Chile – después de asumir el cargo, ¿qué esperar?

Whatsapp
Facebook
Twitter
Instagram
Telegram

por VLADIMIR SAFATLE*

La interseccionalidad de las luchas en Chile es un desafío para la constitución de la unidad en un proceso con multiplicidad de actores

Cuando estaba a punto de suicidarse en medio de la resistencia contra un intento de golpe de Estado, Salvador Allende pronunció un conocido discurso en Radio Magallanes. Finalizaba con las siguientes palabras: “Seguiros sabiendo que mucho más temprano que tarde se abrirán las grandes avenidas por donde pasarán hombres libres para construir una sociedad mejor”.

Nos han llegado grabaciones de este discurso. En medio del tono metálico de las antiguas transmisiones, también se escucha el ruido blanco de las antiguas transmisiones mono, que involuntariamente aumenta el carácter solitario de la voz. Emitido directamente desde el Palacio La Moneda bajo bombardeo, bien podría ser la voz de un trauma histórico, con fuerza propia de producir melancolía capaz de extenderse por décadas. El camino chileno al socialismo terminó con bombas, suicidios y voces solitarias.

Al tomar posesión como Presidente de Chile, Gabriel Boric finalizó su discurso en el balcón del mismo Palacio La Moneda con la frase: “Volvemos a abrir las grandes avenidas por donde pasarán hombres y mujeres libres para construir una sociedad mejor”. La repetición hizo llorar a la multitud frente al Palacio. El gesto expresaba una gran apuesta, que ningún gobierno hasta entonces, desde el fin de la dictadura de Pinochet, había tenido el valor de realizar. Era una apuesta por una suspensión del trauma y una reanudación de la historia interrumpida. Una apuesta aún mayor porque además consistía en decir que los 48 años que conectan las dos frases pronunciadas en el mismo lugar, por el mismo personaje simbólico (el presidente de Chile), eran solo un intento de borrar un proceso histórico que ahora regresaba. .

Es cierto que la primera declaración fue como una tragedia. Pero, ¿sería la segunda una farsa o una redención? Si el deseo detrás del gesto de repetición era claro, lo menos que se puede decir es que no está claro qué esperar concretamente de él, no está clara su fuerza performativa. Fueron muchos los que, en la serie de entrevistas realizadas en los días previos a la toma de posesión, insistieron en la profunda diferencia entre los dos momentos históricos y en lo que representan los dos gobiernos: el de Allende y el de Boric. Pero hay que recordar que la política está atravesada por la resurrección de los espectros, o incluso que nadie apela impunemente a los espectros. Esto necesariamente nos pone frente a un proceso abierto que, además, lidiará con la presión de la dinámica de la repetición histórica.

En todo caso, las diferencias históricas también existen y ya se palpan, por ejemplo, en el programa de gobierno. Allende creía en una especie de “transformación gradual” de Chile hacia el socialismo. “Transformación gradual” no significa exactamente lo que convencionalmente se llama “reformismo”. En su caso, la distinción reformismos e revolución pierde gran parte de su función de distinción analítica. No hay noticias de un reformista que haya nacionalizado la banca, por mencionar un caso más evidente y de los más estructurales, junto con la nacionalización de la industria del cobre, base de toda la economía chilena.

El programa de Gabriel Boric ni siquiera tiene una apuesta clara por crear un sistema de educación pública completamente gratuito en un país donde las familias muchas veces tienen que elegir a cuál de sus hijos o hijas estudiar, ya que los costos y las deudas resultantes son elevados. Algo que, por cierto, sitúa su programa, al menos en este punto, incluso por debajo del reformismo.

En este contexto, llama la atención cómo en la mayoría de nuestras entrevistas surgió una clara dicotomía entre “gobierno” y “proceso”: “No confío en el gobierno, pero confío en el proceso” era una frase constante. Y por “proceso” no se debe entender solamente el proceso constituyente que atraviesa Chile. “Proceso” también indica el campo de luchas en acción que creen ganará un campo aún mayor con los avances que espera la nueva Constitución o con la posibilidad de discutir transformaciones sociales a partir de alternativas reales a los modelos políticos y económicos vigentes.

Es cierto que incluso el gobierno se entiende más como un “guardián” de los procesos de cambio que como su actor fundamental. Gabriel Boric ha dicho más de una vez que el trabajo del gobierno es evitar que se bloquee el proceso de cambio. Alejandra Bottinelli, profesora y activista, expresó bien esta situación en una de nuestras entrevistas cuando dijo que veía en este gobierno el papel de “proteger” al movimiento que la llevó al poder.

Esto plantea preguntas abiertas sobre lo que este gobierno puede y lo que quiere. ¿Tuvo la función de paralizar el proceso insurreccional que atravesaba Chile, ofreciendo una gobernabilidad de 'acuerdos' necesaria frente a un Congreso Nacional partido por la mitad y un poder económico enormemente concentrado? No son pocos los que creen esto. ¿O sería el gobierno una apuesta necesaria para que el proceso de transformación no se pierda por el certero conflicto con un Congreso partido por la mitad y un sector empresarial acorralado que no tuvo miedo de apoyar a un candidato protofascista (José Kast) para intentar ganar las elecciones presidenciales? En ese sentido, ¿serían los compromisos una estrategia para fortalecer nuevas condiciones más favorables para el aumento gradual de la presión, como si éste fuera, en realidad, un gobierno de “transición”?

