por FLORA SÜSSEKIND*
Es una obra en la que se entrelazan marcas vinculadas tanto al trabajo de cronista como al ejercicio poético. Y un personaje bifónico: el poeta-cronista.
Para comprender mejor al poeta Drummund, se sugiere una pista en una hermosa serie poética, “Canções de alinhavo”, incluida en cuerpo (1984): “Stéphane Mallarmé ha agotado la copa de lo incognoscible. / No nos queda nada más que la vida cotidiana / que degrada, deprime”. Una pista que en parte se superpone con otra, enunciada en “Carta a Stalingrado”, por Una rosa do povo: "La poesía huyó de los libros, ahora está en los periódicos". Es como si el poeta subrayara, en estos pasajes, su camino predilecto -como poeta-cronista-, en un momento en que el papel del personaje clave de la poesía moderna parecía recaer en la figura del poeta-crítico.
Es como si Drummond, en medio del trabajo sistemático con parte de los recursos de esta poesía, con lo circunstancial, el hecho y los efectos de la prosa, se viera obligado a mirar los giros autorreflexivos de la literatura y la crítica contemporáneas con cierta desconfianza, descartándolos en favor de una mayor complicidad con el lector. Y, en este sentido, su labor como columnista de prensa fue pieza fundamental en la formación de ese pacto de no extrañeza, de una forma de ver las cosas, la cotidianidad, similar a la de cualquier potencial lector de la diario de minas, De Tribuna del Pueblode Mañana, Yo Correio da Manhã o Prensa en Brasil, periódicos en los que trabajó regularmente desde la década de 20 hasta 1984, cuando abandonó su trabajo como columnista.
“Pobre cronista urbano, tus asuntos apestan a quejas y protestas, y terminarás junto a la columna de cartas de los consumidores, molestos por la mala calidad de los electrodomésticos, que se estropean a la semana de instalados, o ni siquiera funcionan ...”, decía en octubre de 1979 en un artículo que subrayaba precisamente esa posible proximidad entre cronista y lector, crónicas y cartas de denuncia. Y este vínculo entre cronista y lector parece desdoblarse en otro, entre lo periodístico y lo poético, en un ir y venir constante, que Luiz Costa Lima llama la atención en lira y anti-lira: “El dominio del coloquialismo en Drummond está ligado a una modalidad de percepción de la realidad; la poesía se desespiritualiza al abandonar los temas sagrados –corroídos desde el principio por la ironía– para centrarse en lo trivial: las piernas del tranvía, los cómicos desastres que provoca el amor, la cachaça, el cabaret, las piedras dispuestas a medias”. La desespiritualización que invade la poesía de Drummond precisamente porque a veces parece haber sido escrita con la pluma del Drummond-cronista. Así como, en el periódico, el Drummond-poeta invadía a veces el espacio de la crónica y dejaba paso a la 'no-noticia', al verso, a la ficción.
Un poeta con ojos de columnista, un columnista con rasgos de poeta, su doble papel hace difícil trazar un perfil intelectual cohesionado. No bastaría, sin embargo, con decir que osciló entre la poesía y la crónica. O que fue un poeta que también fue cronista. Se trata, más bien, de una obra en la que se entrelazan marcas vinculadas tanto al trabajo de cronista como al ejercicio poético. Y un personaje bifónico: el poeta-cronista. Duplicidad opuesta a la que une las figuras del poeta y del crítico en la modernidad y capaz de explicar, en cierto modo, la unanimidad que se creó en torno al nombre de Drummond como el mayor poeta brasileño.
Tanto el poeta-cronista como el poeta-crítico, a su manera, responden a la pérdida de un lenguaje común, de referentes unívocos y de un público homogéneo, sin divisiones de clase ni de opinión, a la que se enfrenta el escritor moderno. A veces buscando restaurar, a veces haciendo más decisivo el corte de posibles lazos identitarios con su público. Mientras que la poesía crítica hace del poema objeto e interlocutor de un ejercicio literario que se construye precisamente sobre los huecos y grietas formados por la distancia entre artista y público, y por las divisiones internas de este mismo público, el poeta-cronista responde de otro modo a el borrado de tales identidades.
La crónica-poesía no trabaja con cortes, sino sobre todo con restauraciones. De ahí la apropiación del lenguaje en prosa y el coloquialismo del texto periodístico. La píldora literaria es oro y se hace más fácil de asimilar por un lector poco interesado en la poesía y por poetas que sólo aceptan la poesía moderna como un espejo. Y, entre poeta y público, un mediador sumamente eficaz: la crónica. O, como se lee en “A Bolsa e a Vida”: “La vida es esto y todo lo demás que el libro busca reflejar en estado de crónica, es decir, sin atormentar al lector, recordándole aquí y allá la condición humana. ”.
No es gratuito, por tanto, el poema “Mallarmé ha agotado la copa de lo incognoscible” publicado en 1984. Su elección fue otra. La del hecho, de lo trivial, de la crónica. No la mallarmaica, siempre a un paso del silencio. O la baudelairiana, en constante duelo con el lector. Drummond opta por ampliar y estrechar lazos con el lector. De ahí la literatura en estado de crónica. De ahí el uso consciente de los artificios periodísticos, de la prosa de cemento.
Y si, con ello, labró una relación mucho menos tensa que la de Cabral, por ejemplo, con el lenguaje actual y las expectativas literarias de su tiempo, mantuvo, al mismo tiempo, un oficio poético exigente (ver, en este sentido , , el estudio de Hélcio Martins sobre la rima en la poesía de Drummond), que resultó, por ejemplo, en poemas de la calidad de “A Máquina do Mundo” y “Paisagem: como se faz”. Lo que, por otra parte, no evitó la a veces excesiva sentimentalización memorialista de su última poesía, que, sin embargo, siempre incluyó textos de calidad y “Escrituras del Padre” o los citados “Cantos de hilvanado”.
Es, pues, con el cemento de la crónica, que busca transformar las “frases de piedra” (para usar la expresión de João Cabral) de la poesía y rehacer, con una crónica-poesía, los lazos rotos con el público por la “ opaca” y “difícil” de la modernidad. Lo que tematiza, directamente, en “Mário de Andrade desciende a los infiernos”: “Dentro de veinte años: ¿seré capaz de esperar tanto por el precio de la poesía? / Es urgente sacar de tu boca / el canto veloz, zigzagueante, ronco / hecho de la impureza del minuto / y de una voz febril, que golpean / esta guitarra loca / en el suelo, en el suelo”. Al preguntarte en este poema de Una rosa do povo a través de la poesía proliferan expresiones como “urgente”, “rápido”, “en fiebre”. Expresiones que sugieren el “calor de la hora” del texto periodístico. “¿Seré capaz de esperar tanto por el precio de la poesía?”, se pregunta en el poema. Y la respuesta funciona como una cuasi-definición de la duplicidad de la propia crónica-poesía de Drummond: “la canción rápida, zigzagueante” y “hecha con la impureza del minuto”.
*Flora Sussekind es profesor de literatura brasileña en la UniRio e investigador de la Casa de Rui Barbosa. Autor, entre otros libros, de Literatura y vida literaria. (George Zahar).
Publicado originalmente en cuaderno folhetim del diario Folha de S. Pablo, el 21/08/1987.