Capitalismo ecológico, ecosocialismo y desarrollo

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por JOSÉ MANUEL DE SACADURA ROCHA & ENEIDA GASPARINI CABRERA*

En la materialidad histórica de la subjetividad actual, bajo la lógica de acumulación infinita del sistema de producción capitalista, se reveló el colapso ambiental.

“No queremos salvar al capitalismo, sino salvarnos de él”
(Zapatismo).

1.

Desde el siglo XIX, varios investigadores y climatólogos[i] Ya señalaron en sus estudios que la temperatura del planeta estaba regulada, entre otros factores, por la concentración de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano, óxido nitroso, agua, entre otros elementos).

Este efecto invernadero natural es un proceso provocado, especialmente, por los gases mencionados, que se produce de forma natural en la atmósfera terrestre, siendo fundamental para el equilibrio del Planeta, ya que su función clave es mantener las temperaturas atmosféricas, marítimas y de la superficie terrestre compatibles con la vida de los humanos y no humanos que habitamos el planeta.

Por lo tanto, el efecto invernadero natural mantiene el equilibrio del planeta, evitando que se congele. Si no existiera, el planeta tendría una temperatura promedio de -18°C, y no habría, por ejemplo, agua líquida, vida vegetal mediante la fotosíntesis, entre otras. Gracias al efecto invernadero natural, la temperatura media del planeta se mantiene en 15°C, lo que permite la vida de todas las especies.

Pero lo natural se ha desprendido de lo vital, colapsando el planeta debido al calentamiento global antropogénico, es decir, el desequilibrio (aumento) del sistema de emisión de gases de efecto invernadero, principalmente por la quema de combustibles fósiles y la deforestación, provocado por el hombre del presente, sujeto social que es también sujeto económico, político, jurídico y cultural, producto de la constitución social e histórica específica de prácticas y dinámicas multifacéticas y contradictorias, sujeto a las formas sociales que determinan el capitalismo – mercancía, valor, dinero, trabajo abstracto, subjetividad jurídica, Estado.[ii]

En la materialidad histórica de la subjetividad actual, bajo la lógica de acumulación infinita del sistema de producción capitalista, el colapso ambiental ha sido revelado por innumerables investigadores, desde diferentes perspectivas e ideologías, al menos desde 1972, cuando se realizó la primera proyección científica del calentamiento global hasta finales del siglo XX, por John Stanley Sawyer (1916-2000), publicada en la revista Nature,[iii] que proyectó un calentamiento global de 0,6°C para el año 2000.

A partir de entonces, a través de la creación del IPCC (El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático)[iv] en 1988, que ha producido numerosos informes de evaluación sobre el cambio climático hasta la fecha, y datos e informes de NCC-NOAA (los Centros de Educación e Información Ambiental del gobierno de los EE. UU.),[V] Sólo hemos confirmado el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero y con ellas, el calentamiento global, como podemos ver en el artículo de Yangyang Xu y Veerabhadran Ramanathan, de 2017,[VI] cuyas predicciones se hicieron realidad a través del análisis de categorías de riesgo: el escenario catastrófico ya es una realidad.

Predicciones como éstas, según las cuales nuestro planeta ya ha alcanzado un aumento de temperatura global promedio de más de 1,5 °C, fueron confirmadas en el último informe de 2025 del Programa Copérnico.[Vii] de la Unión Europea (UE), que vigila nuestro planeta y su medio ambiente.

El estudio de Yangyang Xu y Veerabhadran Ramanathan también confirma que, con los niveles proyectados de aumento continuo de las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, ahora es inevitable que el planeta se caliente más de 2 °C para 2050, cuyo riesgo ha sido evaluado como “desastroso para el planeta”. En otras palabras, si a partir de hoy no emitimos ni un solo gramo de gases de efecto invernadero, ya tenemos una inercia en el sistema climático que conducirá inevitablemente a un calentamiento global por encima de los 2°C en 2050.

Todas las tendencias de calentamiento son relativas a las temperaturas preindustriales y, según los autores (XU y RAMANATHAN, 2017): “La sociedad tardó casi 220 años (de 1750 a 1970) en emitir el primer billón de toneladas de CO2 y sólo otros 40 años (1970-2010) para emitir el siguiente billón de toneladas. El tercer billón de toneladas, según las tendencias de emisiones actuales, se emitiría en 2030 y el cuarto billón de toneladas, antes de 2050”.

