por ELEUTÉRIO FS PRADO*
El capital financiero y la financiarización no son desviaciones sociales, políticas o incluso moralmente reprobables en relación con un capitalismo alternativo y mejor.
El capital financiero y la financiarización como fenómenos en evolución en el siglo XX no nacieron sobre huevo ni de nuevas hegemonías de clase ni de cambios importantes en la orientación de la política económica, históricamente anticuados. Por lo tanto, no pueden verse como desviaciones sociales, políticas o incluso como moralmente reprobables en relación con un capitalismo alternativo y mejor, como tienden a pensar ciertas corrientes del marxismo vulgar y del keynesianismo crítico.
Se trata de procesos inherentes o típicos de la lógica de desarrollo del capitalismo, que no pueden anularse ni revertirse por el capricho de políticas económicas alternativas. La composición de clases y la política económica en general responden, como es bien sabido, con grados de libertad, a las demandas estructurales y crisis del propio capitalismo. Para comprender por qué son fenómenos intrínsecos al desarrollo histórico de este sistema, es necesario volver a la presentación dialéctica en la que consiste La capital. Sin embargo, es justo comenzar comentando los escritos del autor que ha examinado esta cuestión exhaustivamente.
A partir de François Chesnais, no de Karl Marx
En su último libro, El capital financiero hoy (2016), François Chesnais distingue dos fenómenos extraordinarios en la evolución de la economía capitalista: uno de ellos es el capital financiero (algo destacado ya en la primera mitad del siglo XX) y el otro consiste en la plétora de capital financiero (algo que cobra gran importancia en la segunda mitad del siglo XX). Ahora bien, estos dos fenómenos se insertan en el proceso global de acumulación de capital, que es impulsado en su base por el capital industrial y el capital comercial. François Chesnais señala, por tanto, que los capitales que operan en la producción de bienes son fundamentales en el capitalismo porque ellos y sólo ellos hacen posible la generación de plusvalía.
Así define este economista crítico este primer momento: “Utilizo el término [capital financiero] para designar una interpenetración, concentración y centralización del capital monetario, industrial y comercial” (Chesnais, 2016, p. 5). Ahora bien, este capital subsiste hoy a través de conglomerados transnacionales que operan simultáneamente en los sectores industrial, comercial y financiero. Por capital financiero o capital financiero (en un tono más crítico), este autor designa las formas derivadas del capital remunerado, que han experimentado un “crecimiento espectacular en los últimos cuarenta años (bonos, acciones y derivados) y que son operadas por corporaciones financieras. instituciones (bancos y fondos), así como por los departamentos financieros” (op. cit., p. 1) de las empresas en general.
Para ser más claro, lo primero se puede mostrar mediante una separación. Si en todas las naciones del mundo todavía existen grandes grupos de empresas que operan bajo la lógica del capital industrial y del capital comercial, también existen, ahora y casi siempre más allá del ámbito nacional, grupos más pequeños de empresas que se distinguen por operar también bajo la lógica del capital industrial y del capital comercial. La lógica del capital que devenga intereses. Es decir, son empresas que operan de forma combinada tanto en el circuito D – M – D' como en el circuito D – D', bajo el amparo de este último. Desde que se publicó por primera vez en 1985 el libro clásico de Rudolf Hilferding (2010), estas empresas han sido consideradas vehículos de capital financiero. Como muestra Marx, el capital financiero en general, más o menos ficticio, actúa de manera complementaria, aunque contradictoria, con el capital que opera en la producción y circulación de bienes.
Rudolf Hilferding llega a la concepción del capital financiero debido a la necesidad de comprender descriptivamente una configuración concreta del capitalismo en Alemania. Señaló que, en este país, a principios del siglo XX, una parte importante del capital invertido en la industria no pertenecía a los capitalistas que las dirigían, sino que les era suministrado a través de los bancos, interfaz privilegiada entre el subsistema financiero y el subsistema de producción/circulación. Ante esta situación, llamó “capital financiero capital bancario, por tanto, capital en forma de dinero que, de esta manera, se transforma en capital industrial”. Como señaló, “el capital financiero evolucionó con el desarrollo de la sociedad anónima, alcanzando su punto máximo con la monopolización de la industria” (Hilferding, 1985, p. 219).
