por PABLO GUADARRAMA GONZÁLEZ*
Entrada del “Diccionario de marxismo en América”
Vida y praxis política
Carlos Baliño (1848-1926) pasó su infancia en Guanajay, fuertemente identificado con las ideas de su padre, arquitecto e ingeniero perseguido por sus ideas independentistas. En 1865, se unió a la Escuela Preparatoria de Maestros de La Habana. Ya en esa época publicaba versos y artículos en defensa de la independencia cubana, en periódicos de Pinar del Río (el estado más occidental de Cuba). En 1868 comenzó a estudiar arquitectura e ingresó en la Escuela Profesional de Dibujo, Pintura, Escultura y Grabado de san alejandro (La Habana), que abandonó por la precaria situación económica de su familia.
Debido al recrudecimiento de la represión política en su país, en 1869, Carlos Baliño emigró a los Estados Unidos de América (EE.UU.), habiendo trabajado inicialmente en fábricas de tabaco en Florida. Al año siguiente decidió mudarse a Nueva Orleans, donde entraría en contacto con las ideas marxistas a través de la organización sindical. Noble y Sagrada Orden de los Caballeros del Trabajo [Noble y Sagrada Orden de los Caballeros del Trabajo] y más tarde la Partido Laborista Socialista [Partido Socialista del Trabajo], este último influido por Lasalle.
En 1892, Carlos Baliño apoyó a José Martí en la creación de la bachillerato cubano de Cayo Hueso (en EE.UU.) y, sobre todo, en la fundación de Partido Revolucionario Cubano – con miras a lograr la independencia de Cuba y Puerto Rico. Desde 1893, presidió la Club de Emigrantes Revolucionarios de Thomasville; en 1894 se declaró partidario del socialismo.
Entre 1895 y 1897 pronunció numerosos discursos por la independencia en muchas ciudades americanas; y artículos publicados en la revista la nueva republica, en Tampa (Florida), denunciando las amenazas imperialistas a Cuba. En 1897 se trasladó a Jacksonville, donde traduciría varios libros críticos con la política estadounidense, además de dar conferencias sobre socialismo a inmigrantes cubanos.
Luego de la intervención estadounidense en la guerra de independencia de Cuba, Carlos Baliño regresa a Cuba en 1902, comenzando a colaborar en el diario el mundo y con el diario de trabajo el proletario; por esta época también apoyó la huelga que se conoció como Huelga de los Aprendices. En 1903 fundó la Club de Propaganda Socialista de la Isla de Cuba – con el objetivo de difundir las ideas marxistas. Un año más tarde, comenzó a contribuir a La voz trabajadora, órgano de Partido de los trabajadores (PO) – asociación que exigió la adopción del programa máximo de la II Internacional.
Carlos Baliño también escribió el bases fundamentales de este partido, en el que proponía la socialización de los medios de producción, la conquista del poder político por parte de los trabajadores y la lucha por una sociedad sin clases. En 1905, publicó el folleto verdades socialistas, en el que expuso su concepción fundamentalmente marxista.
Al año siguiente, fue elegido miembro de la junta directiva de la ahora Partido Socialista de los Trabajadores (POS), como se conoció a la PO; participó en las celebraciones del Primero de Mayo en Matanzas y visitó otras ciudades cubanas, entre ellas Manzanillo (donde conoció al socialista Agustín Martinillo Martín Veloz), buscando apoyo para la huelga de la moneda. En 1906, participó en la fundación de la Partido Socialista de Cuba (PSC), derivada de la fusión de POS y Grupo Socialista Internacional, que también ayudó a crear, siendo elegido miembro de su Comité Central. En 1909, en polémica con el Grupo Socialista de la habana, denunció su favoritismo a los trabajadores inmigrantes, la discriminación contra los cubanos y el carácter reformista de sus objetivos. En 1911 apoyó la huelga de los trabajadores de la red de alcantarillado de la capital (Huelga del Alcantarillado).
