La poca ciencia es una tontería.

Hieronymus Bosch, El jardín de las delicias, 1504
Whatsapp
Facebook
Twitter
Instagram
Telegram

por CRISTIANO DUNKER & GILSON IANNINI*

Extracto seleccionado por los autores del libro recientemente publicado.

La cientificidad del psicoanálisis

“Mi pensamiento es el siguiente: – las pitones de la totalidad y del sentido, los caimanes parlantes del teologismo, hablan el mismo lenguaje que los rinocerontes ciegos del epistemologismo” (Bento Prado hijo).

“Intimidad” no es el término que mejor describe la relación entre el psicoanálisis y la ciencia. Varios factores contribuyen a esto. En primer lugar, debemos tener absolutamente claro que, en la gran mayoría de los ataques contra la cientificidad del psicoanálisis, el debate nunca, o casi nunca, es sobre la ciencia. Se discute la falta de prueba empírica de las hipótesis teóricas; se alega la imposibilidad de verificación experimental de enunciados y conceptos, con la expectativa de encontrar, por ejemplo, correlatos neuronales de instancias y procesos psíquicos postulados; Se critica la falta de evidencia de eficacia clínica, etc. Estos son los principales argumentos equívocos o falaces movilizados para afirmar que el psicoanálisis es una pseudociencia y un fraude. La discusión no tarda mucho en desembocar en la descalificación moral de su fundador.

La mayoría de las veces, lo que está en juego no son cuestiones de naturaleza estrictamente epistemológica, que impliquen validación o justificación, etc. Salvo honrosas excepciones, lo que está en juego son disputas políticas, que involucran prestigio, reconocimiento e inserción en diversos espacios, especialmente en la academia, los servicios de salud y el multimillonario mercado de la salud mental. Esto es lo primero que debemos tener presente antes de responder a tal o cual provocación disfrazada, o no tan disfrazada, bajo la máscara de una noble preocupación por la validez o eficacia del psicoanálisis.

En general, las preguntas que no pueden responderse están mal formuladas. Necesitamos enseñar a la mosca a salir de la botella, como decía Wittgenstein. Lacan prefirió, por ejemplo, mostrar que la ciencia es una condición del psicoanálisis, pero que ocupa una posición última con relación a él, es decir, al mismo tiempo de exterioridad e intimidad. Aunque apoya la racionalidad científica, el psicoanálisis se ocupa del basurero de la ciencia. La clínica nos lo demuestra a diario: “Te busco porque el médico dijo que mi problema tiene un trasfondo emocional” o: “El psiquiatra me recetó sin escuchar mi historia” o: “Probé terapia cognitivo-conductual y el terapeuta me recomendó sesiones mindfulness y respirar”.

Que quede claro de una vez por todas: no existe una teoría científica de la ciencia. El científico hace ciencia; Quienes producen teorías sobre la práctica científica son epistemólogos, antropólogos, historiadores, filósofos, etc. Cuando un científico juzga la cientificidad de un campo que desconoce, no emite un juicio científico, sino un juicio ideológico. Científico es el nombre que se le da a la ilusión ideológica de que todo conocimiento, para ser válido, es o debe ser científico.

A continuación nos inspiramos en la pregunta central planteada por Lacan: ¿cuál sería una ciencia que incluyera el psicoanálisis? El psicoanálisis es un acontecimiento que requiere una ampliación del concepto de razón, no su negación. De hecho, quienes puedan estar preocupados por el oscurantismo y el negacionismo contemporáneos deberían preocuparse por el hecho de que no fueron los psicoanalistas ni sus instituciones, sino una parte importante de la profesión médica la que respaldó el discurso oscurantista sobre la cloroquina, por ejemplo. El psicoanálisis nunca abandonó la razón. Por el contrario, propone una razón que incluye el inconsciente.

Definir lo que constituye ciencia y establecer criterios de cientificidad no es una tarea fácil, precisamente por eso los discursos que ignoran las controversias históricas y la multiplicidad de posiciones antagónicas, eligiendo una versión unitaria e inequívoca para demarcar la ciencia de la no ciencia, muchas veces son defender una posición entre otros, sin presentar ni justificar la parcialidad de su propia posición. Los filósofos de la ciencia que han emprendido esta tarea han logrado a menudo resultados embarazosos. Los criterios científicos demasiado estrictos a menudo dejan de lado ramas del conocimiento tradicionalmente asociadas con nuestra imagen de la ciencia.

