ciencia y liberacion

Imagen: João Nitsche
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por LUIZ ROBERTO ALVÉS

Comentario al libro de José Leite Lopes

Para la SBPC, de 72 años, que completa la ciencia y el arte de su Congreso en la UFRN.

"... los átomos del Sol dialogan con los átomos de los ojos a través del lenguaje de la luz, y la razón por la que vemos radica en esta identidad de naturaleza entre el detector y el receptor". (Michel Cassé, Niños del cielo)

“Elegisteis la esperanza, la decencia, la ciencia y, sí, la verdad” (Kamala Harris, primer discurso postelectoral, 07 de noviembre de 2020)

La editorial Paz e Terra publicó, en 1969, Ciencia y liberación, obra del científico pernambucano Leite Lopes, al mismo tiempo que éste, de regreso a su país, era nuevamente expulsado por el AI-5, el objeto idolatrado, para uso y consumo, de Bolsonaro-Mourão y su séquito. Lopes ya había trabajado en Europa y Estados Unidos y había vivido las polémicas y murmullos que llevaron al criminal bombardeo de Hiroshima y Nagasaki.

El tema de este texto no son las polémicas atómicas, sino el pensamiento que la obra revela, 51 años después, respecto a los horrores cometidos contra la ciencia, el medio natural y la educación en este país que es conejillo de indias de malhechores.

Leite Lopes fue profesora, política y científica en el movimiento temático del citado libro y estuvo dispuesta a realizar bien los tres dones. Max Weber ya había discutido algunos significados de las tres carreras, o dones, en su forma liberal pero astuta y valiente. En el capítulo de lenguaje a veces grosero e irónico La política como vocación (1963, p. 98-153) ofrece ideas para la discusión. Según Weber, hay un “número relativamente pequeño de hombres” […] “principalmente interesados ​​en la vida política” (p.121). En este punto del análisis, habla de los aduladores que suelen acompañar a los políticos, así como de la política como profesión, el electorado pasivo, el papel de los comunicadores sociales, especialmente los periodistas, y la actuación de los funcionarios de los partidos. En todo caso, no está de más –a pesar de tantos males– que haya gente con vocación política, capaz, por tanto, de construir algo nuevo dentro de la ciudadanía.

Al final del capítulo susceptible de proyección, revela el valor de la política y el mayor sentido de caminar por ella (p. 153): “La política es como el lento taladrado de tableros duros. Requiere pasión y perspectiva. Ciertamente, toda la experiencia histórica confirma la verdad: que el hombre no habría logrado lo posible si no hubiera intentado repetidamente lo imposible. […] Sólo aquellos que tienen vocación por la política estarán seguros de no derrumbarse cuando el mundo, desde su punto de vista, es demasiado estúpido o demasiado tacaño para lo que les quieren ofrecer. Sólo quien, ante todo esto, puede decir '¡A pesar de todo!' tiene vocación por la política”.

Nuestros Ensayos (2002, 37-58), el sociólogo y jurista alemán niega al científico cualquier derecho a ser profeta, o salvador. El científico en Weber es un explicador, pero su explicación no es desdeñable, ya que puede llevar al interlocutor a reconocer su condición en el mundo, a quién sirve, de quién depende y quizás cómo liberarse de las ataduras sociales.

En este punto, Weber asocia el pensamiento científico con la “disciplina especial de la filosofía” así como con “metodologías de otras disciplinas”, es decir, crea conexiones entre diferentes actitudes científicas, siempre que todas estén al servicio de esclarecer y demostrar los fenómenos de la ciencia la vida. El científico, entonces, también es profesor y tiene disposición política para el debate. Termina con la proclamación de que el científico -así como el profesor- deberán ser estoicos explicadores de la realidad. La ciencia no tiene el don de salvar, sino de esclarecer los fenómenos de la vida. Es necesario, dice Weber, responder a las exigencias de cada día.

El conjunto de disposiciones de Leite Lopes, educado para intervenir ampliamente en la vida del Brasil que conocía y veía dependiente y sediento del canto de las sirenas de ultramar, tiene elementos importantes en la reflexión de Weber.