Cuando triunfó la Revolución de Febrero de 1917 en Rusia, Carlos Baliño escribió “En marcha hacia la vida y la libertad”, en el que enfatizó el significado histórico del evento; y, a partir de 1918, produjo varios artículos en apoyo del primer estado obrero y campesino. En 1919, se unió a la Asociación Nacional de Emigrantes Revolucionarios de Cuba. Dos años más tarde, tradujo el libro de Scott Nearing, el imperio americano, del que también escribió el prólogo – en el que reafirmó sus ideas antiimperialistas.
En 1922 logró Grupo Socialista de la habana criticar lo que consideraba una traición de la Segunda Internacional al socialismo y unirse a la Tercera Internacional; dirigió la revista Espartaco, que difundió las ideas socialistas, y colaboró con varias publicaciones obreras, entre ellas la Boletín de fans. En 1923 fundó la Grupo Comunista de la habana y, al año siguiente, el diario pelea de clases, en el que se difundieron las ideas marxistas, especialmente las de Lenin.
Durante esos años, comenzó a colaborar con Julio Antonio Mella en la revista Juventud; en 1925, participaría con él tanto en la fundación de la Sección Cubana de la Liga Antiimperialista, como el primero Partido Comunista de Cuba - de cuyo Comité Central fue elegido miembro.
El 18 de junio de 1926 murió en La Habana, en momentos en que la dictadura de Gerardo Machado intensificaba su represión contra el movimiento obrero y comunista.
Aportes al marxismo
El pensamiento político de Carlos Baliño, en sus inicios, se inclinó hacia las tesis socialistas de la Segunda Internacional; más tarde, sin embargo, llegaría a identificarse con las posiciones comunistas de Lenin y la Tercera Internacional.
El hecho de que el cubano entrara en contacto por primera vez con las ideas socialistas y marxistas en los Estados Unidos, en el último tercio del siglo XIX, hizo que su formación filosófica e ideológica estuviera permeada por obras sobre tales temas que entonces circulaban en este país – fundamentalmente en inglés. . En sus reflexiones políticas sobre esa etapa inicial, caracterizada por el reformismo, prevaleció una perspectiva histórica teleológica –como también sucedió con otros socialistas latinoamericanos–, según la cual la superación del capitalismo se produciría inexorablemente, de tal forma que la actividad revolucionaria práctica no ser indispensable. Pero el marxista no se quedó atado a esta concepción fatalista. Y si sus primeras ideas se aproximaban más a las defendidas en su momento por la Segunda Internacional –sobre la conquista del poder por la clase obrera sólo mediante elecciones–, poco a poco esta concepción fue virando hacia posiciones revolucionarias más radicales.
Junto a José Martí –quien lo consideró “un cubano de alma hermosa, que padeció las penas de la humanidad y sólo pudo pecar de impaciencia por redimirlas”–, su primer gran éxito fue haber comprendido, a tiempo, la necesidad de luchar primero por la liberación nacional del pueblo cubano, antes de dedicarse a la emancipación social.
Con el establecimiento de la república neocolonial cubana, Carlos Baliño emprendió entonces sus mejores batallas por el socialismo y el marxismo, enfrentándose a la economista reinando en el Partido Socialista de Cuba, impregnado de ideas reformistas y anarquistas-, hasta que logró, junto a Julio Mella, fundar la Partido Comunista de Cuba (agosto de 1925), asociado a la Tercera Internacional. Tal postura no significa que subestimara la importancia del factor económico en el desarrollo social, sobre todo cuando, habiendo logrado su independencia de España, Cuba había sido capturada por el neocolonialismo yanqui.
A pesar de que su pensamiento no muestra un conocimiento extenso ni profundo de las obras de Marx y Engels, es claro un dominio básico de la concepción materialista de la historia y sus principales categorías; proveniente de la clase obrera, su educación fue autodidacta, lo que realza su logro.
