector principiante, ¿por qué textos debería empezar? ¿Esta aventura quedaría fuera de este género en el que invirtió Clarice y que gran parte de la crítica eligió, paradigmáticamente, para evaluarla? A priori, Sí. Los cuentos, las crónicas y la novela. hora estrella (1977) estaría entre los recomendados en esta etapa inicial. Sin embargo, sería un disparate pretender que este grupo salga completamente ileso del entonces contundente esquema ficcional responsable de la estructura de la obra. Se modela, a lo sumo, simplemente más disciplinado a la hora de conducir el hilo psicológico y el tiempo que gobiernan la narración. De entrada llegarían a la mano dos volúmenes de relatos breves: Lazos familiares (1960) y Una legión extraña (1964).

2.

Em Lazos familiares, lo femenino se suma al polo de convergencia que guió, de principio a fin, la literatura de Clarice Lispector. Es el tema a través del cual el escritor de ficción aborda la rutina doméstica, material cultural recortado de la vida cotidiana de una familia de clase media. En este aspecto, el cuento “Amor” es emblemático. En una breve fracción de tiempo, el mundo se vuelve caótico y peligroso a los ojos del protagonista.

Ana tiene una experiencia inusual de camino a casa. Sorprendida al ver a un ciego haciendo señales al tranvía que la lleva de regreso a la seguridad de su casa, abandona su bolso, rompiendo parte de los huevos comprados para la cena familiar. Esta preocupación se aplica a la imagen de esta persona anónima que accidentalmente gesticula una risa mientras masca chicle. Desorientada, no entiende el punto y desciende al azar al Jardín Botánico. Dentro de este espacio, sentada en un banco público, se involucra con lo más hostil de la naturaleza, porque sus sentidos perciben este terreno, que la desvía de tareas alienantes, una dinámica de animación salvaje nunca antes vislumbrada.

He aquí “grumos secos llenos de circunvoluciones, como pequeños cerebros podridos”, “lujosas patas de araña”[i] clavados en el tronco del árbol, nenúfares, “voluminosas dalias y tulipanes”[ii] asquean al espectador proyectado sobre el hombre con los ojos abiertos a la oscuridad del chicle mascado. Regrese al apartamento a tiempo para los preparativos de la recepción. Pero no sin antes darse cuenta de que allí también opera una ley silenciosa y secreta. Hacia él vino su hijo “con piernas largas y una cara como la tuya”, los pomos de las puertas de la habitación “brillaban limpios, los cristales de las ventanas brillaban, la lámpara brillaba: ¿qué nueva tierra era ésta?”[iii]

Es una tierra seria, sustancial en otros cuentos de Lazos familiares. Tierra igualmente receptiva a la experiencia de la alteridad que manifiesta sentimientos de amor y odio. No es casualidad que el protagonista del cuento “El Búfalo” sea sorprendido por el vértigo en un viaje al zoológico. Abandonada por su amante y con los puños cerrados y metidos en los bolsillos de su abrigo marrón, observa con disgusto la correspondencia ardiente y sensual entre parejas enjauladas. Esta inestable identificación entre el personaje y los animales emerge como una pulsión de vida o muerte, análoga a la fuerte sacudida del carrito de la montaña rusa en el parque vecino que ella decide ocupar.

No menos expuesta está doña Anita, en “Feliz Aniversário”, una historia también incluida en el libro Lazos familiaresCumple 89 años brillando de lucidez, rodeada de sus hijos, nueras, nietos y bisnietos en una cocina decorada con motivos infantiles. En el apartamento de la hija que carga con el cuidado de la cumpleañera, la situación de los miembros de una familia fracasada en sus vínculos se vuelve patética, reuniéndose, una vez al año, entre manteles con volantes, globos y servilletas de colores.

Cabe señalar que la crítica social subyace en la narrativa de Clarice Lispector: la caída de la grandeza existencial en las especies humanas y animales pasa a primer plano (a menudo, “con dócilidad para [captar] el delicado abismo del desorden”[iv], según el narrador de “La Legión Extranjera”, trama que da título al volumen de cuentos). De ahí la no gratuidad con la que la envidia y la perversión, por ejemplo, se desarrollan en éste y otros relatos incluidos en el folleto. Por cierto, Ofélia, de ocho años, es cautelosa y enérgica en sus juicios. Miniatura de una mujer recatada y de mirada censuradora, mata a un pollito que la vecina y narradora compró para sus hijos en el mercadillo. En esta intriga, el crimen es consecuencia de un amor inconmensurable –por la desesperación de no tener lo cercano, vivo y al alcance de la infancia– y la torpeza en los abrazos.

