Cine en cuarentena: Anselmo Duarte

Imagen: Elyeser Szturm
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Por José Geraldo Couto*

Comentario sobre el cineasta El pagador de promesas

Cuando piensas en Anselmo Duarte (1920-2009), que el día 21 cumpliría XNUMX años, lo primero que te viene a la mente, por supuesto, es la Palma de Oro que ganó en Cannes con El pagador de promesas (https://www.youtube.com/watch?v=WLqFa-61tkM) en 1962. Pero su importancia para el cine nacional va más allá, y su singular trayectoria ayudó a iluminar buena parte de la cultura brasileña del siglo XX.

Hay momentos románticos, casi míticos, en este viaje. A partir de su primer contacto con el cine, en su ciudad natal, Salto, en el interior de São Paulo. Su hermano era proyeccionista y Anselmo, de diez años, se quedaba detrás de la pantalla mojándola de vez en cuando para que no se incendiara, un verdadero riesgo en las proyecciones de la época. El procedimiento se recrea en la penúltima película que dirigió, Oh crimen de Zé Bigorna, de 1977.

Otra jugada legendaria es su participación como extra en el rodaje inacabado de Todo es verdad, de Orson Welles, en Río en 1942. Después de una visita a São Paulo, donde trabajaba como mecanógrafo y estudiaba economía, Anselmo había ido a probar suerte a la entonces capital del país. Trabajador, ambicioso y guapo, debutó como actor en la comedia romántica Querida Susan (1947), de Alberto Pieralisi, junto a Tônia Carrero.

Pronto se convertiría en el principal galán de las chanchadas de Atlântida y, más tarde, de los melodramas de Veracruz. Fue en estos estudios donde aprendió el cine narrativo clásico, con tendencia a lo académico, que encontraría su mejor momento en pagador.

Anclado en un apasionante texto teatral de Dias Gomes, un experimentado equipo técnico veracruzano (como el director de fotografía Chick Fowle) y un reparto privilegiado que incluía, además de los debutantes Leonardo Vilar y Glória Menezes, los jóvenes Othon Bastos, Norma Bengell , Geraldo del Rey y Antonio Pitanga, además del veterano Dionísio Azevedo, Anselmo encantó al mundo con una película que hablaba de la fe popular, la intolerancia y el prejuicio social, diluidos con capoeira, candomblé, malemolente sensualidad y la belleza del barroco bahiano.

No fue por falta de fuertes oponentes que la película ganó la Palma de Oro. Ese año obras de Buñuel (el ángel exterminador), Antonioni (el eclipse), Robert Breson (El juicio de Juana de Arco), Cacoyannis (Electra), Agnes Varda (Cleo de 5 a 7), Sidney Lumet (Largo viaje hacia la noche) y Jack Clayton (el inocente), entre otros.

Enemistad con Cinema Novo

el pagador ganó docenas de premios en todo el mundo y fue nominado a un Oscar por película extranjera (perdió ante siempre los domingos, de Serge Bourguignon). Pero fue realmente la Palma de Oro la que despertó el resentimiento, la ira y la maldición de los integrantes del entonces floreciente Nuevo Cine Brasileño. Anselmo representaba, a los ojos de los cinenovistas, todo lo que querían superar para crear un cine revolucionario. Procedente de chanchada y Vera Cruz, se le veía, en el mejor de los casos, como un simplón, y en el peor, como un oportunista. Hacía, decían, un cine académico que vendía “color local” para que lo vieran los gringos.

Aunque siempre dijo que no le interesaban los laureles de la crítica y que su objetivo era entretener y emocionar al público, lo cierto es que este rechazo por parte de la intelligentsia La música brasileña, especialmente el camino del cinema novo, fue un duelo que llevó a Anselmo a la muerte. En entrevista que me dio en 1997, antes de partir rumbo a Cannes, donde participaría en los festejos de la 50° edición del festival, el actor y director habló un poco de su sentir, y contó algunos sabrosos detalles de su participación como jurado en el evento, en 1971.