Por lo tanto, en Alemania se había producido un proceso de concentración y centralización del capital que había creado, al mismo tiempo, grandes industrias monopolísticas y un mercado de valores administrado por bancos, cuyo resultado Rudolf Hilferding describe de la siguiente manera: “La renta industrial gana un carácter seguro y protegido continuo; Como resultado, la posibilidad de invertir capital bancario en la industria se vuelve cada vez más amplia. Pero el banco tiene capital bancario y los propietarios mayoritarios de las acciones del banco tienen control sobre el banco. Es evidente que, con la creciente concentración de propietarios de capital ficticio, que da poder a los bancos, los propietarios del capital que da poder a la industria son cada vez más los mismos” (op. cit., p. 219).
En un artículo escrito casi cuarenta años antes del citado libro, Capital financiero y grupos financieros (1979), François Chesnais, basado en posiciones de Suzanne de Brunhoff en su libro la política monetaria (1978), publicado seis años antes en Francia, presenta críticas a la tesis central de Hilferding.[i] Porque este proceso se había generalizado en el capitalismo globalizado y porque sus formas se habían diversificado en relación con el observado en Alemania. Pero estas dos no fueron las notas más importantes.
Esta autora indicó que su concepto de capital financiero difería del que se encuentra en los escritos de Marx. Al admitir que representaba la fusión del capital industrial con el capital monetario, había abolido la contradicción que existía entre uno y otro. Por tanto, ocultó el carácter parasitario del segundo. “Como no es dialéctico en su método” – dijo el economista francés – “a Hilferding le resultó fácil abandonar la crítica y borrar cualquier indicio del carácter parasitario del capital financiero” (apud Chesnais, 1979, p. 155).
Suzanne de Brunhoff presenta en su libro y François Chesnais acoge con satisfacción en el artículo de 1979, al menos hasta cierto punto, una noción de capital financiero en la que se identifica confusamente con la noción de capital financiero o, en términos de Marx, con el capital portador de intereses. : “La noción de capital financiero, para Marx, abarca diferentes tipos de instituciones y prácticas: sistema bancario, bolsas de valores, sociedades anónimas y, en ocasiones, (…) la acción del 'capitalista financiero' que presta D para recibir D ' del capitalista industrial. Todo esto se presenta en un desorden muy grande, pero las nociones fundamentales pueden distinguirse y articularse entre sí”. (Brunhoff, 1978, pág. 104).
Volviendo a Marx, sin abandonar Chesnais
Ahora bien, esta definición presentada anteriormente es defectuosa porque (a) no se encuentra ni se puede encontrar en Marx; (b) confunde una forma de capital con los soportes de esa forma, es decir, con ciertas instituciones que mueven capital remunerado en su sentido más amplio. He aquí, para Marx, ésta es la única forma posible de capital; fuera del circuito D – D – D', se convierte en una forma en la que el capital se convierte –en sí mismo– en una mercancía.
En consecuencia, como explica, “es característica de esta mercancía –del capital como mercancía– la forma de préstamo, más que la forma de venta” (Marx, 2017, p. 388). Precisamente por esta razón, la ganancia de este capital, que se realiza a través del circuito D – D' y que consiste en ∆D = (D' – D), no se presenta como ganancia, sino como interés. Una vez independiente – explica – ahora puede “servir también para transacciones sin relación alguna con el proceso capitalista de reproducción” (ídem, p. 397).
El capital que devenga intereses, el préstamo de dinero para obtener más dinero, es la forma constitutiva elemental de lo que Marx llamará sistema crediticio. Este sistema es complejo y existen diferentes tipos de capital de préstamo. La venta de mercancías con pago aplazado implica la creación de una letra de cambio, que “constituye la base del dinero de crédito, de las células bancarias, etc.” (ídem, pág. 451).
