por LEONARDO BOFF*
Jung fue un anticipador de todo lo que buscábamos en los últimos años: una visión integral, compleja y holística de la realidad.
Sigmund Freud y Carl Gustav Jung son los genios creadores del discurso psicoanalítico. No tenían amos. Al observarse a sí mismos y a sus pacientes, crearon instrumentos teóricos para descifrar los enigmas del alma humana.
Freud y Jung tenían sensibilidades diferentes. Si bien Freud enfatizó el hecho de la sexualidad desde la primera infancia, Jung no estuvo de acuerdo, ya que pensaba que esta dimensión era importante pero no podía ser el eje articulador de la comprensión de la vida psíquica humana. Para él, la libido constituía la energía fundamental que impregnaba a todo ser humano más allá de su expresión sexual. Pero no quiero entrar en esta discusión que en su momento fue acalorada entre Freud y Jung hasta el punto de romper una importante actividad común y una larga amistad.
Quiero centrarme en Carl Gustav Jung porque veo en él un anticipador de todo lo que buscábamos en los últimos años: una visión integral, compleja y holística de la realidad.
Para él, la psicología no tenía fronteras, entre cosmos y vida, entre biología y espíritu, entre cuerpo y mente, entre consciente e inconsciente, entre individuo y colectivo. La psicología tenía que ver con la vida en su totalidad. Por eso le interesaba todo, los fenómenos exotéricos, la alquimia, la parapsicología, el espiritismo, la filosofía, la teología, el misticismo, occidental y oriental, los pueblos originarios y las teorías científicas más avanzadas. Supo articular este conocimiento, descubriendo conexiones ocultas que revelaron dimensiones sorprendentes del alma humana.
Esta visión holística y sistémica la necesitamos para convertirla en hegemónica en nuestra lectura de la realidad actual. De lo contrario, nos convertimos en rehenes de visiones fragmentadas que pierden de vista el todo. En este esfuerzo, Jung es un interlocutor privilegiado.
La nueva cosmología, resultado de la mecánica cuántica, la astrofísica, la astronomía, la nueva biología, la neurociencia, la teoría del caos y la complejidad, nos ha dado una nueva imagen del universo. Somos hijos e hijas del polvo de estrellas y del polvo cósmico. Formamos un sistema inconmensurable, uno y diverso, complejo y contradictorio.
La psicología de Jung es una especie de cosmología, porque para él el ser humano no puede entenderse fuera de la evolución total. La psique es tan antigua como el universo, es una parte objetiva de la naturaleza. La autorrealización como proceso de individuación tiene un significado cósmico. Como dijo, “en mi visión del mundo hay un vasto reino exterior y otro reino interior, igualmente vasto; Entre estos dos mundos, el hombre se sitúa, unas veces frente a uno, otras veces frente al otro (Obras 4,777).
Los numerosos estudios de Jung sobre alquimia demuestran que estos mundos van más allá de lo humano y alcanzan lo cósmico. La ecuación macrocosmos-microcosmos, la coincidencia entre la totalidad de lo humano con la totalidad de lo extrahumano, conduce a una nueva conciencia capaz de fundar una nueva relación entre el hombre y el universo.
Los astronautas que se encontraban allí desde sus naves espaciales nos testificaron que la Tierra y la humanidad van de la mano. Forman una única realidad. Al acercarse al inconsciente colectivo y cósmico, Jung se enfrenta a los grandes mitos de la totalidad, como el de urobos, De mandala, Yo animus/ánima y Sofía. Hay uno Spiritus mundi y un espíritu terrestre. Hay un estrato más radical y profundo de la psique donde las distinciones entre psique y mundo, cielo y tierra ya no son válidas. De ahí emerge la realidad original y total del mundo, antes de cualquier separación y división, el arquetipo raíz, el Yo. Entonces todos nos sentimos uno, como tan bien expresaban la tradición del Tao y la filosofía de la India, que Jung apreciaba tanto. Y el unus mundus o lápiz filosóforo.
A Jung se le atribuyó el mérito de valorar y descifrar el mensaje oculto en los mitos. Constituyen el lenguaje del inconsciente colectivo. Esto tiene su relativa autonomía. Él nos posee más que nosotros a él. Todo el mundo es más reflexivo de lo que realmente cree. El órgano que capta el significado de los mitos, símbolos y grandes sueños es la razón sensible o razón cordial. Esto fue puesto bajo sospecha en la modernidad porque podía oscurecer la objetividad del pensamiento. Jung siempre fue crítico con el uso excesivo de la razón occidental, ya que cerraba muchas ventanas del alma.
Muy conocido fue el diálogo que en 1924-1925 Jung sostuvo con un indígena de la tribu Pueblo en Nuevo México, Estados Unidos. Este indígena pensaba que los blancos estaban locos. Jung le pregunta por qué los blancos estarían locos. A lo que el indígena responde: “Dicen que piensan con la cabeza”. “Pero, por supuesto, piensan con la cabeza”, respondió Jung. “¿Cómo crees?”, continuó. Y el indígena, sorprendido, respondió: “Pensamos aquí” y señaló su corazón (Recuerdos, sueños, reflexiones., P. 233).
Este hecho transformó el pensamiento de Jung. Entendió que los europeos habían conquistado el mundo con la cabeza pero habían perdido la capacidad de pensar con el corazón y de vivir con el alma (cf. Anthony Stevens, Jung, la vida del pensamiento., Voces, pág. 269). Por eso dominaron el mundo y libraron tantas guerras.
*Leonardo Boff es ecologista, filósofo y escritor. Autor, entre otros libros, de habitar la tierra (Vozes) (https://amzn.to/45gjjKP). Es coeditor de la traducción de la obra completa de CG Jung por la Editora Vozes.
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