Los impactos sobre las vidas humanas y no humanas son inmensurables, así como el desarrollo exploratorio del movimiento de acumulación privada capitalista en el planeta, que sigue los lineamientos del “desarrollo sustentable” o “capitalismo sustentable”, expresiones de apariencia lúdica que ocurren a espaldas de los sujetos sociales.

Los riesgos reales de numerosos eventos climáticos que (ya están) afectando al ecosistema planetario, a la salud humana y a la extinción de especies, vienen acompañados de un aumento de cambios abruptos e irreversibles.

En el caso brasileño, en este escenario vigente de altas emisiones de gases de efecto invernadero, el país tiene una alta probabilidad (+70%) de experimentar un aumento de temperatura superior a 4°C antes de finales del siglo, según el informe. Índice de desempeño en materia de cambio climático 2015[Viii]. En este caso, los biomas brasileños, especialmente la Amazonia, están en riesgo no sólo por el calentamiento global, sino también y principalmente por el riesgo ecológico de la deforestación, degradación, sequías e incendios, donde el agronegocio, la minería, la explotación maderera y la inminente exploración de petróleo, gas y energía son las principales actividades que se han metamorfoseado en el tiempo histórico y asumen la identidad que permite la reproducción del capital.

2.

El llamado capitalista a una “transición energética” es, inexorablemente, una falacia y una contradicción. El capitalismo permite al ciudadano político reivindicar una subjetividad ecológica, pero al mismo tiempo opera la exclusión política –falacia– y la limitación económica –contradicción–. Respecto a la falacia del sujeto ciudadano ecológico, el Estado capitalista opera sobre la base de la desregulación, la explotación conjunta e infinita y la desigualdad.

Históricamente, la política ambiental no surge como universal sólo porque la forma jurídica declare a los ciudadanos ecológicos como sujetos iguales ante la ley. En referencia a la contradicción, el capitalismo se estructura en base a la propiedad de los medios de producción por parte de algunos que operan dentro de la masa no propietaria, esta masa destinada a vender su fuerza de trabajo y su tierra al capital.

Karl Marx (2015, pág. 574)[Ex] afirma: “Por tanto, la producción capitalista sólo desarrolla la técnica y la combinación del proceso social de producción en la medida en que mina las fuentes de toda riqueza: la tierra y el trabajador”. Constituida en clases, de manera estructural, no hay universalidad posible de la subjetividad ecológica.

Impulsado por sus funciones y su vocación, el ciudadano-sujeto ecológico es voraz en el consumo energético. Un análisis de los estudios sobre el consumo mundial de energía primaria entre 1800 y 2022, en teravatios hora (TW/h), publicado en el informe de la Nuestro mundo en datos, de 2023, representado por el gráfico siguiente (Figura 1), muestra que lo que existe, en realidad, es el “apilamiento” de fuentes de energía y no una transición o reemplazo de una fuente por otra:

Figura 1 – Consumo mundial de energía primaria por fuente

Nuestro mundo en datos (2023)

Podemos observar que el carbón no sustituye a la biomasa tradicional (que no ha disminuido, sino que aumenta en periodos puntuales, a pesar del aumento del uso del carbón); que el petróleo no ha sustituido al carbón; que el gas natural no ha sustituido al petróleo. Durante más de 200 años no hemos reemplazado fuentes de energía, las hemos acumulado.

En la siguiente figura (Figura 2), vemos también un fuerte consumo de combustibles fósiles a partir de los años 1970, y sin sustitución alguna de unos por otros, tal vez por las llamadas energías renovables, llegando al 2023 con un consumo global de petróleo del orden de más de 53 mil teravatios/hora, seguido del carbón con más de 44 mil teravatios/hora y del gas con más de 40 mil teravatios/hora.

