Carta a Geraldo Alckmin

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por LUIZ CARLOS BRESSER-PEREIRA*

Los aranceles siguen siendo el principal instrumento de cualquier política industrial exitosa

Mi querido vicepresidente y ministro de Desarrollo, le escribo esta carta para hablarle sobre política industrial y aranceles aduaneros. Sí, derechos de aduana. Leí un excelente artículo hoy en la revista. Carta Capital sobre el proyecto de política industrial que usted y su equipo están a punto de completar. Como señalan sus asesores, se trata realmente de una nueva política industrial.

Nuevo porque no está estructurado por sectores, sino por misiones: construir cadenas industriales sostenibles, consolidar el complejo industrial de la salud, desarrollar infraestructuras, promover la transformación digital, desarrollar la bioeconomía, desarrollar tecnologías estratégicas. Para cada misión habrá un grupo de trabajo que se encargará de la implementación y supervisión de las políticas industriales. Todo me parece genial. No tengo nada que añadir.

Pero quiero hablar de los instrumentos. Curiosamente, la expresión “política industrial” sólo empezó a utilizarse regularmente después del “giro neoliberal” de 1980. Anteriormente, los países en desarrollo practicaban una política industrial, pero no utilizaban ese nombre, sino más bien una política de sustitución de importaciones.

El principal instrumento de política industrial que se utilizó entonces fueron los aranceles aduaneros. Naturalmente, el neoliberalismo criticó violentamente la política de sustitución de importaciones, calificando los aranceles de “proteccionistas”. Tuvieron éxito porque, a partir de la década de 1980, el neoliberalismo se volvió dominante en todas partes y porque el modelo de sustitución de importaciones ya estaba mostrando signos de relativo agotamiento.

Lo que le quedó al mundo subdesarrollado, a nosotros, fue la política industrial, que también fue criticada por la nueva “verdad”, pero con menos énfasis. Porque se basó en subsidios fiscales y crediticios que el Imperio sabía que eran limitados y costosos. Por lo tanto, incluso si utilizáramos la política industrial, no llegaríamos muy lejos.

En la periferia del capitalismo, en los países en desarrollo, nosotros, los economistas del desarrollo, aceptamos dulcemente el nuevo orden de las cosas. Criticamos duramente el neoliberalismo, pero nos olvidamos de los aranceles, como si hubieran perdido significado.

Estimado Geraldo Alckmin, los aranceles no han perdido significado. Siguen siendo o deberían seguir siendo el principal instrumento de cualquier política industrial exitosa. Le propongo que los considere en su proyecto de política industrial.

¿Estaría sugiriendo que volvamos a la política de industrialización por sustitución de importaciones? No, la industria brasileña ya no es una industria naciente. Puede que sea así en nuevos sectores, pero eso no nos legitima para volver a esta política. Fue fundamental en los inicios de la industrialización, pero esta fase ya ha sido superada.

Entonces, ¿cómo podemos justificar el regreso al uso de aranceles? Los elevados aranceles que tuvimos hasta 1990 –el año de la desastrosa liberalización comercial– no sólo se justificaron por el argumento de la industria naciente (que ya no era aplicable), sino también por el argumento de la neutralización del mal holandés. Al no tenerse en cuenta este segundo hecho, la liberalización comercial desencadenó un violento proceso de desindustrialización.

Pero hay una justificación más general. Los dos argumentos anteriores –el de la industria naciente y el de neutralizar la enfermedad holandesa– suponen que, en ausencia de ambos problemas, el mercado internacional garantizará que los recursos económicos serán aplicados por los países de manera óptima. Ahora sabemos que ésta es la tesis de la ortodoxia neoliberal, que siempre ha resultado falsa cuando se aplica.

No estoy proponiendo que volvamos a los altos aranceles adoptados durante el período de gran desarrollo de Brasil (1950-1980) e incluso durante la crisis de los años 1980. Sin embargo, debemos utilizar los aranceles aduaneros sistemáticamente. Utilícelos como instrumento de política industrial junto con los subsidios.

Pero, algunos podrían argumentar, el sistema arancelario brasileño tiene problemas, especialmente el hecho de que protegemos los insumos más que los productos terminados. Esto es cierto, pero de ello no se sigue que primero debamos llevar a cabo una reforma arancelaria y luego utilizar los aranceles como instrumento de política industrial. Reducir los aranceles de importación de insumos básicos implica un proceso difícil y que requiere mucho tiempo; utilizar aranceles aduaneros en el marco de la nueva política industrial es algo que se puede hacer de inmediato.

* Luiz Carlos Bresser-Pereira Profesor Emérito de la Fundação Getúlio Vargas (FGV-SP). Autor, entre otros libros, de En busca del desarrollo perdido: un proyecto nuevodesarrollista para Brasil (Ed. FGV).

Publicado originalmente en el diario Folha de S. Pablo.


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