En uno de sus primeros artículos (1889), Carlos Baliño consideraba a Jesucristo uno de los primeros agitadores de la historia -por su lucha contra los poderosos-, afirmando que “la cuestión es devolver a los desheredados su herencia; hacerlos dueños de los bienes que les fueron usurpados; emancipar al trabajador, asegurándole la plena satisfacción de la riqueza que crea con el esfuerzo de sus brazos o de su inteligencia”. Esta idea utópica se presentó en 1905, cuando ponderó que no habría paz y tranquilidad en el mundo antes de que se estableciera la justicia social y hubiera trabajo para todos, antes de que todos los que trabajaban recibieran el producto íntegro de su trabajo - pensamiento de Ferdinand Lasalle que había sido criticado por Karl Marx.
En un principio, Carlos Baliño no apoyó las huelgas obreras por aumentos salariales, considerándolas inútiles, ya que los capitalistas inmediatamente subirían los precios de sus productos. Hasta entonces no había entendido que son una forma importante de lucha obrera, a través de la cual se suelen lograr al menos algunas mejoras laborales o sociales, y que, además, contribuyen a su formación ideológica. Posteriormente, sin embargo, el marxista cubano se convirtió en promotor de las huelgas, argumentando que, si bien no eran trascendentales, servían para que los trabajadores obtuvieran ciertas conquistas.
Para él, nada que deje en pie el sistema de explotación capitalista y los salarios puede evitar la miseria de las masas; es indispensable una transformación completa del sistema de producción y distribución, ya este fin se dirige el socialismo.
Baliño siempre ha sido optimista sobre el futuro triunfo del socialismo. Su concepción, como se mencionó, estuvo marcada inicialmente por la finalidad teleológica de la historia, lo que llevó a pensar que “la humanidad está trazando una espiral infinita en su camino progresivo” – hacia el socialismo. Esto presuponía que el progreso social sería necesariamente producido por una especie de ley natural inexorable. En sus palabras: “las revoluciones no surgen ni proceden de acuerdo a un programa fijado de antemano, sino que son el resultado inevitable y fatal de grandes fuerzas que operan dentro de la sociedad, y su momento y dirección no pueden establecerse con precisión”.
En su pensamiento se puede ver la influencia de algunas de las ideas del llamado darwinismo social, propio del positivismo entonces imperante en América Latina. Sin embargo, si bien pensaba que “el progreso se da con nosotros o sin nosotros”, recomendaba la participación activa de los seres humanos para alcanzar objetivos emancipatorios, no dejándose abandonar a la ciega fatalidad.
Hasta 1904, idílicamente, Carlos Baliño creía que la transformación revolucionaria podía darse de forma paulatina y pacífica, sólo mediante la concienciación -obtenida a través de la propaganda de las ideas socialistas que, una vez aceptadas por la mayoría, cambiarían evolutivamente el orden de las cosas que tantos problemas causa-. no hay choques violentos o desastres para nadie. Así, pensó que el socialismo podía realizarse sin recurrir a la fuerza, dependiendo únicamente de los trabajadores. Si se dieran cuenta exactamente de lo que pueden lograr, del inmenso bienestar que pueden lograr, de los medios que están a su disposición para obtener su propia emancipación y la libertad de la humanidad, su poder sería tan irresistible y abrumador que la idea de la lucha armada quedaría descartada.
Al dar la bienvenida a la Revolución Rusa de 1905, argumentó que la transformación social podría lograrse sin derramar sangre, si ese fuera el caso, pero también derramándola a torrentes si fuera necesario. Reflexionó que las personas que aman el bien quieren que la revolución social sea una transformación pacífica; pero si la codicia y el orgullo ciegan a los que quieren mantener perpetuamente la explotación del hombre por el hombre, es seguro que la mayoría que triunfa por el sufragio no permitirá mansamente que se les arrebate el fruto de su victoria.