El énfasis en la verificabilidad empírica de las proposiciones o la restricción a enunciados que en algún grado dependen de supuestos metafísicos podría generar el dilema de, por ejemplo, rechazar la cientificidad de ciertos sectores de las matemáticas o renunciar a protocolos rígidos de cientificidad. Sin embargo, criterios demasiado laxos acaban implicando la aceptación contraintuitiva de determinadas prácticas que difícilmente podrían considerarse científicas, como la astrología, por poner un caso extremo.

La epistemología actual parece alejarse cada vez más del problema de la demarcación, es decir, cada vez más del problema de determinar criterios generales capaces de demarcar epistémicamente los límites entre ciencia y no ciencia, o de proponer criterios racionales para elegir entre teorías rivales. ha mostrado sus limitaciones. Esto se aplica no sólo a las ciencias humanas y sociales sino también a ramas históricamente mejor identificadas con la actividad científica, como las llamadas ciencias duras. Ni siquiera la estrategia de pasar del prescriptivismo al descriptivismo logró superar las aporías esbozadas anteriormente.

En definitiva, este progresivo abandono de los criterios epistemológicos universalistas y el reconocimiento del carácter normativo de la demarcación acaba topándose con la también indeseable relativización del conocimiento científico y la adopción de criterios no epistémicos, de carácter psicológico, sociológico o ideológico, como como la adhesión a creencias, el consenso intraparadigmático o la utilidad social.

Un segundo orden de dificultades se refiere a la definición de qué es el psicoanálisis. Los contornos teóricos y prácticos del psicoanálisis en sí no están tan claros. Salvo un sentimiento más o menos vago de afiliación a Freud, no hay consenso sobre el significado que debe darse a algunos de sus conceptos fundamentales, como tampoco lo hay sobre los objetivos del tratamiento analítico y los límites de su aplicación. .

Corrientes tan distintas como la kleiniana, la winnicottiana y lacaniana, por no mencionar los hibridismos más heteróclitos, divergen no sólo desde el punto de vista de los supuestos y técnicas teóricas, sino también de lo que se entiende por proceso o curación analítica. Vimos que la definición misma del campo de las psicoterapias psicodinámicas se puede inferir del número de tesis freudianas rechazadas por las diferentes configuraciones que admite. Estas dificultades son aún más pronunciadas cuando se trata de extender el psicoanálisis a dispositivos clínicos no clásicos, como el psicoanálisis aplicado a hospitales o instituciones, o cuando se trata de incorporar técnicas de otras tradiciones psicoterapéuticas o brindar apoyo conceptual psicoanalítico a otras prácticas terapéuticas.

Sin embargo, incluso si se pudieran superar las dificultades para definir qué es ciencia y qué es psicoanálisis, todavía quedaría la tarea de establecer criterios de relevancia y límites de tolerancia para atribuir el predicado “ciencia” al argumento del “psicoanálisis”. Por tanto, no tiene sentido defender la cientificidad del psicoanálisis, ni repudiarlo por su supuesta acientificidad, incluso si se utilizara la noción lacaniana de objeto para hablar de esta brecha productiva entre psicoanálisis y ciencia.[ 1 ]

Ambas posiciones no hacen más que hacerse eco del carácter meramente avalista del que goza la palabra “ciencia” en nuestra cultura, en la que el estatus de cientificidad es visto como una vía para acceder a títulos nobiliarios del más alto valor, capaces de garantizar el ingreso al campo de la ciencia. autoridad y ganar prestigio social, financiación de investigaciones, inserción institucional o presencia en el mercado editorial.

Como si la postulación de la cientificidad de la medicina, por ejemplo –o de las ciencias que forman su base teórica– estuviera libre de problemas y no estuviera involucrada en configuraciones culturales más amplias, que abarcan aspectos históricos, políticos, ideológicos, etc. ¿O alguien todavía tiene dudas de que la salud y la enfermedad sean categorías fuertemente dependientes de normas sociales, valores morales y prejuicios estéticos? Basta con echar un vistazo a la variación histórica en la forma en que representamos los ideales de belleza y salud en el cuerpo a lo largo del tiempo.

Es cierto que existe una sensación más o menos difusa de que las neurociencias o la psicología experimental se ajustan mejor al epíteto de ciencia estándar que otras ramas de la psiquiatría o la psicología. Es necesario enfatizar que si esto es –al menos en parte– cierto, también lo es que la imagen de ciencia implícita en este caso no corresponde en modo alguno a criterios epistemológicamente neutrales y universalmente aceptados. Está en juego mucho más un problema de naturaleza política, relacionado con criterios utilitarios de legitimación, que con criterios epistemológicos.