Figura 2 – Consumo mundial de energía primaria por fuente/teravatios – hora

Nuestro mundo en datos (2023)

El escenario aquí descrito es sólo un resumen de varios estudios, y además optimista. Nos horrorizaríamos de nuestra situación brasileña si los gobiernos se concentrasen en controles e investigaciones de las “condiciones ecológicas” surgidas de los suelos agroindustriales; si a estas inspecciones se les concedieran los mismos poderes para investigar la verdad de que gozan en el país; si, para esa empresa, fuese posible encontrar hombres tan idóneos, imparciales e inflexibles como los congresistas y los jueces, con sus relatores técnicos sobre “agrotóxicos agrícolas”, con sus abogados en la “pista” de la explotación criminal de minerales, de la deforestación y de las condiciones de vida de los pueblos indígenas y quilombolas. Sin embargo, es necesario recordar un pasaje de Marx (2015, p.79):[X]:Perseo necesitaba un casco de niebla para perseguir a los monstruos. Nos ponemos el casco de niebla sobre los ojos y los oídos para poder negar la existencia de los monstruos”.

3.

Es cierto que tenemos tres movimientos ecologistas globales, de mayor relevancia en la actualidad, que buscan alternativas al actual modelo de desarrollo, cuestionando la lógica capitalista de crecimiento continuo y sus impactos socioambientales (ACOSTA & BRAND, 2018; LOWY, 2014).[Xi]

Los movimientos llamados “decrecentistas” surgieron en la década de 70 y cobraron fuerza en Europa a partir del siglo XXI, aglutinando a distintos pensadores que defienden una economía compatible con los límites ecológicos del planeta. Básicamente, critican el continuo crecimiento del capitalismo y proponen reducir el consumo de recursos naturales y energía, distribuir la riqueza, invertir en bienes colectivos y servicios públicos y reducir la jornada laboral.

Los llamados movimientos “postextractivistas”, formados por intelectuales y movimientos sociales de América Latina, cuestionan la idea de desarrollo basada en la reproducción del capital de los países ricos. Abogan por superar el modelo extractivo-exportador de recursos naturales, proponiendo una transición eco-social que concilie la justicia social y ambiental. El énfasis principal está en la importancia de “cuidar” el medio ambiente, los enfermos, los ancianos y los niños, y cuestiona la jerarquía internacional que coloca a los países pobres del Sur Global en una posición subordinada.

Finalmente, los movimientos llamados “ecosocialistas” tienen una vertiente más cercana a la teoría crítica marxista, cuestionando los modelos de desarrollo del capitalismo y el “socialismo real”. Priorizan la necesidad de detener la crisis climática y ecológica, junto con la justicia social. Muchos abogan por el decrecimiento planificado y la igualación global del consumo de recursos y energía como estrategia para salvar el planeta y construir una sociedad socialista.

En resumen, los tres movimientos comparten una crítica al modelo de desarrollo actual y proponen alternativas que consideran los límites ecológicos del planeta, la justicia social y la necesidad de superar la lógica capitalista de crecimiento continuo.

Entonces, como no puedes salir del “pantano tóxico tirándote del propio cabello”,[Xii] Necesitamos todos los esfuerzos conjuntos para comprender, principalmente, la dinámica de este suelo pantanoso en el que estamos enterrados hasta el último cabello desde hace más de 200 años, si queremos tener vida que permita tales reflexiones.

Ya sabemos que la crisis del capitalismo no se debe a las acciones de sus adversarios, sino a su propia lógica de valorización del valor, que se basa en la producción de bienes y la búsqueda incesante del beneficio. Esta lógica conduce a la explotación del trabajo y de la tierra, a la producción de bienes superfluos (¡también de trabajadores!) y a la destrucción de la naturaleza, además de generar desigualdad social y sufrimiento para todos.

El capitalismo es una crisis, pero su desarrollo contiene especificidades contradictorias y antagónicas en un tiempo histórico determinado. Ciertamente, la crisis del capitalismo es una crisis de acumulación de capital que se manifiesta en la caída de la masa de valor y en la necesidad de “simular” la acumulación a través de las finanzas y el crédito. Esta simulación, sin embargo, tiene sus límites, pero el sufrimiento y la desigualdad social son ilimitados. Vale la pena señalar que la crisis se deriva no sólo del hecho de que sólo la fuerza de trabajo puede atribuir valor a los bienes, sino también del hecho de que las tecnologías sustituyen al trabajo humano.