Al respecto, en 1906 sostuvo que no tenía predilección "por la violencia en la cuestión obrera", ni la defendería mientras tuviera "esperanzas de que por la vía pacífica se presenten las fórmulas redentoras del socialismo". Sin embargo: “dondequiera que los detentadores del poder se opongan a la propaganda y al libre desarrollo de nuevas ideas, seré un rebelde contra este poder, y si me vieran obligado a elegir entre la revolución social y la perpetuidad del salario, optaría por la revolución con todas las fuerzas”. su violencia y desastres.”
También denunció la corrupción imperante en los sistemas electorales, lo que dificultaría que la clase obrera acceda al poder de manera pacífica. Y criticó las posturas conciliatorias que llevan a los trabajadores a comportarse como “colegas de los partidos burgueses”, o simplemente a quejarse de sus gobiernos –que Marx consideraba sólo “comités administrativos de la burguesía”.
Algunas de las propuestas utópicas de Baliño se refieren al protagonismo de la clase obrera en el cumplimiento de su supuesta “misión histórica”. Fue un agudo crítico del capitalismo -y de su etapa imperialista-, al afirmar que este régimen impide el desarrollo y “rebaja” a la especie humana. Percibía el surgimiento de los monopolios como algo progresivo en la historia, que allanaba el camino para el socialismo, y en este punto buscó apoyo en Marx. A pesar de esta opinión controvertida, estaba de acuerdo con Engels: tan pronto como la clase obrera tomara el poder político, la tarea principal sería la socialización de los medios fundamentales de producción.
Para él, la esclavitud de los negros en Cuba no había sido realmente abolida, sino más bien ampliada, para incluir también a los trabajadores blancos, a través de la explotación industrial de los capitalistas. Denunció la causa de la miserable situación de todos los trabajadores, sin importar su color: el régimen de explotación capitalista. Así, los trabajadores no podrían mejorar significativamente sus condiciones de vida porque, siendo ellos quienes producían todo, tendrían que sustentar con el producto de su trabajo a un inmenso ejército de no productores, parásitos que no sólo vivían sin trabajar ni producir, pero que tomaron para sí la mayor y mejor parte de lo que producían las manos trabajadas.
Defendió la idea de que los trabajadores negros no tienen un interés diferente al de los trabajadores blancos, ya que sufren las mismas miserias, las mismas injusticias, las mismas desilusiones, las mismas vejaciones; así, los trabajadores negros están tan o más interesados que los trabajadores blancos en la abolición de este cruel orden de cosas.
Su gran aspiración era lograr una mejor distribución de la riqueza lograda por el proceso civilizatorio humano, de modo que dejara de ser disfrutada sólo por una minoría. En su concepción, el núcleo del socialismo es lograr que los logros de la ciencia, el placer intelectual del arte y la literatura, las comodidades, satisfacciones y refinamientos, disfrutados hoy sólo por unos pocos privilegiados, se conviertan en patrimonio de todos los seres humanos.
Una de las principales batallas que libró Carlos Baliño fue contra los moralistas burgueses que pretendían mejorar la sociedad con meras prédicas. Afirmó que el régimen burgués o capitalista desmoraliza a la sociedad en sus estratos altos y bajos. En este sentido, afirma, el socialismo es el único movimiento “capaz de moralizar las costumbres y las ideas, para que la sociedad descanse sobre los cimientos de la justicia absoluta y eterna”. Y, aunque no entendía el socialismo como un proceso exclusivamente ético, creía que la creación de una nueva moral era fundamental para la consolidación de las transformaciones socioeconómicas y políticas. Atacó así los cimientos de las concepciones idealistas del desarrollo social y predijo, con razón, las nuevas relaciones morales que el socialismo construiría entre los seres humanos después de su triunfo. También estaba firmemente convencido de la validez de la concepción materialista de la historia, que presupone la mediación de la lucha de clases en el desarrollo espiritual de la sociedad.
En sus polémicas, Carlos Baliño enfrentó a quienes critican infundadamente al socialismo por tratar a todos los seres humanos por igual, sin tomar en cuenta las diferencias naturales que existen entre ellos. Frente a esto, afirmó que la intención del socialismo es la igualdad de condiciones y oportunidades, argumentando que el marxismo no presupone el igualitarismo ni la anulación de la individualidad.