Esto no significa que no existan diferencias entre el conocimiento científico y el no científico o incluso pseudocientífico. Simplemente significa que no tenemos criterios epistémicos capaces de trazar la línea divisoria y que, aparentemente, el problema, planteado en términos generalizadores, está mal formulado, como mostramos en la primera parte de este libro, “Ni ciencia ni pseudociencia”. ".

Pero la suspensión del carácter normativo de la cuestión por parte de la cientificidad no significa que el psicoanálisis pueda eludir la tarea de explicar protocolos para validar su praxis y sus conceptos. Es necesario, sin embargo, que pueda establecer parámetros internos, basados ​​en la propia esfera de racionalidad que instala. Evidentemente, estos criterios no pueden encerrarse en sí mismos. Es necesario confrontarlos con la amplia gama de conocimientos y prácticas sociales que el psicoanálisis necesita abordar, sin tener que recurrir a lo que Mary Hesse llamó “criterios de teoría cruzada"[ 2 ] o el mito de las “posiciones por defecto” de John Searle.[ 3 ] No es casualidad que el psicoanálisis nunca haya rehuido la tarea de medirse también con prácticas artísticas y culturales, como la literatura, la filosofía, la teoría social, entre otras.

Aunque la concepción lacaniana de ciencia no tiene nada de trivial y es absolutamente central para la formalización de una teoría del sujeto y del objeto, no responde a la demanda inicial sobre la cientificidad o no del psicoanálisis. Paradójicamente, aquí es donde reside su fuerza y ​​su interés. Todo sucede como si Lacan se negara inmediatamente a colocar el problema de la cientificidad del psicoanálisis bajo el paraguas del problema epistemológico de la demarcación, que se muestra cada vez más obsoleto. Sin embargo, incluso si la concepción lacaniana de ciencia no tiene en cuenta la complejidad de la producción científica actual (resultando insuficiente, por ejemplo, para pensar en los desarrollos recientes en ciertos sectores de la biología, en los que las matemáticas no juegan un papel tan preponderante). y el contingente de singularidad adquiere una fuerza insospechada), sigue siendo relevante, ya que afecta la constitución misma de la racionalidad psicoanalítica.

Lo que nos gustaría hacer aquí es simplemente esbozar un modelo para plantear el problema de la relación entre psicoanálisis y ciencia en otros términos, basado en un operador interno al propio psicoanálisis que pueda resultar heurísticamente fructífero.

Nuestra estrategia consiste en evaluar si la noción lacaniana de extimidad puede utilizarse para pensar el lugar del psicoanálisis en relación con la ciencia. Extimidad designa originalmente la operación de “inclusión externa”,[ 4 ] propuesta para formalizar la modalidad de relación del sujeto con el significante. ¿Es posible decir que el psicoanálisis está incluido externamente en la ciencia y, por tanto, se constituye como ciencia última?[ 5 ]

La tesis de Lacan es que la ciencia –por exigencias metodológicas o epistemológicas– excluye la singularidad radical del sujeto, mientras que el psicoanálisis –por un imperativo a la vez ético y estético– la acoge. Una tesis que sería banal, si no fuera porque el sujeto es un lugar vacío donde se cruzan verdad y contingencia.

La fórmula programática de Lacan admite la paradoja que establece la ecuación de los sujetos: “Decir que el sujeto sobre el que operamos en psicoanálisis sólo puede ser el sujeto de la ciencia implica quizás una paradoja”.[ 6 ] Así, al operar sobre el sujeto sin cualidades y sin autoconciencia, correlato antinómico de la ciencia moderna, el psicoanálisis sería, al mismo tiempo, prueba y efecto del corte que impone la ciencia. Es la revolución científica moderna la que da origen al universo infinito, lingüístico y contingente que condiciona el advenimiento del psicoanálisis.

Escribir “Ciencia” en singular y con mayúsculas se justifica no por unificar metodológica o epistemológicamente los distintos tipos de ciencia, sino porque la ciencia como acontecimiento histórico y social se caracteriza: “[…] por un cambio radical de estilo a lo largo del tiempo [ ritmo] de su progreso, por la forma galopante de su inmisión [interferencia, intrusión] en nuestro mundo, por las reacciones en cadena que caracterizan lo que podemos llamar expansiones de su energética. En todo esto, un cambio en nuestra posición de sujeto parece radical, en un doble sentido: que es inaugural en esto y que la ciencia lo refuerza cada vez más”.[ 7 ]

Lacan no pretende someter el psicoanálisis a ningún método científico preexistente, ni pretende someter la cientificidad del psicoanálisis a su subordinación a ninguna otra disciplina piloto. La pregunta propiamente lacaniana no es qué condiciones debe satisfacer el psicoanálisis para convertirse en ciencia, sino, por el contrario, “¿qué es una ciencia que incluya al psicoanálisis?”.[ 8 ]