Para comprender mejor el trío integrado de profesor, científico y político que prevalece en el pensamiento y la práctica del físico nuclear,[i] Vale la pena citar a Guerreiro Ramos, realizado en un trabajo de sociología crítica. En un capítulo en el que discute la evolución de la sociedad brasileña, entre nacionalismos, xenofobias, dependencias y búsquedas de autonomía, Guerreiro Ramos (1957:51) considera que el país no tenía directrices institucionales para construir su proyecto de nación. En estas ausencias, las facciones intentaron encontrar fórmulas prefabricadas, que se impusieron de acuerdo con los propósitos e intereses de los grupos en el poder. ¿Hay algo más en la política brasileña hoy?

Ramos concluye el capítulo: “La sociedad brasileña, miembro de la periferia de la llamada civilización occidental, no puede sustraerse a la influencia cultural de las sociedades dominantes en esta civilización. Este condicionamiento cultural, íntimamente ligado al imperialismo económico, sólo podrá ser neutralizado cuando se alcancen ciertas condiciones objetivas que recién se gestaron en nuestro país”.

De hecho, el autor de Administración y contexto brasileño tenía algunas condiciones objetivas para presentar en este tiempo de la segunda revolución industrial en Brasil, desde el Estado Novo hasta el Desarrollismo. Vi la transición del semicolonialismo a la emancipación (como los intelectuales del siglo XVIII intentaron ver el fin del feudalismo), vi el reconocimiento de una cultura gerencial incipiente, capaz de abrir brechas en la burocratización modelada por las facciones dominantes, y vi vio cómo era posible crear nuevas competencias en derechos humanos basadas en el mérito (sin crear una meritocracia) y en un nuevo sentido de desarrollo, echando atrás los fantasmas del racismo, los derechos señoriales, la negación de los derechos modernos, como la educación, la cultura, la dignidad trabajar.

Es allí que Leite Lopes se prepara y trabaja, tanto en Brasil como en el exterior. Al hablar de ciencia y desarrollo, hay un texto hermano del de Ramos: “los pueblos subdesarrollados, y las reservas y riquezas de sus países, quedan a merced de los pueblos desarrollados, hasta que surjan en los primeros fuerzas y condiciones favorables, capaces de establecer estructuras adaptadas a un desarrollo con significación social y autonomía política, es decir, sin las características antiguas o modernistas de la dominación y explotación colonial” (LEITE LOPES, 1969: 14).

Afirmación común, detalles extraños. Leite Lopes agrega que la acción colonizadora está presente en su tiempo. En esto coincide con Furtado de ¿Quienes somos? (1983), y otros estudiosos de la modernización dependiente, que veían en el estatuto colonial competencia para inmiscuirse en el seno de la modernidad reorganizando discursos anteriores a través de los a veces descarados disfraces de lo “nuevo” y, por tanto, capaz de provocar cambios para no para cambiar cualquier cosa que molestara a las élites políticas y económicas.

Mário Schenberg (1968: 87-93) también entró en el debate al afirmar que el siglo XX comenzó en 1914 y su primera mitad terminó alrededor de 1960. , Petróleo, Siderurgia y área hidroeléctrica), que separa a los pueblos desarrollados de los subdesarrollados. Más problemática, sin embargo, es la formación de modelos: “Todo nuestro pensamiento tecnológico se formó tomando como modelo Europa y EE.UU., sin tomar en cuenta ciertas realidades (…) Las soluciones tecnológicas no siempre son del interés del país. (…) Muchas veces hay un exceso de mecanización que no nos interesa. La supermecanización requiere un capital que, como resultado, no tenemos. Necesitamos apelar a un proceso de desarrollo que combine los factores de producción”.

El texto que cierra la reflexión del científico, mecenas y crítico de arte es precioso para el alcance de esta memoria, ya que Leite Lopes y su amigo Mário tenían luchas comunes: “Lo que presenciamos hoy en Vietnam es la presencia de un poder material abrumador de un lado, derrotado por una organización superior en el otro lado. Y aquí tocamos un punto fascinante. Para Toynbee, la humanidad ya superó la era tecnológica y entró en la era organizativa. Y los problemas de hoy son de organización”.

Finalmente, la esperanza viva de Mário Schenberg se realiza en el conocimiento y en la actitud estética en el mundo. Al tratar con pueblos que salen del subdesarrollo, predice: “Conociendo la experiencia pasada, no incurrirán en errores (como la producción excesiva de objetos), sino que enfatizarán inversiones más directamente relacionadas con la vida y la organización humana”.

