por SIMONÍA DOS ANJOS*
El pánico moral como estrategia de poder
A un año y medio de las elecciones presidenciales, los evangélicos están ahora en el centro de la disputa por el respaldo electoral. Nada nuevo en el frente, ya que este segmento de la población que en 2010 representaba el 22% de la población y, hoy, debe alcanzar el orden del 30% de la población brasileña. Este grupo se ha guiado en el ambiente político por acuerdos entre líderes de medios, como Silas Malafaia, Edir Macedo, Estevão y Sônia Hernandes, RR Soares, etc. No es que estos líderes se refieran a todos los evangélicos brasileños, sino precisamente porque estos líderes son los que tienen acceso a una red de medios fuerte y accesible.
Recientemente supimos que Bolsonaro llamó a Silas Malafaia, Abner Ferreira y algunos otros líderes evangélicos para promover lo que llamó un cinturón evangélico en el Senado, con la intención de duplicar la presencia de políticos evangélicos que se posicionan a favor de su agenda política. En la misma semana, el 11 de abril, cientos de personas salieron a las calles para declarar críticas al STF, en defensa de la “libertad” y el fin del “comunismo”. El nombre de la marcha fue: “Marcha de la Familia Cristiana”.
Este movimiento de apelar a la protección de la familia para que los líderes antidemocráticos cuenten con el apoyo popular no es nada nuevo. Entre el 19 de marzo y el 19 de junio de 1964 se realizaron ediciones de la Marcha da Família Com Deus Pela Liberdade. Las dos marchas, además de la proximidad de nombres, también comparten una estrategia: crear pánico moral. Invocar el sentimiento más genuino de proteger a la familia y crear la narrativa de que no se trata de política, se trata de derrotar a los destructores de familias.
Obviamente, podríamos argumentar que quien garantiza los derechos de las personas y, por tanto, la protección de la familia es el Estado y no las iglesias. Aquí hay un nodo. El Estado se manifiesta en la vida de la mayoría de los evangélicos de forma violenta, inaccesible y excluyente. En cualquier periferia urbana de Brasil, veremos una iglesia evangélica que compartirá espacio con la falta de educación de calidad, salud de calidad, vivienda digna y violencia policial. ¿Y cómo se puede hablar de Estado Laico, de división entre religión y política con personas cuya única posibilidad de humanización tiene lugar en la iglesia?
Y lo más cruel de esta ecuación es que es precisamente la falta de derechos lo que garantiza el amaño de la religión por parte de políticos sin escrúpulos que integran la famosa bancada evangélica. Es un sistema de retroalimentación que necesitamos implosionar. Y en esta cuenta que han hecho los partidos para 2022, también se han ido moviendo el centro y la izquierda. La pregunta que tenemos que pensar es ¿cuál es la estrategia del movimiento? Como persona evangélica de izquierda, he estado pensando algunas cosas sobre esto. En mi opinión, lo que debemos aprender de los evangélicos es que hacer política con liderazgo mueve intereses. ¡Con la base de los evangélicos, se mueve un proyecto de futuro! Mantendré la base y creo que hay tiempo para que establezcamos el tono de este diálogo.
Me inspira la pedagogía de la lectura popular de la Biblia y con ella el movimiento popular que ya hemos visto triunfar con las comunidades eclesiales de base. Para mí lo que necesitamos es conectarnos con la base religiosa de este país a través de nuestras cicatrices, la falta de médicos en la UBS, la falta de trabajo, vivienda y educación. Y para que podamos ver que estas personas evangélicas tienen estas necesidades, necesitamos quitar la lente que hace que todos los evangélicos sean fascistas.
La mayor herramienta de los fundamentalistas religiosos es apelar al miedo, al pánico moral y al voto de cabestro. La herramienta de la política popular es la esperanza, la lucha colectiva y el diálogo. Este diálogo implica entrar en una iglesia y comprender por qué estas personas están ahí, por qué ese ambiente las acoge y las humaniza. ¿Y proporcionamos este espacio acogedor a estas personas? Queda la provocación, para que sigamos en la lucha por la democracia en nuestro país.
* Simonía de los Ángeles es candidato a doctorado en antropología en la USP. Es miembro del Colectivo “Evangélicos por la Igualdad de Género”, de la Red Evangélica de Mujeres Negras.