La situación puede entonces resumirse de la siguiente manera. Por un lado, el psicoanálisis nació en el universo ya constituido por la ciencia moderna y no sueña con algún estado idílico de cosas previo al corte que imponen la matematización y la infinitización del universo. En este sentido, el psicoanálisis opera exactamente sobre el tema producido en este universo de la ciencia. No pretende devolver al sujeto algo así como una “plenitud perdida”, una “reconciliación con el sentido del ser”, ni siquiera un “estado anterior a la separación entre sujeto y objeto”. Pero, si el psicoanálisis opera sobre el tema de la ciencia, por otra parte no está subordinado a la concepción moderna que identifica razón y cientificidad y que hace de la verdad una categoría inerte desde el punto de vista ético, y mucho menos comparte alguna fe obsesiva. respecto a la exclusividad o superioridad de la ciencia como estrategia cognitiva. Para el psicoanálisis, aunque la naturaleza esté escrita con caracteres matemáticos, es decir, lo simbólico pueda representar lo real, queda algo que escapa inexorablemente a esta reducción.

Crítico del pensamiento analógico y entusiasta de la formalización, Lacan pronto encontró impases inevitables en la formalización científica. La historia de su pensamiento se entrelaza con la historia de los sucesivos intentos de superar los impasses internos de cada modelo de formalización adoptado. El uso de estructuras, matemáticas, topología y teoría de nudos es sólo una parte de esta estrategia. Bien o mal, su estrategia permite intuir una alternativa a la hegemonía del método inductivo o estadístico de las ciencias tradicionales, en contraposición a una estrategia basada en modelos de formalización. Es cierto que tanto su concepción de la ciencia como su conocimiento de la historia de la ciencia demuestran la intimidad de Lacan con la epistemología histórica de su tiempo. Si, a pesar de esta intimidad, prefirió pensar en el psicoanálisis como una ciencia última, no es coincidencia.

Discurso, lenguaje y razón entre ciencia y psicoanálisis

Agujero que el psicoanálisis introduce en la ciencia

*Christian Ingo Lenz Dunker Es psicoanalista y profesor del Instituto de Psicología de la USP. Autor, entre otros libros, de Luto finito e infinito (pagados). Elhttps://amzn.to/47TvzSL]

*Gilson por Paulo Moreira Iannini Es psicoanalista, editora y profesora del Departamento de Psicología de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG). Autor, entre otros libros, de Estilo y verdad en Jacques Lacan(auténtico) [https://amzn.to/3Tn3Upa]

referencia


Christian Ingo Lenz Dunker y Gilson de Paulo Moreira Iannini. La poca ciencia es una tontería. Por qué el psicoanálisis no es pseudociencia. São Paulo, Ubú, 2023, 292 páginas. [https://amzn.to/3GJ31iX]

Notas


[1] Cf. Joel Dor, La acientificidad del psicoanálisis. Porto Alegre: Artes Médicas, 1988.

[2] María Hesse, Revoluciones y reconstrucciones en la filosofía de la ciencia. Bloomington: Indiana University Press, 1980, pág. xiv.

[3] John R. Searle, Mente, lenguaje y sociedad., trad. F. Rangel. Río de Janeiro: Rocco, 2000, págs. 18-19.

[4] Jean-Claude Miller, La obra clara: Lacan, ciencia, filosofía [1995], trad. Procópio Abreu. Río de Janeiro: Zahar, 1996, p. 85.

[5] Tomo prestada la expresión de François Regnault, Jornadas de estética lacaniana. París: Agalma-Seuil, 1997, p. 75.

[6] J. Lacan, “Ciencia y verdad” [1965], en escritos, trad. Vera Ribeiro. Río de Janeiro: Jorge Zahar, 1998, p. 873.

[7] Ibíd., págs. 869–70. 8 Id., “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis: resumen del seminario de 1964”, en Otros escritos, trad. Vera Ribeiro. Río de Janeiro: Zahar, 2003, pág. 195.


la tierra es redonda existe gracias a nuestros lectores y seguidores.
Ayúdanos a mantener esta idea en marcha.
CONTRIBUIR

Ver todos los artículos de

10 LO MÁS LEÍDO EN LOS ÚLTIMOS 7 DÍAS

Ver todos los artículos de

BUSQUEDA

Buscar

Temas

NUEVAS PUBLICACIONES

Suscríbete a nuestro boletín de noticias!
Recibe un resumen de artículos

directo a tu correo electrónico!