Los préstamos de dinero generalmente implican la creación de títulos de deuda, tanto privados como públicos, que se venden y compran en mercados específicos. Las inversiones en empresas toman la forma de capital social que mueve los mercados bursátiles. La transformación de los riesgos en mercancías da origen a los seguros y a los derivados. La propiedad colectiva de estos activos, principalmente en el capitalismo contemporáneo, se realiza a través de fondos de diferentes tipos. La enorme expansión de la esfera en la que circulan estos capitales –alimentada en su propio movimiento por crisis de sobreacumulación de capital industrial– resulta en una financiarización.
En el artículo citado, François Chesnais se esfuerza por llegar a un concepto de capital financiero acorde con las categorías económicas que se encuentran en el Libro III del La capital. En primer lugar, muestra que es una consecuencia necesaria del desarrollo del propio capitalismo. Luego recuerda, junto con Hilferding, que Marx había dicho que con “el capital que devenga intereses la relación capitalista adquiere su forma más externa y más fetichista” (Marx, 2017, p. 441).
Además, afirma que esto se convierte en una consideración central para comprender el capitalismo mismo. Por otro lado, todavía apoyándose en Marx, indica que el capital de préstamo, cuando alcanza su pleno desarrollo, tiende a asumir el carácter de capital social en contraste con el capital privado que prospera en la producción de bienes.
Esto es lo que escribió Marx: “Con el desarrollo de la gran industria, el capital [de préstamo], cuando aparece en el mercado, tiende cada vez más a no estar representado por un capitalista individual, por el propietario de tal o cual fracción del capital. existe en el mercado, pero se presenta como una masa concentrada y organizada que, a diferencia de la producción real, está bajo el control de los banqueros, representantes del capital social”. (Marx, 2017, p. 416)
Además de estas dos características, la clave que desvela el “secreto” del capital financiero, según François Chesnais, es el análisis de su circuito característico, que es D – D', dinero que se transforma en más dinero sin que actúe un proceso de generación. en el interior entre el primer y segundo momento del circuito. Ahora bien, esto ocurre porque él, en principio (si no sale), toma el valor que se añade a sí mismo de alguna fuente que le es externa.
Como se puede ver al leer La capital, una de estas fuentes es el capital industrial que controla la producción de bienes, algo que es muy característico del modo de producción capitalista. Pero también, como es bien sabido, castiga las rentas en general, al igual que el antiguo capital usurero. De ahí que Chesnais llegue a la conclusión de que se trata de capital parásito: “el capital financiero” – dice – “reproduce en la fase capitalista todas las características parasitarias anteriores” (Chesnais, 1979, p. 148), que le son intrínsecas.
Las tesis de este economista francés, ciertamente notables, se basan también en las afirmaciones de Vladimir Lenin en su célebre folleto sobre el imperialismo como fase final del capitalismo (2002). Este autor deriva del carácter parasitario del capital financiero la idea de que las ganancias obtenidas son una forma de ingreso similar a la renta de la tierra (una ganancia que proviene de la propiedad y no de la función desempeñada en el proceso productivo) (Paulani, 2016). Como “el capital financiero es diferente del capital industrial en términos de su modo de desarrollo” – dice –, su supremacía significa la hegemonía del rentista sobre el capital industrial” (Chesnais, 1979, p. 157).
Puede parecer extraño, pero estas declaraciones condenatorias sobre todos y cada uno de los tipos de financiación del capital no se encuentran en los principales escritos de Marx. En particular, no dice que el capital de préstamo y el capital social sean meramente parásitos, porque son ganancias que provienen de sus funcionalidades en el proceso de acumulación y, por lo tanto, no provienen de la mera propiedad. Además, considera que el capital social representa un movimiento de socialización progresiva dentro del modo de producción capitalista. Lo que Marx dice específicamente es que este desarrollo de las relaciones sociales capitalistas engendra otra fracción de clase improductiva, además de las tradicionales:
Produce una nueva aristocracia financiera, una nueva clase de parásitos en forma de diseñadores, fundadores y directores meramente nominales; todo un sistema de especulación y fraude en relación con la fundación de sociedades anónimas y la emisión y negociación de acciones. Es producción privada, sin control de la propiedad privada. (Marx, 2017, p. 496).
