por CHICO ALENCAR*
Perfil del intelectual y economista víctima del Covid-19
Muy joven, me “escapaba” de la Facultad de Historia para asistir a clases del sugerente Carlos Lessa, en Economía de la UFF. Él, que siempre repitió que la economía era “una ciencia triste”, no ocultó su alegría de vivir y disfrutar de sus placeres, de sonidos y sabores. Nada humano le era ajeno.
Hombre de conocimiento, de ciencia, fue también un hombre de la vida cotidiana, curioso por la gente común. Una batuta de la Academia fascinada por el tamborileo de los cerros. Pensando en grande y luchando por proyectos de redención de Brasil y caminos para el mundo, Lessa supo que pocas personas valoran su espacio vital y su amada ciudad, Río.
Devoré las 478 páginas de su extraordinario El Río de todos los Brasiles (Registro). Lectura obligada, por cierto, para quien se proponga dirigir Río a partir del próximo año, en el Ejecutivo o en el Legislativo.
Carlos Lessa amaba su ciudad, que veía como un retrato de los males y las bellezas de Brasil. Cómo amaba a sus amigos y, en particular, a su compañera “de Río de Janeiro”, Martha, y a sus hijos, Thereza, Rodrigo y Pedro, de Río de Janeiro, herederos de los grandes valores de su querido padre. Mi abrazo fraterno y solidario para ellos en este triste momento.
Rodrigo Lessa, compositor, dijo que su padre “se fue en un momento en que Brasil está en ruinas”. Un dolor enorme por la pérdida. Tristeza también por la asfixia de la dignidad, la soberanía, la cultura popular, la educación, el desarrollo con justicia social: todo por lo que luchó Lessa a lo largo de su fecunda vida.
Carlos Lessa, que no temía a la polémica ni a la política, presidente del BNDES, rector de la UFRJ, es otro gran hombre que se fue en esta época oscura en la que las mediocridades cobran protagonismo. Demócrata y nacionalista radical, soñando con un Brasil en “devenir”, ¡no soportó la vergüenza federal actual!
Es necesario tallar en nuestros corazones la realización-profecía-deseo de Lessa, la amante indomable: “quizás la intensa relación con la calle sea el común denominador, decantado por el tiempo, del ser carioca. En las calles de Río, el esclavo, circulando y sobreviviendo, era menos esclavo; en él, el migrante exploró su espacio de posibilidades; en la calle, la fiesta religioso-profana era el momento de máximo ocio. (...) Los cariocas no le tienen miedo a la multitud, le tienen miedo a la plaza vacía”.
Carlos Lessa nos deja en medio de una paradoja: sólo las calles de la ciudadanía activa, consciente y organizada detendrán el ascenso neofascista que él odiaba. Pero solo protegiéndonos, recogidos, superaremos este tiempo de la aguda pandemia que también lo victimizó.
Lessa se fue en el Día Mundial del Medio Ambiente: él que propagó, como pocos, la comprensión de todo el medio ambiente y el amor palpitante por todo lo que vive.
Carlos Lessa descansa en paz en el regazo cósmico del Amor Todopoderoso. ¡Era luz, sigue irradiando su energía! ¡Gracias, maestro!
*Chico Alencar Profesor de la UFRJ, escritor y exdiputado federal (PSOL/RJ).