En el proceso histórico, el capital siempre ha evolucionado hacia su forma más completa: el capital financiero. Este proceso implica la búsqueda de independencia de espacios productivos específicos para poder reproducirse de forma autónoma. Sin embargo, el capital financiero, al ser alógamo, todavía hoy necesita de la producción real para reproducirse, pero aspira a ser completamente autosuficiente, cuya virtualidad, por tanto, tiende a separarse completamente de la producción real.

Hasta entonces, el capital asumió el control sobre los demás factores de producción, como la tierra y el trabajo, adquiriendo la capacidad de moldearlos según sus propios intereses. Ahora el capital financiero virtualizado busca reproducirse a través de la hegemonía sobre otros factores productivos (tierra y trabajo), “adquiriendo la capacidad divina de crearlos a su imagen y semejanza” (GONÇALVES, 2005, p. 28).[Xiii].

4.

Específicamente en el agronegocio brasileño, la evolución de la agricultura (responsable de un promedio del 75% de la deforestación en los biomas brasileños) impulsada por innovaciones tecnológicas industriales ha aumentado significativamente la productividad de la tierra, con una extraordinaria obsolescencia de la mano de obra. La producción agrícola pasó a ser menos dependiente de la propia tierra, con la superación de las limitaciones de suelos antes considerados no aptos para el cultivo, donde “incluso los desiertos podrían ser cultivados” (GONÇALVES, 2005, p. 28) con tecnociencias aplicadas.

La “creación de tierras” mediante el uso de técnicas genéticas e insumos químicos (pesticidas y fertilizantes) es un factor clave en el avance de la agricultura brasileña, que se ha “liberado” de la explotación de la “fertilidad natural del suelo”. Hoy en día la tierra se considera más un activo patrimonial, importante para el acceso al crédito y a los incentivos fiscales, que un factor de producción en sí mismo.

La agricultura brasileña moderna se ha caracterizado por su capacidad de transformar tierras intactas y destruidas en áreas cultivables a través de tecnología e inversiones, rompiendo la dependencia de la fertilidad natural del suelo, asumiendo cada vez más la condición de respaldo patrimonial y otorgando a la tierra un papel destacado como activo financiero. No menos, las máquinas y las tecnologías han reducido significativamente la cantidad de trabajo vivo incorporado a cada nueva mercancía, aumentando significativamente la producción operativa del trabajo y, con ella, su productividad general.

En el presente caso brasileño, a pesar del desarrollo tecnológico y de la ciencia aplicada a la tierra, los productos agrícolas se presentan como . muy valorado, que sustenta actividades como la economía real. Esto no significa que el agronegocio brasileño no vea también la financiarización como una forma de lucrar con activos ficticios, como es el caso de la anticipación de crédito y la titulización basada en previsiones de producción agrícola. Esto posiblemente ocurre en países menos desarrollados con una gran “vocación” de producción de alimentos.

5.

Si los movimientos críticos a la lógica capitalista de crecimiento continuo no quieren que los explotados y oprimidos vivan de lo que encuentran en la basura –una retórica para endulzar la píldora de los “nuevos pobres”–, tendrán que prepararse para los choques y antagonismos inherentes a la hibridación productiva y a los nuevos procesos de reproducción del capital y su regulación: cambios en la composición orgánica del capital, capital más o menos ficticio, ociosidad creativa, desempleo y pobreza.

Después de todo, como escribió Marx (2015, p. 704)[Xiv]:“Por una parte, el capital adicional formado en el curso de la acumulación atrae, en proporción a su volumen, cada vez a menos trabajadores. Por otra parte, el antiguo capital, reproducido periódicamente con una nueva composición, repele cada vez a más trabajadores de los que empleaba antes”.

En la vanguardia del totalitarismo mercantil, no podemos limitarnos a criticar únicamente la forma ultraliberal del capitalismo, sino dirigir nuestra crítica hacia el capitalismo en su conjunto, hacia una sociedad mercantil fundada en el trabajo abstracto, el valor, el dinero y las mercancías.

La formulación en el pensamiento de nuevas formas de organización social para el ser social también la dan los avances tecnológicos y científicos, que incluso hacen posible, en nuestro pensamiento y para nuestra conciencia, propuestas de decrecimiento y no extractivismo – no es la teoría la que reclama otras formas de desarrollo y de vida, sino las nuevas formas de desarrollo y de vida que nos lleven hacia un socialismo ecológicamente “más” sustentable. Y, sin embargo, no a través del Estado formal y de las formas jurídicas a las que estamos acostumbrados; ¡No trabajan, son capitalistas!

