por ERNANI CHAVES*
Consideraciones sobre “Mediodía”, un libro recientemente publicado por Henry Burnett
Hay una "Imagen del pensamiento”, escrito por Walter Benjamin el 25 de febrero de 1933, que lleva por nombre “Sombras cortas”, en el que nos recuerda que cuanto más se acerca el mediodía, más cortas se hacen las sombras, hasta el punto de que incluso desaparecen, retirándose a su misteriosa estructura. , dejándonos solo la curiosidad de saber cuál es el enigma, que siempre cargan. Sin embargo, prosigue, el mediodía es también la “hora de Zaratustra”, el pensador del “mediodía de la vida”, la hora en que “como el sol al mediodía, el saber delinea las cosas con el máximo rigor”.
Cuando recibí el libro de Henry Burnett, su título inmediatamente me recordó esta “imagen” de Walter Benjamin. Una imagen enigmática, en la que el pensador alemán no deja de señalar la posibilidad del conocimiento, cuyo brillo es tan intenso como el sol del mediodía. Pero, por otro lado, este resplandor es fugaz y transitorio, pues al poco tiempo reaparecen las sombras, mientras que su secreto permanecerá siempre oculto. Benjamin habla aquí de otra temporalidad que, bajo la inspiración de Nietzsche, se refiere a una especie de intensificación del instante.
Este no es el momento, por supuesto, para una exégesis conceptual, que trataría de mostrar por qué Benjamin se refirió a la sección “Del mediodía” de la cuarta parte de Así habló Zaratustra. Sólo me contento con decir que la hora del mediodía es para "Zaratustra" atravesada por un sentimiento de felicidad y de alegría, la hora de la eternidad del instante, la hora en que el silencio debe sustituir al canto. Como si el pasado estuviera en suspenso y el futuro sólo un borde confuso e inconmensurablemente distante.
Pero, hay otra cara de esta imagen benjaminiana que entronca con otros elementos y preocupaciones, precisamente, la memoria y el olvido. Fugaces y transitorios son también los destellos de la memoria, así como los del olvido. Otro horizonte nietzscheano más, del que se apropia Benjamin: ni el ideal de una memoria plena y completa, en la que no hay lugar para el olvido, ni el olvido como simple borrado, como el olvido de todo, especialmente de lo que causa dolor y sufrimiento, fue una especie de salvación bálsamo.
¿Se puede pensar también el mediodía como el feliz encuentro entre la necesidad radiante de un recuerdo que vence al olvido y, por otro lado, las sombras breves, imagen del olvido? – que insisten en reaparecer, después de haberse escondido momentáneamente. El conocimiento que se delinea con más rigor a la luz del mediodía es el que no puede aparecer sin las sombras cortas. El esfuerzo por recordar es ciertamente el esfuerzo por no olvidar. Pero, ese esfuerzo es sólo un esfuerzo. Nada garantiza su éxito de antemano.
El libro de Henry Burnett –nombre extranjero y extraño, para alguien nacido en Belém– está marcado por ese esfuerzo por recordar, por no dejar que su historia caiga en el olvido. Historia a la vez personal y social, pues es inseparable de su experiencia con su ciudad natal y con las demás ciudades que visitó sin dejar de señalar, aquí y allá, a veces sutilmente, a veces con insistencia, cuánto lo recuerda. .y el olvido se enredan y se nutren mutuamente. Apartándome de la magnificencia de figuras como la tía Lucía y su padre, por ejemplo, presentadas sin ninguna conmiseración, me atrapan esas figuras del olvido necesarias para el esfuerzo de recordar, mucho más presentes en los objetos a punto de desaparecer. Entre estos objetos, por así decirlo, la casa ocupa un lugar especial.
Totalmente desprovistas de su función de “cosas que cobijan”, las casas aparecen en estas memorias impregnadas de afectos contradictorios provocados por la urgencia de recordar. Sea la casa de la tía, desaparecida entre los establecimientos comerciales de hoy, que no perdonó ni la primera librería conocida por el "narrador", llegando en la adolescencia (ya no hay lugar para librerías, salvo en los centros comerciales) y que el adulto ya no se puede reconocer y del que queda un librero, ganado como una especie de herencia, cuando se vendió la casa. O incluso, en la imagen de la casa de Ananindeua, su muro y el algodón del patio, que impregnó su memoria, hasta el punto, nos dice Henry, que ya no puede olvidarla, a pesar del poco tiempo que vivió allí, al principio. inicio de la adolescencia. O incluso la casa de su amigo Alex, donde el tiempo parecía haberse detenido y donde otra idea de familia aparecía ante sus ojos. Una casa más, pero en ésta el sentimiento extraño y extraño que la marca desde su nombre encontró una suerte de delicada acogida, esta casa era, como él mismo dice, un “lugar”. Hey hey hey Haus.
También está la casa de su tío en el interior, para vacaciones o fines de semana, llena de canaletas, que tenían la noble función de refrescar al niño de las inclemencias del calor, incluso por la noche. “Casa húmeda”, título de una de las “imágenes del pensamiento” presentes en este libro, sintetiza estas historias de casas atravesadas por las inclemencias del tiempo, cuyas ruinas la memoria no sólo registra, sino que insiste en señalar lo ausente, lo faltante. ., de un vacío que probablemente ninguna palabra, ningún recuerdo o incluso ninguna renuncia al recuerdo pueda llenar.
Es como si, ejemplarmente, en este torbellino de afectos pegados a imágenes de lo que está a punto de desaparecer o que ya desapareció, aún pudiéramos reconocer, en un instante de un segundo, la luz intensa del mediodía y el retroceso de las sombras. a su secreto.
*Ernani Chaves Es profesor de la Facultad de Filosofía de la UFPA. Autor, entre otros libros, de En el umbral de la modernidad (Pakatatu).
referencia
Henry Burnett. Meio-dia. Río de Janeiro: Editora 7 Letras, 2021.