Reducir la ilusión = crear conocimiento

Leite Lopes elabora sus propuestas a partir de observaciones similares. Funcionó a favor de un país dependiente, cuya inteligencia se proponía comprar los objetos tecnológicos de los países desarrollados, en los que abundaba el desconocimiento de las formas de gestión organizativa de los bienes, aliado a la falta de visión sobre las nuevas formas de influencia y expansión de los mismos. dependencia, que dan “menos para vicegobernadores y tropas de ocupación que para conocimiento científico…” (op.cit. 25). Finalmente, la ausencia de métodos nuevos y productivos de educación para niños y jóvenes reales en Brasil y otros pueblos latinoamericanos.

El físico nuclear reafirma que la ciencia y la tecnología deben desarrollarse dentro de los países, en alianzas “con todo el mundo” (op.cit.: 26), pero a favor de los intereses nacionales. Esto significa tanto el esfuerzo por no perder científicos a través de su adecuada absorción como la exigencia del Estado de que las grandes empresas abran laboratorios en países subdesarrollados. Reconoce que los hombres y mujeres de ciencia no pueden eximirse de responsabilidad en la construcción de políticas científicas (lo que suelen hacer en nombre de fondos para sus proyectos personales y corporativos).

En esa dirección, la gente de ciencia se confabula con la ignorancia, el hambre y la miseria. Dejan de trabajar por el bien de la humanidad, por lo que es común a todos. Peor aún: no ven (aún en 1969) que: “la característica fundamental de este fin de siglo es el fenómeno social, las demandas que irremediablemente están haciendo las poblaciones por doquier y que no se conforman con pasar hambre o vivir en la miseria” ( op.cit.: 66).

Obsérvese que el discurso sobre los bienes -humanos- comunes en Leite Lopes no se limita a mensajes científicos generales, sino que va a “aplicaciones de tecnologías para el desarrollo económico del país” (op.cit.: 40). También es fundamental “tener acceso a los medios de producción del conocimiento científico y tecnológico”. (op.cit.: 40). Allí se formó entonces el campo semántico de la liberación: el saber gestionado a favor de la mayoría, la ruptura de las dependencias, la educación universal y de calidad para niños y jóvenes, y el dominio de los medios de producción de la ciencia y la tecnología. De forma pionera, el científico aboga por políticas integradas, aunque solo las ve posibles a través de gobiernos democráticos.

Un extracto básico de sus textos lo vincula al pensamiento socioeconómico de la autonomía nacional y compone el movimiento de los tres ángulos de su visión sociopolítica: “Si no van acompañados de una política nacional de desarrollo económico intensivo, los programas educativos dará paso, en última instancia, a la emigración de científicos y técnicos de los países menos desarrollados a los países avanzados, en paralelo a la exportación de materias primas (café, algodón, cacao, mineral de hierro) como base de su economía. Los programas y políticas de integración de la economía con la educación, la cultura y la ciencia sólo pueden ser formulados por gobiernos nacionales que representen las aspiraciones de la mayoría de la población: la elevación constante de su nivel de vida junto con la afirmación de una cultura nacional, integrada en la cultura universal, pero sin perder sus propias características y riqueza” (op. cit.: 23).

En el capítulo sobre ciencia, humanismo y tercer mundo (p. 61-67) Leite Lopes organiza el sueño que, como era de esperar de este espíritu inquieto, no acaba en conformismo ni en ninguna imagen que interfiera en su lenguaje. Hace un conjunto alucinante de citas de creadores: Tiziano, Cervantes, Erasmo y Leonardo. Salta entonces de este renacimiento a otro, de Copérnico, Tycho Brahe, Galileo y Kepler, y se arma con sus interrogantes, que van desde la Reforma protestante a la Mecánica, desde las Bases de la Física hasta la ruptura de los dogmas, que consustancian los métodos científicos. y la secuencia histórica de transformaciones, que también pasa por Karl Marx.

A medio camino, se pregunta, entre afirmación y sueño: en vísperas del siglo XXI (¡1967!) no se sabe cómo resolver el problema de la existencia de una minoría rica y “una mayoría empobrecida, explotada y desposeída” ( pág. 63).

