por NEWTON BIGNOTO*
Comentario al libro de Condorcet escrito durante la Revolución Francesa
La principal obra de Condorcet dedicada al problema de la educación brinda al lector la oportunidad de familiarizarse con uno de los escritos más provocadores de la Revolución Francesa. En 1791, año de redacción del libro, Condorcet era una figura influyente en la vida política, un intelectual de gran prestigio en Europa, pero sus ideas parecían adelantadas a su tiempo. De hecho, este, uno de los últimos grandes artistas de la Ilustración, y el único que tomó parte activa en la Revolución, abordó temas y sugirió soluciones que incluso en los años creativos que siguieron a la caída de la Bastilla fueron capaces de asombrar.
Muestra de ello fue su firme posición a favor de la igualdad entre los sexos e incluso su creencia en la superioridad femenina en determinados campos del saber. Es cierto que la Revolución había incorporado a muchas mujeres al escenario político nacional, pero también había preservado muchos de los prejuicios del Antiguo Régimen, lo que contribuía a mantenerles un estatus diferenciado dentro de una sociedad en plena transformación. Condorcet anticipó ciertos temas, que serán queridos por los movimientos feministas, y también salió en defensa de los negros y los judíos.
Para llevar a cabo la amplia reforma moral y política que soñaba, vio en la educación una herramienta fundamental. Al abordar este tema, Condorcet se vincula a un debate que desde mediados del siglo XVIII ha galvanizado la atención. En este contexto, la referencia central solía ser la razón, pensada como el motor de toda transformación positiva en los caminos de la humanidad. Dentro, sin embargo, del combate de la Ilustración, muchos temas se entrecruzaron y sirvieron para llamar la atención de quienes se entusiasmaban con las nuevas ideas.
En particular, la cuestión de la relación entre educación y política ganó terreno a partir de la publicación en 1751 del libro de Duclos, Considerations sur les moeurs de ce siècle. En ese momento, el debate principal estuvo orientado por establecer la diferencia entre la educación y lo que se denominó instrucción simple. Mientras que el primero fue pensado como un conocimiento ligado a los destinos de la nación, el segundo fue visto como una mera acumulación de información sin conexión con las demandas de la época por una mayor libertad y conocimiento. Con Duclos, como después de él con La Chalotais, quien propuso un verdadero plan nacional de educación en 1763, se hizo corriente entre quienes gravitaban en torno a la cultura de la Ilustración proponer modelos educativos que apuntaran a formar ciudadanos movidos por valores ligados a la defensa de la patria.
En el transcurso de la Revolución, el problema educativo ya se había convertido en un problema para los participantes en la Revolución. Constitucion desde 1789. Talleyrand se encargó de redactar un texto, que debía servir de guía para la ejecución de un plan nacional de educación, que correspondiera a las nuevas instituciones y valores. Aplaudido por los miembros de la Asamblea, el texto sería distribuido a todos, pero nunca fue discutido. Su mérito fue el de dejar abierto el problema de la educación de los ciudadanos de una nación libre, sin, sin embargo, medir correctamente el alcance de su adopción como política pública.
Condorcet tuvo en cuenta el texto de su predecesor al escribir el Cinco memorias sobre la instrucción pública, sin siquiera mencionarlo. Su visión del problema, sin embargo, era mucho más amplia y tenía un sentido de la urgencia de la tarea a la que se había comprometido que se le había escapado por completo a Talleyrand. Por ello, su libro comienza con el enunciado de los principios que deben orientar la educación pública, y se despliega en un conjunto de sugerencias e indicaciones que deben servir de base a una verdadera educación republicana.
Afirma que la instrucción debe ayudar a liberar a los hombres y no puede estar al servicio de ningún dogma, sea religioso o pedagógico. La lucha contra la superstición, propia de la Ilustración, adquiere un rostro institucional en la medida en que se incorpora como principio de la escuela pública. Con ello se afirma su carácter laico y racional. Al liberar a la escuela de las autoridades religiosas, Condorcet también pretende liberarla de cualquier coacción proveniente de una autoridad distinta a la del conocimiento.
De esta manera, se garantiza la dimensión racional de su proyecto, que no convierte en dogma ni siquiera la Constitución francesa y sus fundamentos en la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano.
La educación pública universal debe ayudar a los ciudadanos a vivir libres pero también a ser iguales. Con ella debe ser posible ir más allá de la afirmación de la igualdad de derechos para todos, para llegar a un estado en el que hombres y mujeres puedan aspirar efectivamente a ocupar los más altos cargos de la nación, teniendo como referencia el mérito y la dedicación y no distinciones más largas que el nacimiento desigual confiere a cada uno.
Con ello pretende transformar la lucha por la igualdad en un movimiento que haga realidad la abolición de los privilegios, que había sido la seña de identidad de los primeros años revolucionarios. Sin la instrucción pública y su extensión a todos los miembros del cuerpo político, Condorcet temía que las distinciones de origen social y de género terminaran por entrometerse nuevamente en la vida de la nación.
La obra de Condorcet fue engullida, como su autor, por la vorágine del Terror y permaneció poco conocida en las décadas siguientes. A lo largo del siglo XIX, cuando las luchas políticas configuraron el escenario de lo que sería la Tercera República, la primera en forjar un régimen republicano estable para Francia, su pensamiento se hizo visible hasta el punto de servir de inspiración a los hombres públicos que ayudar a construir una sede institucional para las ideas republicanas.
Jules Ferry, Gambetta, y tantos otros, sabrán dar la importancia a la educación requerida por Condorcet en los convulsos años de la Revolución. Igualdad, universalidad, gratuidad, laicismo, humanidad fueron los principios que guiaron a los grandes educadores de finales del siglo XIX para crear lo que luego se conocería como la escuela republicana francesa. Todos estos principios se hicieron explícitos o se presupusieron en los escritos de Condorcet, y esto contribuyó en gran medida a redimensionar su importancia no solo en el contexto de la filosofía de la Ilustración, sino también en la formación de las ideas centrales del republicanismo francés.
*Newton Bignotto Profesor de Filosofía en la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) y autor, entre otros libros, de Las aventuras de la virtud (Compañía de Letras).
Publicado originalmente en Revista de reseñas no. 4 de agosto de 2009.
referencia
Condorcet. Cinco memorias sobre la instrucción pública. Traducción y presentación: Maria das Graças de Souza. São Paulo, Editorial Unesp, 264 páginas.