cisnes verdes

Imagen: Marcio Costa
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por PEDRO LANGE NETTO MACHADO*

Las preocupaciones sobre los efectos del calentamiento global y la degradación ambiental que lo agrava ahora dan pie al desarrollo de un nuevo concepto

En 2007, el matemático Nassim Taleb presentó el concepto de “cisne negro” para referirse a eventos raros e impredecibles que producen fuertes impactos socioeconómicos a escala sistémica. En el mundo globalizado en el que vivimos, la idea es particularmente relevante para el mercado financiero, ya que los modelos utilizados en la evaluación de riesgos de las inversiones son vulnerables a eventos de este tipo. Ejemplos notorios de cisnes negros fueron los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 y la crisis financiera mundial de 2008, ambos eventos inesperados que repentinamente desestabilizaron el planeta.

Las preocupaciones sobre los efectos del calentamiento global y la degradación ambiental que lo agrava ahora dan lugar al desarrollo de un nuevo concepto. En enero[i] y puede[ii] En 2020, estudios publicados por el BIS denominaron “cisnes verdes” a eventos similares a los cisnes negros, pero cuyo origen hace referencia al cambio climático. Aunque menos inciertos, dada la información disponible sobre los riesgos del calentamiento global y cómo enfriarlo, los cisnes verdes tienden a tener efectos aún más graves, ya que ponen en duda la existencia misma de la humanidad. Las formas que asumen son variadas e impredecibles, desde nubes de langostas que arrasan plantaciones en todo el mundo.[iii] a olas de calor y pandemias como la que estamos viviendo hoy.

Al igual que con los cisnes negros, la aparición de cisnes verdes puede imponer graves pérdidas financieras a los inversores. Pero debido al horizonte de corto plazo de sus decisiones y sus modelos de cuantificación de riesgos, que se guían por eventos pasados, los riesgos relacionados con los impactos del calentamiento global no tienen precio. De ahí, en parte, la preocupación del BIS y de los investigadores académicos que vienen tratando el tema recientemente: ¿cómo gestionar financieramente esta realidad?

Paralelamente al diagnóstico de la gravedad del tema ambiental también para el mundo financiero, la segunda década del siglo XXI fue testigo del auge de movimientos políticos y gobiernos que niegan la crisis climática y terminan agravándola. En Brasil, el gobierno de Bolsonaro aprovecha la pandemia para “pasar el ganado” sobre las cenizas del Pantanal y la selva amazónica. En Estados Unidos, la era Trump está llegando a su fin, pero dejará secuelas a la humanidad, especialmente en la concertación internacional por un modelo de desarrollo más sostenible. En cualquier caso, el hecho es que los negacionistas proliferaron en todo el mundo, muchas veces elegidos por voto popular.

Lo que ha estado motivando a los ciudadanos a elegir a los populistas de nuestro tiempo es una pregunta compleja, que ya estructura las agendas de investigación y corre el riesgo de quedar sin respuesta en el futuro. Sin embargo, hipótesis plausibles apuntan a los efectos negativos del proceso de globalización en las economías occidentales, que han estado experimentando décadas de estancamiento económico, concentración del ingreso, desindustrialización, creciente desempleo e inseguridad laboral. Impregnando la configuración de este escenario crítico, la agenda neoliberal implementada por los gobiernos, de derecha e izquierda del espectro político, ha buscado señalar al mercado financiero el compromiso con sus intereses, aunque sea en detrimento de los de los votantes.

La lógica de fondo es que ambos coincidirían. En este sentido, la confianza depositada por los inversores en la economía debería revertir en beneficios para la sociedad, dada la consecuente atracción de capitales que ello conlleva. Pero el costo de conquistarlo, comúnmente reflejado en el imperativo de la austeridad fiscal y en la agenda de reformas económicas liberalizadoras, ha resultado cuestionable. Además, la naturaleza de estas inversiones, en gran parte destinadas a la especulación en el circuito financiero global, tampoco es necesariamente benigna para el país. Así, a pesar de la tendencia a minimizar la presencia del Estado en estas economías y del progresivo desmantelamiento de las políticas de bienestar social que se ha observado, la realización de las promesas de la globalización es –al menos– cuestionable en el mundo occidental.

Como resultado, desilusionado con el establecimiento políticos, los ciudadanos recurren a candidatos supuestamente “extranjeros” y antisistema, que políticamente capitalizan la frustración e indignación popular con el contexto de decadencia socioeconómica. Estos líderes ganan el derecho a gobernar en las urnas, pero pronto actúan para sabotear las instituciones representativas a través de las cuales ascendieron al poder. Durante el proceso, hacen uso del diversionismo político que alimenta teorías conspirativas, desacredita la ciencia y socava la cooperación intra e internacional para combatir problemas comunes. Niegan la gravedad del tema climático y de la pandemia, atribuyen nacionalidad a virus y vacunas y terminan politizando la salud pública.

Si es cierto que el éxito populista se deriva del fracaso de la agenda neoliberal y de la globalización en algunos países, la misma razón potencia entonces la ocurrencia de los cisnes verdes. Esto se debe a que, bajo gobiernos negacionistas electos, no solo no se toman las medidas necesarias para enfriar el calentamiento global, sino que a menudo se fomentan acciones que van en contra de este propósito. Para el mercado financiero, esta realidad representa una encrucijada: la misma receta de política económica que busca garantizar la confianza de sus agentes parece estar amplificando indirectamente los riesgos ambientales, que ni siquiera son considerados en los modelos de proyección de riesgo de inversión, pero que pueden cobrar un alto precio en el futuro.

Ante la amenaza que el tema climático representa para distintas dimensiones de la vida humana, no debería ser necesario recurrir a compensación riesgo-rendimiento financiero para tratarlo con la debida seriedad. En todo caso, como el debilitamiento de la democracia liberal se ha asociado al deterioro del medio ambiente, se hace urgente resaltar la intersección en la que ambos se retroalimentan. Esto implica también el imperativo de que ambos problemas se superen juntos: regenerar la calidad de la representación democrática, para que sea políticamente viable impulsar medidas a favor del desarrollo sostenible.

*Pedro Lange Netto Machado es candidato a doctor en Ciencias Políticas por el IESP-UERJ.

 

Notas


[i]https://www.bis.org/publ/othp31.pdf

[ii]https://www.bis.org/speeches/sp200514.pdf

[iii]https://www1.folha.uol.com.br/mercado/2020/06/ministerio-declara-emergencia-em-rs-e-sc-para-combate-de-gafanhotos.shtml

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