Entre las páginas 63 y 67 Leite Lopes tiene preguntas y respuestas para científicos y humanistas. Cuestiona si deben ignorar la inestabilidad política, el anacronismo de las universidades, la fragilidad cultural, la falta de mercado laboral para científicos y técnicos y el alto porcentaje de analfabetismo. Suponiendo que no, recuerda el retraso en la liberación de los pueblos de África, América Latina y Asia. Recuerda que la actitud científica y humanista contemporánea deberá pensar en el progreso nada menos que para todos los pueblos, bajo un fuerte intercambio general y garantía de la soberanía de la nación. Tras afirmar que los grandes grupos económicos “impiden la universalización de los resultados de la ciencia (p.65)”, lanza una de sus máximas de pensamiento: “[…] la ciencia es parte integrante del humanismo, uno de los frutos del espíritu de inconformismo y renovación iniciados en la época del Renacimiento”.

Para Leite Lopes, no hay posibilidad de que un pueblo desarrolle comunidades y civilizaciones subyugadas por el espíritu del conformismo y el servilismo (p.66). Los científicos y humanistas deben involucrarse plenamente en estas tareas; Este es el motivo central de la obra.

En capítulos de lenguaje más personal, el autor de ciencia y liberacion anota una serie de percances, propios y de compañeros científicos, para el establecimiento de cursos y proyectos de investigación. Avergonzado, ve la imposibilidad de construir un Instituto de Física moderno en Río de Janeiro “ya que no es posible establecer tal Instituto sobre la base del cuerpo docente que ya existe, con los salarios que reciben, cuando los reciben, ni con el régimen de jornada laboral, que deja la Manzana Universitaria y sus aulas ociosas la mayor parte del día” (op.cit.: 170).

Sistemáticamente, compara la lucha por la ciencia en Brasil con la promoción científica en los Estados Unidos. Junto a los millones de dólares recaudados en el país líder, relata que había pedido a la Capes y al Consejo de Educación Superior del MEC, a finales de 1967, recursos “hasta la fecha no recibidos” (op.cit.: 170 ). Fueron unos 150.000 nuevos cruzeiros. Pregunta: "¿Cómo, entonces, es posible realizar las aspiraciones mínimas de los estudiantes?" (pág. 170)

En cualquier caso, el científico y pensador no flaquea. Señala que le corresponde al Estado financiar la investigación, porque las grandes plantas industriales, ramas de organizaciones radicadas en países científicamente avanzados “no ven la razón de incentivar la investigación científica 'nativa' ya que se benefician directamente del conocimiento científico y tecnológico de los países desarrollados” y añade que en el caso de la investigación financiada por empresas, está orientada a actividades específicas.

Leite Lopes completa su pensamiento proponiendo un equilibrio entre vectores: financiación, valorización de las personas en ciencia y tecnología, proyección del trabajo científico a toda la vida social, construcción de una cultura y una educación democráticas, diálogo con el mundo y aprovechamiento de la inteligencia de la juventud.

Las negaciones ideológicas impuestas por Weber al científico, así como los límites de la prevaricación del poder, cuando se refiere a los políticos, no están del todo ausentes del campo de sentidos de Leite Lopes, quien lucha por un humanismo operativo, centrado en las condiciones de una sociedad invisible, subdesarrollada, evidentemente desde la perspectiva de los nichos de poder más prestigiosos. Weber lamenta no poder decir más de lo que ve, entre guerras, no haber sido educado para ninguna operación utópica. Husserl no negaría que “los modos de vivir, los actos y los correlatos de los actos” son una especie de prisión para la operación fenomenológica, que él cree que es la novedad, la búsqueda de la trascendencia.

Sin embargo, esta trascendencia es conocimiento sin ataduras. Esto no es algo metafísico, porque, como argumenta Merleau-Ponty, es necesario superar la ilusión de que uno se conoce a sí mismo, pues es fundamental pensar “desde el otro”, lo que enriquece nuestro pensamiento. Por tanto, se justifica alguna utopía de los lingüistas. Jakobson, junto a Lévi-Strauss, se encuentra con cierto otro, nada ilusorio, existencial, desconocido de antemano. Este otro es el encuentro histórico, en el interregno de las guerras, del pensamiento civilizado y primitivo. De este encuentro podría nacer una globalidad consciente de su comunicabilidad, por encima de prejuicios y prejuicios. Un nuevo lenguaje, soporte de nuevas relaciones sociales. Una existencialidad humanizada. Nuevo lenguaje implica nuevos derechos, esa “palabra permanente” de la que habla Paulo Freire en el proceso de revolución cultural en una tierra autoritaria y colonizada.