Como sabemos, el capital financiero y el capital industrial han estado entrelazados desde el momento en que surgió el modo de producción. Lo que la idea de capital financiero apunta a un desarrollo en el que estos vínculos se estrechan hasta la formación de unidades de mando en las que el capital industrial queda subsumido por el capital social, ya sea en la forma de una sociedad cerrada de unos pocos capitalistas o en la forma de de sociedad en la que la propiedad de acciones es amplia, aunque concentrada. Y este proceso no evoluciona sin el desarrollo de todo un mercado financiero en el que participan bolsas, fondos y bancos de inversión.
Así es como el propio Chesnais describe este proceso, no como una fusión como propone erróneamente Hilferding, sino como un entrelazamiento contradictorio: “Como resultado de un movimiento conjunto, cada vez más entrelazado, de los procesos de concentración y centralización del capital, el capital financiero busca desarrollarse utilizando un conjunto de operaciones que combinan la producción y realización de plusvalía (D – M – P –M' – D'), pero también el uso cada vez mayor de todo tipo de operaciones D – D’.” (Chesnais, 1979, pág. 153)
Quedarse con Marx: la socialización del capital
Si esta descripción parece bastante correcta, no hay duda de que la comprensión de François Chesnais de lo que él mismo llama capital financiero es todavía insuficiente. Para aclarar esta cuestión es necesario volver al texto original de Marx, ya que contiene una comprensión rigurosa de las relaciones sociales del capitalismo. En este sentido, en primer lugar, es necesario ver que la cuestión del entrelazamiento entre capital industrial y capital financiero también se aborda en la sección V del Libro III del La capital que se ocupa del capital que genera intereses, y no del capital que genera ingresos. En las trescientas páginas que contienen los materiales de esta sección no aparece ni una sola vez el término “rentismo”, cuyo uso se encuentra en autores como Proudhon, Keynes y sus seguidores.[ii]
Lo anterior que dilucida esta cuestión se puede encontrar en el capítulo XVII, que trata del “papel del crédito en la producción capitalista”. Es a partir de ahí que se puede descubrir un punto crucial: si los procesos de centralización y concentración son necesarios para que se produzca el surgimiento del capital financiero, no son capaces por sí solos de justificar este surgimiento, como parece pensar François Chesnais. Sin embargo, para alcanzar una comprensión más completa del fenómeno es necesario examinar detenidamente el contenido de este capítulo.
Una de las funciones del crédito, señala Marx, es reducir los costos de circulación: elimina parcialmente el uso de dinero en las transacciones; acelera la circulación de mercancías; y, finalmente, permite sustituir el dinero en oro por papel moneda.
Para la cuestión examinada aquí, la función relevante del sistema crediticio es que es el motor de igualación de la tasa de ganancia, un dispositivo –dice Marx– “sobre el cual descansa toda la producción capitalista” (Marx, 2017, p. 493). A esto hay que sumarle que los mandos del sistema crediticio, es decir, los bancos y otros agentes financieros, para ejercer esta función, tienen que realizar una supervisión constante de las empresas capitalistas aisladas en general, premiando a las que son rentables y castigando a las que no son rentables.
Ahora bien, es precisamente la internalización de esta función, a través de la subsunción del capital industrial bajo el mando de los financieros, es decir, la constitución del capital corporativo, lo que constituye el capital financiero mismo. Para que esto ocurra, la relación entre capital industrial y capital financiero, que siempre aparece como un entrelazamiento contradictorio, ya no debe ocurrir entre unidades de capital externas entre sí, sino que debe ocurrir en grandes unidades de negocios. Por tanto, la supervisión externa del capital financiero sobre el capital industrial está internalizada.