Es indescriptible el pasaje en el que la niña escucha el chirrido en la cocina desde la sala, es decir, el momento en que la Ofelia adulta se encoge hasta convertirse en la niña asombrada; El episodio narrativo se abre como un espectáculo siniestro. Un espectáculo no muy diferente al que ocurre en “Los desastres de Sofía”, otro cuento de Legión extranjera cuya protagonista, aproximadamente de la edad de Ofelia, sigue la metamorfosis de su maestro, cuando -cara a cara con él- vio en este hombre “los ojos que, con las innumerables pestañas, parecían dos dulces cucarachas”[V], es decir, “vio que algo sucedía frente a su cara”.[VI] Y lo que “vio fue anónimo, como un vientre abierto para una operación intestinal”.[Vii]

3.

En cuanto a las crónicas, forman un capítulo aparte en la poética de Clarice Lispector: el tema que las mueve surge de las observaciones cotidianas, o mejor dicho, de la vida cotidiana de las múltiples Clarices: madre, ama de casa, traductora, escritora, periodista (varias horas de trabajo). ) narrado, una vasta galería de personas elevadas a personajes). De este repertorio surgen innumerables conversaciones: con vecinos, empleadas domésticas, taxistas, editores, intelectuales. Se recuerda mucho a amigos y familiares. Fiestas, viajes, recorridos, impresiones recogidas en las calles y periódicos, libros repasados, el proceso de creación compartido con los lectores, supersticiones, accidentes, exabruptos; todo cabe en estos escritos de libre extensión y dicción espontánea. Entre el humor locuaz, sin embargo, hay textos de mordaz amplitud.

“La gelatina viviente como placenta” es una de ellas, legendaria como una pesadilla impulsada por un impulso suicida, que compromete el amanecer de la cronista que, recién despierta, reelabora y materializa en palabras la sustancia viscosa y gelatinosa impresa en su sueño. Si estas crónicas señalan un mundo pródigo en el entretenimiento, nada ingenuo y menos despiadado, la telenovela hora estrella (1977) logra un cariz diferente: parodia las narrativas seriales, ironizando el contenido y la forma de este género que, a lo largo del siglo XIX, promovió escenas de amor excesivas.

El autor construye una pareja sin reciprocidad, al margen, estéril para el romanticismo, dado que los nordestinos Olímpico de Jesús y Macabéa, residentes en la ciudad de Río de Janeiro, “tenían poca sombra en el suelo”. Él: metalúrgico, brutal, dispuesto a triunfar en la vida a cualquier precio. Ella: mecanógrafa semianalfabeta, desorientada sobre higiene, desnutrida. Olímpico sueña con ser diputado; Macabéa, ajena a la realidad –un “subproducto” que se alimenta de hot dogs y Coca-Cola– idealiza a Marilyn Monroe.

La primera página del libro registra 13 títulos, incluido “La hora de la estrella”. Son verticales y están unidos por la conjunción o. Algunas de ellas: “Que se encargue ella”, “No puedo hacer nada”, “Historia llorosa”, “Salida discreta por la puerta trasera”. Muestran desprecio por el desafortunado joven alagoano de 19 años. Para relatar esta historia se diseña un narrador masculino, con la intención de no debilitarse, conmoverse hasta las lágrimas ante el triste y desconcertante destino de la heroína que recorre la novela con dolor de muelas, compartiendo dormitorio, en un entorno periférico. barrio, con jóvenes dependientes de Lojas Americanas. Su nombre es Rodrigo SM – es escritor. El trabajo mal pagado lo distingue y lo aísla de las masas analfabetas, consumidoras, como mucho, de fotonovelas.

Para resolver el drama del personaje que tanto le exige, opta por una muerte triunfante, introduciendo un coche Mercedez-Benz en la vía de acceso de la mecanógrafa atónita por las optimistas predicciones de la adivina a la que acaba de consultar. Madame Carlota le anuncia a la niña un futuro prometedor al lado de un millonario extranjero (Olímpico la cambia por su colega de oficina del Nordeste; se llama Glória – además de “carnosa”, su padre trabaja en una carnicería y es un “peróxido rubio"). Glória es quien ofrece la dirección de la médium a Macabéa y le presta el dinero. El narrador-escritor explica: “Podría tomar el camino más fácil, matar a la niña, pero quiero lo peor: la vida. A los que me leen así les dan un puñetazo en el estómago a ver si sirve. La vida es un puñetazo en el estómago”.[Viii]

La escritura es autocontemplativa en hora estrella: metalenguaje a través del cual se entrelazan la vida y la muerte, sin que la cadena de hechos narrados se deshaga en paralelo; de lo contrario, esta trama difícilmente se definiría con un principio, un desarrollo y un final en las pantallas de cine, en un largometraje de 1985 dirigido por Suzana Amaral.

