Películas en cuarentena: como nuestros padres

Imagen: Elyeser Szturm
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Por Daniel Paván*

Comentario de la película de Laís Bodanzky.

Recuerdo cuando fui al cine a ver la película por primera vez. Fue a finales de 2017. Temer acababa de cumplir su primer año en el cargo tras el doloroso proceso de juicio político de Dilma. Sus reformas comenzaron a llevarse a cabo. La sensación era que la crisis que vivía el país estaba en su punto más alto. Fue en esta situación de crisis que se estrenó la película.

como nuestros padres cuenta la historia de Rose.

En la película no hay juicio político, no hay lucha política, no hay reforma neoliberal. Está la historia de Rose. Y Rosa es una mujer en desacuerdo con su deseo. Ella es despreciada por su madre, quien la juzga por sus elecciones, y vive a la sombra de su esposo, un personaje caricaturizado del antropólogo ambientalista de clase media, Dado. Rosa cuida a las hijas, cuida la casa; Rosa trabaja escribiendo publicidad para anunciarse en internet.

En un almuerzo familiar, después de soportar todos los halagos que su madre derrama sobre Dado, el “gran héroe de la Amazonía”; después de que sus quejas y órdenes sean ignoradas; después de volverse en contra de las críticas de su madre y tratar de imponerse... A Rosa le dice que el que tuvo como padre durante años no era, en realidad, el indicado. Rosa es, de hecho, hija de un romance que tuvo lugar en Cuba con otro hombre. Naturalmente, esta revelación lo sorprende. Y ella es la que va a hacer que todo el edificio tenso que Rosa había construido alrededor de su deseo se derrumbe. Los conflictos de su exceso de trabajo, en casa, en la oficina, con sus hijas, con su marido… Todo eso pasa, desde ese momento, por un trabajo urgente de resignificación, de reelaboración. Es este trabajo de reconstrucción de la vida, de acercamiento al deseo y a la historia misma lo que se aborda en como nuestros padres.

Y ese es un gesto político muy poderoso, quizás incluso más que un desafío abierto en forma de cine. Un gesto político que era necesario en 2017 y lo es aún más en 2020. En medio de crisis política, crisis económica, crisis ambiental y ahora en medio de una pandemia, Rosa se da derecho a una crisis personal. Durante los llamados “tiempos oscuros”, Rosa se da el derecho de resolver los dilemas de su propio deseo.

La película insiste en dejar esto muy claro, principalmente a través del contraste con su esposo Dado, quien está comprometido con salvar la Amazonía, quien conoce profundamente a las tribus indígenas y presta muy poca atención a su propia familia. Si hubiera, en algún momento, un espacio para que la política tout court entró en su vida, esto sucedería durante la visita de Rosa a su padre biológico, un ministro en Brasilia. Pero, como ella misma dice, "no me gusta nada la política".

Este encuentro con su padre, a su vez, marca otro momento importante en la aventura de Rosa. Eso es porque, hasta que lo conoció, todavía podía creer en la idea de que este contacto traería una experiencia superior de significado, que finalmente ofrecería algún significado. En su división entre sus dos padres: uno Ministro de la Casa Civil y el otro artista de barrio casi gagá, Rosa guardaba la posibilidad de una gran experiencia de sentido en un reencuentro con un pasado supuestamente más verdadero.

Pero esta experiencia no podría ser más frustrante. Al conocer a su padre biológico, Rosa se da cuenta de que no tiene absolutamente nada que ver con ese hombre. No queda mucho después de este encuentro, aparte de ir a casa y enfrentarte a tus fantasmas.

Hablando con su madre sobre la visita al Ministro en Brasilia, su madre la anima a transgredir. Es lo que se espera de un personaje de izquierda así construido: la defensa de la transgresión. Rosa, entonces, se permite un poco de rebeldía en una escapada con el padre de una de las compañeras de colegio de su hija: andan en bicicleta por São Paulo; ir a la playa juntos. Se ve perfecto. Entiende, escucha, leyó la obra que había redactado Rosa. No es del todo intelectual, como Dado, pero sabe cómo usar su pulgar oponible para abrir un bote de mayonesa, y eso la satisface. tienen sexo Ella viene.

A partir de ahí, la película comienza a destilar un –falso– aire de alivio, que dista mucho de significar que todo está resuelto. Sin embargo, las cosas ahora pueden empezar a resolverse solas, a ser resueltas. Rosa tiene la oportunidad de asumir una relación con su madre en la que ya no necesita ser la hija combativa “con el látigo en la mano”. Rosa se libera de la rebeldía, puede preparar una buena despedida a su madre, que ahora ocupa su lugar. Rosa ya no es una hija rebelde, su madre finalmente puede morir. Y muere.

No necesitando ya de rebeldía, Rosa puede escribir una obra que comienza con el final de otra, de otro autor, que antes Rosa había elogiado tanto, ésta de exaltación de la más pura transgresión y rebeldía. Entonces se hace la pregunta natural: ¿qué sucede después de que abandonas todo? ¿Como está la familia? ¿Cómo es la historia en sí? Este gesto, de profunda salud mental, revela la mayor fortaleza de Rosa: ir más allá de la huida. Ahora puede decirle a su marido lo que siente, decir que se enamoró de otro hombre, pero que ya no quiere conocerlo. Quiere asumir su historia, ya ha asumido su deseo.

Sea dueño de su historia. Asume tu deseo. Asume la vida que tuviste, no la que podrías haber tenido. Conciliar. Porque no hay necesidad de huir del hecho de que siempre somos un poco como nuestros padres. Una película que, en medio de la agitación política, autoriza una aventura personal. Es, en esto, más poderosa que muchos manifiestos, desde exaltaciones hasta rebeldías. Enfrentar los dilemas del propio deseo, los conflictos de la propia familia, el propio género, las propias frustraciones. Darse el derecho a una vida, a la vida misma, tal como es. Esto se debe a que, en la sociedad, las formas individuales de sufrimiento y subjetivación están íntimamente relacionadas con el orden general. Lo que se constituye como experiencia social, abstracta y general aparece en la realidad de cada individuo. Sin uno no hay otro, y todo cruce se da en los dos niveles, y se vive en lo particular.

No hay, en como nuestros padres, las salidas fáciles: la exaltación de un pasado salvador, lleno de sentido y explicaciones; la rebelión fácil, el abandono de todo, la huida juvenil; el culto fanático de una visión política del mundo, que explica todo y encuentra culpa; el delirante escape a la imaginación… Nada de eso. En como nuestros padres está el enfrentamiento consigo mismo, con el propio deseo, con la propia historia. Está la poderosa carga de emancipación general que se produce a partir de esto. Como debería ser. Entonces puedes salvar el mundo. Solo después.

*Daniel Paván es estudiante de ciencias sociales en la USP.

referencia
como nuestros padres
brasil, 2017
Dirigida por: Lais Bodanzky
Guión: Laís Bodanzky y Luiz Bolognesi
Reparto: Maria Ribeiro, Paulo Vilhena, Clarisse Abujamra, Jorge Mautner, Sophia Valverde

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