por EUGENIO BUCCI*
Detrás del caos performativo del presidente de los Estados Unidos, con mentiras intercontinentales y factoides histriónicos, hay una lógica fría y cruel.
En su columna dominical en El GloboLa periodista Dorrit Harazim nos ha estado ayudando a escudriñar lo inconcebible. Los artículos que escribió sobre las fumigaciones en Gaza forman una antología definitiva. Pronto alguien se acordará de publicarlo en un libro. Ahora, Dorrit Harazim ha descifrado la vulgar esfinge de Donald Trump.
El domingo pasado, en un texto titulado “Con método”, demostró que, detrás del caos performativo del presidente de Estados Unidos, con mentiras intercontinentales y factoides histriónicos, hay una lógica fría y cruel.
En palabras del columnista de GloboEl “objetivo último y definitivo” de Donald Trump es “tomar el control total, sistemático y duradero de la maquinaria federal”. Y además: “el conjunto de decretos y medidas adoptadas en este sentido no son en absoluto caóticos: son eficaces, precisos y revelan años de planificación para desmantelar la burocracia cualificada”.
Ahí está. Dorrit Harazim no usó la palabra, pero el nombre para ella es cesarismo. A lo que usted pregunta: “Pero ¿qué es el cesarismo?” Me permito responder a su amable pregunta con la ayuda de un breve recuerdo.
A principios de 1988, el sociólogo Eder Sader y yo entrevistamos al profesor Antonio Candido para la revista Teoría y Debate. Yo era el editor de la revista que lanzamos a finales de 1987. Eder Sader era miembro de nuestro consejo editorial. Moriría unos meses después, en mayo de 1988, a la edad de 46 años.
Hemofílico, había contraído el virus del SIDA a través de una transfusión de sangre, probablemente en 1985, y no pudo superar la enfermedad (en aquella época nadie podía). Tengo una imagen luminosa de él, de hombre afable, tranquilo, inteligente y, sobre todo, generoso con las generaciones más jóvenes. Cabello blanco, cejas negras y sonrisa distante.
También fue esclarecedora nuestra conversación con Antonio Cándido: se desarrolló con ligereza, inteligencia y generosidad. Cuando le preguntamos sobre la revista Clima, que él y Paulo Emílio Salles Gomes editaron en la década de 1940, nos contó una historia muy interesante. Fue en esta respuesta que habló del cesarismo. Nunca lo olvidé.
Esto es lo que dijo: “Al principio [la revista] era deliberadamente apolítica, contando incluso con colaboradores integristas. El punto de inflexión se produjo en 1942, cuando Brasil entró en la guerra. Firmamos un manifiesto escrito por Paulo Emílio, indicando nuestra posición antifascista y diciendo que ahora la exención había terminado y la lucha había comenzado, incluso atacando a los integristas. Algunos de nuestros colaboradores de este tipo han luchado con nosotros. Nuestro manifiesto causó cierto ruido y fue comentado, entre otros, por Astrojildo Pereira, quien destacó su carácter puramente negativo. Así que decidimos probar una definición positiva, que fue obra de Paulo Emílio, en forma de “Comentario” publicado en el número 12, en 1942”.
“Este documento sigue siendo interesante y para mí fue el fijador de ideas, el definidor de la posición política. Fue ciertamente él quien me llevó a no ser ni estalinista ni trotskista, sino a aceptar la posición defendida por Paulo, de un socialismo democrático desinteresado en las Internacionales, buscador de soluciones adecuadas al país, comprometido con la lucha contra el fascismo, porque ésta era la manifestación contemporánea del cesarismo opuesto a la tradición humanista, que vino del cristianismo a través de las revoluciones de los siglos XVIII, XIX y XX. (…) Este documento fue decisivo para mí y para otros. A partir de ahí me involucré mucho en el activismo”.
Antonio Cándido se hizo militante para luchar contra el fascismo. Buena razón. Fue él quien me enseñó por primera vez el cesarismo: un tipo de libre albedrío que es opuesto a la “tradición humanista, que vino del cristianismo”. Hay quienes dicen que el cesarismo constituye un autoritarismo de Estado, pero esa conceptualización es errónea, pues pierde de vista la oscura llaga que denunció Paulo Emílio. El César romano (de donde proceden las palabras “Káiser” y “Zar”) ejercía su mando en permanente disposición bélica, como un jefe de banda.
El cesarismo, por tanto, no se teje a través del Estado, sino por encima del Estado y contra la institucionalidad de un Estado no salvaje. El cesarismo es el “desmantelamiento de la burocracia cualificada” (cito nuevamente a Dorrit Harazim), esa misma burocracia en la que Max Weber identificó un punto positivo del Estado moderno. El cesarismo funda la genealogía del fascismo y del trumpismo.
Ahora, Donald Trump ha anunciado que intervendrá en Gaza. En otro frente, ya ha comenzado a enviar inmigrantes deportados a las mazmorras de Guantánamo, donde se han documentado sesiones de tortura. Guantánamo será la versión trumpista de los campos de concentración.
¿Qué quiere con todo esto? ¿Desorientar a los aliados? Sí, pero no sólo. ¿Quieres asustar a la comunidad internacional? También. ¿Y para qué? Ahora bien, decir que nada pondrá límite a los abusos que se puedan inventar. Quiere ser no sólo el rey de América, sino su César. Reducirá a Estados Unidos a un nombre del Golfo. Aislado. Es increíble cómo todavía hay gente que mira las cosas con naturalidad (falso) por ataques tan escandalosos.
Larga vida a Eder Sader. Viva Antonio Cándido.
*Eugenio Bucci Es profesor de la Facultad de Comunicación y Artes de la USP. Autor, entre otros libros, de Incertidumbre, un ensayo: cómo pensamos la idea que nos desorienta (y orienta el mundo digital) (auténtico). Elhttps://amzn.to/3SytDKl]
Publicado originalmente en el diario El Estado de S. Pablo.
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