Pero la tercera función señalada por Marx también es muy relevante para comprender la constitución tanto del capital financiero como del proceso de financiarización (que aún no se había vuelto integral y dominante en su época). Por tanto, la expansión de la producción y el crecimiento del tamaño de las empresas comenzaron a requerir otra forma de organización que la empresa aislada. Y esta forma es sobre todo la sociedad anónima y la formación de sociedades mercantiles. En este avance, dice Marx, las empresas que eran administradas por sus dueños ahora son administradas por gerentes y así se convierten en empresas sociales. Esto es lo que dice al respecto:
El capital, que, como tal, se basa en un modo social de producción y presupone una concentración social de los medios de producción y de las fuerzas de trabajo, adquiere directamente la forma de capital social (capital de individuos directamente asociados) en contraposición al capital privado, y sus empresas se presentan como empresas sociales en contraposición a empresas privadas. Es la supresión del capital como propiedad privada dentro de los límites del propio modo de producción capitalista. (Op. cit., pág. 494).
En este proceso, dice Marx, la distinción entre las ganancias del empresario y los intereses pagados por empresas aisladas a los bancos y otros prestamistas, característica de la forma clásica de organización capitalista, se vuelve borrosa; Luego toma la forma de ganancias, dividendos o bonificaciones: “El capitalista verdaderamente activo se convierte en un simple gestor, administrador del capital ajeno, y los propietarios del capital se convierten en meros propietarios, simples capitalistas monetarios. Si bien los dividendos que reciben incluyen intereses y ganancias empresariales, es decir, ganancia total (…), esta ganancia total ahora se recibe sólo en forma de intereses, es decir, como simple remuneración por la propiedad del capital”. (ídem, pág. 494).
La ganancia aparece así (...) y no sólo una parte de ella, el interés, que deriva su justificación de la ganancia del prestatario) como una simple apropiación del plustrabajo ajeno, resultante de la transformación de los medios de producción en capital, es decir, de la su alienación del verdadero productor, de su oposición, como propiedad ajena, a todos los individuos que participan activamente en la producción, desde el administrador hasta el último jornalero. (ídem, pág. 495)
En otras palabras, este desarrollo del modo de producción capitalista genera una forma de extracción de plusvalía de los trabajadores productivos de valores de uso y valor que justificaría, tal vez (y sólo de manera provocativa), el uso del término “jurismo”. pero en No utilices el término “rentismo” en absoluto. Es importante señalar que este desarrollo transforma, reemplazando de otra manera, la contradicción entre el carácter privado de la apropiación y el carácter social de la producción. Sin embargo, este reemplazo no implica la superación del capitalismo, sino la llegada de una “etapa” de socialización en su seno que Marx vio positivamente, pues pensaba que ya indicaba la necesidad de un nuevo modo de producción en el que el carácter social de la producción cambiaría según la forma en que se distribuya el producto social.
Esto es lo que dice: “Se trata de la supersunción del modo de producción capitalista dentro del modo de producción capitalista mismo y, por tanto, una contradicción que se anula y se presenta prima facie como una simple fase de transición hacia una nueva forma de producción. . Su modo de manifestación es también el de una contradicción de este tipo [es decir, lo que aparece en el ámbito de la circulación de bienes y de la distribución de la renta debe reflejar también esta supersunción – EP]. En determinadas esferas, establece un monopolio y, como resultado, provoca la interferencia del Estado [es decir, algo que protege al capitalismo de los propios capitalistas, pero que no recibe la aprobación del autor – EP]. (ídem, pág. 496).