En este punto, el texto de Rodrigo SM es más figurativo, suavizando los contornos de la expresión abstracta que desdibujan, si se comparan, las páginas de Agua viva (1973), ficción cuyo entramado de palabras, liberadas de trama, sueltas, en un ejercicio experimental, se pigmenta sobre el papel como pintura espesa arrojada sobre lienzo virgen. El alfabeto está coloreado. Agua viva: “Poco a poco me meto en la escritura del mismo modo que me metí en la pintura. Es un mundo enredado de enredaderas, sílabas, madreselva, colores y palabras”.[Ex]. El arte es cuerpo, vibración: “Te escribo enteramente y siento un sabor de ser y el sabor de ti es abstracto como el instante. Es también con el cuerpo entero que pinto mis cuadros y fijo lo incorpóreo en el lienzo”.[X]

4.

Para una lectura más agradable quizá se necesite un lector más relajado, desenfrenado, menos convencional y preferiblemente alejado de los modelos institucionalizados. Porque la escritura que se autorretrato, en Lispector, es coreográfica –de exhibicionismo continuo. Pruébate. Personificate a ti mismo. Y irrumpe en esta representación como una dinamo. De ahí las desganas del lector ante esa novela que destaca como una obra maestra: La pasión según GH (1964).

Regístrate en primera persona. La mujer que narra el suceso del día anterior, identificada con las iniciales GH, es escultora y se encuentra sola: su amante la abandonó. Vive en un lujoso ático y decide organizarse, prefiriendo la trastienda, que antes ocupaba la criada Janair. En esta estancia cuyas paredes son sorprendentemente blancas (dormitorio iluminado), GH presiona la puerta del armario contra una cucaracha que intenta escapar por el hueco. A partir de entonces comienza una introyección absurda, mítica y mística del protagonista en el corazón de este insecto semivivo. El escultor, en este recuento, crea varias imágenes, destacando la cucaracha en descomposición, sin esa envoltura que esconde su jugo blanco y mucoso: la masa. Lo que intenta GH. Búsqueda, locura, salvación a través del apetitoso extremo de la amoralidad, éxtasis con lo sucio y lo primitivo: toda una cavidad alegórica se infunde en La pasión según GH.

Finalmente, si estos extractos de la obra de Clarice Lispector anuncian un sentimiento de insubordinación hacia lo que convencionalmente se da por sentado, ¿por qué no atender el llamado del escritor, el llamado de la pasión? Pues bien, el lector bien podría, transgrediendo un orden clasificatorio –el orden de qué leer antes y qué leer después–, entregarse, inmediatamente y sin pensar, a la novela. La pasión según GH. El riesgo es tuyo.[Xi]

*Ricardo Iannace Es profesor de comunicación y semiótica de la Facultad de Tecnología del Estado de São Paulo y del Programa de Postgrado en Estudios Comparados de Literaturas en Lengua Portuguesa de la FFLCH-USP. Autor, entre otros libros, de Retratos en Clarice Lispector: literatura, pintura y fotografía (Ed. UFMG).

Notas


[i] Clarice Lispector, “Amor”, Lazos familiares, Río de Janeiro, Francisco Alves, 1993, pág. 36.

[ii] Ídem, pág. 36.

[iii] Ídem, ibídem, pág. 37.

[iv] Clarice Lispector, "La Legión Extranjera", Una legión extraña, Río de Janeiro, Editora do Autor, 1964, p. 106.

[V] Clarice Lispector, "Los desastres de Sofía", Una legión extraña, Río de Janeiro, Editora do Autor, 1964, p. 20.

[VI] Ídem, pág. 22.

[Vii] Ídem, ibídem, pág. 22.

[Viii] Clarice Lispector, hora estrella, Río de Janeiro, Francisco Alves, 1993, pág. 102.

[Ex] Clarice Lispector, Agua viva, Río de Janeiro, Nova Fronteira, 1980, pág. 15.

[X] Ídem, pág. 10.

[Xi] Este texto, que ahora recibe ligeros cambios, fue publicado originalmente con el título “Guía de la aventura claricea” en la sección de dossier de la ya extinta revista Entre libros, “Una guía de lectura para descifrar el enigma de Clarice Lispector”, São Paulo, Duetto, Año 2, n. 21 de enero. 2007, pág. 38-43.


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