Un episodio que quedó fuera de la entrevista por falta de espacio fue el desastroso intento del productor de la pagador, Oswaldo Massaini, para complacer a François Truffaut, entonces presidente del jurado. Anselmo y Massaini estaban cenando en un restaurante de Cannes cuando vieron a Truffaut, a unas mesas de distancia. Massaini tuvo una idea que le pareció brillante. Llevaba consigo un LP de música brasileña y decidió regalárselo al director francés. “Me quedé en la mesa, mirando de lejos”, recuerda Anselmo. “Al ser abordado, Truffaut se levantó indignado, arrojó el disco al suelo y sermoneó a Massaini, diciendo que como competidor ni siquiera debería acercarse a un juez”.

El caso es que, a pesar del bochorno en el restaurante, ganó la película. Pero la reacción negativa o desdeñosa del nuevo establecimiento La cinematografía brasileña fue tan profunda en Anselmo que decidió cambiar de rumbo y demostrar que él también sabía hacer cine de autor, subvirtiendo las normas clásicas y académicas.

vereda, aventura de autor

Luego hizo la que quizás sea su película más interesante e inquietante, camino de salvacion (1965). Basada nuevamente en una obra teatral (de Jorge Andrade) y centrada en un episodio de fanatismo religioso –una comunidad rural liderada por un líder mesiánico enloquecido–, la película rompió sin embargo una serie de lazos estéticos anteriores. En lugar de los planos bien compuestos y el montaje perforado de la pagador, entraron en juego los planos generales, los encuadres oblicuos y la profundidad de campo de la cámara inquieta y delirante del argentino Ricardo Aronovich, que había trabajado en los rifles (1964), de Ruy Guerra, y se asoció con directores como Louis Malle, Alain Resnais, Raoul Ruiz y Andrzej Zulawski.

No sólo el montaje visual, sino también la actuación alucinante del elenco correspondían a la creciente locura de los personajes, que culminaba en terribles escenas de exorcismo y asesinato de niños. Así como el pagador había lanzado a Leonardo Vilar al cine, vereda presentó por primera vez como protagonista a un ilustrado Raúl Cortés, en el papel del líder mesiánico.

Pero fue inútil. La película fue recibida como un intento fallido de "parecer Cinema Novo". Esta es una injusticia histórica. Visto hoy, camino de salvacion conserva intacta su vitalidad y relevancia. Lástima, si no me equivoco, no hay una copia decente disponible, en DVD o en streaming. Está completo en Youtube (https://www.youtube.com/watch?v=UhlW72p-Ctc), pero en una copia precaria, grabada de TV. Aún así, vale la pena echarle un vistazo.

Tras esta incursión, Anselmo Duarte renunció a seguir un camino autoral y volvió, ya sea como actor o como director, al camino seguro de un cine más convencional y, supuestamente, popular. Dirigió, entre otras, la epopeya gaucha Un tal Capitán Rodrigo (1971), segmentos de pornochanchadas colectivas, un policía protagonizado por Pelé (los carteristas, 1980) y el mencionado Oh crimen de Zé Bigorna, drama erótico-policial protagonizado por Lima Duarte. Como actor, su papel de truculento teniente de policía en la excelente El caso de los hermanos Naves (Luiz Sérgio Persona, 1967).

La impresión que tengo es que, a pesar de ser una estrella popular durante décadas, un hombre guapo y seductor que se acostaba con las mujeres más deseadas de su tiempo (y que siempre presumía de ello), un cineasta que ganó premios internacionales y encantó al público. En todo el mundo, Anselmo Duarte nunca dejó de ser el chico del campo, ingenuo y ambicioso, que no acababa de entender todo lo que había vivido y, sobre todo, por qué no le gustaba a todo el mundo.

*José Geraldo Couto. es critico de cine

Publicado originalmente en BLOG DE CINE

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