A pesar de reconocer la importancia de la lucha de clases, no percibía en ella el significado central de las luchas campesinas. Impulsó el internacionalismo socialista de la clase obrera y fue un crítico acérrimo del patriotismo burgués, acusando el demagógico chovinismo nacionalista de ciertos políticos -cuya intención era combatir la solidaridad entre los pueblos-.
Era claramente consciente de que la clase trabajadora, para lograr sus objetivos, tenía que organizarse a través de sindicatos y un partido que representara a todos los sectores oprimidos de la sociedad, para finalmente tomar el poder político. Su optimismo sobre el futuro triunfo del socialismo se expresó en 1921, cuando reflexionó que aún en aquellos países donde (por circunstancias especiales) aún no había sido posible formar un partido comunista afiliado a la Tercera Internacional, el anhelo del proletariado masas por una revolución la obra redentora no cesaría.
Según Carlos Baliño, la clase proletaria –contrariamente a todas las clases sociales que hacían revoluciones en beneficio propio– haría la revolución en beneficio de todos; con ello se abolirían las clases que hasta entonces dividían a los seres humanos en campos antagónicos. Creía que sólo con el socialismo se lograría la libertad plena y la justicia social. Cabe señalar que, en este sentido, su concepción converge mucho con el ideal de sociedad comunista esbozado por el materialismo histórico.
Aunque fue un nacionalista acérrimo -comprometido con la lucha por la independencia de Cuba- fue un crítico del chovinismo burgués, manteniendo un internacionalismo congruente con la ideología socialista. Su humanismo práctico lo llevó a vislumbrar una perspectiva más amplia, cuando evaluó que si es bueno amar a la patria, es mejor amar a la humanidad, la libertad y la justicia, porque los países y las nacionalidades cambian, desaparecen y se extinguen con el transcurso del tiempo. siglos, pero la libertad y la justicia son cosas “eternas”. Este enfoque confirma la visión de que sus ideas socialistas, que lógicamente simpatizaban con la emancipación de la clase trabajadora, no limitaban sus aspiraciones redentoras a esta clase social solamente, ya que se refería a todos los oprimidos por la sociedad capitalista, a la que percibía como el provocar la pobreza de gran parte de la población.
Con su labor esclarecedora en la prensa y en la tribuna del acontecer político, Carlos Baliño contribuyó a promover la cultura política de los sectores populares -en especial de los trabajadores-, explicando al pueblo las verdaderas causas de su insoportable situación socioeconómica.
Su concepción definitiva de lo que debe ser una sociedad socialista le hizo criticar, en 1905, algunas fórmulas de un supuesto “socialismo especial” para Cuba, ya que a su juicio tal propuesta tendría “mucho de especial”, pero “no tendría nada”. del socialismo”, ya era imprescindible socializar los medios de producción.
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El pensamiento de Carlos Baliño no se materializó en voluminosas obras o detallados estudios analíticos, sino en panfletos de agitación, manifiestos, cartas, programas, artículos de prensa, textos especialmente dirigidos a la acción revolucionaria -lo que denota su afinidad con el postulado en el que Marx afirma que , más que interpretar el mundo, es necesario transformarlo.
Muchos de sus artículos y discursos, publicados en Estados Unidos y Cuba, no han sido recuperados. Los siguientes, brevemente comentados, son sólo una muestra representativa.
En el artículo “Agitación” (El productor, 3 mar. 1889), saluda la aparición, en Cayo Hueso, del periódico la tribuna del trabajo, y destaca a lo largo de la historia la acción de agitadores políticos a favor de los intereses de los humildes -desde Jesús hasta los líderes del movimiento obrero en USA.
Con motivo del aniversario del inicio de las luchas por la independencia de Cuba, pronunció su “Discurso con motivo del 10 de octubre de 1892”(patria, 7 de noviembre 1892), en el que reconoce el valor del nacionalismo, pero atribuye mayor trascendencia a la lucha por la libertad y la justicia social.