Es interesante que el ecosocialismo, en general, no corresponde a propuestas explícitas de no violencia oficial y estatal, ni propone “inversión cero” en ideologías y aparatos estatales. Y éste sigue siendo el gran problema del socialismo, del movimiento hacia el socialismo, el inicio de la agencia autonomista del poder en iniciativas comunitarias autosuficientes y autogestionadas que van más allá de las formas capitalistas tecnocráticas del Estado. El estancamiento del crecimiento o la adhesión a fórmulas de compensación de carbono (¡negociadas!) ¿no son prácticas de desarrollismo, prácticas de regulación del capital?

*José Manuel de Sacadura Rocha Tiene un doctorado en Educación, Arte e Historia Cultural de la Universidad Mackenzie. Autor, entre otros libros, de Sociología jurídica: fundamentos y fronteras (GEN/Forense) [https://amzn.to/491S8Fh]

*Eneida Gasparini Cabrera es abogado, especializado en derecho penal económico.

Notas


[i] Científicos como Jean-Baptiste Fourier (1824), Eunice Newton Foot (1856), John Tyndall (1861) y Svante Arrthenius (1896) (MARQUES, Luiz. Capitalismo y colapso ambiental. 3ª ed. Rdo. Campinas: Editorial Unicamp, 2018).

[ii] ALTHUSSER, Luis. Aparatos ideológicos estatales. Río de Janeiro, Graal, 1985. p. 93; ALTHUSSER, Luis. Freud y Lacan. Marx y Freud. Nueva York: The New York Times, 1985; PACHUKANIS, Eugenio. Teoría general del derecho y marxismo. São Paulo: Boitempo, 2017.

[iii] SAWYER, J. S. El dióxido de carbono creado por el hombre y el efecto “invernadero”. Naturaleza, 239(5366), 1972, pág. 23–26. Disponible en: https://sci-hub.se/10.1038/239023a0.

[iv] Creado para ser una plataforma científica en ECO-92 para el Acuerdo Climático por la OMM (Organización Meteorológica Mundial) y el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente).

[V] https://www.ncei.noaa.gov/.

[VI] PNAS, en línea. Muy por debajo de los 2°C: Estrategias de mitigación para evitar un cambio climático peligroso o catastrófico. 2017. Disponible en: https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.1618481114.

[Vii] https://www.copernicus.eu/pt-pt/node/75354.

[Viii] Índice de desempeño frente al cambio climático: resultados 2015.

[Ex] MARX, Carlos. La capital. Libro 1, cap. 13. Nueva York: Oxford University Press, 2015.

[X] MARX, Carlos. La capital. Libro 1, Prefacio al 1º. edición. Nueva York: Routledge, 2015.

[Xi] ACOSTA, Alberto; MARCA, Ulrich. Post-extractivismo y decrecimiento:Salidas del laberinto capitalista. Nueva York: Oxford University Press, 2018; LLAVERO, JUAN. ¿Qué es el ecosocialismo? 2da ed. Nueva York: Routledge, 2014.

[Xii] Las locas aventuras del barón Münchhausen, es una obra escrita por Rudolf Erich Raspe, y publicada en Londres en 1785. Son historias fantásticas y bastante exageradas, propagadas principalmente en la literatura infantil. “Un personaje que equilibra realidad y fantasía en su propio mundo, donde se enfrenta a los peligros más diversos, perpetra escapadas imposibles (la más famosa de las cuales es escapar del pantano en el que se hundió con su caballo, habiendo logrado escapar tirando de su propia peluca), presencia eventos extraordinarios y emprende viajes fantásticos, sin perder nunca la calma.” Disponible en: (Barón de Münchhausen – Wikipedia, la enciclopedia libre).

[Xiii] GONCALVES, José Sidnei. La agricultura bajo la égida del capital financiero:Un paso hacia la profundización del desarrollo del agronegocio. Disponible en: https://iea.agricultura.sp.gov.br/ftpiea/ie/2005/tec1-0405.pdf.

[Xiv] MARX, Carlos. La capital. Libro 1, cap. 23. Nueva York: Oxford University Press, 2015.


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