Chile y Brasil – democratizaciones incompletas

Imagen: Hugo Fuentes
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por LEONARDO AVRITZER*

La agenda para las elecciones de 2022 en Brasil no puede ser de Chile, pero puede aprender de Chile

La toma de posesión de Gabriel Boric en Chile marcó un nuevo momento para las democracias incompletas de América del Sur. Recuerdo, hace poco menos de una década, un viaje a Santiago, cuando unos compañeros de la Universidad Católica me llevaron a conocer la famosa puerta lateral por donde sacaron el cuerpo de Salvador Allende poco después de ser asesinado por los golpistas del 11/ 1973 de septiembre de XNUMX. La historia era sencilla. Augusto Pinochet hizo quitar la puerta lateral de La Moneda para tratar de borrar la memoria del acto.

Después de la redemocratización, pasaron diez años y dos gobiernos de la Concertación para que Ricardo Lagos, el tercer presidente elegido democráticamente, reconstruyera la puerta lateral de La Moneda. Mientras caminábamos hacia la puerta, noté cierto temor o aprensión entre los colegas chilenos, en lo que todavía parecía un acto desafiante en la coyuntura política chilena. Entonces fue con gran alegría y satisfacción que vi a Gabriel Boric caminando hacia la estatua de Salvador Allende. Chile finalmente parece haber superado las cadenas de su democratización. La pregunta es: ¿Brasil podrá hacer lo mismo?

Chile y Brasil tuvieron democratizaciones parciales, aunque de diferente manera. En el caso chileno, los militares inscribieron la dictadura dentro del texto constitucional. Crearon un sistema electoral resistente a las reformas políticas, en la medida en que era necesario en cada uno de los distritos tener más del 70% de los votos para lograr la representación mayoritaria. Así, la derecha chilena mantuvo el derecho de veto a los cambios constitucionales en el Congreso y logró impedir dos cambios centrales en el orden político del país. Un sistema de educación superior privado completamente antimeritocrático y un sistema de pensiones que beneficiaba al mercado y sumía a los jubilados en la pobreza no se podía cambiar en el orden democrático.

Desde principios de la década pasada, los chilenos comenzaron a movilizarse contra la situación de inamovilidad constitucional en la que se encontraban. En los primeros años de la década, estudiantes universitarios iniciaron manifestaciones frente al Palacio de La Moneda para exigir una educación superior gratuita y de calidad. Estas manifestaciones terminaron por arrinconar al primer gobierno de Sebastián Piñera. Pero aún más significativa fue la incapacidad del gobierno de Bachelet y de la concertación para avanzar hacia una constitución democrática y progresista.

Esto solo ocurrió luego de las manifestaciones que movilizaron al país a finales de 2019 y que derivó efectivamente en una asamblea constituyente bajo el control de las fuerzas democráticas. Gabriel Boric es un resultado directo de la voluntad de Chile de desatar una democracia asfixiada por las fuerzas del pasado, aunque es uno de los líderes estudiantiles que decidió transitar hacia las reglas de la institucionalidad. El resultado es claro. Boric lleva al poder a los mapuches, las mujeres y las nuevas y viejas demandas económicas de igualdad, educación superior gratuita y protección social, que la constitución de Pinochet impidió implementar.

Brasil parece ser un caso que vale la pena comparar con Chile. Durante casi dos décadas vivimos bajo la ilusión de que habíamos derrotado a la derecha. Entre 1994 y 2014, Brasil vivió con la idea de que habíamos derrotado a la derecha en la Asamblea Constituyente de 1987 y 1988 y que se habían sentado las bases de un sistema democrático. Hubo problemas, es cierto, pero los politólogos en su conjunto minimizaron problemas como el artículo 142 y la posibilidad de una intervención militar.

Parecía que el consenso democrático era demasiado fuerte para considerar el regreso de los militares a la influencia. En el frontal o trasero social, la democracia brasileña hizo grandes avances. Sacamos de la pobreza a 20 millones de brasileños, redujimos la igualdad. Pero un sistema fiscal regresivo permaneció intacto y las élites económicas lograron movilizar a la clase media contra el gobierno de izquierda y las políticas sociales.

Entonces, ¿cuál fue la gran diferencia entre Chile y Brasil? Hay dos diferencias y determinarán la situación este año. En Chile, la derecha amarró las posibilidades de cambio constitucional, lo que posibilitó un fuerte movimiento de renovación institucional. En Brasil, la derecha se avergonzó y se escondió detrás del centro hasta 2013 y 2014, cuando se crearon movimientos de derecha como la MBL y Aécio Neves rompió con la tradición de reconocer las derrotas electorales.

Lo que hemos visto desde entonces sugiere no un resurgimiento de la derecha, sino el hecho de que la derecha supo elegir una estrategia para encubrir sus posiciones. Con el gobierno de Bolsonaro, realizamos por primera vez desde 1985, la agenda de la derecha brasileña, en el área de derechos humanos, medio ambiente, educación superior, entre otras áreas. La agenda para las elecciones de 2022 en Brasil no puede ser la de Chile, pero puede aprender de Chile en dos temas: que las condiciones para un gobierno de izquierda tienen que crearse en una estrategia dual, institucional y extrainstitucional, y que es posible conciliar con las agendas que resultan más caras para la población, en el caso de Chile, la educación superior y la jubilación.

En el caso de Brasil, después del desastre bolsonarista, el desafío de determinar las agendas prioritarias no será fácil, pero debe perseguirse y debe involucrar las agendas sociales. En todo caso, Chile y Brasil seguirán polarizados. Boric derrotó a la extrema derecha y Lula, según todos los indicios, también lo hará. Todas las dos derechas intentarán boicotear a los nuevos gobiernos y podemos estar seguros que en Brasil esto se hará de forma más destructiva. Crear las condiciones para una derrota a largo plazo de la derecha antidemocrática en Brasil representada por el bolsonarismo parece ser la prioridad en este momento para que el orden democrático pueda avanzar.

*Leonardo Avritzer Es profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la UFMG. Autor, entre otros libros, de Impases de la democracia en Brasil (Civilización Brasileña).

 

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