En una de sus cartas – “Carta a Rafael Serra” (Ocala, Florida, 6 de octubre. 1894) – sostiene que es prioritario que el pueblo luche por su libertad nacional, antes que dedicarse al objetivo mayor de la emancipación social.
En el artículo “Falsa Profecía” (la nueva república, Tampa, 29 de marzo. 1897), critica a los empresarios estadounidenses que se oponen a la independencia de Cuba, y destaca la decisión de los cubanos de continuar su lucha contra el colonialismo español.
El carácter dependiente de la economía cubana es criticado por él en “Independencia económica” (La discusión, La Habana, 5 de julio. 1902), en el que relaciona este problema con la intervención yanqui que se produjo tras el derrumbe del dominio español, hecho que generó la dependencia política de Cuba del imperialismo estadounidense.
En el texto “La fiesta del trabajo”(La voz trabajadora, La Habana, 1 de mayo. 1905), enfatiza el significado de la fecha de Primeiro de maio y valora las ideas de Marx sobre la trascendencia de las luchas de la clase obrera en el camino de su emancipación.
Ya en el folleto verdades socialistas (La Habana: Imprenta la voz obrera, 1905), Baliño fundamenta sus ideas marxistas a favor de una sociedad socialista, enfatizando la importancia de la conciencia obrera, además de criticar el carácter inhumano, inmoral y explotador del capitalismo. También analiza las guerras económicas de los monopolios por más mercados internacionales y defiende el socialismo como forma superior de organización social.
Al analizar la Revolución de 1905 en Rusia –en “La Revolución Rusa” (La voz trabajadora, La Habana, 19 de agosto. 1906)- lo afirma como precursor de las revoluciones socialistas, que son producto inexorable de las “leyes históricas”.
En el artículo “Socialismo práctico” (la voz trabajadora, La Habana, 16 de marzo. 1906), destaca las conquistas de las luchas obreras de Catania por mejoras en la producción y el precio del pan, considerando estos hechos favorables a las conquistas socialistas.
Sobre el proceso revolucionario ruso – en el ensayo “En marcha hacia la vida y la libertad” (Cuba y América, La Habana, abr. 1917) –, Baliño considera que la liberación de los presos políticos en Siberia, luego de la Revolución de Febrero, fue un preludio de luchas por transformaciones sociales más profundas.
Su texto “Nos unimos o sucumbimos” (boletín de fans, La Habana, 15 de octubre. 1921) reflexiona sobre las coaliciones de la plutocracia capitalista internacional, después de la Primera Guerra Mundial, para evitar revoluciones obreras, como la ocurrida en Rusia en 1917; y analiza el III Congreso de la Internacional y el fortalecimiento del movimiento comunista internacional.
Frente al “patriotismo” burgués, en “El internacionalismo obrero frente al internacionalismo capitalista” (juventud, La Habana, 1923), el marxista cubano destaca el significado del internacionalismo obrero a favor del socialismo.
Finalmente, el ensayo “Lenin” (lucha de clases, La Habana, 30 de mayo. 1924), en el que Baliño aborda la muerte del líder soviético y la trascendencia de su obra revolucionaria, valorando especialmente su legado, fortalecido con la creación de la Internacional Comunista.
A título póstumo, el Instituto de Historia del Movimiento Comunista y la Revolución Socialista de Cuba organizo el libro Carlos Baliño: documentos y artículos (La Habana: Departamento de Orientación Revolucionaria del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, 1976), que contiene, entre otros, varios de los textos aquí comentados.
*Pablo Guadarrama González. es profesor de historia y filosofía en la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas (UCLV), en Colombia. Autor, entre otros libros, de Marxismo y antimarxismo en América Latina.
Traducción: Yuri Martins-Fontes y Lil Bidart.
Publicado originalmente en el Núcleo de Praxis-USP
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