En medio de tales cuestiones, la opinión de Daniel Jadue tiene un lugar destacado. Jadue es alcalde de Recoleta, un municipio pobre del conglomerado de Santiago. Ella era la favorita natural de la coalición. aprecio la dignidad a la presidencia de Chile. Su principal derrota ante Gabriel Boric fue una sorpresa. Hoy, expresa una posición tensa dentro de la coalición gobernante. Dada la configuración actual, Daniel Jadue cree que hasta los puntos más controvertidos del programa de gobierno deben negociarse y llegar al Congreso bastante modificados.

El Partido Comunista de Chile cuenta actualmente con 12 diputados en un Congreso de 155, un número sumamente significativo. Daniel Jadue cree que "hay muchos compañeros, fundamentales para la victoria de este gobierno, que no están dispuestos a pagar el mismo precio". Por “mismo costo” Jadue se refiere a la participación del Partido Comunista en el segundo gobierno de Michele Bachelet, cuando, en nombre de la gobernabilidad, el partido muchas veces se vio obligado a aceptar y apoyar propuestas que chocaban de frente con su propio programa. . Lo que justifica que insista en que "los comunistas no están dispuestos a pagar siempre la factura de la unidad".

Daniel Jadue reconoce que este será un gobierno en disputa, como lo hubiera sido el segundo gobierno de Bachelet: “pero hay una diferencia importante. En el gobierno de Bachelet la hegemonía estaba del lado de las fuerzas conservadoras, mientras que ahora la hegemonía está del lado de las fuerzas transformadoras”. Esta nueva hegemonía hace que el Partido Comunista apueste principalmente a dos cambios de alto impacto: la creación de un sistema de protección social que no existe en Chile capaz de liberar a los seres humanos de la “dictadura del salario” y el fin del sistema privado de pensiones y capitalización. ., base de las ganancias bancarias del país.

Sin embargo, por paradójico que pueda parecer en un principio, Daniel Jadue no plantea una mayor capacidad de negociación de la izquierda, sino lo que él llama “desinstitucionalización”: “Pasamos de una izquierda que siempre estuvo en las calles y en las instituciones del poder, por una izquierda que esté en todas las instituciones del poder y que ya no ponga un pie en la calle”. En su caso, salir a la calle significa retomar lo que se entiende por “disputa de conciencias”.

Para describir este proceso de disputa y sus estrategias, Daniel Jadue explica cómo el Partido Comunista pasó del 2000% de los votos en Recoleta al 2% en 65 en 2020: “La gente tenía una desconfianza inconsciente hacia la política y había que desplazarla inicialmente hacia la posición de confianza consciente. Para eso, necesitábamos cambiar algo en sus vidas antes de hablar de política”. El cambio de condiciones de vida abrió espacio para la unidad de organización y la lucha por los valores. Es decir, la estrategia consistió en retirar, por un momento, lo que sería la consolidación ideológica para que viniera con fuerza en un segundo momento. Porque el siguiente paso fue convertir la confianza consciente en conciencia de vanguardia, en una clara adaptación de un modelo de estrategia leninista. Esto se hizo llevando a la ciudadanía a ocupar todos los espacios políticos existentes: juntas vecinales, centros de estudiantes, centros culturales, centros deportivos.

Esto puede explicar elementos importantes del proceso de arraigo local que la izquierda chilena supo desarrollar. De ahí la insistencia en entender los poderes locales como base de las luchas por venir, especialmente dentro de los enfrentamientos por la aprobación del texto constitucional en septiembre de 2022.

Pero en este punto vuelve a aparecer una dicotomía que también parece marcar las estrategias de la experiencia chilena. Cuando se le pregunta sobre las diferencias entre los dos momentos de la historia chilena que dieron inicio a este texto, momentos plasmados en los nombres de Allende y Boric, Daniel Jadue es tajante: la distinción sería estructural porque la izquierda actual carece de una noción de unidad como herramienta fundamental. de luchas: “este es un problema grave que limita la capacidad transformadora de los procesos políticos”.

A Jadue le molesta cierta transversalidad de lo que también llama “políticas de la identidad” que incluso podría acomodarse a posiciones liberales. Por mucho que podamos leer en libros universitarios sobre la interseccionalidad de las luchas, lo cierto es que en Chile se vive de manera dramática y se ve como un desafío para la constitución de la unidad en un proceso con multiplicidad de actores que van desde comunistas históricos a mapuches, feministas, autonomistas, sindicalistas, entre muchos otros. Este es quizás el momento de tensión necesario para la construcción de lo que el presente puede entender por “unidad popular”. buscar formas de actualización esta tensión será quizás una de las mayores novedades de la experiencia chilena.

*Vladimir Safatlé Es profesor de filosofía en la USP. Autor, entre otros libros, de Modos de transformar mundos: Lacan, política y emancipación (Auténtico).

Publicado originalmente en la revistaCulto.

 

Ver todos los artículos de

10 LO MÁS LEÍDO EN LOS ÚLTIMOS 7 DÍAS

Ver todos los artículos de

BUSQUEDA

Buscar

Temas

NUEVAS PUBLICACIONES

Suscríbete a nuestro boletín de noticias!
Recibe un resumen de artículos

directo a tu correo electrónico!