por LUAN AIUÁ & JOANA SALÉM VASCONCELOS*
La victoria de Boric es el paso más decisivo para retomar el hilo de la historia en Chile, interrumpido por el brutal golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.
“¡Quién hubiera pensado que llegaríamos tan lejos!”, escribió la congresista Camila Vallejo en una publicación en su Instagram luego del triunfo de Gabriel Boric en las elecciones presidenciales de Chile el 19 de diciembre. En la foto, Camila posa con cuatro lideresas que han presidido la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECh) en los últimos años. Y destaca: “sólo faltaba Gabriel Boric”. Además de la diputada, que asumirá importantes funciones en el nuevo gobierno, la presidenta electa de Chile fue presidenta de la FECh en 2012, habiendo postulado a la reelección la propia Camila, quien pasó a ser su suplente.
Ambos tuvieron la responsabilidad de dirigir la entidad durante las masivas protestas estudiantiles de 2011 y 2012, las mayores manifestaciones posdictadura hasta ese momento, precisamente en el primer mandato de Sebastián Piñera. El actual presidente de Chile compartirá el poder con los estudiantes que salieron a la calle contra las políticas educativas neoliberales hace una década y contra la Constitución de la dictadura de Pinochet.
La victoria de Boric es el paso más decisivo para retomar el hilo de la historia de Chile, interrumpido por el brutal golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, que derrocó a Salvador Allende, el socialista y democráticamente elegido “compañero presidente”. Es también un paso primordial en la búsqueda de la realización de una justicia transicional plena, que se viene gestando en los últimos treinta años de manera incompleta en el país andino. Al día siguiente de la gran victoria, al visitar el Palacio de La Moneda para reunirse con el actual presidente, Boric publicó en instagram su foto frente al busto de Allende y escribió: “cuando estaba frente al busto de Salvador Allende me Pensé en el que, como él, vino antes que nosotros. Sus sueños de un Chile mejor son los que vamos a seguir construyendo junto a todos ustedes”.
Más que una elección presidencial ordinaria, la elección del 19 de diciembre marcó una verdadera batalla conmemorativa en Chile, en la que los proyectos de nación de los dos opositores representaron países antagónicos. Con la victoria de Boric, hasta el canto de Inti Illimani en 1970 cobró nueva relevancia: “esta vez no se trata de cambiar un presidente, será el pueblo el que construya un Chile muy diferente”. Si antes, los candidatos que llegaron a la segunda vuelta siempre estuvieron vinculados, aunque en diferentes intensidades, al compromiso de mantener el modelo neoliberal chileno y la Constitución de 1980, esta vez llegó a la segunda vuelta un candidato con pleno respaldo de un proceso popular. transformación constitucional ya en marcha. Por otro lado, José Antonio Kast, admirador de Pinochet, contrario a los derechos de los pueblos indígenas, de las mujeres y de las minorías sexuales, defensor de la represión de los opositores, admirador del capitalismo desenfrenado, de un Estado antipopular al servicio de las grandes negocio; en definitiva, la continuidad y resurgimiento del llamado “modelo chileno”.
A pesar de las polémicas en torno a Gabriel Boric, rechazado por el campo popular tras firmar individualmente el acuerdo por la paz social el 15 de noviembre de 2019 sin consultar las calles, las elecciones articularon una necesaria suspensión de las divergencias de las izquierdas chilenas en nombre de la unidad popular. Así aparecieron 1,3 millones de votantes ausentes en la primera vuelta en la segunda, para proteger la nueva Constitución amenazada por Kast. Y le dieron la victoria al presidente electo más joven de América Latina, apoyado por trabajadores y jubilados, vecinos de poblaciones, feministas, movimientos ecologistas, disidencias sexuales y de género, pueblos originarios, estudiantes y docentes, familiares de víctimas de la dictadura y ex presos políticos, víctimas de la represión contra complemento social. La mayoría de los trabajadores chilenos, que han sufrido durante décadas la generalización de los contratos temporales y la ausencia de derechos laborales, identifican en la Nueva Constitución un proceso de cambios profundos “hasta que la dignidad se convierta en una costumbre”. La victoria de la izquierda fue histórica. Como escribió el escritor chileno alejandro zambra:: “La generación de Gabriel Boric, de nuestros hermanos menores, mató a su padre. Formaron sus propios partidos y se negaron a aceptar nuestros traumas. Merecen nuestra admiración, nuestro cariño y nuestro agradecimiento”.
La acción de los movimientos sociales y la presión popular en las calles sigue siendo fundamental para articular la agenda del nuevo gobierno al proceso constituyente popular. El próximo Congreso chileno estará muy dividido, sin que ningún bloque sea mayoritario. El nuevo presidente será conducido a hacer acuerdos con partidos de centroizquierda, pero el apoyo de la población será fundamental para presionar por cambios profundos y garantizar que el Plebiscito para salir de la nueva Constitución no sea saboteado por las fuerzas reaccionarias que buscan mantener la statu quo. Chile vive un momento único hacia un futuro independiente y soberano, se ha convertido en un país inspirador para toda América Latina: al fin y al cabo, si allí nació el neoliberalismo, allí también puede morir. En la lucha por las mentes y los corazones, los chilenos nos han dado una lección de cómo derrotar al fascismo. Que las palabras del poeta comunista Pablo Neruda resuenen en todo nuestro América Latina: “Mi corazón está en esta lucha. Mi pueblo ganará. Todos los pueblos vencerán, uno por uno”.
*Luan Aiua es doctorando en historia por la Universidad de São Paulo (USP).
* Joana Salem Vasconcelos es doctora en historia por la USP. Autor de Historia agraria de la revolución cubana: dilemas del socialismo en la periferia (Avenida).
Publicado originalmente en el sitio web Otras palabras.