Este proceso de socialización no engendra el socialismo de los trabajadores, sino el socialismo de los capitalistas (Prado, 2021), es decir, una sociabilidad reformada dentro del propio sistema en la que no prospera una buena distribución del ingreso, sino que, por el contrario, una enorme concentración que permanece bajo el control de unos pocos: “Lo que se busca, en última instancia, es expropiar a todos los individuos de sus medios de producción, los cuales, cuando se desarrolla la producción social, dejan de ser medios y productos de la producción privada para convertirse en medios y productos de producción privada”. los medios de producción en manos de los productores asociados, por tanto, en propiedad social de estos últimos, puesto que ya son su producto social. Sin embargo, dentro del propio sistema capitalista, esta expropiación se presenta como una figura antagónica, como la apropiación de la propiedad social por unos pocos, y el crédito confiere cada vez más a estos pocos individuos el carácter de simples aventureros”. (ídem, pág. 498).
No se puede pensar que Marx pretendiera mostrar un camino suave, sin rupturas, hacia el socialismo, porque, de hecho, sólo muestra que un proceso de socialización surge y se impone en el curso de la evolución temporal del propio capitalismo. En este sentido, muestra cómo el propio desarrollo del modo de producción basado en la plusvalía exige la socialización del capital –incluso explica cómo sucede. Y esta consideración final es importante porque demuestra que el capital financiero y la financiarización, como fenómenos concretos que emergen en la historia de este sistema, no son más que expresiones llamativas de este proceso de socialización, que, de hecho, no es ajeno a la evolución. del capitalismo – he aquí, es inherente a él. Y este proceso tiende a aumentar la eficacia de la relación de capital, es decir, la extracción de plusvalía por parte del capital industrial.
* Eleutério FS Prado Es profesor titular y titular del Departamento de Economía de la USP. Autor, entre otros libros, de El capitalismo en el siglo XXI: ocaso a través de acontecimientos catastróficos (Editorial CEFA). Elhttps://amzn.to/46s6HjE]
Referencias
Brunhoff, Suzanne de. Política monetaria – Un ensayo sobre la interpretación marxista. Río de Janeiro: Paz e Terra, 1978.
Chesnais, Francois. Financiador de capitales y grupos financieros: búsqueda sobre el origen de los conceptos y su utilización actual en Francia. Centre d'etudes et de recheches sur l'enterprise multionale, Universidad de Nanterre, 1979.
Chesnais, Francois. La globalización del capital. São Paulo: Chamán, 1996.
Chesnais, Francois. El capital financiero hoy: las corporaciones y los bancos en la crisis global duradera. Leiden, Boston: Brillante, 2016.
Hilferding, Rudolf. el capital financiero. São Paulo: Nueva Cultural, 1985.
Lenin, Vladímir I. Imperialismo – Fase superior del capitalismo. São Paulo: Centauro, 2002.
Marx, Carlos. La capital. Crítica de la economía política. Libro III. São Paulo: Boitempo, 2017.
Nuevo, Jorge. La teoría de Chesnais sobre la crisis del capitalismo contemporáneo y su defensa de la vida en el planeta. Manuscrito, 2024.
Paulani, Leda M. Acumulación y rentismo: rescatando la teoría de la renta de Marx para pensar el capitalismo contemporáneo. Revista de Economía Política, vol. 36 (3), n° 144, pág. 514-535, 2016.
Prado, Eleutério FS Tecnofeudalismo o socialismo del capital. Blog de Economía y Complejidad, 2021. Disponible en https://eleuterioprado.blog/2021/11/14/tecno-feudalismo-ou-socialismo-do-capital
Notas
[i] El contenido del artículo aquí mencionado se retoma sin mayores modificaciones en el capítulo XI del La globalización del capital (1996).
[ii] El propio Chesnais respalda la definición dada por Joan Robinson: “Utilizamos el término rentista en un sentido amplio para representar a los capitalistas en su aspecto de propietarios de riqueza en contraposición a su aspecto de empresarios. Incluimos dividendos en la remuneración de los rentistas, así como el pago de intereses, e incorporamos las sumas entregadas a sus familias por los empresarios propietarios de sus propios negocios” (apud Chesnais, 2016, p. 9).
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