Las relaciones radicales entre civilización y primitivismo implican gradaciones. Casi primitivos son los pobres atrapados en la ignorancia, recluidos en las cavernas, ajenos a los derechos al progreso social, analfabetos o, como mostró Leite Lopes, simbolizados en aquel hijo único que, entre los 1.400 que con ella iniciaron la escuela primaria, logró alcanzar educación superior brasileña en 1966. La metáfora es completa.

El libro de Leite Lopes lleva un nuevo lenguaje. No acepta la realidad, ya que esta es la ilusión de una sociedad democrática, con alguna promoción de la ciencia, algún beneficio para el mundo del trabajo, cierto mercado, alguna educación, algún instituto de investigación. Este real no produce ni el humanismo ni la condición fenomenológica de un nuevo efectivo.

Tienes que romper con él. Los muchos otros están esperando, listos para el diálogo, aunque estén cerca de la primitividad. Bronowski, que había visitado Hiroshima y Nagasaki poco después de los atentados de 1945, había dicho que no habría Astrofísica, ni Historia, ni siquiera Lenguaje si los humanos fuéramos autosuficientes en nuestra soledad, en nuestro ego. Si realmente quieres dialogar internacionalmente; si el objetivo es ampliar los derechos; si hay una propuesta de progreso y desarrollo, entonces los movimientos de inteligencia sufren una reducción del espíritu de ilusión (que los supuestos líderes buscan imponer), rompen la rutina del pensamiento posado en la política de las élites y apuntan a la construcción de una conciencia de libertad, la única que puede gestionar conocimientos innovadores.

En el encuentro con el otro, invisibilizado en la historia de la desigualdad, se construye la trascendencia del saber, indispensable cuando se quiere pensar globalmente. Esta es una condición para no ser servil o ser un felpudo, como se ve en el comportamiento del capitán-presidente de este triste país hacia el mentiroso Trump, quien acaba de ser (según un memorable meme) “tirachinas” por la Estatua de la Libertad. . Con suerte, varios otros te harán compañía.

Las últimas páginas de Leite Lopes destacan la inquietud y el inconformismo de la juventud, en la que toma fuerza, así como el anhelo de institutos de investigación avanzados y universidades nuevas e insumisos. Pero la dimensión nacional cierra la obra, para horror de la mente liberal contemporánea y de los ilusionados con la caída del muro de Berlín:

“Y sin una industria nacionalizada, que emplee a nuestros técnicos e ingenieros, y sobre todo que anime a nuestros científicos a realizar nuevos descubrimientos de interés para la economía nacional, no hay sistema económico y político estable” (p. 174).

Puede verse, por tanto, que el espíritu de los tiempos así tejido, cobra mayor relevancia cuando la conciencia crítica aporta un conocimiento preciso, pero ecuménico, no sectario o fundamentalista. Weber diría, repitiendo, que habría la necesaria y rara actitud de “enfrentar de frente el severo destino del tiempo presente”. La obra de Leite Lopes, por todo lo que en ella se puede aprender y aprehender, sería de gran valor si fuera distribuida, junto con los clásicos del siglo XX, para lectura de estudiantes de secundaria y educación superior.

*Luis Roberto Alves es profesor titular de la Facultad de Comunicación y Artes de la USP.

 

referencia


José Leite Lopes. ciencia y liberacion. Río de Janeiro: Editora Paz e Terra, 1969.

 

Nota


[i]El profesor J. Leite Lopes enseñó física teórica en la Universidad Federal de Río de Janeiro. Acompañó la creación de CNPq y Capes y participó en su desarrollo. Trabajó en la Facultad de Ciencias de París y fue socio de investigación de Oppenheimer en Princeton. Sufrió y luchó por la creación de institutos de estudios superiores, la promoción pública de la ciencia y el desarrollo de universidades comprometidas con la investigación y la mejor educación de la juventud. Leite Lopes era un ser servil en la construcción de la ciencia brasileña, lo que se puede inferir de su correspondencia, su búsqueda de libros científicos, el trabajo para crear la estructura mínima de los centros de investigación y el esfuerzo casi heroico para formar cuadros en la incipiente construcción democrática del conocimiento en Brasil .

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